lunes, 24 de noviembre de 2014

PINK FLOYD: CUANDO LOS HÉROES REGRESAN PARA DECIR ADIÓS




Desde que se anunció la edición de "The Endless River", un album con material inédito de uno de los grupos fundamentales de la era rock, mi nivel de ansiedad -como el de muchos seguidores de la banda- se disparó a niveles pavlovianos. El pasado dia 10, al publicarse el disco, al fin pude medir mis deseos con la realidad. ¿Ha merecido la pena la espera? Después de dos semanas de atentas audiciones, contesto a ello, aunque no con brevedad.



Una espera, por cierto, bien larga, pues han transcurrido 20 años desde "The division bell", un album agridulce, tal vez sobreproducido, pero en el que todavía latía ese "algo" que hace que cada escucha de Pink Floyd constituya un viaje sonoro impredecible, siempre pleno de sensaciones. Según se iban difundiendo por la Red datos novedosos acerca de lo que se avecinaba, las expectativas iban atemperandose: se trataría de un disco instrumental, hecho de descartes de lo que se grabó en 1993-1994 durante las sesiones de su último album, y el protagonismo correría a cargo de los teclados del desaparecido Richard Wright, un músico discreto ensombrecido por el talento de un Roger Waters (bajista y letrista) con las ideas siempre en ebullición -y que durante su última etapa en el grupo consideró este un mero vehículo para su expresión personal-, y del guitarrista David Gilmour, sin duda el más reconocido instumentista del cuarteto (colaborador ocasional, como músico de sesión, de gente como Paul McCartney, Bob Dylan, Alan Parsons, Paul Young, The Orb. etc.)

Richard Wright (1943 - 2008), teclista de la banda Pink Floyd.

Hubo una etapa del grupo, la situada entre 1968 y 1979, en que los egos de Waters y Gilmour pudieron equilibrarse, con el resultado de que el grueso de la producción de Pink Floyd en aquellos años construyó la leyenda que hoy todos recordamos: la superación de la dolorosa marcha del líder inicial, un visonario Syd Barret al que el ácido malogró sumiéndole en una paranoia crónica, los lisérgicos e impredecibles experimentos sonoros que arrastraban al oyente a un espacio interior desestructurado de una dolorosa belleza, experimentos que incluyeron la grabación de un album con orquesta clásica en 1970 (el deslumbrante "Atom Heart Mother") o colaboraciones en ballets y bandas sonoras-, el increíble éxito de su "Dark side of the Moon" (1972) -que permaneció nada menos que 736 semanas en la lista Billboard de los más vendidos, siendo el segundo disco de mayores ventas de la historia-, que los catapultó a la condición de superbanda y a llenar estadios, y la progresiva sofisticación de su sonido, respecto al que siempre mantuvieron la más alta exigencia: huyeron siempre del "play back" que era casi norma en los 70, no perdiendo jamás un ápice de su autenticidad.

El grupo, ante la imagen de su album mas exitoso:
"The dark side of the moon"
Tras la apoteosis que supuso "The dark side of the moon" -una lúcida reflexión sobre la fina linea divisoria entre la "normalidad" y la locura- las grabaciones del grupo se espaciaron cada vez más, proceso durante el que editarían los otros tres albumes sobre los que los aficionados nunca dejarán de discutir cuál podría rivalizar con aquél como obra maestra del grupo: "Wish you were here" (1975), un amargo balance de las servidumbres a las que les obligaba su condición de superestrellas; "Animals" (1977), basado en la "Granja animal" de George Orwell y donde mostraban que podían ser más ácidos que ninguna banda del entonces pujante movimiento "punk", y el doble "The Wall", auténtico exorcismo musical de un cada vez más neurótico Waters, y donde la educación, la pareja, el belicismo, la sobremedicación, y muchas otras constantes sociales son puestas en solfa.

La irrepetible tetralogía que forman los cuatro albumes se enmarcaba, como puede deducirse, en lo que se dio en llamar "album conceptual", un experimento por el cual todas las canciones formaban una secuencia lineal en torno a una idea, o, como "The Wall", a una historia.

Tras "The Wall" el grupo como tal se rompe, constituyendo las tensiones entre Waters y el resto del grupo tema para otra entrada. Lo singular es que el disco como tal es un éxito rotundo, aunque no tanto la gira que lo presenta (y tras la que Waters llegó a expulsar a Rick Wright, erigiéndose en una especie de voluntad única de la banda). Para la mayoría del público el album quedará asociado no tanto a unos conciertos escasos en número, sino al sorprendente y casi experimental film de Alan Parker que, en 1982, pondrá en imágenes la torturada introspección realizada por el bajista.

David Gilmour (guitarra) y Nick Mason (batería) a dia de hoy
Tras un disco mal promocionado y peor recibido -"The final cut" (1983)-, y que era más un disco en solitario de Waters que una obra grupal, sobreviene el silencio. Los miembros del grupo se entregan a sus carreras en solitario hasta que Gilmour reúne a Wright y al batería Nick Mason y, ahora como trío, resucitan en 1987 la franquicia "Pink Floyd" con la oposición de un litigante Waters, y un disco -"A momentary lapse of reason"- y una gira apabullantes.

La tercera encarnación de Pink Floyd es la responsable tanto de "The division bell" (1994) como de este "Endless River" al que por fin llegamos. Un disco de sonido impecable, extraordinariamente limpio -producción del ex-Roxy Music Phil Manzanera- al que la crítica y los fans más exigentes no han dejado de poner innumerables "peros" decididamente matizables.

En primer lugar está el carácter de "puzzle" de la música. El productor hubo de enfrentarse a cintas y cintas que contenían 20 horas de registros que había que seleccionar, pulir, hilvanar y, oscasionalmente, regrabar. Justo es decir que su labor al respecto resulta sobresaliente. El resultado final es absolutamente inobjetable. Un dato que ayudará a entender esta unidad final es el hecho que ya durante la grabación de "The Divison bell" el grupo proyectó la edición de una larga pieza de música instrumental que se editaría bajo el título de "The big sliff". No es aventurado afirmar que, con dos décadas de retraso, "The endless river" es la materialización de ese proyecto.



Luego tenemos el aspecto musical, algo respecto a lo cual solo podíamos esperar excelsitud. ¿La hay en el disco? Hay que afirmar que por momentos sí, lo cual no es poco. Nos encontramos con un disco claramente "ambient", un acompañamiento sonoro a modo de los "soundscapes" facturados por Fripp y Eno en los ochenta y que, si escucháramos de música de fondo en cualquier entorno relajado, nos llevaría sin duda a aplicarnos a su atenta escucha, preguntando "¿qué es lo que está sonando?". Además, el album "The division bell", durante cuyas sesiones de grabación se registró este album, contenía un tema instrumental, "Marooned", que muchos consideramos que es justamente lo más brillante del disco (así lo reconoció el  único "Grammy" que ha obtenido el grupo, otorgado en 1995 en la categoría de "Mejor interpretación rock instrumental"), y que de alguna manera anticipa el sonido en el que nos sumerge "The endless river".

¿Hace honor este album "new age" a la trayectoria del grupo? Nuevamente, la respuesta no puede ser rotundamente afirmativa, sino que requiere matices. Hay momentos absolutamente "floydianos", como esa entrada de una guitarra cristalina en "What´s we do" que recuerda inequívocamente al "Shine on you crazy diamond" de "Wish you were here"; sonoridades de "The wall" en "Sum" y otras demostraciones de que "el que tuvo, retuvo", sin caer en la tentación de la autocita más que en el obsesivo ritmo de batería de "Skins", sospechosamente parecido al del intermedio de "A saucerful of secrets" (1968). Otros momentos del album se decantan por un elegante clasicismo, como en  el jazzistico "On noodle street", el solemne órgano eclesiástico de "Autumn 68" o el orquestal "Allons Y". Todo ello le hace parecer más un disco en solitario de Richard Wright que una obra mayor del grupo, aunque, claro, el nombre "Pink Floyd" garantiza unas ventas millonarias que ningún integrante ha igualado en solitario.



En definitiva, esto es lo que hay, y no es ninguna bagatela, sino un disco coherente, perfectamente disfrutable y que tal vez constituya lo último que podamos escuchar de unos gigantes cuyo tiempo pasó. En espera de que la discográfica EMI empiece a desempolvar sus archivos, sorprendiéndonos con alguna rareza inédita -en algún cajón debe estar la canción "Peace be with you" con la que en su momento Gilmour, Wright y Mason quisieron apaciguar al airado Waters- o con grabaciones de sus conciertos, el legado del grupo se cierra aquí. Todos hubiéramos querido un broche de oro aún más brillante, pero como ocurre con "El Padrino 3" de Coppola -mi favorita de la trilogía- competir contra precedentes que el consenso unánime ha proclamado como clásicos es tarea imposible.

Cierro esta reseña con el video del único tema cantado del album, una composición nueva titulada "Louder than words", y que, dada la inseguridad de Gilmour con los textos -que nos ha privado de más canciones en este disco- tiene letra de su mujer, Polly Samson.

(posesodegerasa)

jueves, 20 de noviembre de 2014

POR QUÉ DEBERÍAS ABANDONAR EL REBAÑO




Debes abandonar el rebaño.

Es urgente.

Y es lo mejor para todos.

No, no estamos hablando de echarte a la montaña y alejarte de la civilización ni de convertirte en un personaje inadaptado y antisocial incapaz de relacionarse con el resto de la sociedad.

Alejarte del rebaño es un arduo trabajo psicológico, que implica la recuperación del propio poder y criterio por encima de la opinión del resto del mundo.

Un acto de extrema responsabilidad y generosidad, rayando en el heroísmo, pues no te reportará beneficios sociales, reconocimiento, ni recompensas materiales.

No se trata pues de un acto de rebeldía adolescente, ni de una pataleta inconformista sin consecuencias.

Es mucho más profundo: se trata de dar un salto evolutivo como individuo que favorece el salto evolutivo de toda la especie humana.

Un ejercicio enriquecedor pero ingrato, muchas veces solitario y doloroso, pero que todos debemos emprender sin más dilación.

Y es que paradójicamente, abandonar el rebaño es la mejor manera de salvar al propio rebaño de sí mismo.

No te quepa ninguna duda de ello.

TENEMOS UN PROBLEMA Y NADIE QUIERE VERLO

La humanidad, como colectivo, tiene un problema que no quiere afrontar.

Ese problema se puede ver reflejado, no sólo en nuestro entorno diario, sino en diversos experimentos psicológicos altamente significativos. Hablamos de uno de estos experimentos en el artículo titulado: LA SUMISIÓN A LA MAYORÍA: EL EXPERIMENTO SOLOMON ASCH

En la década de 1950, el psicólogo polaco Solomon Asch, realizó un estudio sobre los individuos y la conformidad con las normas del grupo. Los participantes en el experimento se inscribieron para participar en un experimento de psicología en el que se les pedía que completaran un test de visión.

Pero básicamente, se trataba de un engaño.

Lo que Asch pretendía poner a prueba era hasta qué punto un individuo era capaz de resistir la presión de la mayoría para que aceptara como verdadero, algo que era obviamente falso.

En resumidas cuentas, el experimento consistía en una serie de pruebas visuales de fácil resolución, en las que se debía determinar la longitud de unos segmentos.

La solución a los problemas siempre era obvia y la posibilidad de error era prácticamente nula.

Sin embargo, las personas sometidas a este experimento estaban rodeadas por otras personas, que ellos creían que eran participantes en el experimento como ellos, pero que en realidad, actuaban compinchados a las órdenes del psicólogo, conformando un grupo que actuaba al unísono.

La función de las personas de este grupo era ofrecer respuestas equivocadas regularmente, para ver si el participante, al ser preguntado sobre la solución al problema, decidía concordar con la opinión mayoritaria a pesar de que ésta fuera obviamente errónea.

El resultado fue que, al menos una de cada 3 veces, los participantes concordaban con la opinión de la mayoría, aún sabiendo que daban una respuesta equivocada.

Esto puede parecer algo anecdótico e irrelevante, pero no lo es de ninguna manera.

Lo que refleja este experimento es que hay gran cantidad de individuos adultos capaces de aceptar algo obviamente erróneo, simplemente porque lo dice la mayoría, renunciando a su propia opinión sin tan solo haber recibido ningún tipo de presión ni coacción por parte del grupo.

Es decir, los humanos tendemos a supeditar nuestra capacidad personal de raciocinio, la más desarrollada de entre todas las especies animales sobre este planeta, a la opinión errónea de una mayoría, sin ninguna razón, ni beneficio aparente.

Entonces, ¿para qué necesitamos disponer de un cerebro tan grande, complejo y desarrollado si no lo vamos a utilizar adecuadamente a la hora de tomar decisiones?

¿Por qué razón la naturaleza ha empleado tanta energía a nivel evolutivo si a la hora de la verdad no vamos a hacer caso de los dictados de nuestros eficientes instrumentos biológicos?

Es un fenómeno que casi se podría calificar de anti-natural.

Un ejemplo extremadamente grave de lo que nos está sucediendo como especie.

Y si alguien cree que esta es una afirmación exagerada, hay otro experimento que lo corrobora y que aún resulta más inquietante que el de Asch.

Hablamos de él en el artículo titulado: UN INCREÍBLE ESTUDIO PSICOLÓGICO SOBRE SIMIOS Y HUMANOS QUE HABLA MUY MAL DE NUESTRA ESPECIE


En el estudio, los investigadores descubrieron que los niños de tan sólo 2 años de edad tendían a aceptar e imitar las decisiones de los compañeros que les rodeaban por encima de los propios juicios o el propio instinto, aún sabiendo que las decisiones de los demás eran erróneas. Algo parecido a lo expuesto en el experimento de Solomon Asch.

Lo sangrante de este estudio es que se realizaba una comparación entre la actitud de los seres humanos y la de un grupo de chimpancés y orangutanes.

Y el estudio demostró que, los chimpancés y orangutanes, cuando sabían que tomaban la decisión correcta y que el resto del grupo tomaba una decisión errónea, mantenían su propio criterio individual por encima de la decisión mayoritaria.

Y esto nos arroja de cabeza a hacernos una pregunta desgarradora: ¿Cómo puede ser que un chimpancé o un orangután, tenga más personalidad que un ser humano?

Los expertos y en concreto el director del experimento, Daniel Haun, concluyeron que: “La conformidad es una característica muy básica de la sociabilidad humana que se muestra desde edades muy tempranas”.

Algo que según el científico: “Sirve para conservar los grupos, ayuda a que los grupos se coordinen y estabiliza la diversidad cultural, una de las características distintivas de la especie humana”.

De acuerdo, quizás tenga razón y la conformidad con el grupo sea un instrumento social; pero sin embargo, los chimpancés o los orangutanes también son capaces de configurar grupos sociales estructurados, organizados y coordinados. Y como ellos, otros mamíferos y especies animales.

Mucha gente argumentará que los niveles de organización social de estos animales no es tan compleja o elaborada como la de los humanos; pero probablemente se deba a que su intelecto no se lo permite o a que sus circunstancias no lo exigen.

Por lo tanto, en lo referente a nuestra negación del criterio individual estamos ante un fenómeno, a nivel de especie, que se puede calificar de inquietante si nos comparamos con nuestros parientes más cercanos.

No deja de ser extraño que seres dotados de un intelecto superior tiendan a renunciar a su uso en favor de una mayoría, aun cuando ello contribuya a tomar decisiones erróneas que perjudican, tanto al individuo que renuncia al propio criterio correcto, como al grupo que sigue un criterio erróneo.

En estos casos, la conformidad solo conduce al error de toda la comunidad al completo, algo que, por más vueltas que le damos, no tiene ninguna lógica pues es un desperdicio de recursos intelectuales y un mecanismo ineficiente y anti evolutivo.

Y eso nos hace pensar que quizás es el reflejo de un problema y no de una característica como especie.

Como venimos denunciando en otros artículos, el Sistema, esa compleja estructura psíquica creada por nosotros mismos pero que nos está dominando a todos, tiende a uniformarnos y a eliminar toda representación de individualidad y personalidad propia diferenciada.

Y estos experimentos podrían ser un reflejo de ello; algo que nos indicaría que el nivel de afectación de este problema es mucho más grave de lo que mucha gente quiere creer, porque nos estaría afectando ya a nivel biológico y evolutivo.

De ser así, podríamos concluir que ese “ente” llamado Sistema nos impide ser lo que podríamos llegar a ser como seres humanos.

Un problema que requeriría de una solución inmediata.

UNA FUENTE CONSTANTE DE PROBLEMAS

Esta tendencia ciega a la conformidad con el grupo, actuando por encima de la propia capacidad de raciocinio individual, es la fuente principal de la que emanan las desgracias de la humanidad.

Mediante este mecanismo perverso se puede explicar el por qué de la pervivencia de todas esas creencias religiosas, supersticiones, mitos absurdos, fanatismos, tradiciones salvajes e ideologías sin sentido que tanto daño nos han hecho a lo largo de la historia.

Solo es necesario que en un punto del tiempo alguien plante la semilla de un mito, por disparatado que sea y si esa idea es capaz de arraigar en un número suficiente de personas, mediante las mecánicas de conformidad con el grupo, esa creencia será capaz de perdurar en la mente de los individuos durante siglos, transmitiéndose generación tras generación, como si fuera un ser con vida propia que trata de perpetuarse.

La mayoría de conceptos que configuran nuestro paquete de creencias está fundamentado en mentiras que han terminado por ser consideradas verdades intocables por simple presión grupal.

No es necesario especificar ejemplos concretos, porque estamos rodeados de ellos.

Todo el mundo es capaz de hallar por sí mismo un cúmulo de tonterías en las que creemos todos, simplemente porque la sociedad, el grupo, la mayoría, la masa, nos dice que debemos hacerlo, aunque nuestra propia razón nos dicte todo lo contrario.

Es algo que debería avergonzarnos como especie e incluso como seres vivos, porque no tiene ninguna base lógica y es incluso ridículo.

Y no, no tiene nada que ver con nuestra evolución cultural como especie, ni es el pilar fundamental en el que se sustenta la civilización humana.

Esto no tiene nada de natural.

Que los Rapanui, lo habitantes de la Isla de Pascua acabaran extinguiéndose por haber talado todos los árboles de la isla dominados por creencias absurdas no es un ejemplo de “evolución cultural”, es un ejemplo claro y diáfano de estupidez grupal, de esclavitud ciega a nuestras propias creaciones abstractas.

Es un caso de subyugación extrema al Sistema, que en ese caso concreto llevó a la destrucción de esa comunidad y del propio ecosistema de la isla.

El caso de la cultura Rapanui es el reflejo de un problema psíquico a nivel global y un ejemplo en pequeño de lo que puede sucedernos a todos en conjunto si no le ponemos solución urgentemente.

Si realmente queremos cambiar las cosas, como individuos debemos combatir esta tendencia a la conformidad grupal.

Es uno de los primeros pasos para terminar con el Sistema que nos esclaviza como especie y es algo que solo puede hacerse a nivel individual, sin crear doctrinas, creencias estructuradas, grupos o etiquetas que puedan conformar un nuevo cuerpo abstracto susceptible de convertirse en nueva corriente grupal o mayoritaria.

Entonces no estaríamos combatiendo al monstruo: solo cambiaríamos parte de su nomenclatura.

SALIR DEL REBAÑO

Y es que lo más paradójico del caso es que para salvar al rebaño de su caída al abismo, lo mejor que podemos hacer es salirnos del rebaño.

Pero ¿qué significa salirse del rebaño?

Como indicábamos al principio del artículo, salir del rebaño no significa abandonar el mundo y aislarse de la sociedad.

En realidad se trata de demostrar la propia independencia individual a los demás y exhibirla si es necesario.

Y no, no estamos hablando de llevar peinados raros o ropajes chillones, ni de salir a la calle a hacer excentricidades.

Básicamente consiste en empezar a ver la realidad tal y como es, despojándonos de esas ficciones abstractas que inundan nuestra mente y que distorsionan nuestra visión del mundo a través de una realidad “aumentada” que solo existe en nuestra psique.

Un largo y duro proceso que necesita de una serie de pasos:

· El primer paso, obviamente, es negarnos a obedecer nuestros impulsos de conformidad con el grupo.

En lugar de dejarnos arrastrar por la corriente mayoritaria y sus absurdas modas y creencias sin sentido, debemos darnos un tiempo para escuchar nuestra propia voz y pensar por nosotros mismos; algo que debemos hacer no solo a nivel racional, sino también a nivel intuitivo…un proceso largo y tortuoso que cada uno emprende como puede y que empieza a culminar cuando ya no nos vemos a nosotros mismos como miembros de un grupo, comunidad o corriente de pensamiento; cuando detestamos ser clasificados con un número o un código o cuando somos incapaces de aplicarnos a nosotros mismos una etiqueta que nos clasifique de tal o cual manera.

Cuando nos sintamos así, significará que hemos dado un paso importante.

Llegados a este punto, empezaremos a ser conscientes de nuestra individualidad y podremos empezar a enfrentarnos a uno de los pasos más difíciles: dejar de ver a “los miembros del rebaño” como a simples borregos.

· Ese es el segundo paso y es extremadamente difícil.

Consiste en dejar de ver a los demás como miembros de un grupo, una corriente, una comunidad o una raza. Dejar de aplicar sobre cada individuo una categoría o una etiqueta y empezar a considerarlo como una pieza única e irrepetible.

Y eso es algo complicado de conseguir, porque realmente hay muchas personas que no parecen individuos y que ni tan solo hacen el mínimo esfuerzo por considerarse a si mismos como tales. Son gente que, dominada por el Sistema, intentan disolverse a sí mismos en la masa informe y que son capaces de luchar a muerte contra cualquier individuo libre que les recuerde lo que son en realidad: piezas únicas.

Luchar contra la uniformidad que algunas personas tratan de alcanzar y contra la visión de esa uniformidad que nosotros mismos percibimos en ellos, representa una lucha titánica que requiere de los mejores sentimientos disponibles.

Algo muy fácil de decir y muy difícil de conseguir.

- El tercer paso, es quizás el más peligroso e ingrato.

Consiste en demostrarle al rebaño que somos independientes y enfrentarnos a las reacciones airadas del grupo con todas las consecuencias.

Llegados aquí, debemos saber que el Sistema nos atacará por tierra mar y aire.

Nos chillará a través de las bocas de nuestros amigos y parejas, nos castigará con miradas de desprecio a través de los ojos de las personas que nos rodean o tratará de derrumbar nuestra moral a través de sus risitas burlonas o de sus comentarios hirientes.

Ese mismo monstruo, instalado en millones de mentes, utilizará todos sus resortes mecánicos para atacarnos, sabedor del peligro que representamos para él, utilizando todos los ojos, lenguas y manos de los que dispone.

Veremos entonces como las personas se transforman en anticuerpos al servicio de este macroorganismo psíquico y nuestra “supervivencia” como individuos dependerá en gran medida de nuestra capacidad de ocultación y adaptación a las circunstancias.

Lo más difícil alcanzado este estado es no odiar ni despreciar a las personas que nos atacan y ser capaz de comprender que están siendo utilizados por el software instalado en sus mentes, de la misma manera que lo es cualquier soldado fanatizado que lucha a muerte por una ideología, una religión o una patria.

Pero que nadie se engañe: no odiar ni menospreciar a los que nos ataquen, no significa que al recibir un golpe debamos poner sumisamente la otra mejilla.

Todo lo contrario.

Y lo repetimos de nuevo: TODO LO CONTRARIO

NO SE OFRECERÁ RECOMPENSA

Y llegados aquí, si estamos dispuestos a realizar este esfuerzo de desprogramación personal y de lucha por ayudar a los demás a liberarse de sus cadenas mentales, debemos ser completamente sinceros con nosotros mismos y aceptar la cruda realidad, la dura situación a la que vamos a enfrentarnos.

Y es que nadie nos ha otorgado esta misión: somos nosotros mismos los que decidimos emprenderla con todas las consecuencias.

Eso significa que en esta lucha no formaremos parte de ninguna organización, de ninguna conspiración divina, ni seremos enviados de ningún Dios que nos proteja con su aliento celestial o con una cúpula invisible.

No se hará justicia por nuestros actos, ni por nuestro sacrificio.

No habrá medallas, honores, ni reconocimiento, ni palmaditas de aprobación en la espalda.

Ni tan solo una sonrisa cómplice o un atisbo de comprensión o solidaridad de los demás.

No bajarán ángeles tocando sus trompetas ni se levantarán escaleras de plata que nos conduzcan al paraíso al final de nuestros días.

No esperemos un juicio final donde se nos premie por nuestros esfuerzos.

Aquí no habrá mas juez supremo que nuestra propia conciencia, ni más premio que la satisfacción personal del sacrificio anónimo por el bien común. Demostraciones, todas ellas, del máximo poder que un individuo puede ejercer sobre sí mismo.

Tú decides si quieres hacerlo o no y tú estableces tu nivel de compromiso con tu causa.

Los más afortunados y capacitados sabrán cambiar las cosas formando parte del mundo y utilizando los resortes del propio Sistema en la medida de lo posible.

Otros quizás más atrevidos, no puedan, no sepan o no quieran emprender este duro camino sin recibir las embestidas más duras y acabar, en cierta medida, solos y aislados.

Quién sabe: puede que algunos incluso se sientan solos estando rodeados de multitud de sonrientes amigos y familiares que nada entienden, ni nada quieren comprender.

Y ahora que sabes que para salvar al rebaño deberás salir de él y abandonar su calidez …

Ahora que sabes que no recibirás recompensa ni te espera un paraíso por tu sacrificio …

¿Aún quieres emprender la lucha?

(Fuente: GAZZETTA DEL APOCALIPSIS)

jueves, 13 de noviembre de 2014

VANGELIS PONE MÚSICA A LA MISIÓN ESPACIAL "ROSETTA"



Vangelis, el llamado "mago de los teclados", ha compuesto tres piezas musicales especialmente para la European Space Agency inspirados por la misión Rosetta, el primer aterrizaje de una sonda espacial sobre un cometa, misión culminada ayer con éxito.

La música de Vangelis suele estar vinculada a los temas de la ciencia, la historia y la exploración, y es mundialmente conocido por sus bandas sonoras para películas como "Carros de Fuego", "Antártida", "Blade Runner" o "1492: La Conquista del Paraíso", además de sus piezas incluidas en la serie documental "Cosmos", de Carl Sagan.


Vangelis, dijo: “La mitología, la ciencia y la exploración del espacio son temas que me han fascinado desde mi más tierna infancia y que siempre estaban conectados de alguna manera con la música que escribo.”.

Ya podemos disfrutar de los tres vídeos de la ESA con las nuevas composiciones del griego, “Arrival”, “Philae’s Journey” y “Rosetta’s Waltz”, que completa el viaje de la misión Rosetta.





miércoles, 12 de noviembre de 2014

EL EXPERIMENTO ZIMBARDO Y EL ABUSO DE PODER



En 1971, el psicólogo Philip Zimbardo y sus colegas se propusieron crear un experimento que analizara el impacto psicológico de convertirse en prisionero o en guardia de una prisión.

Zimbardo, estaba interesado en la expansión en las investigaciones de Stanley Milgram. Concretamente, pretendía investigar más a fondo el impacto de las variables situacionales en el comportamiento humano.

La pregunta que guió dicha investigación era: ¿Cómo reaccionarán los sujetos del experimento cuando se les coloque en un ambiente carcelario simulado?

Zimbardo había especulado anteriormente sobre el tema y pensaba lo siguiente:

“Supongamos que sólo tuviéramos niños saludables a nivel psicológico y físico que supieran que serán enviados a entorno carcelario y que algunos de sus derechos civiles seran sacrificados. ¿Esas personas inmersas en un mal entorno se comportarán mal o su bondad natural prevalecerá?”

Para dar respuesta a estas cuestiones, Zimbardo creó una prisión simulada en el sótano del edificio de psicología de la Universidad de Stanford, y luego seleccionó a 24 estudiantes de pregrado para que adoptaran el rol de prisioneros y guardias.

La asignación de los roles se hizo al azar.

Los participantes fueron debidamente seleccionados para que no tuvieran antecedentes criminales, carecieran de problemas psicológicos y no sufrieran ninguna enfermedad o condición médica adversa.

Por lo tanto, los participantes en este estudio estaban saludables a nivel psicológico y físico.

Los voluntarios aceptaron participar en el experimento por un período de entre una y dos semanas.

Los “prisioneros” debían permanecer en la prisión simulada las 24 horas del día mientras durara el estudio. Los “guardias”, por el contrario, trabajaban en equipos de tres hombres en turnos de ocho horas. Después de cada turno, a los guardias se les permitia regresar a sus hogares hasta la llegada de su siguiente turno.

Los investigadores observaron el comportamiento de los presos y de los guardias gracias a la utilización de cámaras ocultas.

El experimento fue originalmente programada para durar dos semanas, pero tuvo que ser detenido después de tan sólo seis días, debido a lo que sucedió entre los estudiantes participantes. La actitud de los guardias se convirtió en excepcionalmente abusiva y los prisioneros comenzaron a mostrar signos de estrés extremo, ansiedad y depresión nerviosa.

Debemos tener en cuenta que a los presos y a los guardias se les permitía comportarse de la forma que quisieran. Sin embargo, las interacciones entre ambos grupos fueron generalmente hostiles o incluso inhumanas.

Los guardias pronto empezaron a comportarse de forma agresiva y abusiva hacia los prisioneros simulados y a medida que avanzó el experimento, casi la totalidad de los prisioneros acabaron mostrando una actitud pasiva y deprimida. Cinco de los estudiantes que ejercían de presos comenzaron a experimentar una ansiedad tan severa y aguda, que tuvieron que ser liberados del estudio inicial.



Zimbardo escribió más tarde, en su libro titulado “El Efecto Lucifer” que:

“Sólo unas pocas personas fueron capaces de resistir la tentación de ceder ante el abuso de poder y de dominación, manteniendo una cierta apariencia de moralidad y buenas costumbres; Yo, obviamente, no me incluía entre esa clase tan noble”

Incluso Zimbardo perdió la objetividad y el experimento sólo se detuvo cuando la que era su novia por aquel entonces, Christina Maslach, una estudiante de psicologia, expresó objeciones y amenazó con romper su relación con Zimbardo si el experimento continuaba.

El experimento de la prisión de Stanford demuestra el poderoso papel que la situación puede jugar en el comportamiento humano.

Debido a que los guardias disponían de una posición de poder, comenzaron a comportarse de una manera que jamás habrían tenido en su vida cotidiana o en otras situaciones.

El simple hecho de vestir un uniforme de guardia de prisión, llevar unas gafas de sol y disponer de un bastón de mando hizo que los estudiantes que ejercían de guardias actuaran de acuerdo con el rol que ellos percibían que debían tener.

Este experimento demuestra los peligros que pueden llegar a representar las personas uniformadas con poder en situaciones extremas, como las que podrían derivarse si sus mandos les ordenaran reprimir a la población.

El simple hecho de tener poder y autoridad e ir uniformado, cambió la psicología de un grupo de estudiantes sanos.

Las conclusiones a las que el Estudio Zimbardo conduce, son realmente inquietantes …

(Fuente: http://www.thecommonsenseshow.com/; visto en http://elrobotpescador.com/)

El experimento de Stanford ha sido la base del libro "Black Box", de Mario Giordano, adaptado al cine en el año 2001 bajo la dirección de Oliver Hirschbiegel en un film que tuvo en 2010 su versión hollywoodiense bajo la dirección de Paul T. Scheuring, que aparecen enlazada bajo estas líneas.