lunes, 3 de abril de 2023

HAY QUIEN SABE Y CALLA POR COBARDÍA O POR CONVENIENCIA



“El que se mueve no sale en la foto”


Es posible aprender de los políticos profesionales. Por ejemplo, de Alfonso Guerra, político español, diputado por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en el Congreso de los Diputados desde 1977 hasta 2015.

Fue vicepresidente del gobierno de España, del PSOE, desde 1982 a 1991. Tuvo que dimitir por un escándalo de tráfico de influencias de su hermano, Juan Guerra (cuya ex-mujer y denunciante murió oportunamente de una “hemorragia subaracnoidea”).

Alfonso Guerra, en 1982, en un mitin en Jerez, dijo aquello de “No descansaré hasta conseguir que el médico lleve alpargatas”.

Es célebre la sentencia que masculló cuando controlaba el aparato del PSOE: "El que se mueve no sale en la foto".

Era un aviso destinado a quienes sentían la tentación de ejercer de disidentes dentro de su partido: prietas las filas y en orden cerrado, porque quien se sale del bloque monolítico corre el riesgo de quedarse fuera ya para siempre.

“Y fuera hace mucho frío”

Y fuera –otra frase muy repetida por entonces– "hace mucho frío".

Es decir, fuera no hay nada de nada, en el sentido de influencia y poder. Fuera está el vacío, el vacío institucional y político y el vacío de vidas sin brillo (sin el brillo de la política profesional, sin oropeles y prebendas que llega a avergonzar).

No hay que moverse, pues, para salir en la foto y así “estar dentro”, junto al fuego más conveniente.

El control de la narrativa

Hay que censurar para imponer “la verdad”, por ejemplo, el discurso único de la pandemia covid-19. Y, puesto que se quería imponer y se impuso un discurso único, se censuró de verdad y a fondo durante dicha pandemia.

Es decir, se censuró todo medio de comunicación, desde los clásicos como televisión y prensa, a los más modernos como Facebook, Google, Instagram, Twitter, Youtube y Whatsapp. Al principio, parecía conspiranoico pensar algo así, pero los hechos han demostrado cómo se censuró todo pensamiento libre durante la pandemia, cercenando la libertad de expresión.

https://www.amnesty.org/es/latest/news/2021/10/covid-19-global-attack-on-freedom-of-expression-is-having-a-dangerous-impact-on-public-health-crisis/

https://diario16.com/twitter-pone-fin-a-la-censura-sobre-covid-19/

https://davidzweig.substack.com/p/biden-white-house-pressured-meta?sd=pf

Censura, que nada quede

Se censuró tanto lo que era falso como lo que era cierto si no iba en el sentido del discurso único, de que el virus era de procedencia animal, que la vacuna era la única solución, pues protegía a propios y extraños, que el aislamiento social era imprescindible incluso en su versión brutal del confinamiento, que las mascarillas eran señal de compromiso con la comunidad (y eficaces), que los “pasaportes covid” harían la convivencia segura, etc.


“Cree en la ciencia, lo dicen los expertos”


El lema era “cree en la ciencia, lo dicen los expertos”, por más que no hubiera ciencia ni los expertos lo fueran. Creer en la ciencia fue muy productivo para políticos profesionales, negociantes y ladrones. Así, con las medidas contra la pandemia se logró incrementar la riqueza de los más ricos y la pobreza de los más pobres.

https://www.eldiario.es/economia/desigualdad-ricos-pobres-aumento-espana-2021-ultimos-13-anos_1_9624220.html

Por ejemplo, los políticos profesionales de la Unión Europea se aprovecharon de la situación para firmar secretos contratos millonarios para la compra de 4.600 millones de dosis de vacunas covid-19 (la Unión Europea tiene 450 millones de habitantes). El despilfarro es tal que España adquirió 214 millones de dosis, los últimos 44 millones para una dosis de recuerdo en población de riesgo, apenas unos 12 millones de personas.

https://www.eldiario.es/sociedad/exceso-vacunas-espana-44-millones-dosis-adaptadas-omicron-12-millones-personas_1_9577213.html

No es extraño que Pfizer, empresa farmacéutica productora de una de las vacunas covid, haya tenido 29.000 millones de euros de beneficios en 2022 (y 20.000 en 2021).

https://www.europapress.es/economia/noticia-pfizer-gana-28891-millones-euros-2022-427-mas-20230131173733.html

Sin olvidar, claro, que la vacuna covid19 es una vacuna fallida que no impide ni la infección ni la transmisión, que no produce inmunidad de grupo y que en los ensayos clínicos publicados no disminuyó las muertes, a costa de producir graves efectos adversos (con más hospitalizaciones por dichos daños que por la propia enfermedad). Todo ello sin poder tener acceso a todos los datos brutos originales pues la ausencia de transparencia es la norma.

https://www.bmj.com/content/376/bmj.o102

https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0264410X22010283

https://www.espaciosanitario.com/opinion/el-mirador/duo-indecente-recuerdo-vacuna-covid19-mas-vacuna-gripe_1611858_102.html

https://www.scientificfreedom.dk/2023/03/22/serious-harms-of-the-covid-19-vaccines-a-systematic-review/

¿Consenso científico?


Creer en la ciencia es la última frase que diría un científico, pues la ciencia por esencia está siempre expuesta a la crítica y la mejora. Pero la aureola científica de las decisiones políticas se adornó con el “consenso científico”.

Se logró un consenso científico artificial mediante la censura de toda disidencia, con las sabidas y veladas advertencias de que “el que se mueva no sale en la foto” y “fuera hace mucho frío”. A su vez, los medios de comunicación fueron forzados, y encontraron refugio, para dar voz solo a dicho consenso, y a la ciencia y los expertos que lo promovían.

Hubo valientes

No todo fue cobardía y adaptación para salir en la foto y no pasar frío. Conviene recordar que hubo valiente resistencia, que pese a todo hubo discrepancia, personas condenadas por ello al ostracismo y al descrédito, como Alan Cassels, Peter Doshi, David Healy, Tom Jefferson, Juan Erviti, Peter C. Gøtzsche, Iona Heath, Carl Heneghan, John Ioannidis, Juan Irigoyen, Claudina Michael-Teitelbaum, Sergio Minué, Joan Ramón Laporte, Vinay Prasad y Allyson Pollock. También Martin Kulldorff, Sunetra Gupta y Jay Bhattacharya, los promotores de la Declaración de Great Barrington, que planteó una aproximación científica no mercantil que hubiera evitado millones de muertos por covid-19.


https://www.espaciosanitario.com/opinion/el-mirador/glosario-enciclopedico-pandemia-covid19-catalogo-palabras-expresiones-comentadas_2001691_102.html

Los que sabían, ¿por qué callaron?

En España, y en el mundo, hay miles de científicos cualificados que hubieran apoyado la postura del Anders Tegnell, epidemiólogo jefe de la Agencia de Salud Pública de Suecia. Una postura basada en la mejor ciencia y en la solidaridad y en los planes de contingencia para situaciones pandémicas. ¿Por qué no lo hicieron? Porque exigía mucha valentía discrepar, ya que ello conllevaba “moverse” en la foto y ser condenado a estar “fuera”. Es decir, conllevaba el ostracismo y el descrédito, la exclusión de posiciones académicas y toda una serie de inconveniencias que se evitaban con el simple silencio.

Callaron por cobardía y por conveniencia.

¿Y ahora, qué?

Ahora que los políticos profesionales, negociantes y ladrones han aprendido la lección de que se pueden crear convenientes consensos “según la ciencia y los expertos”, los científicos cualificados también han aprendido que vale la pena estar callados. Han aprendido que es bueno y conveniente el silencio que se premia con oropeles y prebendas.

Como la corrupción, que, de la política profesional y el mundo empresarial, acaba pasando a toda la sociedad, el silencio cómplice de quienes saben acaba pasando a todos los ámbitos en que es imprescindible la discrepancia científica, como por ejemplo la Ley Trans.

Síntesis

La cobardía y conveniencia de quienes saben pudren a la sociedad y acaban produciendo daños irreparables, como bien demuestra la pandemia covid-19.


No seas cobarde, si sabes defiende con amabilidad y firmeza lo que sabes, aunque te sea muy “inconveniente”.

Juan Gervás
(Visto en https://www.espaciosanitario.com/)

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