sábado, 23 de marzo de 2024

UNA HISTORIA PARA LA REFLEXIÓN



Ella lloraba suavemente en la sala del historial. Los médicos le explicaron que su pequeño hijo se moría.

Un doctor mayor se sentó a su lado, la miró a los ojos y le dijo despacito, cuidando que nadie lo escuche: saque a su hijo de aquí, lejos del hospital, no diga nada y llevéselo al mar, que nade, que respire.

En una distracción de las enfermeras sacó a su niño, pálido y flaquito. Subieron a un tren y viajaron a Normandía. Allí el niño chapoteó en las olas, luego aprendió a nadar, cada vez más lejos. Ganó peso y color.

Cuando regresaron le dijo a su madre: dedicaré mi vida al mar que me curó.

A los 18 años ingresó a la Armada de Francia, como piloto naval.

Junto a dos compañeros oficiales inventó los tanques de buceo.

Escribió un libro sobre el fondo del mar: El mundo silencioso.

Pero quería que toda la gente conociera las maravillas del océano.

Así que dejó la Armada, compró, como rezago de guerra, una nave Barreminas, la bautizó como la bella ninfa que sedujo a Ulises, Calipso, y recorrió los 7 mares realizando hermosos documentales.

Se llamaba Jaques Cousteau.

Horacio Rivara

6 comentarios:

  1. Sí no recuerdo mal, este señor era eugenista y maltusiano, al igual que David Attenborug y la doctora Godar, la de los chimpancés

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Goodall, Jane Goodall, primatóloga. Y salvo por el detalle ortográfico, me temo que aciertas en tu apreciación.

      Eliminar
  2. Buscador
    No puedes cambiar el mundo si antes no cambias tú... el resto son relleno para los PAVOS...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No puedo cambiar el mundo... y si cambio yo tampoco, sería relleno para los PAVOS; mejor que cada uno haga bien lo que puede hacer.

      Eliminar
  3. Este mundo no cambiará nunca. Buenas noches.

    ResponderEliminar