martes, 19 de abril de 2022
LOS MASCARILLEROS
Ninguna empresa puede obligar a sus empleados a usar un elemento que impide que el oxígeno llegue a sus cerebros, dificulte su respiración y les cause problemas cognitivos sin presentar al menos estudios científicos contrastados de que ello supone un aumento de la seguridad del empleado en algún sentido que compense lo anterior.
Dado que eso estudios NO EXISTEN, no puede ser la arbitrariedad y el miedo de unos pocos los que obliguen a todos a respirar su propio CO2, reciclar su aliento y alterar su microbiota bucal, nasal y traqueal.
El uso de mascarillas durante horas causa diversas patologías bien descritas; en ellas se acumulan y proliferan microbios de forma antinatural que después entran al sistema respiratorio causando graves problemas por bacterias, hongos y cambios en las condiciones de acidez.
Nuestras boca y nariz son la entrada del sistema respiratorio en contacto con el exterior, por eso están dotadas de sistemas increíbles para evitar invasiones indebidas.
Desde la lisozima de la saliva hasta la mucosidad y filtros de las fosas nasales. Todos esos tractos disponen de su propio equilibrio microbiológico que es alterado cuando se los somete durante muchas horas, cada día, durante años, a unas condiciones físico químicas alteradas por ponerse un filtro de café obliterando la entrada y salida de los gases venenosos que exhalamos en cada aliento.
La mascarilla que necesitamos la llevamos puesta al nacer; como el sistema inmune, va de serie, es gratis y muy efectiva.
Ningún papel chino lleno de fibras es comparable.
Cuando usted se pone un papel higiénico frente a la nariz muchas horas no permite a los gases de desecho de su respiración irse lejos de su siguiente inspiración, se los vuelve a tragar una y otra vez.
Pero sobre todo, lo hace usted por puro masoquismo, pues no sirve para nada. Los cirujanos no se las ponen para no contagiarse del paciente, se las colocan para que no caiga su saliva, pelis, escamas de la piel o cualquier otra partícula sobre los cuerpos abiertos que tienen debajo. Por tanto ese ejemplo es ridículo.
Las mascarillas actúan como cazamariposas diminutos que acumulan microorganismos de las manos y el ambiente y los ponen justo delante de nariz y boca obligando al individuo a inhalarlos de manera anti natural.
Observen cómo la gente toca puertas de baños (y lo otro), teclados, mesas, ascensores mientras una y otra vez se las tocan y reajustan realizando un cultivo de microbios cada minuto durante todo el día. En cuatro horas con calor y humedad todos los microbios crecen en colonias que usted degustará, llegando a la noche con su tracto superior obligado a combatir contra un asedio permanente de criaturas que no deberían estar ahí.
Lo que no puede ser es que dos empleados con problemas de hipocondría influyan en la decisión de los jefes que, curándose en salud (y nunca peor dicho) obliguen a todos mientras ellos, en su despacho y planta no las usan.
Una vez más es el imperio de los más tontos, cobardes y desinformados.
Las mascarillas nunca sirvieron para nada, todos los estudios lo corroboran.
Los mascarilleros padecen un problema psicológico serio, están invadidos por una psicosis autodestructiva de miedo agorafóbico que pretenden, indignados, imponer a los que están sanos.
El hipocondríaco covidicio es alguien muy pesado que vive en el terror permanente y cuyo principal motivo al levantarse cada día es quejarse y atacar a su entorno.
Necesitan ayuda, pero no deben condicionar las vidas de otros ni su derecho a respirar ni a la salud.
Es igual de absurdo que si los fumadores quisieran obligar a todos a fumar solo porque a ellos les tranquiliza.
Que salgan a la calle y se pongan la mascarilla un rato para calmar su ansiedad mientras charlan entre ellos de sus miocarditis e infartos a los que han sobrevivido gracias a estar poliinoculados.
A partir de mañana vuelve a ser fácil detectar quiénes a nuestro alrededor tienen un problema psicológico grave.
Fernando López Mirones
(https://t.me/elaullido)
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