Parece difícil de admitir pero los anglosajones ya ni siquiera lo disimulan. Parafraseando una célebre declaración del primer secretario general de la OTAN, hoy se puede decir que la alianza atlántica se concibió para «mantener a Rusia fuera, a los estadounidenses dentro y a la Unión Europea bajo tutela».
No hay otra manera de interpretar las inútiles «sanciones» contra Rusia y los dramáticos combates, igualmente inútiles, que están desangrando Ucrania.
Hace casi un año que el ejército ruso entró en Ucrania para imponer allí la aplicación de la resolución 2202 del Consejo de Seguridad de la ONU. La OTAN, que rechaza ese objetivo, afirma que Rusia “invadió” Ucrania para anexionarla.
Los referéndums de adhesión a la Federación Rusa realizados en 4 oblast parecen confirmar esa interpretación de la OTAN. Pero la historia de la Novorossiya confirma la explicación de Rusia. Las dos narrativas siguen desarrollándose en paralelo.
Por mi parte, después de haber editado un boletín cotidiano sobre la guerra en Kosovo, recuerdo que todas las agencias de prensa de los Balcanes contradecían entonces la narrativa de la OTAN y yo no tenía manera de saber quién decía la verdad. Dos días después del fin de aquel conflicto, algunos periodistas de los países miembros de la alianza atlántica pudieron viajar al lugar de los hechos … y comprobaron que habían sido engañados. Las agencias de prensa regionales tenían la razón. La OTAN nos había mentido constantemente.
Años después, siendo yo miembro del gobierno de Libia, la OTAN –dotada de un mandato del Consejo de Seguridad de la ONU para proteger a la población libia– utilizó abusivamente aquel mandato para derrocar la Yamahiriya Árabe Libia, matando en el proceso a 120 000 personas que supuestamente tenía que proteger.
Esas experiencias nos muestran que Occidente miente descaradamente para cubrir sus crímenes.
Ahora, la OTAN nos asegura que no está en guerra ya que no ha desplegado tropas en Ucrania. Pero estamos viendo, por un lado, enormes envíos de armamento hacia Ucrania para que los nacionalistas integristas ucranianos, entrenados por la OTAN, puedan enfrentarse a Moscú. Y también estamos viendo, por otro lado, como se impone una guerra económica, también sin precedente, en un intento por destruir la economía rusa. Dadas las proporciones que va tomando esta guerra, donde Occidente usa a Ucrania para tratar de acabar con Rusia, el enfrentamiento directo entre la OTAN y Rusia parece cada vez más posible.
Sin embargo, una Guerra Mundial parece altamente improbable, al menos a corto plazo. Y los hechos ya contradicen la narración de la OTAN.
La guerra parece no estar cerca de terminar. Pero no porque los dos bandos estén en condiciones de igualdad sino porque la OTAN no quiere enfrentarse a Rusia. De hecho, ya lo vimos hace tres meses, en la Cumbre del G20 en Bali. Rusia aceptó entonces que el presidente ucraniano Zelenski participara en los debates por videoconferencia, desde Kiev. Zelenski pidió entonces que Rusia fuese excluida del G20, como antes fue excluida del G8, cuando Crimea regresó a la Federación Rusa. Para sorpresa de Zelenski y de los miembros de la OTAN presentes en Bali, Estados Unidos y Reino Unido no apoyaron el pedido del presidente ucraniano. Washington y Londres estuvieron de acuerdo en que había una línea que no podían cruzar.
¿Por qué? Porque el armamento ruso moderno es muy superior al de la OTAN, cuya tecnología data de los años 1990. En caso de enfrentamiento, es indudable que Rusia sufriría … pero acabaría aplastando a las potencias occidentales en cuestión de días.
Lo que ya está sucediendo ante nuestros ojos tenemos que interpretarlo a la luz de esa realidad.
El flujo de armamento hacia Ucrania es una simple maniobra de diversión. La mayoría de ese armamento no llega al campo de batalla. Ya habíamos anunciado desde este sitio web que ese armamento sería desviado para desatar otra guerra, en el Sahel.
El presidente de Niger, Muhammadu Buhari, incluso confirmó públicamente que grandes volúmenes de armas supuestamente destinadas a Ucrania ya están en manos de los yihadistas africanos. En todo caso, constituir un arsenal sumamente heterogéneo, con armamento de épocas y de calibres muy diferentes, es en definitiva inútil. Nadie tiene la logística necesaria para garantizar a los combatientes el suministro de municiones tan diferentes. Eso hace pensar que el objetivo del envío de ese armamento a Ucrania no es ponerla en condiciones de ganar la guerra.
El New York Times dio la alerta al explicar que las industrias bélicas de Occidente ya no logran producir suficientes cantidades de armas y municiones. Las reservas están agotadas y los ejércitos occidentales están entregando ahora el material que en realidad necesitan para garantizar la defensa de sus propios países. Esto último fue confirmado por el secretario a cargo de la marina de guerra de Estados Unidos, Carlos Del Toro, quien advirtió que los ejércitos estadounidenses están entregando armamento que en realidad necesitan. Del Toro precisó que si el complejo militar-industrial estadounidense no logra, en 6 meses, producir más armas que Rusia, las fuerzas armadas de Estados Unidos ya no podrán cumplir su misión.
Primera observación: eso quiere decir que si algunos políticos estadounidenses quieren desencadenar el Armagedón, en realidad no tienen los medios necesarios para hacerlo dentro de los próximos 6 meses… y es probable que tampoco los tengan después.
Estudiemos ahora la guerra económica.
Comenzaremos dejando de lado el término “elegante” que se usa para esconder la guerra económica: las «sanciones». Ya he abordado antes esa cuestión y he subrayado que esas medidas no son resultado del veredicto de un tribunal y que son ilegales a la luz del Derecho Internacional.
Observemos el comportamiento de las monedas. El dólar aplastó el rublo durante 2 meses. Pero el billete verde acabó bajando al valor que tenía en 2015 y en 2020, sin que Rusia tuviese necesidad de endeudarse masivamente.
En otras palabras, el efecto de las mal llamadas «sanciones» sobre Rusia estuvo muy lejos de ser importante. Es cierto que las «sanciones» perturbaron gravemente los intercambios de Rusia durante los dos primeros meses, pero hoy no significan absolutamente nada para ella. Por otro lado, esas «sanciones» no costaron absolutamente nada a Estados Unidos y no afectan a ese país.
Hoy sabemos que, mientras prohíbe a sus aliados la importación de hidrocarburos rusos, Estados Unidos sigue comprando enormes volúmenes de petróleo ruso a través de la India y reconstituye así sus propias reservas, luego de haber tenido que recurrir a ellas durante los primeros meses del conflicto.
En Europa, por el contrario, se observa una gravísima perturbación de los equilibrios económicos continentales. Los países de Europa se ven obligados a endeudarse masivamente para respaldar al régimen de Kiev. No hay estadísticas sobre los volúmenes de ese endeudamiento. Tampoco se sabe quiénes están poniendo el dinero de los préstamos. Lo que sí está claro es que los gobiernos europeos están recurriendo a Estados Unidos en el marco de la nueva ley estadounidense de Préstamo y Arriendo (Ukraine Democracy Defense Lend-Lease Act of 2022). Eso significa que todo lo que los europeos están aportando a Ucrania tiene un costo y que ese costo tendrán que pagarlo –los europeos– cuando termine la contienda. Sólo entonces se sabrá el monto de la “factura”… y será exorbitante.
Nadie reclamó la autoría del sabotaje contra los gasoductos Nord Stream y Nord Stream 2, perpetrado el 26 de septiembre de 2022 … ¡porque ya lo había hecho el presidente estadounidense Joe Biden, el 7 de febrero de 2022, en la Casa Blanca y en presencia del canciller alemán Olaf Scholz!
Claro, el 7 de febrero Biden habló sólo destruir Nord Stream 2 si Rusia invadía Ucrania, pero si Biden habló así fue porque la periodista que le hizo la pregunta limitó ella misma el alcance de su interrogante, quizás porque no podía imaginarse que Estados Unidos sería capaz de destruir también el “primer” Nord Stream. En todo caso, aquella declaración de Biden, aún más que el propio sabotaje, mostró el desprecio de Washington hacia su “aliado” alemán. En definitiva, nada ha cambiado desde que el primer secretario general de la OTAN, el británico Hastings Ismay, declaró que el verdadero objetivo de la OTAN era «mantener a la Unión Soviética fuera, a los estadounidense dentro y a los alemanes bajo tutela» (“keep the Soviet Union out, the Americans in, and the Germans down”). Hoy, la Unión Soviética ha dejado de existir y Alemania se ha convertido en el líder de la Unión Europea. Si estuviese vivo, lord Ismay diría probablemente que el objetivo de la OTAN es mantener a Rusia fuera, a los estadounidenses dentro y a la Unión Europea bajo tutela.
Alemania, el país para el cual el sabotaje contra los gasoductos Nord Stream y Nord Stream 2 representó el golpe más grave que ha sufrido desde el final de la Segunda Guerra Mundial, no se atrevió a protestar. Y además se tragó el plan Biden de salvamento de la economía estadounidense … a costa de la industria automovilística alemana. La reacción de Alemania ante todo eso consistió en acercarse a China y evitar pelearse con Polonia, la nueva “favorita” de Estados Unidos en Europa. Alemania propone ahora reconstruir su propia industria… desarrollando la fabricación de municiones para la OTAN.
Por consiguiente, Alemania acepta la sumisión al amo estadounidense. Y la Unión Europea, bajo el control de Berlín, también acepta la sumisión a Estados Unidos.
Segunda observación: Los alemanes y los miembros de la Unión Europea en general han notado un descenso evidente de su nivel de vida. Junto con los ucranianos, los alemanes y los demás europeos, ellos son las únicas víctimas de la actual guerra.
En 1992, cuando la Federación Rusa acababa de nacer sobre las ruinas de la Unión Soviética, el entonces secretario de Defensa de Estados Unidos, Dick Cheney, encargó al straussiano Paul Wolfowitz un informe cuyo contenido nos ha llegado tremendamente mutilado. Pero los fragmentos publicados en el New York Times y el Washington Post muestran que Washington ya no veía a Rusia como “la” amenaza sino que consideraba a la Unión Europea como un rival potencial. En los fragmentos publicados se leía que: «Aunque Estados Unidos apoya el proyecto de integración europea, tenemos que velar por evitar el surgimiento de un sistema de seguridad puramente europeo que minaría la OTAN y particularmente su estructura de mando militar integrado».
En otras palabras, Washington aprueba una defensa europea subordinada a la OTAN, pero está dispuesto a destruir la Unión Europea si cree que esta última puede convertirse en una potencia política capaz de actuar por sí misma.
La estrategia actual de Estados Unidos, que no debilita a Rusia sino a la Unión Europea –con el pretexto de “luchar contra Rusia”–, es la segunda aplicación concreta de la doctrina Wolfowitz. Su primera aplicación, en 2003, consistió en castigar a Francia y a Alemania, cuando esos dos países se opusieron a la destrucción de Irak.
Eso fue exactamente lo que declaró el jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, el general Mark Milley, en la conferencia de prensa posterior a la reunión de la OTAN realizada el 20 de enero, en la base estadounidense de Ramstein (Alemania). Después de haber exigido a todos los participantes que mantuvieron los envíos de armas a Kiev, el general estadounidense reconoció que «este año será muy, muy difícil expulsar militarmente a las fuerzas rusas de cada centímetro cuadrado de la Ucrania ocupada por Rusia» («This year, it would be very, very difficult to militarily eject the Russian forces from every inch of Russian-occupied Ukraine»).
Dicho de otra manera, los aliados [de Estados Unidos] tienen que seguir desangrándose... pero no hay la menor esperanza de obtener algún tipo de victoria sobre Rusia en 2023.
Tercera observación: El objetivo de esta guerra no es derrotar a Rusia sino debilitar a la Unión Europea.
Thierry Meyssan
(Fuente: https://www.voltairenet.org/)
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