viernes, 29 de diciembre de 2023

EL PERPETUO REFERENDUM



Están evaluándonos a tiempo real, llevamos una cámara y un micro hasta cuando vamos al retrete. Todos sabemos perfectamente que pueden ser accionados por cualquiera que sepa cómo. Pero no hace falta llegar a tanto, es el micrófono el que de verdad informa a los poderes de lo que pensamos, porque incluso cuando charlamos físicamente con personas el teléfono móvil está encima de la mesa, el suyo y el de todos los participantes en la conversación. No importa tu nombre e identidad, lo que les da un información valiosa es tu PERFIL (sexo, edad, estatus, país, barrio, gustos, estado civil, estudios, trabajo …) no hace falta saber ni tu nombre, lo importante es ¿te estás creyendo lo que dicen la radio y las TV?

Los medios son los encargados de LANZAR los nuevos intentos de plandemia para que después los algoritmos valoren nuestra respuesta.

Poca gente es consciente de que cuando habla está votando a favor o en contra de algo. Si los algoritmos que detectan emociones constatan miedo masivo, si informan de que ese tema en cuestión nos afecta, que nos lo creemos, que nos da pavor … estamos diciéndoles “adelante, esta falacia va a funcionar”, y la llevan a cabo.

Si por el contrario, los medios se pasan una semana hablándonos de una “variante”, de un “virus nuevo”, de una “enfermedad emergente” pero usted ignora esa alarma, no habla de ella o lo hace burlándose, el mensaje es recibido de inmediato por los autores, y ese mensaje es lo que más temen: “NO CUELA”.

No pueden fallar otra vez, no se atreven a poner toda la carne en el asador si no cuentan con más de la mitad de las personas del mundo que lo crean.

En cuanto entremos al relato, volverán. Si no creemos, desaparece.

Esto es difícil de detectar para el ciudadano medio.

Me esfuerzo mucho en explicarlo pero veo que muchos no lo acaban de entender.

Usted es capaz de PARAR al NOM simplemente opinando junto a su móvil.

Es el poder REAL de esta guerra digital, ya no son las manifestaciones físicas en las calles, porque estas las ocultan y solo se entran los que fueron, pocos.

Si no creemos, no ocurre.

Ello se traduce en que hemos parado ya muchas veces los nuevos intentos de engaño global y ni siquiera nos hemos dado cuenta. No nos lo van a anunciar en las TV obviamente.

Es más, incluso lo utilizan contra los que avisamos con el argumento “no ocurrió nunca eso que dijo Mirones”, ignorando que probablemente no ocurrió precisamente porque lo avisamos.

Exactamente igual que si ves que viene un camión que va a tropellar alguien y le dices ¡cuidado que te pilla! La persona para y no ocurre nada ¿tendría sentido que esa persona le dijera a quien le avisó “me engañó usted, no me han atropellado”? Absurdo.

No sabemos cuando ganamos.

Toda nuestras palabras expresan emociones que los algoritmos son capaces de detectar. Tenemos siempre un micro cerca, nosotros mismos nos lo ponemos. Decir “viene otro virus” hace que ocurra; decir “estos cabrones esta vez no me engañan” hace que desaparezca.

Hasta hace poco para poner un micro a alguien lo tenía que autorizar un juez, ahora nos los ponemos nosotros mismos.

Pero lo bueno es que si somos conscientes del poder de nuestras conversaciones, podemos usar nuestros micros contra ellos.

Seleccione lo que dice con su móvil cerca. Acostúmbrese a apagarlo y dejarlo lejos algunas veces, cuando crea que su “voto” o el de alguien próximo va a ir al lado oscuro.

Los enormes cerebros electrónicos como el Marenostrum son capaces de procesar trillones de emociones a tiempo real y sacar tablas al instante. Esa información tienen ellos, mientras nosotros disparamos a la liebre cuando ya no está allí. Somos lentos, seguimos opinando sobre lo que ocurrió hace un año, que puede ser, y de hecho es, opuesto a lo que pasa ahora, hoy, en este instante.

Por eso es tan importante que usted comparte activamente los mensajes que le gusten, está usted haciendo lo que más les daña, no tiene ni que levantarse del sofá (frase que se usa mucho precisamente para defender lo contrario).

El poder está en su mano.

Fernando López-Mirones
(https:/t.me/elaullido)

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