viernes, 10 de marzo de 2023

LA MARCA DEL "TROLL" OBSESIVO: LA CONFUSIÓN ENTRE LO PRIORITARIO Y LO SECUNDARIO



En el Majjhima Nikaya, una colección de textos atribuidos a Buda que forman parte del Canon Pali, se cuenta la que ha sido llamada "la parábola de la flecha envenenada".

Hubo una vez un hombre que fue herido por una flecha envenenada. Sus familiares y amigos le querían procurar un médico, pero el hombre enfermo se negaba, diciendo que antes quería saber el nombre del arquero que lo había herido, la casta a la que pertenecía y su lugar de origen.

Quería saber también si este hombre era alto, fuerte, tenía la tez clara u oscura y también requería saber con qué tipo de arco le había disparado, y si la cuerda del arco estaba hecha de bambú, de cáñamo o de seda.


Decía que quería saber si la pluma de la flecha provenía de un halcón, de un buitre o de un pavo real ... Y preguntándose si el arco que había sido usado para dispararle era un arco común, uno curvo o uno de adelfa y todo tipo de información similar, el hombre murió sin saber las respuestas.

Es fácil suponer que todos estaremos de acuerdo en que la actitud del hombre herido es absurda. Con sus disquisiciones pierde un tiempo precioso, lo que acaba por resultarle fatal. Si además hubiera podido evitar la flecha antes de que le fuera disparada, su actitud de absurda pasaría a ser directamente estúpida.

El hombre herido consideró lo secundario como prioritario, cuando lo que hubiera debido es, en primer lugar y si estaba en su mano, haber evitado la flecha, o, no pudiendo hacerlo, haber acudido al remedio más eficaz en el tiempo de que disponía, y que con sus preguntas malgastó irremediablemente.

En este momento que vivimos millones de personas han sido heridas y, en un porcentaje abrumador, de muerte, por una flecha evitable a la que han llamado, tramposamente, "vacuna Covid". No conocemos aún lo suficiente de ella, pero sí sabemos que lo que más nos conviene es no ponernos en su trayectoria. En evitarla nos va la salud, y, consecuentemente, la vida.

No ser inoculados por algo cuya composición se nos oculta, que dicen que es por nuestro bien pero se nos pretende imponer coercitivamente, de cuyas consecuencias nadie se hace responsable y que fabrican criminales convictos y confesos es de un sentido común inobjetable.

Repito: la prioritario es no ser inoculados bajo ningún concepto. Si a la aceptación de ese principio prudencial anteponemos disquisiciones secundarias, como cuál es la composición del veneno, su mecanismo de acción o su porcentaje de eficacia letal, estaremos dejando de lado lo importante y comportándonos como el hombre herido que pospone su curación hasta que esta resulta ya imposible.

Si le preguntáramos a un enfermo grave qué considera prioritario, si disponer del análisis correcto de su mal o ser curado de él, dificilmente elegiría lo primero, a no ser que su enfermedad sea mental, estemos tratando con un potencial suicida, un demente o un caprichoso (lo que no quita que ese análisis correcto sea importante, solo que, frente a la curación efectiva, es manfiestamente secundario).


Pues bien, en este momento que vivimos hay una porción de fanáticos del diagnóstico que, de forma irracional, lo anteponen a la curación, confundiendo lo urgente con lo accesorio y lo prioritario con lo postergable. Son pocos, pero extremadamente ruidosos, y duchos en sumir todo análisis sensato y ponderado en una ceremonia de la confusión. Como todo fanático, proyectan rencor hacia todo el que no suscribe al cien por ciento sus tesis, acusándolos de vendidos, engañadores y ... (aquí se engolan como pavos reales), su acusación favorita, ser DISIDENCIA CONTROLADA.

Esta sub-especie, especializada en el aspaviento y el linchamiento moral, se limita a repetir cuatro clichés, pues su nivel de comprensión no está para muchas complejidades. En la universidad -si pasaron por ella- solo aprendieron a reventar asambleas y en Internet a embarullar cada foro, rehúyen el debate como el vampiro los ajos y fingen que sus posturas son auto-evidentes, aunque a la hora de justificarlas acudirán a una variada gama de cortinas de humo que les eviten la única evidencia que podría quedar en claro de una discusión racional con ellos: su extrema ignorancia.

Las redes sociales han sido el mayor regalo que estos Torquemada de medio pelo podían esperar: un espacio en el que equiparar -aparentemente- sus monsergas, peroratas y tristes pataletas con la opinión autorizada de médicos, biólogos, químicos, y estudiosos en general, que les sobrepasan por la derecha, por la izquierda y por encima como no podía ser de otra manera.

Un defecto común a esta caterva de "trolls" enardecidos es su bajísimo nivel expresivo. Casi nunca aplican las reglas más elementales de la gramática, omiten verbos, desarticulan el orden lógico de cada oración y dejan al perplejo lector la tarea ímproba de intentar deducir qué han querido comunicar. Veamos un ejemplo, tomado de los comentarios enviados a este blog:

"... estas señoras están desviando la verdadera investigación, que mientras no se demuestre lo contrario, la verdadera es el GRAFENO" (https://astillasderealidad2.blogspot.com/2023/03/8-de-marzo.html).

Compárese la redacción apresurada del anónimo remitente con la que sería mínimamente aceptable:

"... estas señoras están desviando LA ATENCIÓN de la investigación IMPORTANTE/FUNDAMENTAL/SIGNIFICATIVA (considerar que hay investigaciones verdaderas o falsas es una simpleza que confunde la naturaleza de las mismas con la posible validez de sus conclusiones)..."

"... que, mientras no se demuestre lo contrario, es LA QUE IDENTIFICA EL AGENTE TÓXICO/NOCIVO/PERNICIOSO PRESENTE EN LAS "VACUNAS" CON EL GRAFENO"

En vez de tomarse la molestia de usar el castellano con la precisión que requiere, el remitente vuelve a repetir lo de "la verdadera investigación" y expele lo que ha venido a soltar, sin darse cuenta de que en realidad su deficiente escritura revela la insuficiencia de su mente, validando -una vez más- la equivalencia entre expresión incorrecta/pensamiento defectuoso.

Y añado, para evitar malos entendidos, que el ejemplo del que he echado mano -podrían haber sido otros- no obedece a desacreditar la tesis de la presencia de grafeno en las falsas vacunas, algo que no descarto en ausencia de evidencia contraria (sino que tengo por mera hipótesis, no necesariamente contraria a las que postulan otros mecanismos perjudiciales alternativos o complementarios a la misma), sino, en todo caso, para desacreditar a alguno de sus desaforados portavoces, gente sobreactuada, insufrible y tediosa, que acaban haciendo más daño que bien a la causa que defienden al confundirse el mensaje con el mensajero.


Particularmente enojosa es la insistencia de estos sujetos -a los que sí cuadra con precisión el ser considerados agentes tóxicos- es la pretensión de que sus tesis son indiscutibles -por el principio "Pantene", porque ellos lo valen- y que, si acaso, nos toca a los demás refutarlos. "Demuestre vd. que mi afirmación es falsa", vienen a decirnos, obviando que es a quien afirma a quien corresponde demostrar la validez de su afirmación, alterando la carga de la prueba e incurriendo en una tortuosa "probatio diabolica" que nos insta a presentar la imposible evidencia de que no existe algo que no ha sido demostrado, puesto que mientras que las pruebas demuestran la existencia de algo, la falta de pruebas no la refutan. La Inqusición exigiendo al reo que pruebe su inocencia o el jesuítico requerimiento al ateo para que demuestre la inexistencia de Dios son antecedentes de este sibilino proceder.

Post Data: Dejo para otra ocasión la psicopatología del troll, pues a los que pululan por aquí ya les he arrancado su careta con las líneas que preceden, y desvelar su función, que no es otra que dividir y desacreditar, requiere también de su tiempo.


Quedan abiertos los comentarios para cuanta puntualización quiera hacer el lector (incluyendo, me temo, a los "trolls")

(posesodegerasa)

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