miércoles, 15 de marzo de 2023

¿QUÉ SABEMOS DE CIERTO EN ESTE MOMENTO ACERCA DE LA PLANDEMIA?



No perder el norte es importante, máxime cuando uno de los mecanismos de intoxicación de las mentes es bombardearlas con un exceso de información hasta hacer imposible el discriminar lo importante de lo accesorio.

Lo que sabemos:

- El virus Sars-Cov-2 no ha sido aislado ni consta su existencia fuera de un diseño informático. Y un virus inexistente no puede provocar una enfermedad biológica real (sí puede motivar una epidemia de histeria, lo que ha sido, indudablemente, el caso)


- El síndrome llamado Covid-19 se fabricó sobre tres premisas tramposas: 1) el atribuirle el monopolio de los síntomas de patologías precedentes perfectamente conocidas (proceder que alcanzó el sumun del absurdo al pretender que la gripe desapareció del planeta durante la pandemia Covid); 2) el convertirle en el "falso culpable" de un gerontocidio planificado desde la OMS para, mediante un premeditado asesinato en masa de ancianos, simular una mortandad excepcional, cuando la tasa de supervivencia a la infección Covid es, de hecho, superior a la de la gripe estacional y 3) el pretender que podía ser diagnosticado con un utensilio de amplificación de muestras -el PCR- reconvertido en oráculo poco más fiable que lanzar una moneda al aire, y que daba positivos continuos a personas perfectamente sanas, por lo que los titiriteros crearon la figura del "portador asintomático", alguien que no manifestaba la enfermedad pero podía transmitirla, con lo que ya teníamos el cuento de terror operativo: nadie podía considerarse saludable en lo sucesivo. Todo el mundo era sospechoso de transmitir el mal, un mal tan espantoso que la inmensa mayoría de los supuestos infectados ni se enteraban de haberlo padecido.

- Se hicieron pasar muertes por otras causas (incluidos atropellos, suicidios y asesinatos) como producidas por el Covid, sin que sin embargo ninguna autopsia validara dicho diagnóstico. Y apenas algún forense -ignorado si no tenía un reconocimiento previo o vilipendiado en caso contrario- hizo constar la obvia contradicción de que se estaban evitando las autopsias "por la elevadísima infecciosidad de los cadáveres" mientras que los órganos de los fallecidos eran aprovechados para donaciones sin que la "terrible" infecciosidad interfiriera.

- Existían remedios tempranos, baratos y eficaces para ese síndrome (hidroxicloroquina, ivermectina, ozonoterapia, ...) que fueron demonizados y prohibidos para facilitar el negocio de las farmacéuticas. En su lugar se aplicaron protocolos (sedación, entubación, ...) que incrementaron la mortalidad masiva, retroalimentando una apariencia de emergencia que no se se dio en los países que, sencillamente, no tomaron medidas excepcionales.

- Las medidas adoptadas al unísono por gobiernos alineados en todo el espectro político (máscaras, confinamientos, etc.) no fueron consultadas ni evaluadas por expertos, sino que sirvieron de ensayo de formas de control totalitario de corte militarista, con absurdos como aplicar toques de queda sobre la población (como si el indemostrado virus tuviera un horario de infección y otro de descanso). Por primera vez en la historia, se aisló a las personas sanas, creando las condiciones para que su sistema inmunológico se deprimiera sin remedio. El coste psicológico fue tan abrumador que algunos alienados aplaudían medidas ilegales y contraproducentes como focas hipnotizadas, en un caso de síndrome de Estocolmo masivo como nunca se había conocido antes.


- Lo que compañías de trayectoria que oscilaba entre lo fraudulento y lo directamente criminal presentaron como "vacuna" fue una terapia génica prohibida por numerosos tratados internacionales, que no inmuniza, incapaz de detener la transmisión, insuficientemente estudiada y que se lanzó cuando aún estaba en fase experimental, convirtiendo a la población receptora en conejillos de indias. Ante lo incierto del proceder de la Big Pharma, ésta solicitó -y obtuvo- una absoluta exención de cualquier responsabilidad penal por parte de los gobiernos que no se explica si el producto era tan seguro e inocuo.

- El lanzamiento de las "timovacunas" estuvo acompañado de maniobras de ocultación que hubieran debido causar sospechas a cualquiera que se hubiera molestado en informarse: la FDA cambió la definición de "vacuna" para poder incluir estos tratamientos, la OMS hizo lo propio con la de "enfermedad" (antes se definía por los síntomas, pero ahora había "asintomáticos") y "pandemia" y de repente nos encontramos con que los términos que hubieran podido ser el punto de partida de un debate valorativo habían cambiado de significado. En cualquier caso, tampoco hubo debate alguno, silenciándose toda crítica aunque proviniese de los más reputados científicos. Apéndices descarados de la mafia farmacéutica (como los "verificadores de información") se antepusieron al criterio de premios Nobel que advirtieron del engaño mayúsculo en marcha. La censura y la persecución del disidente alcanzaron niveles que dejaban a la Stassi alemana, la KGB soviética o el aparato represor cubano en chiquilladas de patio de colegio.


- Las compañías fabricantes de las "timovacunas" ocultaron los resultados de unos ensayos clínicos que demostraban su ineficacia y peligrosidad, sobornaron a quienes tenían la misión de evaluarlas para obtener su aprobación y ocultaron unos posibles efectos secundarios que ocupaban páginas y páginas, páginas que no acompañaron ningún vial ni fueron presentadas a la opinión pública. En el caso de Pfizer, esos efectos secundarios eran nada menos que 1.291 y salieron a la luz porque un juez estadounidense les obligó a publicarlas. No obstante, no hubo ningún escándalo: los medios de manipulación y propaganda de occidente -cínicamente llamados "de información"- silenciaron el hecho.

- Los principales propagandistas y financiadores de las "timovacunas" pertenecen a una siniestra élite globalista que nunca ha ocultado su proyecto de reducir la población humana mediante vacunas, habiendo promovido la esterilización encubierta en campañas desarrolladas en países del Tercer Mundo.



- El incremento de la mortalidad estimada en los países más vacunados es ya inocultable. Por mucho que se atribuya al cambio climático, a la contaminación (justo cuando los encierros han contribuido a su reducción) o a otras causas más peregrinas, resulta obvia la correlación entre proporción de población vacunada y número de fallecimientos por encima de lo estimado como esperable. Además, la etiología de estas muertes se corresponde con lo anunciado por investigadores como Luc Montaigner: enfermedades autoinmunes, lo esperable cuando se induce al organismo humano a sobreproducir una proteína tóxica.


Lo que conjeturamos:

Hasta aquí el listado de certezas. Podríamos señalar bastantes más, pero mi intención al redactar esta entrada ha sido la de sintetizar al máximo la información que podemos presentar a quienes empiezan a abrir los ojos al gran engaño que ha padecido la humanidad durante estos tres últimos años, información que puede documentarse de forma fehaciente por haber sido compartida en este y otros canales.

A esta información contrastada y verificable tenemos la que la completaría pero nos obliga a apostar por alguna de las tendencias en que se divide la disidencia sin llegar a un necesario consenso de mínimos. Así, hay quien niega la existencia misma del síndrome Covid, quien lo atribuye a radiaciones electromagnéticas, quien afirma que es la mera gripe anual, quien lo atribuye al exceso de toxinas presentes en la alimentación, en las inoculaciones previas y en el ambiente en general y quienes pensamos que es fruto de un diseño de guerra biológica, liberado ya sea accidental o intencionalmente.

Igualmente, hay una polarización entre quienes afirman su naturaleza vírica y quienes afirman que los únicos virus que juegan en él un papel ciertamente secundario son los exomas que el organismo produce para librarse de toxinas, siendo estos virus la consecuencia y no la causa de las infecciones. Lo honesto sería reconocer también aquí que no hay un consenso definitivo sobre la existencia de virus patógenos como entidades que propagan enfermedades, como sí lo hay respecto a las bacterias.

El secretismo sobre la composición real de las mal llamadas vacunas da pie a otro campo de discusiones, puesto que se ha especulado con la presencia de diversos elementos en ellas, incluyendo ARNm programado para producir la proteína Spike, alguna forma de grafeno, parásitos biosintéticos, nanotecnología autoensamblante, la enzima luciferasa, silicio, cesio, etc., además de los presumibles aluminio y otros conservantes/estabilizantes.

Aunque los contrainformadores que estamos en la trinchera tengamos nuestras hipótesis al respecto de esta segunda serie de cuestiones, éstas no dejan de ser eso, interpretaciones acordes a los acontecimientos que no podemos presentar como verdad definitiva, sino meramente probable. Respecto a ellas no se ha dicho aún la última palabra, por lo que el debate argumentado es el proceder más saludable al respecto. Y, por eso mismo, las posturas maximalistas de aquellos que dan por sentado que su creencia indemostrada es la verdad sagrada, única e incontestable se están delatando como fanáticos que buscan imponer un criterio insuficiente a los demás. Ya he hablado aquí de ellos, proselitistas cansinos que acusarán de los mayores crímenes a quienes no les den la razón como si fueran niñatos malcriados, dispararán a diestro y siniestro la acusación de que todo el que no se someta a su patético dictadorzuelo interior es, tachán, tachán, DISIDENCIA CONTROLADA, y reclamarán que llueva azufre y fuego sobre cualquiera que dañe su ego narcisista, tan inmenso como frágil. Ya verán como alguno acude al olor de estas líneas cual mosca a la miel para intentar desacreditar esta exposición.

(posesodegerasa)

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