lunes, 6 de febrero de 2023

UN PRIMATE PARADÓJICO



Cuando se les da la oportunidad de hacerlo, todos los sectores de la economía se quejan de algo.

Los sanitarios siempre dirán que faltan medios y personas, que trabajan mucho y que cobran poco. Nunca dirán que son de los pocos gremios que no tienen que buscar clientes porque los clientes vienen solos, lo cual es una ventaja enorme.

Si se pregunta a transportistas, pescadores, autónomos, empresarios medianos … ¡todos! se lamentarán de mil cosas. Somos una especie mendicante que creemos que siempre merecemos más, aunque a menudo sea cierto.

¿Alguna vez oyó decir a alguien que gana demasiado dinero para lo poco que hace?

Todos creemos valer mucho más, merecer mucho más.

La felicidad real es trabajar en algo que harías gratis, pero eso lo consiguen muy pocas personas. La mayoría trabajan por dinero, con “ánimo de lucro”, esa expresión que parece que suena a algo malo pero que en realidad es lo que hace la mayoría de la gente ¿es malo el ánimo de lucro? sin duda no. Hay otra forma de decirlo, siempre la importancia de las palabras; si en lugar de con ánimo de lucro decimos que somos “profesionales”, suena mejor, aunque es lo mismo.

Las palabras dominan nuestro pensamiento. Si dices que “buscas” la verdad suena bien, si dices que “la tienes” suena fatal; pero si le añades “absoluta” se convierte en todo lo contrario.

La verdad absoluta existe, claro que existe; el hecho de que sólo Dios la alcance no significa que no debamos intentar acercarnos a ella lo más posible.

Existe tanto como los conceptos cero e infinito, que también son humanamente inalcanzables, pero que incluso están en fórmulas matemáticas.

El cero, el infinito y la verdad son conceptos reales que marcan un sentido, nos acercamos o nos alejamos de ellos, aunque jamás los alcancemos.

Difundir entre los jóvenes que lo que importa es la opinión de cada cual y que la verdad absoluta no existe es una de las más grandes bazas del globalitarismo. Si la verdad no existe no tiene sentido buscarla, ni luchar por ella, ni sacrificarse por la justicia; basta aceptar el destino de los grillos fritos y adaptarse. De ese modo el ser humano desiste de luchar, que es lo que quieren.

Nos quieren inermes espiritualmente, servidores del santo yo, manejantes del me, mi, mío y conmigo.

¿Dios?

¿Para qué? ¿Patria? no me aporta nada. ¿Amor? Solo temporalmente. ¿Familia? La que yo elijo, eso que llaman “amigos” que son hermanos asintomáticos, otra bonita creación intelectual que la gente cree que existe.

Por tanto, el que no llora no mama; nos convertimos en una queja constante, sobre todo colectivos que saben que están de moda. Nunca oigo en los medios a homosexuales contentos, por ejemplo, diciendo que son felices como veo en la realidad. Millones de personas están encantadas sin pareja, con trabajos sencillos, con vidas plenas de otras cosas que nadie les pregunta.

Según baja la edad de los reporteros de micrófono a pie de calle, se vuelven más superficiales las preguntas. Pero lo cierto es que los sapiens tendemos a ser felices con poco en cuanto apagamos las televisiones y las radios que nos incitan a consumir. Siempre me sorprenderá la capacidad de muchos para complicarse la vida. Buscan para sus hijos el colegio más lejano, siempre creen que es mejor lo que está a una hora de camino que lo de al lado. No se dan cuenta de que perderán media vida yendo y viniendo. Ganar dinero está bien, siempre y cuando sea el último de los objetivos. La complejidad de nuestro comportamiento social sólo parecen dominarla los que la usan para manipularnos. Somos, sin duda, un primate paradójico.

Fernando Lopez-Mirones
(https://t.me/elaullido)

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