sábado, 4 de marzo de 2023

¿CÓMO PUDO LA GENTE CREERSE ESTA RIDÍCULA SARTA DE ESTUPIDECES?



Algunos covilerdos necesitaban un recordatorio indeleble del grado de
imbecilidad que presidió la peor decisión de su vida.
Amigo lector, tatúate si quieres una imagen de tu última colonosco-
pia, pero no caigas en esta cima del ridículo por nada del mundo.



Cerrando las entradas de este sábado hoy voy a ilustrar la recopilación que hacía Rafapal hace tres días de los planteamientos más desquiciantes, irracionales y delirantes de una plandemia cuyas medidas represivas han oscilado entre lo grotesco y lo absurdo, sumiendo a una humanidad que se pretendía inteligente e ilustrada en un aquelarre totalitario que hubiera dejado ojiplático a Dalí en pleno subidón surrealista. Memoria histórica -o, más bien, histérica- de los tiempos en que la ciencia era ejercida por émulos cutres de los Monthy Pytton, tiempos que algún día serán estudiados como hoy estudiamos la caza de brujas de Salem y otros fenómenos de locura colectiva que parecen salidos de un guión de Spike Jonze o del Jodorowsky más lisérgico, ante la cual los historiadores del futuro se preguntarán, incrédulos, "¿De verdad se hizo todo esto en nombre de la ciencia?".


Grandes éxitos de la propaganda covidiana: el instinto maternal a tomar
viento. El karma y Marcos 8,5 aguardan a la HDLGP que fue capaz de esto
 
El presidente colombiano Gustavo Petro afirmó que el coronavirus era consecuencia del cambio climático. Demostrado en laboratorio, por supuesto.

Dado que el objetivo final era que no nos reprodujéramos, extendieron la falacia de que Covid se podía contagiar a través del sexo, igualito que con el sida. ¡Ah, sí! ¡Es que el Covid y el sida tuvieron el mismo padre! ¡El maléfico doctor Fauci, que financió las investigaciones de coronavirus en Wuhan!


La no-vacuna mágica lograba lo nunca visto ... ¡Ligar en Navarra!
¡Eskerrik asko zientziaren miraria! ¡Sexua Nafarroam!!!

En Méjico y Perú, los hombres y las mujeres tenían días diferentes para salir a la calle. Obviamente, el objetivo era que no se juntaran.

El acojone era tal que, seguramente, muchos perdieron temporalmente sus ganas de reproducirse, y ello también era culpa del Covid: hacía que el pene se quedara más pequeño.


Dado que impedir el contacto humano era fundamental para los ingenieros sociales, un simple saludo entre dos seres humanos se convirtió en una tabla de códigos que cambiaban cada semana, con la nueva gilipollez que se les ocurría a los malvados.


Código ritual covidiota. Lo de "código" es por el uso inédito del codo.

En el verano del 2020 había que pedir cita previa para ir a la playa. Si lo estás leyendo n el futuro, no te lo creerás, pero fue así.


Semáforo en la playa cántabra del Sardinero contabilizando a cuántos
bañistas permite el Señor de las Anchoas con apellido (y talante) de
chorizo acceder a la mar océana, al Mare Suyum.

Una vez en la playa, había que guardar una distancia de seguridad.


"Cuidado con el sol, el aire y respirar libremente. Es lo peor para las
(supuestas) infecciones respiratorias, como todo el mundo (igno-
rante) sabe". La Policía local rebajada a Policía loca.

La locura continuaba una vez dentro del «campo de concentración». Tenías que llevar la mascarilla en la playa y te la podías quitar si tomabas el sol. ¿Quién no se volvería loco ante estas absurdas medidas?


O la precaución de esta sirena envarada ha llegado a niveles enfer-
mizos o está siendo devorada por una medusa traga-tragacionistas 

Nos contaron que con la vacunación se acabaría el Covid, pero, en la navidad del 2021, con el 90% de la población supuestamente vacunada (al menos en España), ¡se exigía que la familia se pusiera la mascarilla para la cena de Nochebuena!


La familia Monster celebrando la Navidad mutante instaurada por los 
medios de manipulación y propaganda. 

Y si la persona no estaba vacunada, no podía acudir a la tradicional cena.


La "secta", pretendiendo sentar cátedra y comensales en Nochebuena.
Y consiguiéndolo, en la medida en que los covilovers necesitaban ser
guíados en todo porque el cerebro lo tenían para rellenar el hueco, no
para usarlo. Al lado de esto Auschwitz era una tierna guardería.

Los malvados medios de comunicación sembraron el odio dentro de las familias contra los que no consintieron ser inyectados con una sustancia venenosa.


Era prioritario impedir el contacto social, para que la población no se diera cuenta del engaño. ¿Cómo impedir reuniones familiares como los cumpleaños? Pues diciendo que cantando el «cumpleaños feliz» se puede uno contagiar.

Antología de la estupidez covidiana: los cumpleaños deberán ce-
lebrarse cantando el "Dies irae", el Réquiem o un miserere.

Por lo visto, eso de que la gente cantara le asustaba a los conspiradores, por eso extendieron la paranoia de que cantar en lugares cerrados podía contagiar del letal bicho.

... y pasará de largo ante ellos, porque como el vudú en las Antillas
solo afecta a quienes tienen fe en que funciona.

El contagio del catarro a través del estornudo forma parte de la sabiduría popular (por eso uno se pone la manita cuando lo hace), lo que no se sabía es que un estornudo fuera capaz de batir el récord del salto de longitud, llegando a los 8 metros. En la época de la Plandemia todo era superlativo.


Bien traído lo del encierro, por cómo las "autoridades satanitarias" toreaban a la pobla-
ción. Y cierto que "la irresponsabilidad mata", solo que aquí los irresponsables eran los
médicos que enchufaban al aterrado paciente que caía en sus manos a un respirador que
le quemaba los pulmones y le mataba con una eficacia del 80%. ¡Y todavía amenazaban
a los negacionistas con dejarles sin patíbulo!. Cualquiera con dos dedos de frente lo fir-
maría. ¡Te amenazaban con excluirte de la violación traqueal! Demencial

La versión escatológica del Covid dio lugar a interesantes propuestas como ésta, de que los pedos podían contagiar del bicho. (No, no lograron prohibir las fabes, habichuelas o frijoles, pero poco les faltó).

"El pedo de la muerte", qué gran argumento para Lovecraft

En el verano del 2020, los ingenieros sociales empezaron a extender la paranoia de que el bicho se podía contagiar a través del aire acondicionado. En el invierno de ese año, la paranoia se convirtió en norma, su objetivo era instaurar la siguiente norma, que se explica en la siguiente noticia.

En pleno invierno, los colegios y bares tenían que tener las ventanas abiertas. Evidentemente, el objetivo era conseguir que la gente se resfriara, para así poder mantener la paranoia de que la pandemia seguía viva porque, si no, ¿cómo iban a justificar que la gente tenía que vacunarse?


2021, el año en que la sección de "ciencia" de los periódicos
garantizaba más risa que la de humor

La fijación que los ingenieros sociales tuvieron con los niños y jóvenes es algo que algún día les llevará ante la Justicia. Como no se enfermaban (y tenían que justificar que se les vacunara), ¡se les tildó de «supercontagiadores«!


La paranoia de que el Covid entraba por el aire, llevó a esta curiosa variante de contagio, a través del olor a cocido de la vivienda de tu vecino.


No hay escapatoria: si hueles algo, Covid. Si no lo hueles, el Covid
te ha dejado sin olfato. Sea como sea, el Covid te ha poseído.

La ruleta rusa del Covid podía afectarte de todas las maneras posible: los calvos tenían más probabilidades de contagiarse. Los chinos se podían volver negros por culpa del Covid. Los bajitos tenían menos probabilidades de contagiarse de coronavirus.
Todo ello, avalado por la ciencia, claro.


Seguramente, lo más ominoso de esta época atroz para la Humanidad fue el colaboracionismo de una parte de los seres humanos con la represión ejercida por los carceleros: se les conoció como «Policías de balcón».

En medio de tanta falta de dignidad, las únicas personas con criterio y dignidad humana fueron tratados como perros, como éste que se saltó el confinamiento. Un día, habrá que hacerle un homenaje.

Aparte de insultar a los que nos negamos a ponernos ese signo de esclavitud, algunos psicópatas llegaron a golpear a los seres con dignidad que no la llevaban.


Sólo un valiente como el presidente brasileño Bolsonaro se atrevió a saltarse las normas de la Organización Mundial de la Salud, gobernada por Bill Gates y Klaus Schawb. Sus sicarios brasileños se atrevieron a multar al presidente por no usar mascarilla al aire libre, o en la playa.


La lista de ridiculeces podría seguir "ad infinitum". Último botón de mues-
tra: cuando les dijimos que se podían meter el PCR por el culo y nos toma-
ron la palabra en su estricta litealidad. De vacunas hablamos otro día ...

(Visto en https://rafapal.com/)

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