jueves, 7 de abril de 2022

DAÑO CARDÍACO POST-VACUNAL EN ADOLESCENTES



De niña, mi padre me leía El Principito (Antoine de Saint-Exupéry). Tal vez por eso siempre ha tenido mucha relevancia en mi vida ese libro y sus personajes: ese zorro que se dejó domesticar, la rosa, el contador compulsivo, y sobre todo, el principito, quien (ahora entiendo lo que antes solo intuía) contenía en esa mente y alma de niño mucha más sabiduría que la que otorgan los títulos académicos y la edad. Una frase, bastante conocida, por cierto, resuena hoy en mí luego de haber leído un artículo que acaba de ser publicado en la revista Journal of Pediatrics y que describiré a continuación. ¿La frase? "Es solo con el corazón que uno puede ver realmente; lo esencial es invisible a los ojos".

Tal vez se preguntarán, y con justa razón, ¿qué tiene que ver la frase del Principito con algo que leí en una revista médico-científica sobre pediatría? Pues ... resulta que el artículo, escrito por Jenna Schauer (de la Universidad de Washington) y colaboradores se centra precisamente en el corazón y habla de aquello que está siendo evidente (aunque los ojos no lo puedan -o quieran- ver): la persistencia del daño cardíaco en adolescentes y jóvenes vacunados.

El corazón; ese órgano tan usado (en ocasiones hasta el cansancio en poemas y canciones), ese músculo con actividad eléctrica tan fascinante y tan indispensable para la vida, está siendo dañado por las vacunas COVID-19 de ARNm que reciben los niños y adolescentes. No en todos, por supuesto, pero sí está ocurriendo. La miocarditis como evento adverso a la vacunación COVID-19 en adolescentes fue reportada desde hace meses, y los mecanismos se han explicado en profundidad. Sin embargo, no se sabía si durarían los efectos. De hecho, algunos médicos -prestos y obedientes- han declarado que no hay que preocuparse porque se trata de "miocarditis leve". En realidad, ese es un término tan ficticio como muchos otros que se han vuelto casi un credo en estos años tan turbios, pero otro día hablaremos de estos. ¡Volvamos al corazón!

No hay miocarditis leve, porque si mueren las células del músculo cardíaco (por daño inducido o por muerte celular programada) no se regeneran. Tal vez los médicos que proclaman esta falacia o enunciado ficticio lo hagan porque aunque los pacientes afectados típicamente exhiben dolor del pecho y niveles sanguíneos de troponina elevada durante los días posteriores a la vacuna COVID-19 de ARNm, usualmente tienen estabilidad hemodinámica y sus biomarcadores cardíacos se estabilizan en pocos días (por ejemplo, ver: https://doi.org/10.1016/j.jpeds.2021.12.025). Sin embargo, quienes hablan de la "miocarditis leve", omiten (¿o tal vez no lo saben?) que los estudios de resonancia magnética temprana frecuentemente revelan anomalías cardíacas.

El problema de las miocarditis es que el espacio que ocupaban las células cardíacas que ahora están muertas es reemplazado por tejido fibrótico. No hace falta ser cardiólogo para comprender lo obvio: si la función del corazón depende de su habilidad para contraerse y bombear la sangre con la fuerza requerida, y si esta habilidad depende a su vez de la integridad de las fibras musculares que lo componen, entonces el reemplazar células musculares con tejido fibroso no es idóneo. Puede que esa miocarditis no se manifieste clínicamente, pero cuando incrementa el gasto cardíaco (es decir, el volumen de sangre que es bombeado a partir de un ventrículo por minuto; https://fisiologia.facmed.unam.mx/index.php/gasto-cardiaco/) como ocurre durante un ejercicio aeróbico demandante (digamos, fútbol, ciclismo, básquetbol, atletismo o ... tenis), entonces el corazón, que ahora tiene zonas de fibrosis, no puede cumplir con la demanda de oxígeno del cuerpo.

Lo que no se sabía, hasta hace tres días en que fue publicado el estudio arriba mencionado (25 de marzo, 2022) es que el daño cardíaco inducido por la vacuna en adolescentes y jóvenes sigue presente más de cuatro meses después de haber recibido la vacuna. En el artículo de Schauer y colaboradores reportan series de casos sobre la evolución de la resonancia magnética cardíaca en comparación con la etapa inicial del padecimiento en hombres jóvenes que tuvieron miocarditis y miopericarditis posterior a la vacuna COVID-19.

Aunque es un estudio con relativamente pocos pacientes (hombres de 12 a 17 años de edad que habían tenido miocarditis/miopericarditis de 3 a 8 días posteriores a la recepción de la vacuna de ARNm), encontraron que el 68% de los adolescentes vacunados seguía teniendo anomalías radiológicas (%LGE, que es un indicador importante de daño cardíaco y fibrosis, además de indicar mal pronóstico del cuadro), además de acortamiento de las fibras musculares (%GLS).


Los autores reconocen las limitaciones de su estudio, e indican que repetirán el estudio en personas vacunadas un año después de haber recibido la vacuna para comprender la relevancia de estos hallazgos. Indican también que el Centro de Control de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) de los Estados Unidos ha indicado que aunque el riesgo absoluto de miopericarditis a consecuencia de la vacuna de ARNm es pequeño, el riesgo relativo es más alto para hombres de 12 a 39 años de edad, lo que ha llevado a proponer cambios en los tiempos entre dosis (recuerden que cuando se comenzaron a aplicar estas vacunas, los médicos y las autoridades hablaban de ellas como si se supiera todo lo que había que saber. Por eso eran frecuentes los comentarios al estilo de "no importa si te ponen un tipo de vacuna y la siguiente dosis es de otra", o, lo que es lo mismo, "vivan los cócteles" y "no importa si ya te aplicaron tal vacuna y quieres otra, porque con la que te pusieron no te dejan viajar, mejor estar más protegido". Sin embargo, resulta que no era así; ni siquiera tenían información sobre el riesgo que representaba el esquema de las dosis).

Los autores cierran el artículo diciendo que se requieren más estudios, sobre todo estudios que comparen datos de diferentes centros médicos, para poder determinar la relevancia de estas anomalías persistentes, pero, en palabras del Dr. Peter McCullough, médico internista, cardiólogo y epidemiólgo: "este estudio confirma los peores miedos de los cardiólogos para [sus pacientes] adolescentes y jóvenes".


En medio de estos resultados, en medio de los hallazgos de la ciencia que, cuando es verdadera no se calla, siguen clamando algunos médicos (y dentistas) por que se vacune a los niños. La empresa Moderna está solicitando a la FDA el que se vacune (con su producto de ARNm) a los niños desde los 6 meses de edad. Además, muchos padres están dispuestos a hacer lo que sea -hasta demandar al gobierno- por el derecho de aplicar uno de estos productos en sus hijos. ¿Por qué será que lo esencial siga siendo invisible a los ojos de tantos, a pesar de que los corazones de tantos adolescentes y jóvenes demuestran, contundentemente, esa verdad?

Desde mi corazón libre -espero- de zonas fibróticas, les mando saludos y deseo que tengan una linda jornada.

Karina AW
(https://t.me/akashacomunidad)

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