domingo, 6 de marzo de 2022

"ANTIVACUNAS" Y "NEGACIONISTAS"



En el escaso año de experiencia con estos fármacos experimentales de ARNm hemos ido comprobando lo que los ensayos clínicos apuntaban, es decir, que no evitan la transmisión ni el contagio y tampoco reducen la mortalidad y los casos graves (descartados después de los ensayos clínicos sin justificación) por lo que de momento nos tenemos que quedar con la tan repetida como ambigua frase: “evitan que los síntomas sean más graves”. Cualquiera puede deducir que por muy grave que sea un síntoma, siempre se puede afirmar que se ha evitado que fuera aún más grave. Un bucle del que solo podríamos salir bien parados con unos buenos datos en la reducción de la mortalidad.

Peter Doshi, editor del British Medical Journal (BMJ), ya denunciaba en un editorial que la pregonada (y lucrativa,dicho sea de paso) eficacia del 95%, estaba falseada por lo que estaríamos hablando de una reducción de riesgo relativo del 19%, (lo que equivale a 0.84% de eficacia absoluta) muy por debajo del umbral de efectividad del 50%, requisito insoslayable para poder optar a ser autorizada por los reguladores, también explicaba que no se podía esperar una reducción significativa de muertes, todavía no hay evidencia científica de que las vacunas covid-19 hayan salvado una sola vida. De hecho, en base a los ensayos clínicos de Pfizer y Moderna que se conocen hasta ahora, se podría afirmar exactamente lo contrario.

Con asombro descubrimos ahora, la inmunidad natural, en esta publicación reciente (7 de febrero 2022) en The Lancet Rheumatology, escrita por McGonagle.

El artículo denuncia la vacunación obligatoria que muchos países, como Inglaterra, impusieron a los trabajadores de la salud, donde aquellos médicos y enfermeras que no deseaban vacunarse se enfrentaron a despidos injustificados de sus puestos de trabajo. En el artículo plantea que para virus de ARN de una sola cadena, como el virus de la gripe y también SARS-CoV-2, la inmunidad generada de forma natural provee de mejor protección que la vacunación, ahora puede parecer trivial pero esto se negó al principio de la vacunación.

Los individuos expuestos a la infección natural también eran menos dados de ser admitidos al hospital. Por último, aborda el concepto de «inmunidad híbrida» que se obtiene de la infección más la vacunación al «incrementar los niveles de anticuerpos y de linfocitos T (un concepto absolutamente inventado, que carece de ningún estudio de largo plazo que muestre una correlación clínicamente relevante) en la misma línea de lo que explicaba Peter doshi en su editorial, presencia de anticuerpos no implica inmunidad. Afortunadamente, el gobierno de Inglaterra está considerando ahora eliminar estos despidos.

Por todo ello, en el artículo anterior ya afirmábamos que “Las inyecciones de ARN no vacunan”, pero lo cierto es que la realidad nos devora. Llevamos meses observando un nuevo giro de tuerca; un fenómeno que se ha dado en llamar de mil maneras: eficacia negativa, inmunidad negativa, anti-inmunidad, inmunodeficiencia. Es un concepto escurridizo que no expresa bien de lo que estamos hablando: de antivacunas.

Datos de eficacia negativa


Esta sección en otro contexto se podría omitir pero desgraciadamente vemos cómo en los medios aparece el experto de cabecera hablando de que simplemente se ha detectado una cierta “pérdida de efectividad”. Antes estos datos ahora se afirma que el análisis del número de casos está fuera de contexto y que tiene una eficacia mucho mayor contra las hospitalizaciones y las muertes, que es realmente la clave. Quizás seamos unos ilusos por esperar algo de inmunidad o protección de un producto que llaman “vacuna”.

Es importante darse cuenta de que no se trata de vacunas que no funcionen o que pierdan su eficacia. Si las vacunas simplemente no funcionaran, su eficacia sería similar a la eficacia de los sistemas inmunitarios no vacunados, y las nuevas infecciones se distribuirían proporcionalmente entre toda la población, pero la realidad es que no está sucediendo esto, sino exactamente lo contrario. Son las personas inoculadas las más propensas a infectarse, y según dicen los datos, el efecto se incrementa en cada dosis. Si hubiese 1000 nuevos casos en un contexto de eficacia nula, es decir, de igualdad de condiciones, en una población vacunada al 90%, se darían 900 nuevos casos en los vacunados y otros 100 en el resto. La realidad de los datos nos demuestra que en muchos países no solo se están dando menos de 100 se están dando hasta solamente entre 10 o 15 casos en ese grupo.


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Antes de Ómicron, a finales de octubre, The Lancet Infectious Diseases publicaba que “la eficacia de las vacunas, en reducir la transmisión, es mínima en el contexto de la variante delta”. En términos similares este otro macro estudio sueco publicado en The Lancet concluía que las vacunas de Pfizer y Astrazeneca (82% de las dosis administradas en España) no tenían “ninguna eficacia”. En diciembre se han realizado más estudios que han encontrado una eficacia negativa confirmada después en todos los países, los repasamos brevemente:

1.- Dinamarca

Fueron los primeros en hablar de eficacia negativa. Este estudio, publicado el 23 de diciembre, analiza las infecciones positivas en Dinamarca para determinar el porcentaje de Ómicron, los investigadores descubrieron una eficacia de la vacuna contra la variante Omicron de -76,5% para Pfizer, y -39,3% para Moderna a partir de los 3 meses de la inoculación. Dicho de otro modo, la variante infecta principalmente a las personas vacunadas, en mayor medida a las personas que han sido vacunadas con tres dosis.

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Extrapolando estos datos, si a los 60 días la protección es cercana a cero, para mantener la protección sería necesario vacunarse cada 30 días.

Este otro estudio con dos grupos de control, también se evidencia eficacia negativa.


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2.- Reino Unido

Los datos disponibles de la Agencia de Seguridad de la Salud del Reino Unido muestran que las inyecciones de Covid están teniendo una eficacia negativa en todos los mayores de 30 años, y una eficacia de hasta -100% en la edad de 40 y 69. Una eficacia del fármaco de -100% significa que las sucesivas inoculaciones han desactivado totalmente su respuesta inmune al Covid-19

En el mismo informe de vigilancia de vacunas de la semana 42 publicado por el UKHSA se afirma lo siguiente: “Los niveles de anticuerpos (N) parecen ser más bajos en las personas que adquieren la infección después de 2 dosis de vacunación”. Este dato se confirmó en posteriores estudios realizados en otros países.

Para “incentivar” la vacunación se nos ha contado que lo más importante son los anticuerpos S y no los N, cuando es justo lo contrario.


En esta imagen se puede visualizar S, N, M y E. Lo que esto significa es que las llamadas “vacunas Covid-19” interfieren con la capacidad del sistema inmunológico de producir anticuerpos N, encargados de la respuesta contra la nucleocápside que es la cáscara del virus, y una parte crucial de la respuesta del sistema inmunológico.

Las personas vacunadas no parecen producir anticuerpos contra la proteína de la nucleocápside (N), la cubierta del virus, que son una parte crucial de la respuesta en las personas no vacunadas. Las vacunas interfieren con el desarrollo de una inmunidad robusta a largo plazo después de la infección.

Cuando nos infectamos de forma natural, generamos respuestas eficientes y de larga duración contra muchos otros fragmentos de proteínas, no solamente contra S, a diferencia de lo que ocurre con la inmunidad que generan las vacunas de ARNm (Pfizer/BioNTech, Moderna), las vectorizadas (Astrazeneca, Cansino, Janssen) y las subunitarias proteicas (Abdala, Soberana, Novavax).

Aunque las sucesivas variantes hayan desarrollado mutaciones en la S, las otras proteínas del virus (nucleocápside, matriz, envoltura, ARN polimerasa), prácticamente no acumulan mutaciones, porque de hacerlo, afectaría su normal funcionamiento y su habilidad de replicar. Por ello, las personas que cuentan con inmunidad natural están bien protegidas contra las diferentes variantes del virus SARS-CoV-2, y los vacunados sin embargo, no.

3.- Escocia

Los datos oficiales de Public Health Scotland muestran que las muertes entre los triplemente vacunados aumentaron en un 495% en enero y los vacunados representaron 4 de cada 5 casos, hospitalizaciones y muertes de Covid desde diciembre. La población vacunada representó el 86% de los casos de covid-19, el 80% de las hospitalizaciones y el 84% de las muertes. La campaña de refuerzo ha sido un fracaso porque el porcentaje de casos, hospitalizaciones y muertes ha disminuido en la población no vacunada mientras que se ha incrementado notablemente en la población triplemente vacunada.


A raíz de estos malos datos, ”El Ministerio de Sanidad de Escocia ha decidido “dejar de publicar estadísticas de hospitalizaciones y muertes por covid desglosadas por estado de vacunación, para evitar que los antivacunas los malinterpreten”. Nos piden centrarnos en hospitalizaciones y muertes y no tanto en el número de casos, a partir de ahora se darán los datos categorizados en sus comorbilidades subyacentes.

¿Alguien piensa que los datos de las dos columnas de hospitalizaciones y muertes al desglosarlos en varias categorías más, serán mejores?. Desde aquí les advertimos que tengan precaución en desagrupar los datos en exceso, no sea que comprueben que en grupos con comorbilidades o pacientes de riesgo el dato no mejore, pero si lo haga en el de los pacientes sanos o de muy bajo riesgo.

4.- Canada

https://web.archive.org/web/20220114005412/https://www.alberta.ca/stats/covid-19-alberta-statistics.htm#vaccine-outcomes

Número de casos:

Un gran pico en el período de aproximadamente 0-14 días después de la primera vacunación y después de aproximadamente 6 meses de la segunda vacunación. Como nos piden no analizar el número de casos, pasemos al de hospitalizaciones y muertes.


Hospitalizaciones:

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El mismo patrón.

Muertes:

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El mismo patrón.

5.- España


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Se vuelve a repetir el mismo patrón. Habría que añadir enfermos, ingresos en UCI y defunciones de personas vacunadas sin pauta completa, ya que éstos no contabilizan como fallecidos vacunados. Por lo que, el porcentaje de no vacunados sería aún más bajo del reflejado.

Manipular los datos es contar como no vacunado a todo aquel que no haya pasado un periodo de 14 días de la inoculación de la segunda dosis y también a todos los que no tienen la pauta completa (solo una dosis).

Esto significa que si das positivo, eres hospitalizado y/o falleces en estos 14 días post segunda dosis, esa muerte se cuenta como la de un “no vacunado”, inflando así los datos de ese grupo. El grupo de control (no vacunados) y un mínimo de ética es algo que se llevó por delante esta pandemia.

Esta praxis no se restringe a España. Es un modus operandi que se repite en todos los países y supone la piedra angular que permite publicar titulares del estilo: “Estar vacunado reduce 5 veces la probabilidad de ser ingresado”. Sirva de ejemplo este caso en el estado de Alberta en el que se llega a incluir en el grupo erróneo el 40% de casos, 48% de hospitalizaciones y 56% de muertes. Esto hace imposible hacer un seguimiento de la eficacia real de los productos, y lo que es más grave, miles de muertes no relacionadas con covid posteriores a las ‘vacunas’ están siendo clasificadas deliberadamente como muertes de no vacunados.

Según los datos de Sanidad en España, en valores totales o absolutos (sin el efecto estadístico de tasas relativas): 3 de cada 4 muertos por covid desde otoño estaban perfectamente vacunados (entre el 72% y el 80%). El clamoroso silencio sobre este dato nos hace perder como sociedad la noción de la realidad. A modo de verificación simplemente preguntarle a conocidos, si creen que la vacunación este año ha evitado más muertes que en el 2020.

Los datos oficiales de muertes:

2020: 1,8 millones de muertos (cepa más virulenta, sin vacunas)

2021: 3,6 millones de muertos (el doble que en 2020)

2022: ¿4ª y 5ª dosis?. Ensayos clínicos en marcha con 3 dosis en bebés de 0 a 5 años.

Estos resultados eran el elefante en la habitación hasta la reciente comparecencia de Joan-Ramon Laporte en el Congreso, donde simplemente dijo lo que que son unos malos datos, también para el caso de muertes. Este señor es el artífice de la puesta en marcha del sistema de farmacovigilancia en España, y fue su director hasta la creación de la Agencia Española del Medicamento. Además, también fue Presidente del Grupo para Medicamentos Esenciales de la OMS, asesor externo de la Agencia Europea de Medicamentos, fundador de la European Association of Clinical Pharmacology and Therapeutics y un largo etcétera, en la nueva normalidad este es el perfil de un negacionista según los medios. Entre sus logros en su campo, se encuentra el haber conseguido retirar del mercado el Rofecoxib, medicamento estrella de Merck, que demostró multiplicar por dos el riesgo de sufrir infarto entre sus usuarios. Esta retirada del producto le valió al señor Laporte recibir una demanda contra él, que finalmente acabó ganando.

En su intervención explica minuciosamente el fracaso de las vacunas (con cifras oficiales) y como tampoco han evitado más muertes, el supuesto último beneficio que se les quiere otorgar. El vídeo de su comparecencia se ha eliminado y censurado en los principales medios de comunicación.

Como era de esperar, los medios se lanzaron a su yugular de manera inmediata. Incluso el propio partido del gobierno que fue quien lo invitó hizo ostensible su desagrado por su intervención.

Lo más suave que le han llamado es “negacionista o antivacunas”, después el gobierno se ha desligado de las declaraciones manifestando literalmente que las vacunas, “se diga lo que se diga, están funcionando”. Pero esta “vacunolatría”, o “tecnolatría” que diría el señor Laporte, ni es espontánea ni elegida; siempre es complicado gestionar los fracasos y más aún los que llevan la mochila de tantas muertes asociadas a ellos.

La pinza negacionista que padecemos los ciudadanos, entre los medios y nuestros dirigentes, nos conduce a un preocupante escenario de realidades paralelas donde no cabe el error y todo funciona según lo previsto, donde nunca habrá una cantidad suficiente de muertes, infartos en jóvenes y deportistas o cualquier otro suceso que nos forzase a realizar cualquier cambio sustancial.

Como bien comentó Laporte en su intervención, estas "vacunas" de ARNm tienen el triste récord de ser el medicamento más dañino fabricado hasta hoy, la base de datos oficial de VAERS indica que las «vacunas» COVID han lesionado a 30 veces más personas y matado a 60 veces más personas que la suma de todos los daños producidas por TODAS LAS VACUNAS inoculadas en los últimos 30 años. Una imagen vale más que mil palabras:


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Naturalmente hay un porcentaje de casos en los que no existe relación de causalidad, pero está bien documentado que históricamente VAERS ha infravalorado en orden de magnitud, la incidencia total de efectos adversos en un factor 44 veces menor. Por lo que 400.000 muertes sería la cifra real por las vacunas en Estados Unidos. Si esto no es inusual, ¿qué lo es?.

Si eres uno a los que le chocan estas cifras, deberías entender que pase lo que pase “las vacunas están funcionando” y en todo caso siempre “hubiera sido peor” (da igual cuando leas esto).

Apelar a una realidad alternativa, siempre peor y sobre todo intangible solo habla de la incomodidad de los datos. Es urgente dejar de vivir en realidades paralelas y hacernos responsables del dolor, muerte y sufrimiento de la realidad en la que todos vivimos.


No cabe esperar ni a corto, ni a medio plazo, ver a nadie asumir explícitamente el fracaso: Exoneradas las farmacéuticas de toda responsabilidad hasta el 2075 por contrato, nos quedaría encomendarnos a la EMA o a la FDA, apelando a su función primigenia, pero en la práctica no pasan de ser meros lobbies de las propias farmacéuticas, cuyo máximo logro hasta la fecha ha sido el de forzar la dimisión de alguno de sus miembros por conflicto de intereses. Tampoco cabe esperar gran diligencia de los propios organismos sanitarios nacionales, sin ir mucho más lejos todavía queda en el recuerdo como se gestionó la anterior pandemia (gripe A). Se tenían evidencias en estudios publicados por pares, de que el Tamiflu causaba graves trastornos mentales, en particular esquizofrenia, y no por ello se retiró en el momento. Simplemente se dejó pasar tiempo hasta anunciar que los lotes habían caducado o bien que había otros tratamientos más efectivos. Los afectados por sus efectos siguen esperando.

Con la misma impunidad no esperemos que los próximos ensayos clínicos den prioridad a la vida ni a la salud por encima de los beneficios. Porque no es necesario recopilar más muertes para demostrar causalidad (aquí un análisis bayesiano en 145 países que debería estar abriendo portadas en todos los periódicos de tirada nacional, en el que se demuestra causalidad y no mera correlación), como tampoco es tiempo ya, de otros 1000 estudios que demuestren que las inyecciones Covid no son ni seguras ni eficientes. Estos productos son un fraude y debieron retirarse con las primeras muertes registradas, es hora de depurar la cadena de responsabilidades. Como explicó Laporte en su intervención es urgente modificar la legislación europea en materia de farmacovigilancia. No podemos seguir tolerando que sean las compañías farmacéuticas las que diriman la seguridad y eficacia de sus propios productos. En este sentido, sirva de ejemplo lo que ocurrió cuando Pfizer intentó aprobar su fármaco en India, donde se vio obligada a retirar su solicitud de autorización de uso de emergencia de su vacuna, después de que el organismo regulador del país exigiera llevar a cabo un estudio local específico sobre inmunidad y seguridad. Dicho de otro modo: sin fraude no hay autorización posible.

En definitiva, la inmunidad negativa se traduce en una desactivación del sistema inmune siendo este efecto muy notable en las siguientes semanas a la inoculación. Los vacunados sufren un debilitamiento de los glóbulos blancos y reducción de las células T-CD8+, una clase de inmunodeficiencia adquirida (SIDA) de la que todavía no se conoce su duración ni su alcance y lo que es más preocupante, aumenta el efecto a cada nueva dosis. Ahora se están empezando a publicar estudios científicos sobre los mecanismos por los que la proteína S de las terapias génicas de ARNm debilitarían el sistema inmune. Se ha comprobado que están activando vías de señalización celular de forma artificial, lo que puede causar una grave desprogramación del sistema inmunológico natural, y también induce un profundo deterioro en la señalización del interferón tipo I, lo que explicaría el aumento de cáncer y otras enfermedades inmunes meses después de la inoculación.


https://www.cell.com/cell/fulltext/S0092-8674(22)00076-9#relatedArticles

https://www.medrxiv.org/content/10.1101/2021.05.03.21256520v1

https://www.authorea.com/users/455597/articles/552937-innate-immune-suppression-by-sars-cov-2-mrna-vaccinations-the-role-of-g-quadruplexes-exosomes-and-micrornas

Esto da en las líneas de flotación de las políticas de una vacunación masiva que ha provocado un cambio de timón en las recomendaciones de la agencia europea del medicamento (EMA), ahora nos advierte que “las inyecciones frecuentes de refuerzo pueden afectar negativamente al sistema inmunitario”. La sucesión de noticias en estos días, donde los actores principales saltan del barco, debería servir de aviso a navegantes. El jefe del Departamento de Inmunología de la Universidad de Tel Aviv lo resumía así en una carta abierta: “Es hora de admitir el fracaso”.

Y respecto, al incremento de infartos y miocarditis en jóvenes y deportistas (los nietos están teniendo el doble casos que sus abuelos), Pfizer pidió más tiempo para contestar a esta pregunta en el informe presentado a la FDA para la aprobación de la vacuna para niños (página 11, párrafo 3), donde afirman “necesitar 5 años para estudiar los riesgos de miocarditis en los niños, ya que el ensayo clínico realizado es demasiado pequeño para poder detectar riesgos”. En noviembre la EMA les respondió como no podría ser de otra forma con una autorización exprés. Recordemos que en ese momento los niños perdieron la categoría de “niños”, y pasaron a ser «vectores de transmisión», así es como el ministro de sanidad se atrevió a referirse a ellos, pasaban a ser el foco de la pandemia y los responsables del contagio de sus abuelos (vacunados).

Nunca antes se había forzado a la ciudadanía a convertirse en ratas de laboratorio por una vacuna 5 años antes de obtener unos estudios clínicos sólidos basados en las pruebas adecuadas, violando además los principios básicos del consentimiento informado. La evidencia médica y científica sobre la eficacia y seguridad de la vacuna no respaldan ni la obligatoriedad de su uso para nadie, especialmente para niños sanos. Suecia fue el primer país en decirlo, luego le siguieron Dinamarca e Inglaterra. A España, como es natural, ni se la espera. En pocas palabras, en grupos de nulo riesgo como son los niños, la vacuna matará a más individuos de los que se pretendía salvar, como ya reflejan los datos oficiales hasta 31 de Octubre del ONS (Office of National Statistics), homóloga en Reino Unido de nuestro INE, donde se ha registrado que para esa franja de edad y periodo de tiempo por cada niño que ha muerto sin vacunar han muerto otros 52 vacunados, como ya anticipó este estudio publicado en julio del 2021.


En definitiva hace falta más tiempo, más ciencia, pero sobre todo más valor para dejar de ser meros títeres al son de las farmacéuticas. Mientras tanto, permanecemos a la espera de los pregonados beneficios de estas “vacunas” de ARNm. Lo que sí hemos podido comprobar tristemente son los riesgos. Gracias al esfuerzo de ciudadanos anónimos es posible hacer seguimiento de casos sin filtrar en esta sencilla página de testimonios. ¿Son pocos? ¿Son leves?. Sacad vuestras propias conclusiones …

(Visto en https://diario16.com/)

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