miércoles, 20 de diciembre de 2023

UN GRUPO DE ‘RESCATE’ ISRAELÍ SALPICADO DE ESCÁNDALOS CREÓ LAS MENTIRAS DEL 7 DE OCTUBRE



Yossi Landau, director de operaciones de ZAKA en la región sur de
Israel, contando el falso relato sobre la matanza en el kibutz Beeri.

Fundada por un violador en serie conocido como el ‘Jeffrey Epstein jaredí’, la organización ultraortodoxa ZAKA está detrás de algunas de las atrocidades más obscenas inventadas tras el ataque de Hamás.

En una sesión del Senado de EEUU celebrada el 31 de octubre sobre la guerra de Israel en Gaza, el secretario de Estado, Antony Blinken, dio sus razones para rechazar un alto el fuego. Poniéndole todo el sentimiento que un adusto miembro del Partido Demócrata es capaz de exteriorizar, Blinken evocó una escena truculenta que pretendía ilustrar el salvajismo de Hamás y la imposibilidad de negociar con una organización así: “Un niño y una niña pequeños, de seis y ocho años, con sus padres, en torno a la mesa del desayuno”, presentaba Blinken solemnemente. “Al padre le habían sacado un ojo delante de sus hijos. A la madre le mutilaron el pecho, a la niña le amputaron un pie y al niño le cortaron los dedos antes de ejecutarlos”.

El secretario de Estado concluyó: “Con esto es con lo que está lidiando la sociedad [israelí]”.


Aunque Blinken no citó la fuente de sus inquietantes declaraciones ‒y ningún senador le invitó a que lo hiciera‒, coincidía con el testimonio ofrecido por Yossi Landau, el director de operaciones en la región sur de Israel de una organización religiosa “de identificación de víctimas de catástrofes” llamada ZAKA. De hecho, Landau, desde el 12 de octubre, ha contado varias versiones de la historia a la que se refería Blinken, con detalles sobre cómo los milicianos de Hamás mutilaron brutalmente y mataron a unos niños de seis y ocho años y a sus padres, en el kibutz Beeri, en la mesa del comedor de su casa.

A pesar de la presencia de múltiples testigos potenciales en Beeri antes de que ZAKA llegase a recoger los cuerpos, siguen sin salir a la luz testimonios independientes que corroboren las afirmaciones de Landau. Es más, no hay muertes registradas de hermanos de alrededor de seis u ocho años en Beeri el 7 de octubre. Tampoco existe ningún registro de niños pequeños que hayan muerto de la manera que describe Landau ni fotos de la familia asesinada. De hecho, los únicos hermanos que se acercan mínimamente a este rango de edades y murieron en la comunidad aquel día ‒los mellizos de doce años Liel y Yanai Hetrzoni‒ fueron asesinados por "fuego amigo" (obuses israelíes).

Así pues, el relato de Landau ‒y por extensión, el testimonio de Blinken ante el Senado‒ parece sacado de la nada; una invención retorcida que pretende teatralizar el supuesto barbarismo de Hamás para ampliar el espacio político de apoyo a la incursión de Israel en la Franja de Gaza. Como demuestra esta investigación, la historia de Landau no es más que uno de los muchos embustes inventados por un pequeño círculo de turbios personajes que han conseguido dar forma a la narrativa oficial del 7 de octubre en los medios de comunicación occidentales.

Aunque las autoridades israelíes han desempeñado un papel fundamental en la campaña de desinformación de Tel Aviv que rodea los acontecimientos del 7 de octubre ‒asegurando falsamente, por ejemplo, que habían encontrado cuerpos de bebés judíos muertos colgando de una cuerda para tender en un kibutz‒, las acusaciones más incendiarias provienen de un conjunto de organizaciones voluntarias ultraortodoxas como ZAKA. Aunque ZAKA está especializada “en la recogida y eliminación de cuerpos”, el grupo no dispone de acreditación forense y está integrado por un hatajo de voluntarios mal preparados.


Desde “confirmar” el fraude de que habían encontrado bebés decapitados en un kibutz hasta inventar descaradamente otros sobre combatientes de Hamás que arrancan fetos de los cuerpos de mujeres embarazadas, le amputan el brazo a una niña pequeña o asan a un bebé en un horno, ZAKA y los grupos de la competencia han demostrado tener un don extraordinario para sembrar los medios de comunicación con historias depravadas sobre la supuesta brutalidad de Hamás. De este modo, han armado a los líderes occidentales como Blinken y el presidente Joe Biden con la narrativa que pueden esgrimir para bloquear las propuestas de alto el fuego y rearmar a un ejército que ha matado a más de quince mil civiles en Gaza en menos de dos meses [la cifra actual de muertes supera ya los 20.000].

ZAKA está ahora metido de lleno en la campaña de Tel Aviv para convencer al mundo de que Hamás no solo violó a mujeres israelíes el 7 de octubre, sino que continúa abusando de las rehenes desde entonces. De hecho, la recién estrenada “Comisión civil sobre los crímenes del 7 de octubre cometidos por Hamás contra mujeres y niños”, de dudosa objetividad, depende en gran medida de las gráficas afirmaciones de segunda mano proporcionadas por ZAKA. Sin embargo, no ha sido capaz de ofrecer ni un solo testimonio de primera mano ni imágenes que demuestren las acusaciones de violaciones en masa.


Los medios de comunicación tradicionales llevan desde entonces repitiendo las discutibles acusaciones del grupo; el Sunday Times del Reino Unido, por ejemplo, citó diligentemente a un encargado de ZAKA que afirma: “Está claro que intentaron propagar todo el terror que podían, matar, quemar viva a la gente, violar”.

La presencia de ZAKA en el corazón de una investigación de alto nivel sobre violaciones, no obstante, está cargada de ironía. Hasta hace poco, la cobertura que los medios israelíes hacían de la organización se centraba principalmente en los espantosos delitos sexuales cometidos por su fundador, el mandamás ultraortodoxo Yehuda Meshi-Zahav. La comunidad ortodoxa de Jerusalén lo conocía como “el Jeffrey Epstein jaredí” por su afición bien documentada de violar a jóvenes de ambos sexos, y no cabe duda de que los trabajadores de ZAKA conocían las décadas de desenfreno de abusos sexuales de Meshi-Zahav, las cuales únicamente tocaron a su fin tras su suicidio.


El cofundador y líder de Zaka, Yehuda Meshi-Zahav, quien intentó suici-
darse mientras enfrentaba una variedad de acusaciones de delitos sexua-
les en 2021 y murió en 2022 después de pasar más de un año en coma.
Además de ser un violador en serie, el líder de siempre de ZAKA era un estafador empedernido y se financiaba una vida de lujos con los millones de dólares que se embolsaba ilegalmente de su organización. Brad Pearce, el investigador independiente que publicó un extenso retrato de la corrupción de ZAKA en octubre de 2023, describió al grupo así: “La organización no gubernamental más opaca y sospechosa que he investigado nunca”.

Desde que sus voluntarios salieron la primera vez a la calle con sus características motos en los noventa, ZAKA se ha enzarzado en una guerra publicitaria contra grupos de rescate ultraortodoxos rivales, como United Hatzalah, en un intento por quedarse con los millones de los donantes judíos ricos en el extranjero. La competencia entre estas organizaciones parece estar generando una corriente de información sobre atrocidades falsas que brota a raudales de ambos grupos de voluntarios. Cuanto más interés suscite cada cual en los medios y líderes occidentales, más probabilidades tienen de alcanzar sus propios objetivos de recaudación de fondos.

La conmoción que produjo el 7 de octubre ha demostrado ser un auténtico filón en la recaudación de fondos para estas organizaciones religiosas que no tienen ningún tipo de escrúpulos, y les ha permitido convertir al Gobierno israelí, a los medios de comunicación occidentales como la CNN y a la administración Biden en agentes publicitarios gratuitos.


Landau, el maestro farsante de ZAKA que engañó a Biden y a Blinken


Después de que los milicianos de Hamás invadieran las bases militares del sur de Israel y forzaran el asedio de la Franja de Gaza y las comunidades adyacentes el 7 de octubre, la sociedad judía israelí se sumió en un estado de trauma sin precedentes. La sensación de inseguridad generalizada se transformó enseguida en una sed casi insaciable de venganza cuando el inmenso aparato propagandístico de Tel Aviv se movilizó para justificar la consiguiente matanza de la población civil de Gaza, a la que las autoridades israelíes han responsabilizado colectivamente de los acontecimientos ocurridos el 7 de octubre. Es más, incluso después de que el ejército israelí destruyera la mayor parte de los edificios residenciales en el norte de Gaza, solo el 1,8% de los judíos israelíes contestaba en las encuestas de diciembre que creían que las fuerzas armadas de su país estaban haciendo un uso excesivo de la fuerza.

Con las cifras de muertos en Gaza aumentando por miles todas las semanas, los maestros de la manipulación del Gobierno israelí han buscado los testimonios más escabrosos del 7 de octubre para explicar por qué su campaña de castigo colectivo no solo es necesaria desde el punto de vista militar, sino una respuesta moralmente aceptable. Con la ayuda de los medios de comunicación internacionales que le son leales, el complejo propagandístico de Israel ha descubierto que Washington estaba más que dispuesto a hacerse eco y promocionar sus disparates de bebés decapitados y familias mutiladas salvajemente por Hamás.

Y como veremos, algunas de las invenciones más obscenas difundidas por el Gobierno de Israel y repetidas en Washington proceden de un hombre con una imaginación especialmente activa: Yossi Landau, de ZAKA.

Según Landau, a todo aquel que cuestione su versión de los acontecimientos “habría que matarlo”.


La historia de los milicianos de Hamás disfrutando de un agradable desayuno después de hacer picadillo a una familia entera no ha sido la única contribución de Landau a la campaña mediática. También está detrás personalmente de “confirmar” la patraña de que Hamás decapitó a bebés en el kibutz Kfar Aza, una invención a la que el presidente Joseph Biden dio publicidad en contra del consejo de sus asesores. Según informaron las noticias de la CBS el 11 de octubre, Landau dijo que había visto con sus “propios ojos a niños y bebés que habían sido decapitados”.

Un portavoz del ejército israelí escuchó las afirmaciones de Landau y le siguió la corriente, declarando que “un alto cargo de los servicios forenses israelíes” había confirmado el presunto caso de bebés decapitados. En realidad, ZAKA es un servicio religioso sin certificación forense.

Las declaraciones se abrieron paso hasta la CNN, que dedicó casi una hora entera de una emisión en horario de máxima audiencia a estas atrocidades imaginarias basándose en la “confirmación” del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu. El presidente de EEUU, Joe Biden, se hizo eco de las acusaciones y pregonó, aletargado en una rueda de prensa, que había visto “imágenes de terroristas decapitando a niños”. El presidente ignoraba así el registro de muertes confirmadas del 7 de octubre, que indican que solo murió un bebé, una niña de diez meses llamada Mila Cohen.



No tardaron Sara Sidner, de la CNN, ni la Casa Blanca de Biden en verse obligados a retractarse de sus declaraciones sobre bebés decapitados. “El presidente basaba sus comentarios acerca de las supuestas atrocidades en las afirmaciones del portavoz de Netanyahu y las informaciones de los medios en Israel”, aclaró la Casa Blanca.


Netanyahu y los medios israelíes, por su parte, basaban sus afirmaciones en declaraciones de Landau, de ZAKA. Puede que enardecido por su capacidad para movilizar el arsenal propagandístico de Israel y manipular a las autoridades de su propio país y a la superpotencia mundial que lo patrocina, el activista religioso y nacionalista enseguida amplió sus elaboradas invenciones sobre los acontecimientos del 7 de octubre.

En una entrevista, el 12 de octubre, con el canal i24, financiado por el Ministerio de Exteriores, Landau declaró que al entrar en una casa en el kibutz Beeri, “vemos a una mujer embarazada tendida en el suelo y al darle la vuelta, observamos que tiene la tripa rajada, abierta de par en par. Al bebé nonato, todavía conectado con el cordón umbilical, le habían clavado un cuchillo. Y a la madre le habían disparado en la cabeza. Y te pones a pensar y a intentar descifrar qué hicieron primero”.

Al parecer, Landau elaboró este testimonio basándose en un rumor que una fuente militar anónima había difundido por internet dos días antes. Según esa fuente, la supuesta víctima embarazada tenía 30 años. Por sí solo, esto ya desacredita las afirmaciones de Landau, porque las únicas mujeres registradas que murieron en Beeri y en sus alrededores son Rinat Segev Even, de 44 años, y Tair Bira, de 22 años, y ninguna de las dos estaba embarazada. De hecho, no consta ninguna mujer embarazada entre las asesinadas el 7 de octubre.

El kibutz Beeri negó tácitamente las afirmaciones de Landau en un comunicado el 3 de diciembre para el periódico israelí Haaretz, en el que declaró que “la historia de la mujer embarazada de la que ha informado ZAKA no pertenece a Beeri”. Como explicaba al medio una fuente que participó en el examen de los cuerpos, “los voluntarios no son expertos en patología y no tienen herramientas profesionales para identificar a los muertos ni determinar su edad, ni para declarar la manera en la que fueron asesinados”. Por su parte, la policía israelí asegura que no tienen registros del incidente.

La mentira casi ridículamente gráfica de Landau, sin embargo, fue amplificada por la cuenta oficial en redes sociales de las fuerzas armadas israelíes, que afirmaban tener fotos del crimen que no podían publicar por miedo a infringir los términos y condiciones de Twitter/X. A pesar del afán de Israel por mostrar las atrocidades del 7 de octubre, por muy macabras que sean, las fotos no parecen materializarse en ningún foro.


En un intento desesperado por validar las afirmaciones poco fiables de Landau, un usuario israelí de redes sociales creó un vídeo que combinaba el testimonio del voluntario de ZAKA con grabaciones de un cártel de la droga mexicano torturando a una prisionera hasta la muerte. El vídeo falso pronto se hizo viral en los círculos hebreos de las redes sociales, llegando incluso a atraer la atención de la mujer del presidente israelí, Isaac Herzog. En un artículo de opinión para Newsweek del 22 de noviembre, la primera dama israelí, Michal Herzog, aseguraba que “un vídeo de Hamás en un kibutz muestra a terroristas torturando a una mujer embarazada y sacándole el feto”.

Obviamente, no existe semejante vídeo. La única fuente es Landau, el maestro farsante de ZAKA.

Mientras tanto, Landau insistía en que había “visto a veinte niños con disparos, quemados y amontonados en dos pilas”. Añadía que los milicianos de Hamás les habían atado las manos a los niños antes de quemarlos, supuestamente. Sin embargo, eso es absolutamente imposible, porque murieron un total de trece niños en los ataques del 7 de octubre, y la cifra más alta que se encontró en una única ubicación fue de tres. Como ya revelara anteriormente Grayzone, la mayor pila de cuerpos israelíes quemados que encontraron fueron los calcinados en el kibutz Beeri cuando las fuerzas armadas israelíes decidieron bombardear deliberadamente una casa en la que había trece israelíes prisioneros.

Landau luego le dijo a i24 que había entrado en una casa vecina y había sido testigo de otra atrocidad desgarradora más: “En el salón vemos a los dos progenitores, madre y padre, con las manos atadas a la espalda. Tendidos a su lado había dos niños pequeños, con las manos atadas también a la espalda. Los habían quemado vivos. Los terroristas se habían sentado a la mesa y estaban comiendo mientras los achicharraron hasta la muerte”.

El falso testimonio enseguida resonó en el Capitol Hill de Washington, donde fue repetido casi palabra por palabra por el secretario de Estado, Blinken, en la sesión del Senado del 31 de octubre. Como ya se ha explicado, sencillamente no hay registros de ningún niño asesinado de la manera que describe Landau ni de ninguna muerte que corresponda a niños de seis y siete años, como afirmó (Blinken dijo que tenían seis y ocho). Los que más se acercan de entre todos los que murieron el 7 de octubre son Eitan y Alin Kapshitter, que tenían cinco y ocho años, respectivamente. No obstante, no murieron en una casa, sino en un coche, cuando sus padres, por desgracia, se metieron sin querer en el fuego cruzado entre las fuerzas israelíes y las de Hamás.



Mientras las historias macabras de Landau generaban titulares internacionales, su compañero de ZAKA Simcha Dizengoff soltó otras tantas de su propia cosecha creadas para el consumo de medios extranjeros. Al comentar una visita del 11 de octubre a Kfar Aza, Dizengoff le dijo a The Guardian que había visto “a una mujer, desnuda de cintura para abajo, [a la que] habían encorvado sobre una cama y luego le habían disparado en la parte posterior de la cabeza. Cuando el equipo intentó moverla, salió rodando una granada de su mano agarrotada”.

Teniendo en cuenta que el ejército israelí ya había despejado el kibutz para el 11 de octubre, su relato plantea serias dudas. ¿Cómo se les escapó a los artificieros del ejército una granada en la mano de una mujer desnuda desparramada sobre una cama? ¿Y por qué la recién estrenada “Comisión civil sobre los crímenes del 7 de octubre cometidos por Hamás contra mujeres y niños” de Israel, que busca desesperadamente la más mínima prueba que involucre a Hamás en violaciones en masa, no ha mencionado todavía este impactante incidente?

Pero la imaginación febril de Dizengoff seguía desbocada, y afirmaba haber visto “a un niño, de unos seis años, al que habían matado hundiéndole un cuchillo en el cráneo”.

El registro oficial de muertes en Kfar Aza indica que no murió ningún niño menor de catorce años en el kibutz, lo que hace que la versión de los acontecimientos de Dizengoff sea prácticamente imposible. Igual que ocurre con las gráficas mentiras que se inventa Landau, Dizengoff no aporta documentación que respalde sus afirmaciones: ni fotos de móviles ni pruebas forenses, ni siquiera un testimonio que lo corrobore.

Por retorcidas que puedan parecer las invenciones de ZAKA, son absolutamente congruentes con el espíritu de la organización y su fundador: un agresor sexual en serie que desvió millones de los donantes a sus propias actividades de excesos.

Fundada por el ‘Jeffrey Epstein jaredí’ y salpicada por la corrupción, ZAKA recauda una fortuna con las mentiras del 7 de octubre

ZAKA se creó oficialmente en 1995 con el objetivo de permitir a los judíos ultraortodoxos, que no sirven en las fuerzas armadas de Israel, ayudar en los operativos de seguridad recogiendo los cuerpos y las partes de cuerpos de los muertos en accidente o conflicto, lavarles la sangre y organizar su eliminación de acuerdo con sus creencias religiosas. Según la página web de ZAKA, el grupo “trabaja en estrecha colaboración con el Ministerio de Exteriores de Israel, las FDI y otros organismos gubernamentales”.

El fundador del grupo, Yehuda Meshi Zahav, un mandamás ultraortodoxo de familia de rabinos que lleva once generaciones viviendo en Jerusalén, dirigió ZAKA hasta marzo de 2021. Ese mes, tras ganar el prestigioso Premio Israel “por contribuciones a la sociedad” ‒que le concedió el actual ministro de Defensa, Yoav Gallant‒, Meshi Zahav se vio acribillado por una oleada de acusaciones de abusos sexuales y violaciones de personas de ambos sexos, incluidos menores.

En el barrio ultraortodoxo de Mea Shearim, las transgresiones sexuales de Meshi Zahav eran tan ampliamente conocidas que le valieron un apodo memorable: ‘el Epstein jaredí’, en referencia al infame financiero y prolífico traficante sexual Jeffrey Epstein, que presuntamente también se quitó la vida a la espera de juicio en 2019. (Meshi Zahav pasó más de un año en coma tras su intento de suicidio y murió en junio de 2022).

Las acusaciones de abuso sexual que rodean a Meshi Zahav y a su familia salieron a la luz por primera vez en 2003, cuando el periódico israelí YNet informó de que el hermano de Yehuda, Moshe Meshi Zahav, había sido arrestado por ser sospechoso de perpetrar actos indecentes con menores y persuadir económicamente a chicas jóvenes para practicar sexo. Landau se unió a ZAKA desde su fundación, por lo que es prácticamente imposible que no estuviera al tanto de la reputación de su jefe. Asimismo, cuesta imaginar que los innumerables seguidores laicos de ZAKA dentro de las autoridades israelíes, que dependen del grupo como puente excepcional a la comunidad ultraortodoxa de Israel, fuesen desconocedores de su escandaloso pasado.

Para marzo de 2021, los portales informativos israelíes estaban inundados de relatos pormenorizados de presuntos abusos sexuales sufridos a manos de Meshi Zahav que proporcionaban víctimas masculinas y femeninas por igual. Una de las denunciantes le dijo a Haaretz que Meshi Zahav la amenazó con un: “Si le dices algo a alguien, una furgoneta de ZAKA te pasará por encima”.

Otra fuente ortodoxa dijo a YNet que el historial de violaciones del fundador de ZAKA no era “ningún secreto. Hablamos de un montón de gente. Para él, todo vale: mujeres, menores, niños y niñas, y si los animales hablaran y pudieran contar sus historias, no me cabe duda de que hubiéramos descubierto que también a ellos les metía mano. Todo lo que se mueve, básicamente”.

La fuente continúa: “Me acuerdo de un caso en el que fue a una panadería matzá antes de la Pascua Judía y embaucó a los jóvenes que trabajaban allí para que tuvieran relaciones sexuales para su deleite. De verdad, era el Jeffrey Epstein jaredí”.

El comportamiento ilícito de Meshi Zahav se extendía a las operaciones económicas de ZAKA. Un informe de 2013 de Mako descubrió que el CEO había desviado con éxito millones de los fondos de las donaciones a la organización para financiar su opulento estilo de vida, con villa de lujo incluida. Cuando salieron a la luz las acusaciones de violación ocho años después, los medios israelíes revelaron que ZAKA usaba organizaciones fantasma gestionadas por la familia Meshi Zahav para dirigir el dinero a las cuentas privadas de la directiva de la organización.

En 2022, una investigación de Haaretz demostró que ZAKA aumentaba su porcentaje de financiación estatal mintiendo al Gobierno israelí, ya que inflaba su número de voluntarios en dos mil personas. Al parecer, Landau estaba involucrado en la estafa, pues declaró en 2019 que su grupo dirigía a tres mil voluntarios cuando, en realidad, solo unos mil estaban activos.



Desde principios de octubre hasta el cierre de esta pieza, ZAKA se ha embolsado 3,3 millones de dólares dentro de un objetivo de recaudación que acaba de actualizarse de 3 a 4,5 millones de dólares. A los donantes que aportan más de mil dólares les prometen una medalla decorativa que conmemora el asalto militar de Israel “Espadas de Hierro” en Gaza.

Como explica una investigación de 2016 de Haaretz, ZAKA está inmersa en una intensa batalla por conseguir publicidad ‒y el dinero que la acompaña‒ con otros equipos auxiliares de rescate ortodoxos. Uno de sus rivales principales es un grupo denominado United Hatzalah, que también está exprimiendo el 7 de octubre y la consiguiente campaña de Israel de limpieza étnica en Gaza para recaudar montones de dinero para sus operaciones.

En su propio intento por llamar la atención, el director de United Hatzalah maquinó la atrocidad quizá más absurda que se haya oído hasta ahora.

Mentiras a lo grande en Las Vegas

“Vimos a un bebé en un horno. Esos hijos de puta metían bebés en el horno y lo encendían. Encontramos al crío unas horas después”, declaraba Eli Beer, director de United Hatzalah, el 30 de octubre, recordando la operación de rescate de su organización en el sur de Israel a principios de mes.

Enfundado en el chaleco de seguridad naranja que se ha convertido en el distintivo de los voluntarios de United Hatzalah, Beer se presentó ante un público de sionistas ricos reunidos en Las Vegas, Nevada, para la cumbre anual de la Coalición Judía Republicana (RJC, por sus siglas en inglés). Las charlas se celebraron en el local de siempre, en el Venetian Resort, fundado por su patrocinador principal, el difunto oligarca del Likud Sheldon Adelson. Mientras desembolsaban cientos de millones de dólares en medios de comunicación afines a Netanyahu, Adelson y su mujer, Miriam, consiguieron posicionarse como los mayores donantes particulares de Donald Trump en la campaña presidencial de 2016.

Como despertaba oscuros recuerdos del gaseamiento de judíos en el Holocausto de la Alemania nazi, la estremecedora historia de Beer se convirtió en lo más destacado de la conferencia de la RJC, acaparando los titulares de la prensa amarilla y enloqueciendo de indignación a los líderes de opinión simpatizantes de Israel.


Caroline Glick, la editora furibunda del medio antipalestino Jewish News Service, encabezó el intento de validar las afirmaciones de Beer: “ASARON VIVO A UN BEBÉ JUDÍO en un horno”, berreaba Glick en Twitter/X. “Asesinaron a su padre. Violaron en grupo a su madre, una y otra vez y riéndose todo el rato. Mientras asaban vivo a su bebé en el horno. Los palestinos apoyan a Hamás. AMAN a Hamás. QUE NO HAYA REABASTECIMIENTO. QUE NO HAYA CONCESIONES. QUE NO HAYA PIEDAD”.

John Podhoretz, el editor de la neoconservadora y antaño influyente Commentary Magazine, se hizo eco de las palabras de Glick: “ASARON A UN BEBÉ EN EL HORNO. Repetid una sola vez más alto el fuego, putos amigos macabros de asesinar bebés”, despotricaba en Twitter/X. Los posts de Glick y Podhoretz han sido retuiteados más de 22.000 veces.


Chaim Levinson, periodista israelí del periódico progresista Haaretz, mostraba una opinión más escéptica de la rabieta de Beer. “Como todo buen judío que entiende a los ricos, [Beer] pensó en el dinero y contó una historia que nunca ocurrió sobre un bebé en un horno”, tuiteó Levinson.

En realidad, la historia de Beer fue otro fraude desmentido con un simple hecho: como hemos visto, el único bebé que murió el 7 de octubre fue Mila Cohen, de diez meses, que desgraciadamente falleció de un disparo. Un portavoz de United Hatzalah reconoció públicamente el engaño de Beer el 3 de diciembre y culpó a “un voluntario que pensó que había visto algo así”.

El voluntario seguramente fuese Asher Moskowitz, un miembro de United Hatzalah que asegura haber visto el cadáver quemado del bebé inexistente. Estando en el campamento Shura, la base militar israelí convertida en centro de identificación de víctimas mortales del 7 de octubre, Moskowitz afirmó que vio llegar el cuerpo totalmente calcinado de un bebé de Kfar Aza, un kibutz sin muertes infantiles registradas. “Cogieron al bebé y lo metieron, literalmente, en un horno de cocina”, aseguró el voluntario de United Hatzalah en un testimonio grabado en vídeo.

Según la Agencia Telegráfica Judía, que citaba a Moskowitz, el bebé “llegó en una pequeña bolsa cuyo contenido narraba una historia grotesca: un cuerpecito diminuto, quemado e hinchado, con marcas delatoras de haber estado oprimido contra una resistencia de calor”.

“El cuerpo se había endurecido y, lamentablemente, también parecía haberse hinchado”, indicaba. “Y en realidad, llevaba la mismísima resistencia del horno pegada al cuerpo”.

Por lo tanto, la afirmación de que habían descubierto al bebé en un horno era pura especulación, basada únicamente en el estado del supuesto cadáver, o de las partes de un cuerpo que Moskowitz podría haber visto. Para multitud de consumidores crédulos de medios afines a Israel, la historia terminó aquí.

Sin embargo, la existencia de cuerpos y restos humanos carbonizados como los que Moskowitz afirmaba haber visto señala a un escenario alternativo no menos perturbador: como ha informado The Grayzone, muchos israelíes e infiltrados palestinos quedaron totalmente abrasados en sus vehículos a causa de los misiles Hellfire que dispararon helicópteros israelíes el 7 de octubre, un hecho inquietante que han confirmado una investigación policial y un ciudadano israelí recientemente liberado de su cautiverio en Gaza.

Aunque las declaraciones de Beer y Moskowitz sobre el “bebé asado” fueron desmentidas rotundamente, la plantilla de United Hatzalah sigue encontrando nuevas reuniones de alto nivel en las que verter sus embustes sobre el 7 de octubre.

La líder de Hatzalah se inventa la mutilación y el asesinato de una niña para Jake Tapper, de la CNN

En una entrevista el 1 de noviembre con el presentador de la CNN Jake Tapper, ferviente defensor de Israel, la directora adjunta de operaciones internacionales de emergencia Linor Attias recordaba entre lágrimas el momento en el que descubrió a una familia entera en el kibutz Beeri ‒los dos padres, un niño de seis años y una niña de once años‒ a la que habían atado y disparado como si se tratase de una ejecución.


Sin embargo, no hay ningún niño de seis años registrado entre los muertos en Beeri. Asimismo, solo dos niñas con edades cercanas a los once años murieron en la pequeña comunidad el 7 de octubre: Liel Hetzroni, de doce años, cuya muerte se ha confirmado que fue provocada por obuses israelíes y que murió junto con su hermano mellizo, y Yahel Sharabi, de trece años, que murió en casa con su familia de una manera sorprendentemente parecida a la de Hetzroni. (El cuerpo de Hetzroni estaba tan severamente quemado que tardaron treinta días en identificarla). Queda claro, por lo tanto, que Attias se inventó el relato que le ofreció a Tapper, quien tampoco la cuestionó.

Attias no había acabado con sus historias, de todas formas. Sollozando abiertamente mientras hacía un gesto de tajo en su antebrazo, le contó a Tapper que había descubierto a “una niña pequeña de unos ocho o nueve años a la que le habían cortado la mano por aquí”.



“Se la cortaron sin más”, añadió. “Adiós mano”. Attias dijo que intentó practicarle un torniquete, pero la niña de repente dejó de respirar y murió.

“¿Cuántos años tenía?”, preguntó Tapper.

Hacía un minuto que había dicho que la niña tenía “ocho o nueve años”, pero Attias respondió en esta ocasión que tenía “unos diez. Diez o doce años. No lo sé”.

Pero, como ya hemos explicado, solo hay dos niñas registradas entre los muertos en Beeri dentro del rango de edad que Attias comenta. Y ninguna de las dos murió sola como la del relato de Attias ni en circunstancias remotamente similares.

Dos semanas antes de su aparición en cámara con Tapper, de la CNN, Attias ofreció una entrevista a Jay Ruderman, rico sionista filántropo y ex director adjunto del AIPAC que preside la fundación Ruderman Family. Durante veinte minutos, habló tranquila, sin derramar una lágrima, aportando detalles asépticos de lo que vio el 7 de octubre. Entre ellos había “un caso emotivo” que dijo haber encontrado en una visita al kibutz Beeri, pero misteriosamente no incluía mención alguna de la niña mutilada que se supone que murió en sus brazos.



¿Por qué tardó tres semanas la directora adjunta de United Hatzalah en divulgar la horrorosa muerte que supuestamente presenció? ¿Por qué no han aparecido pruebas fotográficas de la pequeña mutilada por Hamás? ¿Y por qué ha sido ella la única persona que ha mencionado esta muerte espantosa?

Todas las respuestas apuntan a otra invención más sumamente imaginativa de un miembro de una organización que acaba de anunciar la friolera de 49,6 millones de dólares de objetivo de recaudación para financiar a los siete mil voluntarios que supuestamente operan bajo su mando.

Landau, de ZAKA: a los que me cuestionan “habría que matarlos”

De momento, tan solo una minúscula parte de las agencias de noticias que difundieron los múltiples engaños, tergiversaciones y medias verdades de ZAKA y United Hatzalah han emitido rectificaciones. Por su parte, Yossi Landau, de ZAKA, declaró en una entrevista el 3 de diciembre que todo aquel que cuestione sus historias “estará del lado de los terroristas de Hamás y habría que matarlo”.



Mientras Landau le desea la muerte a sus críticos, ZAKA y sus rivales de United Hatzalah siguen embolsándose sumas inauditas provenientes de la diáspora judía.

“Estas cosas cuestan dinero”, comenta Yerach Tucker, asesor de comunicación del cofundador de United Hatzalah, sobre las operaciones de su organización. “Tienen sus costes y requieren donaciones. Aquí es donde la opinión pública y el afán de publicidad entran en juego”.

Max Blumenthal
(Fuente: https://thegrayzone.com/; visto en https://ctxt.es/; traducción de Ana González Hortelano)

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