miércoles, 15 de febrero de 2023

WOKE



El constante acoso a los hombres, permanente, durante años, persistente, insultante, discriminatorio, en todas la series, películas, tertulias y publicaciones tiene un objetivo evidente: buscar una reacción.

La cultura WOKE necesita enemigos ficticios, no funciona sin ellos. Cuando empezaron a emplear el constructo llamado machismo, y los hombres lo aceptaron, ya estaba perdida la falsa batalla. Quieren a toda costa que nos dividamos, como siempre hacen. Quieren que los hijos discutan con sus padres considerándolos viejunos y obsoletos.

La clave está en las propias mujeres. Es fácil aceptar los halagos, a todos nos sientan bien. Es confortable que te digan sin parar que eres más inteligente, más sensible, más lista y mejor persona que cualquier hombre. Pero es un regalo envenenado, su aceptación implica un desequilibrio, una injusticia ante lo evidente: todos los seres humanos somos equivalentes en derechos. Nadie con dos dedos de frente discute esto, ni que la justicia social es un fin por el cual merece la pena luchar. Para esto no hace falta excluir a ninguno de los dos sexos, sí dos.

Manipular minorías es la especialidad de la cultura woke globalitarista. Han conseguido que cualquier matiz que no sea aceptar sus cookies ideológicas al 100% sea considerado machista, racista, sexista, homófobo, fascista o asesino de animales.

Sí, lo toleramos en un principio por mantener la paz, ese fue el gran error.

El resultado es el que ellos querían, los varones infantiles y adolescentes reaccionan ante una agresión evidente y se hacen machistas. Antes no lo eran, ahora sí. Ya han conseguido su finalidad woke, que no es otra que montar una fábrica de machistas para que su profecía auto cumplida se haga realidad.

Los adultos varones podemos aguantar - prueba de que no solo no somos menos maduros sino que probablemente lo somos más- pero los adolescentes, aún en formación de su estructura psicológica y su identidad vital, reaccionan y en lugar de hacerse igualitarios, tratan de compensar la agresión inclinándose hacia el lado opuesto.

La cultura woke, cambiando de nombre las cosas, utiliza el ridículo “ellos y ellas” que ya existía cuando se decía “damas y caballeros”, incluso han retrocedido, pues las damas iban delante y ahora están detrás. Han cambiado una fórmula bonita y justa por otra ridícula y contraria a las normas de nuestra lengua. Otra vez es una forma de dominación, si no lo dices te delatas como fascista peligroso; y si lo dices te das asco a ti mismo por ceder ante algo que no crees para ser aceptado.

Deben ser las propias mujeres las que no acepten este paternalismo del lenguaje, deben rechazarlo, pero no lo están haciendo. Los que creen que las mujeres son tan tontas como para que por por estas y otras palabritas ya están contentas es tratarlas con condescendencia. Dos y tres generaciones atrás había muchas más mujeres fuertes y valientes que ahora. Admitir que necesitan la protección del lenguaje de los hombres es ridículo. Ninguna de las guerreras que conozco necesita que yo siga “ellos y ellas@ para ser fuertes; sería un insulto pretenderlo, es la versión woke del piropo ridículo (te hago la pelota sin creerlo para caerte bien (o para algo más). Como siempre, la cultura woke destruye todo lo que dice defender. Pero, como siempre, es el poder de las palabras, del lenguaje, el cual, como explico ampliamente en mi libro, domina nuestro pensamiento mucho más de lo que admitimos. La ingeniería social y la neurobiología conocen estos mecanismos perfectamente. Pero ya solo se mantienen vivos en las generaciones boomer y X, que nos vamos marchando. Lo que dejamos atrás es un erial ideológico de vacío existencial en muchos jóvenes, que acabarán cayendo en doctrinas olvidadas gracias a estas agresiones del lenguaje constantes. Se trata de crear hombres femeninos y mujeres masculinizadas, aplastando todo comportamiento desarrollado en un millón de años.

La más “inocente” serie de TV nos muestra chicas guapísimas manejando espadas enormes con bracitos finos y derribando a maromos de cien kilos como si fueran de cartón, eso es físicamente imposible, pero a base de repetirlo parece normal. La perversión mayor está en no aceptar que el gran pacto de sexos fue lo que nos hizo la especie más triunfadora del planeta siendo un mamífero físicamente débil. Si hace 200.000 años hubiéramos mandado a cazar mamuts a las mujeres mientras los hombres, con 50 kilogramos más de peso, se hubieran quedado en el hogar, nos hubiéramos extinguido en una sola generación. Solo una cultura estúpida no aprovecha los talentos de cada uno y pretende intercambiarlos: hagamos cada cual lo que PEOR hacemos porque lo contrario es sexismo. Nos vamos al carajo como especie; y tengo por seguro que esto es exactamente lo que quiere conseguir el Globalitarismo woke, desestructurar la grandeza humana y el pacto de los sexos para convertirnos en peleles en busca de conquistar orificios.

Fernando López-Mirones
(https://t.me/elaullido)

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