sábado, 14 de septiembre de 2019

UNA "ESCALERA AL CIELO" CONSTRUÍDA CON PELDAÑOS ROBADOS




"Los buenos artistas copian, los grandes roban"
(Pablo Picasso)

El próximo 23 de septiembre volverá a los tribunales un litigio que ya se daba por resuelto, pero que aún colea, contra una de las bandas de rock´n´roll más icónicas de una década -musicalmente- irrepetible (los 70) que, ciertamente, saqueó impúdicamente el legado de varias generaciones de creadores a las que rebasó a base de talento, descaro (algunos dirán que mera desvergüenza) y virtuosismo.


Hablamos de unos Led Zeppelin que a estas alturas nadie va a tener por originales, pero que llevaron a sus más altas cotas un modo de interpretar la música popular sencillamente incontestable. Nadie ha sido tan considerado con el producto de su robo como el cuarteto británico que se metamorfoseó a sí mismo en la quintaesencia del rythm´n´blues a base de insistir en la recreación constante de fórmulas que otros habían practicado antes, pero nunca con la frescura y arrogancia de estos cuatro talentosos intérpretes para los que el viaje musical hacia la excelsitud se había convertido tras solo cuatro albumes (1969-1971) en mera rutina. Cuatro albumes en los que no había otro título que el ordinal que les acompañaba, aunque en el que completaba la tetralogía inicial ni siquiera figuraba ya el nombre de la banda o el número en portada, sino tan solo una imagen ambigua y descontextualizada que lo mismo podía referirse a los espacios urbanos recuperados por la naturaleza como al ermitaño del Tarot, y en que los nombres de los músicos eran sustiuidos por símbolos rúnicos de mágicas resonancias.

Las "firmas" codificadas de -de izquierda a derecha- Jimmy Page (guitarra),
John Paul Jones (bajo), John Bonham (batería) y Robert Plant (cantante)

Como culmen de dicho cuarto album nadie discute la preeminencia del que resulta ser el tema más extenso del mismo, la mítica canción "Stairway to Heaven" (Escalera al cielo), una tonada que comienza bucólica y reposada para ir creciendo en intensidad hasta desembocar en el que muchos -incluyendo las revistas musicales "Guitar World" y "Rolling Stone"- consideramos el mejor solo de guitarra eléctrica de la historia, una épica tormenta en la menor que demuestra la imposibilidad de traducir al lenguaje ordinario la exhuberancia y profundidad de la (buena) música. La ambigua letra, inspirada en las lecturas sobre mitología pagana del cantante de la banda, Robert Plant, añade una nueva capa de significado al tema, quedando abierta a múltiples lecturas que van desde la celebración de la primavera hasta la codificación encubierta de una invocación ocultista, algo en absoluto extraño a los intereses de Jimmy Page, guitarrista y co-autor del tema -léase la amena biografía escrita por Chris Salewicz y recién publicada en castellano-, pero que Plant desmentiría en diversas ocasiones.

Carpeta abierta de un álbum sin título, firma ni logo de la casa discográfica,
pero absolutamente reconocible como la joya de la corona de la discografía
zeppeliniana (además de convertirse en el cuarto disco más vendido de la
historia en el momento de su edición)

El éxito de la canción fue desde su misma publicación absoluto, habiéndose convertido en el tema más reproducido en las emisoras de radio de EE.UU., dándose incluso el caso de que en 1991 una emisora de Alburquerque llegase a reproducirla en bucle durante 24 horas consecutivas (la extrañeza de los oyentes llevó a denunciar a la policía un posible secuestro terrorista de la emisora -habían pasado solo ocho días desde el comienzo de la Guerra del Golfo-, lo que acabó provocando su asalto por las fuerzas del orden para comprobar que se trataba solo de una forma de promocionar un cambio de formato radiofónico). Su partitura es la más vendida en la historia de la música rock.

Los reyes de la "apropiación cultural", décadas antes de que
se acuñase el concepto
Un hito tan deslumbrante no ha dejado de generar sombras a su alrededor. Siendo Led Zeppelin una de las bandas más dada al saqueo de temas del acervo tradicional del blues, "Stairway to Heaven" no iba a escapar de la acusación de plagio. Esta se produjo formalmente en 2016, cuando los miembros de la banda Spirit, una vez fallecido su líder Randy "California" Wolfe, llevaron a los Zeppelin ante la corte, aunque la demanda acabó siendo desestimada en primera instancia por el juez.

El argumento de la banda californiana fue la -discutible- similitud entre el comienzo del tema de los británicos y uno de los pasajes de su pieza instrumental "Taurus", publicada tres años antes de que Led Zeppelin IV viera la luz, similitud que podemos juzgar más adecuadamente escuchando la pieza en su totalidad.



La sentencia de 2016 ha sido apelada y este 23 de septiembre se reanuda la vista judicial en la que se pretende dirimir cuanto hay de copia y cuanto de original en el arpegio con que comienza "Stairway to Heaven", dado que el resto del desarrollo del tema hasta llegar a su mítico solo es mérito exclusivo de la dupla Page-Plant. ¿Es la coincidencia de tan solo tres compases una base suficiente para acreditar en lo sucesivo a Randy California como co-autor de la canción más emblemática de Zeppelin (amén de los royalties -nada despreciables- que cobrarían sus herederos)? Parece un poco traído por los pelos, aunque existen otros temas del cuarteto algo más que "inspirados" en canciones previas y que, sentencia judicial mediante, les han obligado a acreditar como autores a otros músicos como en el caso de Jack Holmes, a quien "robaron" íntegra "Dazed and confused", Ritchie Valens por los "préstamos" de "Boogie with Stu" o Willie Dixon por "Bring it on home".

"Pecadillos" aparte, existen sucesiones de acordes muy comunes en el blues y el rock y a las que se ha recurrido continuamente. Los arpegios que aparecen a partir del segundo 45 de "Taurus" pudieron haber inspirado la entrada de "Stairway to Heaven" tanto como inspirarse a su vez en la interpretación acústica que Davey Graham hizo diez años antes de “Cry Me a River”, ... ¿hasta donde podemos llevar la búsqueda del autor de unos acordes? Solo Dios crea de la nada, y los músicos de rock -pese a las pintadas fanáticas que Clapton inspirara en su tiempo- no son Dios.

La histórica pintada en una pared del metro de Islington que inauguró el cul-
to cuasi-religioso a un guitarrista proveniente, como el propio Jimmy Page,
de los reverenciados Yardbirds. Obsérvese el sacrílego proceder del perro,
que evidencia el palindrómico conflicto DOG/GOD.




Ya en su día los abogados de Page y Plant alegaron que el arpegio inicial de "Stairway to Heaven" puede rastrearse en composiciones anónimas de todo tipo desde el siglo XVI, por lo que pretender derechos de autor sobre él sería abusivo. Pero el beneficio económico que se seguiría para los demandantes resulta un bocado muy apetitoso, dado que, según cálculos dados a conocer por "Los Angeles Times" en 2008, la canción habría generado hasta entonces 562 millones de dólares en ventas y royalties.

Mister "toma la melodía y corre"
Tampoco es cuestión baladí señalar que el compositor de "Taurus" nunca quiso plantear una reclamación judicial contra Led Zeppelin, banda con la que Spirit compartió escenario en diversos festivales durante los últimos sesenta, y que si bien hubiera deseado alguna forma de reconocimiento por lo que consideraba su contribución personal a una canción inmortal, parecía buscar una mera retribución moral, no económica. La madre de Randy, Bernice Pearl, recuerda la decepción de su hijo al reconocer que “(Page y Plant) deberían haber tenido al menos el detalle de hacer una llamada telefónica, algo así como decir “Gracias”. Algo. Pero nunca llegó”.

17 años después de que Randy Wolfe falleciera sus herederos interpusieron la demanda por plagio contra Led Zeppelin a rebufo de la sentencia por la que un juez de Los Angeles condenó a Pharrell Williams y Robin Thicke por plagiar, en su éxito "Blurred lines", la canción de Marvin Gaye "Got to give it up", sentencia que amenazaba con abrir la caja de los truenos en una industria que recicla melodías al por mayor, convirtiéndolas en clichés recurrentes. Véase al respecto lo fecunda que resulta una melodía barroca tan básica como el "Canon" de Pachelbel:



La gran mayoria del blues y el rock esta construido sobre una secuencia estándar de doce compases de tónica, dominante y subdominante. Otra cosa son las melodías y letras coincidentes, que de todo hay en las muchas composiciones "recicladas" por Led Zeppelin.

Solo que pretender sacarles los colores por la palmaria demostración de hasta dónde pueden llevar unos compases básicos oscila entre el oportunismo y el fraude de ley. Que han robado lo que no está escrito es indiscutible. Que nadie ha pulido el fruto de su robo, devolviendo al oyente gemas en bruto talladas hasta el límite del perfeccionismo humanamente concebible -e incluso más allá- es también incuestionable. Sus versiones son tan apabullantes que nadie -NADIE- ha logrado versionarles a ellos de un modo mínimamente convincente. Los elegantes ladrones de los hallazgos de Willie Dixon, Bukka White, Sleepy John Estes, Howlin’ Wolf, Memphis Minnie o Muddy Waters trasmutaron todo ese material en oro de 24 kilates. Está en la lógica del sistema que se enriquecieran con ello. Pero también han enriquecido las vidas de los que amamos la música.

Robert Plant, un Adonis del rock cuya pose fue imitada hasta la saciedad por
los "frontmen" que seguirían su estela, desde Coverdale hasta Dave Lee Roth

Digamos que aquí no hay inocentes, aunque existen culpas matizables, y según este opinador, incluso justificables. Ética y arte no siempre van de la mano, y tal vez lo que no se perdona a la banda sea haber devuelto mejorado tanto material del que se adueñaron sin permiso. Es una vieja historia, muchas veces repetida. Como recuerda Arcadi Espada en su último artículo dominical en "El Mundo", es "el caso, por ejemplo de aquel Dylan de 19 años -escúchalo-, cuya niñez parecía mecida en una cabaña de Tennessee por Bessie Smith, y que en realidad era nieto de judíos del Este, comerciantes de bata gris. Y va y reinventa el folk, el country rock y el blues de un golpe". Y todavía omite el artículista su recuperación del gospel al hilo de aquella inesperada conversión al cristianismo ocurrida en los últimos setenta.

El éxito y la fama han bendecido a estos forajidos, que renovaron la sonoridad del blues primitivo incorporándolo a su torrencial estilo. ¿Qué ha sido el rock, sino el fruto paradójico de un cruce de caminos en el que el diablo ha pagado generosamente la venta de mucha alma -de mucha inocencia- a las discográficas?

"La canción es simpre la misma", tanto el título de su película en concierto co-
mo la cínica confesión de lo poco que disimulaban sus usurpaciones musicales

Los historiadores del mañana llenarán páginas y páginas con el análisis de todo lo que no cabe en esta sucinta entrada, desde la asunción por parte de Plant de la tímbrica doliente e inspirada de Janis Joplin -Page declaró preferir en primera instancia la resultona voz de un Rod Stewart abocado a la independencia del solista para los "New Yardbirds" que acabaron por transmutarse en Led Zeppelin- hasta el paradójico y simétrico plagio perpetrado por Deep Purple en el tema que incluye el otro gran solo de guitarra de los primeros setenta, "Child in time", cuya entrada robaron a otra banda californiana, los "It´s a beautiful day", autores del "Bombay calling" saqueado sin pudor por el teclista Jon Lord a mayor gloria del naciente "heavy metal".

Indudablemente, unos impúdicos plagiarios. Pero como
plagiarios, sin duda los mejores.
Solo Dios crea "ex nihilo", y los demiurgos del "hard rock" setentero, puestos a buscar una materia prima adecuada, bebieron de las mejores fuentes disponibles.

El resto es magia y alquimia de la mejor calidad, tan disfrutable hoy como hace 48 años.

Y nadie que pulse sobre el vídeo que abre esta entrada encontrará el menor argumento con que negarlo.

... diga lo que diga el jurado convocado el próximo día 23.

(posesodegerasa)