viernes, 26 de enero de 2024

PALOMARES: EL ACCIDENTE NUCLEAR QUE PUDO HABER DEJADO MEDIA ESPAÑA INHABITABLE (2ª PARTE)



Los españoles buscan secretos atómicos

Hasta ahora, solo se sospechaba que los españoles se habían llevado trozos de los artefactos atómicos para avanzar en el conocimiento del funcionamiento de las bombas nucleares y su grado de contaminación. El único respaldo de este señalamiento es la versión del teniente coronel del Ejército del Aire e ingeniero aeronáutico Guillermo Velarde Pinacho, autoproclamado padre del proyecto Islero para la fabricación de la bomba atómica española.

Esta investigación aporta novedades sobre este punto, al rescatar uno de los informes secretos del Ejército del Aire, basado en el testimonio del capitán español Joaquín James Grijalbo, quien había acompañado al general estadounidense Delmar Wilson en los primeros momentos después del desastre. Y sí, los españoles se llevaron a hurtadillas material que no deberían haberse llevado.

Mucho antes de que Velarde apareciera en la zona (el 28 de enero), una comisión de la Junta de Energía Nuclear estaba desplegada ya en el área. El capitán James Grijalbo se encuentra con ellos en uno de los lugares donde había caído una de las bombas termonucleares, muy cerca del pueblo (probablemente la número tres).

"La radioactividad por aquella zona era bastante alta. Todos los componentes del equipo de la JEN se pusieron a trabajar independientemente de los equipos americanos, no obstante, entre ellos, se cambiaron impresiones para repartir un poco de trabajo", explica el capitán, quien también visitó el cementerio donde cayó la bomba número dos.

"El lugar estaba vigilado por una pareja de soldados americanos y otra de la Guarda Civil —explica el capitán—. El Sr. Quinteiro comenzó reconociendo con su contador de mano la radioactividad de la tierra, la cual oscilaba mucho de unos puntos a otros, a pesar de estar muy cerca (las mediciones) una de otra".

Doctor en Química por la Universidad de Santiago y maestría en Ingeniería Nuclear en el Instituto de Tecnología de Massachusetts de EEUU, Quinteiro sabía qué estaba observando:

"Se encontraron un trozo de la bomba de pequeñas dimensiones y de unos tres centímetros a cuatro de grosor y color negruzco, junto a los soldados americanos que hacían la guardia (...). Acercaron el aparato y, después de ponerlo en la escala máxima, sobrepasaba con rapidez la aguja la máxima cuenta, correspondientes a 150.000 unidades. El Sr. Quinteiro intentó coger este trozo para llevarlo al laboratorio e investigar sobre él, lo cual le fue prohibido por los americanos".

"Llamado el capitán jefe de equipo americano que estaba recogiendo la bomba, le aseguró que él no podía autorizarle a que se llevase este trozo -continúa el relato del capitán español- y entonces le mostró lo que parecía una piedra de color caramelo y que era la carga, o parte de ella, de la bomba. El Sr. Quinteiro acercó el contador a la misma y la aguja acusó de forma inmediata el máximo de radioactividad capaz para ese aparato. Más trozos semejantes al mismo, según el capitán, debían estar dispersos por el suelo, ya que este, en los alrededores de la bomba, acusaba gran radioactividad".

Sin embargo, el científico español no desiste y continúa buscando pedazos de la envuelta de la bomba que, en diferentes tamaños, parecían esparcidos por un radio superior a los 100 metros.

"Sin ser vistos, recogieron algunos trozos, los cuales guardó el Sr. Quinteiro para su examen en el Laboratorio de la Junta en Madrid y poder determinar el tipo de radiaciones y cantidad de las mismas, así como la cantidad de plutonio contenido en ellos", agrega el capitán James Grijalbo.

Según estimaciones posteriores, las bombas atómicas esparcieron unos ocho kilos de plutonio y otros ocho de uranio 235, ambos componentes esenciales para una explosión nuclear. Las investigaciones posteriores del CIEMAT, realizadas en 2008, confirmaron la necesidad de una segunda limpieza del lugar por permanecer en ellas 450 gramos de plutonio 239 y 240, así como americio 241. Estos restos están esparcidos en cuatro zonas y a distintas profundidades, incluidas dos trincheras cerca de la zona 2 que sirvieron para cargar camiones o enterrar objetos contaminados.

PALOMARES. 20 ENERO. 1966.

Descontaminación

00:00 am - 24:00 pm

Prosigue la búsqueda terrestre de la cuarta bomba por medio de varios centenares de personas sin protección. La descontaminación de la ropa de faena contaminada de la tropa se realiza mediante baños en el mar.

Bombas en caja

19:00 pm

Comienza el traslado de las bombas recuperadas. Allí se almacenan en un inglú. Abandonan España el 30 de enero.

PALOMARES. 21 ENERO. 1966.

00:00 am - 24:00 pm

Primeros buques, como el USS Pinnace, llegan a Palomares y se inicia una búsqueda aleatoria en el mar, mientras prosigue la búsqueda terrestre entre vientos del SO de hasta 50 km/h.

Periódico

Hora desconocida

Franco, al leer una noticia de The New York Times, enfurece. Censura su publicación en España y ordena a las fuerzas del orden retirar de los quioscos toda la prensa extranjera.

PALOMARES. 22 ENERO. 1966.

00:00 am - 24:00 pm

Más de 400 personas buscan a pie la bomba sin protección por los alrededores, con vientos de hasta 94 km/h. Según médicos JEN, situación sanitaria puede considerarse satisfactoria por resultados poco alarmantes.

Bidones radiactivos

Hora desconocida

Ramos (JEN) se reúne con el coronel Rodhes. Acuerdan la compra de cosechas y animales a los afectados, quitar varios centímetros de tierra y hacer un pozo de grandes dimensiones como cementerio nuclear.

PALOMARES. 23 ENERO. 1966.

Bomba radioactiva

Hora desconocida

Se analiza la creación de un cementerio nuclear en Palomares. El diario Ya es el primer periódico que se atreve a salirse de la línea oficial y pública por primera vez en España que los militares norteamericanos buscan una bomba nuclear.

PALOMARES. 25 ENERO. 1966.

Bidones radiactivos

Hora desconocida

JEN aprecia una radiactividad 200 o 300 veces superiores a lo normal en algunos puntos y no está de acuerdo con el tratamiento de enterramiento superficial de las partículas de plutonio.


Cementerio nuclear en España

Una vez delimitadas las zonas radioactivas, y al no aparecer casos graves de contaminación de humanos con plutonio, el mayor reto -como lo es actualmente- era buscar una solución para los cultivos y la vegetación contaminados que no podían quemarse, así como para los terrenos afectados por alta radioactividad.

Cinco días después del accidente, los altos mandos militares estadounidenses mencionan por primera vez a los técnicos españoles que la solución debería ser la creación de una fosa o pozo en el mismo Palomares. Según los documentos españoles, formulan la idea durante una reunión que tiene lugar el mismo día 21 de enero en el campamento Wilson. En concreto, comentan con el doctor Ramos dos decisiones: "Quitar varios centímetros de tierra en las zonas de radioactividad peligrosa" como medio de remediación, y hacer "un pozo de grandes dimensiones y profundidad, todo revestido de concreto, donde echar todo lo anterior y recubrirlo con el mismo material".


La oferta de Washington sobre un cementerio nuclear en suelo español es aceptada en principio sin muchas reticencias por los españoles, en ese momento más enfocados en los niveles de contaminación aceptables que en dónde guardar los residuos radioactivos. Sin embargo, su materialización presenta muchas incógnitas.

Para resolverlas, se solicita la ayuda del teniente coronel Santiago Noreña, de la JEN, quien trabajará tanto en la definición de los niveles de contaminación de las tierras y su método de remediación, como en la elección y construcción del cementerio. Las primeras conversaciones entre ambas partes hablan, como hemos visto, de construir un pozo cubierto de concreto. Pero pronto se transforma en "una gran excavación en la zona baldía contaminada [a unos 200 metros al noroeste de donde cayó la bomba número dos] que luego debe ser impermeabilizada con betún", con el objetivo de que sirva para "rellenar con la capa superficial de las otras dos zonas, cosechas recogidas, animales sacrificados si fuera preciso y cuantos restos se consideren peligrosos".

Para determinar el mejor lugar para instalar dicho cementerio nuclear, se recurre a partir del día 29 de enero a ingenieros españoles de la empresa pública Adaro, quienes debían estudiar los aspectos geológicos de la zona y su permeabilidad.

"Representantes de la JEN y geólogos españoles han llegado [al] acuerdo con técnicos americanos [en] Energía Nuclear sobre situación cementerio atómico, pero no sobre forma construirlo", señala Montel en su telegrama secreto del primero de febrero. Dos días después, el general español informa a sus superiores en Madrid que se "efectúa levantamiento zona futuro cementerio atómico, calculando ahora que la extensión mínima de expropiaciones sería 15 hectáreas, comprendiendo cuatro hectáreas de terreno cultivado".

Tras varias reuniones y muchos cálculos, se decide que un "punto óptimo" se encuentra en una vaguada cercana al punto de caída del artefacto número dos. Una decisión importante, si se tiene en cuenta que el periodo de desintegración del plutonio 239 asciende a los 24.200 años. Serán construidas con hormigón de 38 cm de grosor en forma de trinchera, con unas dimensiones de 40 m de longitud, 10 de ancho, y 2,5-3 metros de profundidad. La primera tendrá capacidad de albergar unos 1.000 m3, y cerca de 3.000 la segunda.

Sin embargo, la propuesta del cementerio nuclear en España se enfría a partir de primeros de febrero. Es el propio general Wilson quien avanza a las autoridades militares españolas que quizás haya mejores opciones. Al parecer, ha sido el Departamento de Estado norteamericano quien se ha opuesto, por entender que ese cementerio se convertiría rápidamente en un monumento antinuclear y reclamo permanente de activistas y ecologistas contra la energía atómica. EEUU analiza llevarse el material contaminado a su territorio para almacenarlo perpetuamente en la planta del río Savannah.

"Fuerzas americanas estudian posibilidad de embarcar también la tierra que debería ser trasladada al cementerio radioactivo, por lo cual no se trabaja de momento en construcción cementerio", informa el 8 de febrero el general Montel a Madrid.

La confirmación se produce al día siguiente, cuando Wilson le propone de forma directa: "No construirlo, embarcando en barcazas herméticas y precintadas tanto la tierra como resto cosechas para ser hundidas en fosas muy profundas del océano Atlántico. Todo esto está pendiente de la última decisión", reconoce.

Los restos de los aviones con radioactividad reducida serán hundidos en un lugar no divulgado del Atlántico, pero a más de 40 kilómetros de la costa, sin que la parte española ponga objeciones. La confirmación definitiva del envío de las tierras más radioactivas a EEUU -la victoria más importante conseguida por los españoles en relación con la crisis de Palomares- tiene lugar el 23 de febrero, aunque todavía será necesario que pasen aproximadamente dos semanas para sacarlas de España.

MADRID. 26 ENERO. 1966.

Periódico

Hora desconocida

Franco recibe en audiencia privada al general Montel antes de partir a Palomares como máximo representante militar. Las órdenes dictadas personalmente fueron muy claras: no adoptar ninguna medida que pudiese llamar la atención de la prensa, especialmente la internacional.

PALOMARES. 29 ENERO. 1966.

Tricornio

Hora desconocida

Termina la monitorización radiológica del pueblo. La Guardia Civil de Sevilla se desplaza a la zona para controlar a los periodistas.

PALOMARES. 31 ENERO. 1966.

Campamento

Hora desconocida

Finaliza oficialmente la elaboración de la Zona 0. El campamento Wilson alcanza un máximo de 685 soldados y oficiales norteamericanos.

Hora desconocida

Siguiendo instrucciones del Gobierno, representantes españoles y estadounidenses convocan una reunión por la noche en el cine del pueblo para tratar el tema de las indemnizaciones, concretar reclamaciones y aliviar el estado de psicosis.

PALOMARES. 02 FEBRERO. 1966.

Periódico

Hora desconocida

La presión periodistas extranjeros es cada día mayor y se les prohíbe entrar en la zona afectada por razones reserva y peligro.

PALOMARES. 12 FEBRERO. 1966.

Hora desconocida

El Gobierno español hace frente a los bulos de la prensa sensacionalista con otras falacias. El ministro Fraga Iribarne afirma en los medios que no existe rastro de radiactividad en tierra o mar.

MADRID. 13 FEBRERO. 1966.

Hora desconocida

Ante la presión de los medios, tiene lugar la primera rueda de prensa. El Gobierno de Franco evita reconocer oficialmente que se busca una bomba nuclear, aunque todo el mundo hable de ello. Los norteamericanos también obvian el tema y siempre hablan de “búsqueda de material clasificado”.

VERA. 19 FEBRERO. 1966.

Hora desconocida

Comienza a funcionar un equipo de interferencias radiofónicas en Vera para limitar la información que recibe la población local.

PALOMARES. 24 FEBRERO. 1966.

Documento

Hora desconocida

Los vecinos perjudicados aceptan firmar los finiquitos de las indemnizaciones por daños y perjuicios a consecuencia del accidente.


Rafael Moreno Izquierdo
(Fuente: https://www.elconfidencial.com/)

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