martes, 19 de octubre de 2021

¿RESPONDEMOS A LOS "COVILOVERS" CON DESPRECIO O CON PIEDAD?



Antes de exponer lo que quiero comunicar en esta entrada, presentaré una información típica de estos tiempos tan desquiciados en que los obligados a estar a la defensiva podemos resultar tan ofensivos como la mayoría alienada cuya presión intentamos resistir. Proviene de un canal de Telegram que imagino que a más de un lector no le costará identificar:

Covidiotas, mascaridiotas y vacunidiotas, os lo explico por pasos y facilito, que sois unos lerdos y si no, no lo entendéis:

1) El coronavirus, como todas las enfermedades respiratorias, es estacional de otoño e invierno.

2) El veneno que llamáis vacuna no vale ni para tomar por el culo. Bueno, miento, vale para dañar vuestro sistema inmune y para mataros.

3) Los retrasados covidiotas vacunados, al tener debilitado su sistema inmune, en cuanto llegue el frío otoñal vais a enfermar por cualquier cosita y, por desgracia, vais a caer como moscas debilitadas.

4) Al haber cientos de miles o millones de muertos vacunados, los medios de comunicación no podrán esconderlo, por lo que ya van preparando la escusa perfecta, "LOS VACUNADOS HAN PERDIDO LA PROTECCIÓN" (protección que nunca os ha dado el veneno que llamáis vacuna), por lo que los medios os dirán que tenéis que meteros otra dosis del veneno, y vosotros, como buenos retrasados covidiotas que sois, iréis a por otra dosis del veneno, lo que hará que muráis más.


El argumento es, en su estructura, válido y hasta rotundo. Pero el recurso al sarcasmo, el insulto y la riduculización convierte en inoperante la advertencia, en la medida en que enervará al destinatario, inevitablemente cerrado al mensaje que se le da en un envoltorio tan agresivo. Y eso se contrapone a toda eficacia que pudiera tener el aviso. Mordacidad, diez. Pedagogía, cero.

Hay un segundo aspecto a considerar en este tipo de comunicados: "covidiotas", "mascaridiotas" y "vacunidiotas" son inevitablemente familiares, amigos y compañeros nuestros. Se han doblegado al chantaje inmoral de gobiernos mentirosos y tiránicos, rompiendo la deseable unidad que nos daría fuerza a los resistentes. Hay motivos para reprocharles mucho, pero también para apiadarnos de su pánico, de su desconocimiento y de su obediencia ciega. Tal vez -solo digo "tal vez"- merezcan más piedad que desprecio.

Sí, es cierto que actúan como necios, y pretenden que su miedo es una virtud, cuando es una condena que les resta libertad e integridad. Sí, su nivel de ignorancia es indigno de la era en que el conocimiento es más accesible que nunca si uno selecciona los canales adecuados. Pero sus carencias y docilidad van a salirles muy caras, y no vamos a tardar en verlo. Han empezado renunciando a su dignidad, pero para muchos el precio final a pagar va a ser su salud y su vida.

Es tentador refugiarse en el "Ya os lo advertí", "Disfruten de lo inoculado" y otras consideraciones un tanto cínicas con las que camuflar nuestro resentimiento. Nos exaspera luchar por nosotros y por ellos, que no solo no nos lo agradecerán, sino que se saben puestos en evidencia por su incapacidad para hacerlo.

Particularmente, me resulta desasosegante asistir al radicalismo con el cual los más "motivados" les niegan alma y humanidad a los incautos que se han tragado el coronatimo, motejándolos de meros "portales orgánicos", cáscaras vacías con apariencia humana, cuando negar la condición de persona al discrepante siempre ha sido el primer paso para ir más allá de la mera violencia verbal. El encono con que han conseguido enfrentarnos demuestra que los titiriteros de este circo de los horrores son competentes en su nauseabundo oficio. Se hace difícil imaginar como podría recomponerse este panorama de familias enfrentadas, amistades rotas y odio cainita por doquier, pero en algún momento habrá que hacer por superar el abismo entre "ellos" y "nosotros". La alternativa es acabar en la misma deshumanización en que han caído ellos, con sus exigencias de sumisión a normas absurdas, su alma de delatores y su teledirigida rabia histérica, pero por un camino distinto. Alegrarnos de su mal, incluso aunque lo merezcan, no nos hace mejores que ellos.

Y la cuestión aquí no es tanto lo que merecen, sino lo que no deberíamos permitirnos manifestar hacia ellos. No les debemos lealtad, pero hay una lealtad que nos debemos a nosotros mismos, y es la que se ejerce no contagiándonos del odio, rencor y mezquindad que encontramos en derredor. Si esta situación sirve para envilecernos, habremos desaprovechado una ocasión como -espero- habrá pocas. Tenemos derecho a condenar el error, pero a los errados mejor dejarles que se condenen a sí mismos como lo están haciendo, sin necesidad de mirarles con morbosa complacencia o con actitud condenatoria. La parte que nos tocaba era advertirles, y cumplida ésta no hay lugar para otra cosa que para distanciarnos y dejar que experimenten las consecuencias de las malas decisiones tomadas.


No solo les están inoculado un programa de suicidio biológico con la falsa vacuna, sino también un troyano ideológico que ignoran, cegados como están por su pavor mediático y artificial. Y ese troyano no solo les induce mediante sus instrucciones hipocondria y cerrilidad, sino que también busca hacerles sentir una imposible superioridad moral tras la que camuflar su pusilánime actitud. Necesitan contarse a sí mismos que ellos son los buenos, los responsables y los concienciados. Necesitan disolver su ignorancia y mezquindad en una apariencia de integridad, que no es sino integrismo de la peor especie. Necesitan, en definitiva, acomodar su vergonzosa sumisión hacia los que les desprecian y su aversión irracional hacia los que les advertimos de la trampa para encajar ambas en una fantasiosa narrativa favorecedora que quieren sentir como real, recolocando las piezas de su neurótico "puzzle" para contarse a sí mismos que están haciendo lo correcto y que pueden considerarse los buenos de esta historia, los que "de esta saldrán mejores" ... cuando muchos ni siquiera van a salir.

Una vez más se cumple en ellos la máxima de Voltaire: “Aquellos que pueden hacerte creer absurdos pueden hacerte cometer atrocidades”. Las cometen contra nosotros, pero también contra sí mismos, sonámbulos como están por haber cedido su autonomía intelectual al narcotizante influjo de los "mass media" que les han sumido en la hipnosis más absoluta.

Cuando los que sobrevivan abran los ojos a la realidad, calibren el monstruoso engaño en que han caído y tengan que lamentar la pérdida de vidas, de esperanza y de salud, van a necesitar -deseperadamente- mucha comprensión y alguna mano tendida. Y nos tocará asumir el reto de elegir entre el desprecio y la reconciliación. Conviene irlo pensando, porque, si nos abandonamos a las meras emociones, ellas decidirán en el dilema planteado, y dejaremos de poder considerarnos dueños de nosotros mismos.

Toda guerra saca lo mejor de algunos y lo peor de la mayoría. Los que hemos elegido estar en minoría tenemos ante nosotros el reto de seguir siendo coherentes con ello. No será fácil, pero nada que merezca la pena lo es.

(posesodegerasa)

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