sábado, 16 de julio de 2022
ANATOMÍA DE UN GOLPE DE ESTADO: CÓMO LA C.I.A. SENTÓ LAS BASES PARA LA GUERRA DE UCRANIA
Los ejemplos evidentes de la acción encubierta de la Agencia Central de Inteligencia en el extranjero son difíciles de identificar hoy en día, salvo reveses reconocidos ocasionalmente, como el esfuerzo desplegado con mil millones de dólares para derrocar al gobierno de Siria a través de la financiación, entrenamiento y entrega de armamento de grupos yihadistas bárbaros. En parte, esto se debe a que muchas de las responsabilidades y actividades tradicionales de la CIA se han subcontratado a organizaciones «abiertas», sobre todo a la Fundación Nacional para la Democracia (National Endowment for Democracy, NED).
La NED fue fundada en noviembre de 1983. El entonces director de la CIA, William Casey, fue el artífice de su creación. Casey trató de construir un mecanismo público para apoyar a grupos de oposición, movimientos de activistas y medios de comunicación en el extranjero que se dedicaran a la propaganda y al activismo político para perturbar, desestabilizar y, en última instancia, derrocar a los regímenes «enemigos» de los Estados Unidos. La NED fue el pretexto de la CIA con “rostro humano”, por acuñar una frase.
La verdadera naturaleza malévola de la NED quedó subrayada en un artículo del Washington Post de 1991 en el que un alto funcionario de la NED, Allen Weinstein, se jactaba de sus proezas en el derrocamiento del comunismo en Europa del Este (mediante la NED) y reconocía que «mucho de lo que hacemos hoy lo hacía la CIA de forma encubierta hace 25 años.»
Avancemos hasta septiembre de 2013. Carl Gershman, jefe de la NED desde su fundación hasta el verano de 2021, escribió un artículo de opinión para The Washington Post en el que describía cómo su organización estaba trabajando duro para arrancar de la órbita de Moscú a los países cercanos a Rusia: la constelación de antiguas repúblicas soviéticas y antiguos estados integrantes del Pacto de Varsovia. Gershman, describió a Ucrania como «el mayor premio» del espacio post-soviético, sugiriendo que la adhesión de Kiev a Europa «aceleraría la desaparición» del Presidente ruso Vladimir Putin. Seis meses después de estas declaraciones, el presidente electo de Ucrania, Víktor Yanukóvich, fue derrocado en un violento golpe de Estado.
A principios de ese mes (septiembre 2013), el legendario investigador Robert Parry escribió en Consortium News cómo durante el año anterior la NED había financiado 65 proyectos en Ucrania por un importe de más de 20 millones de dólares. Esto equivalía a lo que el difunto periodista denominó «una estructura política en la sombra de medios de comunicación y grupos de activistas que podían desplegarse para provocar disturbios cuando el gobierno ucraniano no actuara como se deseaba».
El papel fundamental de la NED en la destitución del ex presidente ucraniano Yanukovich es indiscutible, algo que, sin embargo, no sólo no se ha reconocido en la prensa dominante, sino que los periodistas occidentales rechazan agresivamente la idea, atacando ferozmente a los pocos que se atreven a desafiar la ortodoxia establecida sobre la inocencia de los Estados Unidos en el cambio de régimen en Ucrania. La propia NED ha eliminado muchas entradas de su sitio web en los años siguientes transcurridos desde el golpe, que subrayan ampliamente su papel en el derrocamiento de Yanukovich.
Por ejemplo, el 3 de febrero de 2014, menos de tres semanas antes de que la policía se retirara de Kiev, entregando efectivamente la ciudad a los manifestantes armados y provocando la huida de Yanukóvich del país, la NED convocó un evento titulado Las lecciones aprendidas de Ucrania: de la Revolución Naranja al Euromaidán. Este simposium fue dirigido por el periodista ucraniano Sergii Leshchenko, que en ese momento estaba terminando el Programa de Becas para la «Democracia» Reagan-Fascell de la NED, en Washington DC.
Junto a Leschenko estaba Nadia Diuk, entonces asesora principal de la NED para Europa y Eurasia, graduada en el St. Antony’s College de Oxford, un reconocido nicho de reclutamiento para la inteligencia británica fundada por antiguos espías. Justo antes de su muerte, en enero de 2019, a Diuk se le concedió la Orden de la Princesa Olga, uno de los más altos honores de Kiev, un ejemplo particularmente palpable de los íntimos y duraderos lazos entre la NED y el gobierno ucraniano.
Mientras que la lista de eventos en línea sigue existiendo hoy, los documentos de apoyo -incluyendo las diapositivas de Powerpoint que acompañaron a la charla de Leshchenko-, y un resumen de los «aspectos más destacados del evento»- han sido eliminados. No está claro qué provocó la purga, aunque bien podría ser significativo que la charla de Leshchenko ofreciera un claro plan para garantizar que el fracaso de la Revolución Naranja de 2004 -otro golpe de Estado orquestado por la NED- no se repitiera, y que el país siguiera capturado por los intereses financieros, políticos e ideológicos occidentales después de Maidan.
Fue una hoja de ruta que la NED siguió posteriormente al pie de la letra. Leshchenko destacó específicamente la importancia de financiar a las ONG, de emplearse a fondo en Internet y utilizar los medios sociales como «[fuentes] alternativas de información», ante el peligro de una «televisión estatal no reformada» (sic).
Así, el 19 de marzo de 2014 representantes del partido ultraderechista Svoboda -vinculado a una masacre de falsa bandera de manifestantes el 20 de febrero, hecho que hizo que la caída del gobierno de Yanukóvich fuera un hecho consumado-, irrumpieron en el despacho de Oleksandr Panteleymonov, jefe de la radiotelevisión estatal ucraniana, y le golpearon en la cabeza hasta que firmó una carta de dimisión.
Ese impactante incidente, motivado por la emisión de una ceremonia en el Kremlin en la que Vladimir Putin firmó un proyecto de ley que formalizaba la incorporación de Crimea a Rusia, fue uno de los muchos que los manifestantes retransmitieron en directo por Internet. A pesar de la brutal defenestración del jefe de la televisión estatal ucraniana, gran parte de estas transmisiones en directo sirvieron para presentar al público extranjero una narrativa muy romántica sobre las manifestaciones y sus participantes, que tenía poca o ninguna relación con la realidad.
En julio de ese año 2014, Leshchenko escribió en la publicación académica trimestral de la NED, Journal of Democracy, y analizó en detalle el papel de los medios de comunicación en el éxito del golpe de Maidan, llamando especialmente la atención sobre el papel fundamental del «periodista online» Mustafa Nayyem. Nayyem inició las protestas en noviembre anterior, reuniendo a cientos de sus seguidores de Facebook para protestar en la Plaza de la Independencia -ahora Maidan- de Kiev, después de que Yanukóvich desechara el Acuerdo de Asociación Ucrania-Europa en favor de un acuerdo más aceptable con Moscú.
Nayyem no era un «periodista online» cualquiera. En octubre de 2012, fue uno de los seis ucranianos enviados a Washington DC por Meridian International, una organización relacionada con el Departamento de Estado norteamericano que identifica y prepara a futuros líderes en el extranjero, para «observar y tener experiencia» en las elecciones presidenciales de ese año.
Financiados por la embajada de Estados Unidos en Kiev, durante 10 días «conocieron a fondo el proceso electoral estadounidense» y los seis “periodistas” ucranianos se reunieron con los candidatos y los funcionarios electorales, visitando las instalaciones de votación. También se les invitó a debatir «los avances de Ucrania hacia un proceso electoral más justo y transparente» con representantes de organismos gubernamentales estadounidenses.
No se sabe con quién se reunió el sexteto, aunque las imágenes promocionales muestran a Nayyem grabando con su smartphone una cumbre personal con John McCain. El vídeo fue publicado en su canal personal de YouTube. En él, Nayyem le pregunta al célebre halcón de la guerra (McCain) su opinión sobre Ucrania, a lo que éste responde: «Me preocupa la influencia de Rusia». Esto es sorprendente, ya que McCain voló a Kiev en diciembre de 2013 para dar un discurso a los manifestantes del Maidan, flanqueado por el conocido neonazi Oleh Tyahnybok. La entonces funcionaria del Departamento de Estado Victoria Nuland, ahora subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos, también estuvo presente, repartiendo sin ningún reparo «galletas motivadoras» a los asistentes.
El 4 de febrero de 2014, un día después de la presentación de Leshchenko ante la NED, se filtró una grabación interceptada de una llamada telefónica entre Nuland y el embajador de Estados Unidos en Ucrania, Geoffrey Pyatt, en la que ambos hablaban de cómo Washington estaba «pariendo» la destitución de Yanukóvich, y nombraban a varias personas elegidas a dedo para dirigir el gobierno posterior al golpe.
No se sabe con certeza si los influyentes contactos de Nayyem con Estados Unidos motivaron de algún modo su decisión de desencadenar las manifestaciones del Maidán en noviembre de 2013. El papel fundamental que desempeñó en la promoción de las protestas a nivel mundial está mucho más claro, ya que fue uno de los principales fundadores de la emisora digital Hromadske TV.
En su artículo del Journal of Democracy, Leshchenko relata cómo Hromadske ni siquiera se había puesto en marcha oficialmente cuando empezó a retransmitir en directo las manifestaciones del Maidán, en el mismo instante en que estallaron bajo la dirección de Nayyem. Aunque Leshchenko afirma tímidamente que Hromadske «obtuvo la mayor parte de su modesta financiación de las organizaciones internacionales y de las donaciones de los ciudadanos ucranianos», en realidad recibió cientos de miles de dólares en financiación de una variedad de fuentes, incluyendo la Embajada de EEUU en Ucrania, el frente de inteligencia USAID, la Fundación Internacional del Renacimiento de George Soros, el oligarca estadounidense Pierre Omidyar y – por supuesto – la NED.
La audiencia de Hromadske se expandió rápidamente tanto dentro como fuera de Ucrania, y su producción incrustada fue reciclada con entusiasmo por innumerables medios de comunicación convencionales, lo que significó que los espectadores occidentales recibieron una perspectiva única y partidista sobre los disturbios, muy engañosa. Basándose en la cobertura de Hromadske, se habría inducido a los espectadores extranjeros para que concluyeran que las protestas estaban totalmente motivadas por la preocupación por los derechos humanos y la democracia, y que eran abrumadoramente populares, aunque no de forma unánime.
En un ensayo representativo de febrero de 2014, en el que se tachaba de propaganda rusa el hecho demostrable de que tanto los manifestantes del Maidán como sus dirigentes estaban plagados de neonazis, el académico y colaborador del Journal of Democracy, Andreas Umland, declaraba audazmente que «el movimiento en su conjunto … refleja a toda la población ucraniana, jóvenes y mayores». Nada más lejos de la realidad.
Un artículo de opinión extraordinariamente revelador en el Washington Post de los académicos norteamericanos Keith Darden y Lucan Way publicado ese mismo mes destruyó esa narrativa, que ha perdurado -y se ha intensificado- desde entonces. Ambos expusieron de forma analítica cómo menos del 20 por ciento de los manifestantes se declaraban impulsados por «violaciones de la democracia o la amenaza de la dictadura», sólo entre el 40 y el 45 por ciento de los ucranianos estaban a favor de la integración europea, Yanukóvich seguía siendo «la figura política más popular del país» y ninguna encuesta realizada hasta la fecha había indicado un apoyo mayoritario a la revuelta.
De hecho, decía el artículo, «una mayoría bastante amplia se opone a la toma de posesión de los gobiernos regionales por parte de la oposición», y la población seguía amargamente dividida sobre el futuro de Ucrania, escribieron Darden y Way. Dicha hostilidad procedía de «la retórica antirrusa y la iconografía del nacionalismo ucraniano occidental», muy extendida entre los manifestantes, «que no [juega] bien entre la mayoría ucraniana».
Del 50% de la población ucraniana que reside en regiones que se habían «identificado fuertemente con Rusia» durante más de dos siglos, «casi todos [estaban] alienados por la retórica y los símbolos antirrusos». «Las formas antirrusas del nacionalismo ucraniano expresadas en el Maidan no son ciertamente representativas de la opinión general de los ucranianos. El apoyo electoral a estas opiniones y a los partidos políticos que las abrazan siempre ha sido limitado», concluyen Darden y Way. «Su presencia e influencia en el movimiento de protesta supera con creces su papel en la política ucraniana y su apoyo apenas se extiende geográficamente más allá de unas pocas provincias occidentales».
A pesar de esta cobertura sesgada, o tal vez debido a ella, Hromadske no hizo más que crecer. Leshchenko señala que su popularidad fue tal que incluso la cadena estatal de Ucrania «llegó a un acuerdo» para amplificar su producción, «lo que permitió a esta pequeña empresa de transmisión por Internet de garaje alcanzar una audiencia de millones de personas». En el proceso, los ucranianos -y el mundo- fueron bien educados en la falsa narrativa del derrocamiento de Yanukovich por voluntad popular.
Evidentemente, el potencial de Hromadske para influir en las percepciones tampoco pasó desapercibido para otros gobiernos occidentales. En 2015, el Ministerio de Asuntos Exteriores británico aportó importantes fondos para desarrollar iniciativas de «radiodifusión» en las regiones de mayoría rusa de Donetsk y Luhansk, para un proyecto denominado «Donbas calling». Al año siguiente, Londres aportó más cantidades a la emisora, para que pudiera servir de «proveedor de información» local a una «audiencia de hasta un millón de personas.»
En 2017, Hromadske volvió a recibir cientos de miles de libras para expandirse aún más en las regiones escindidas. Entre otras cosas, Gran Bretaña apoyó la instalación «de 16 transmisores de FM en las zonas controladas por Ucrania a lo largo de la línea de contacto y la ‘zona gris’ en el este», lo que significa que la emisora podría llegar hasta dos millones de ciudadanos potencialmente poseedores de perspectivas “separatistas”.
Los perfiles públicos de Leshchenko y Nayyem también aumentaron de forma exponencial. En las elecciones ucranianas de octubre de 2014, ambos fueron elegidos para el parlamento como parte del bloque de Petro Poroshenko, el primero se convirtió en miembro de su comité anticorrupción y el segundo de su grupo interpartidista sobre integración europea, lo que les llevó a tener perfiles brillantes en los medios de comunicación occidentales. En todo momento la NED ha seguido de cerca sus progresos, y ha aclamado a ambos como emblemas de la nueva Ucrania liberada que floreció tras el Maidán.
Sin embargo, el compromiso personal de Leshchenko con la democracia se vio bastante socavado en agosto de 2016, cuando él y Artem Sytnyk, jefe de la Oficina Nacional Anticorrupción de Kiev, filtraron a los medios de comunicación estadounidenses documentos -apodados «el libro negro»- en los que se identificaban los pagos del Partido de las Regiones de Yanukóvich al entonces jefe de campaña de Donald Trump, Paul Manafort.
Leshchenko expresó su «esperanza» de que la revelación dañara las posibilidades electorales de Trump y fuera «el último clavo en la tapa del ataúd de Manafort», ya que «una presidencia de Trump cambiaría la agenda pro-ucraniana en la política exterior estadounidense». Era uno de los varios políticos prominentes de Kiev «implicados en un grado sin precedentes en el intento de debilitar el carro de Trump», como reconoció en su momento el Consejo Atlántico, el brazo propagandístico de la OTAN.
Manafort dimitió y estalló el escándalo del RussiaGate, una connivencia que contribuyó a garantizar que la «agenda pro-ucraniana en la política exterior estadounidense» no se viera comprometida ni un ápice. De hecho, el mandato de Trump se caracterizó por una hostilidad cada vez mayor entre Washington y Moscú, el residente del Despacho Oval llegó a extremos peligrosos de los que su predecesor se había abstenido sistemáticamente para armar y galvanizar a los elementos más reaccionarios y violentos de las fuerzas armadas ucranianas, incluido el tristemente célebre batallón neonazi Azov, y romper los tratados de control de armas de la Guerra Fría, para gran disgusto de Moscú.
En diciembre de 2018, un tribunal ucraniano dictaminó que la publicación del «libro negro» por parte de Leshchenko y Sytnyk era ilegal, lo que equivalía a una «interferencia en los procesos electorales de Estados Unidos» que «perjudicaba los intereses de Ucrania como Estado.» […] A pesar de que ya no forma parte de la legislatura, Leshchenko ha seguido ejerciendo una importante influencia sobre el gobierno ucraniano, asesorando directamente a Zelensky sobre la «desinformación rusa» hasta el día de hoy.
No se sabe con certeza qué influencia directa ejerce todavía la NED sobre él, y por extensión sobre el presidente de Ucrania. Sin embargo, pocos días antes de que comenzara la invasión (operación) rusa, el 24 de febrero, en una entrevista con The Guardian, Leshchenko se refirió a los Acuerdos de Minsk -que Zelensky defendía como plataforma específica de aplicación- como «tóxicos», sugiriendo que el líder «traicionaría» a su país si se adhiriera a sus obligaciones, que incluían la concesión de autonomía a Donetsk y Luhansk.
La posición de la NED sobre los Acuerdos de Minsk era la misma que la de Leshchenko: el 14 de febrero de este año. El Journal of Democracy publicó un artículo en el que declaraba que los Acuerdos eran «una mala idea para Occidente y una grave amenaza para la democracia y la estabilidad ucranianas», entre otras cosas porque significarían «aceptar tácitamente las falsas narrativas de Rusia sobre el conflicto de Donbás», a saber, que el conflicto «fue causado por el ‘golpe’ orquestado por Occidente en 2014».
En otras palabras, un análisis objetivo de lo que realmente sucedió y el por qué; en el que la NED es completamente un eje central. Aun así, la organización de la CIA no necesitaba depender únicamente de Leshchenko para mantener a Minsk moribunda. Su amplia red de activos en el país, y la oscura alianza de Washington con la extrema derecha ucraniana, fueron más que suficientes para garantizar que la misión de Zelensky, abrumadoramente popular, de restablecer las relaciones con Rusia, no se cumpliría ni podría cumplirse nunca.
En las horas que siguieron a la invasión (operación) rusa de Ucrania, la NED se apresuró a eliminar de su sitio web todo rastro de su financiación a organizaciones de Ucrania. Una búsqueda de la base de datos de subvenciones de la NED hoy en día para Ucrania devuelve «ningún resultado», pero una instantánea de la página capturada el 25 de febrero revela que desde 2014, un total de 334 proyectos en el país han recibido la asombrosa cantidad de 22,4 millones de dólares. Según el presidente de la NED, Duane Wilson, Kiev es el cuarto país del mundo que más fondos recibe de la organización.
Un archivo de la financiación de la NED en Ucrania a lo largo de 2021 -que ahora ha sido sustituido por una declaración «en solidaridad» con Kiev- ofrece amplios detalles sobre los proyectos precisos respaldados por el frente de la CIA durante ese período crucial de 12 meses. Señala un enfoque preponderante de las supuestas fechorías rusas en el este de Ucrania. Una subvención de 58.000 dólares se concedió a la ONG Truth Hounds para «supervisar, documentar y poner de relieve las violaciones de los derechos humanos» y los «crímenes de guerra» en las regiones de Donetsk y Luhansk.
Otra, de 48.000 dólares, se entregó al Museo de la Infancia de Guerra de Ucrania para «educar al público ucraniano sobre las consecuencias de la guerra a través de una serie de eventos públicos». Otra más, recibida por la organización benéfica East-SOS, tenía como objetivo «sensibilizar al público» sobre «las políticas rusas de persecución y colonización en la región, y documentar casos ilustrativos», cuyas conclusiones se hicieron llegar al Consejo de Derechos Humanos de la ONU, a los Tribunales Europeos de Derechos Humanos y a la Corte Internacional de Justicia.
No se sugirió que este manantial de dinero se utilizara para documentar abusos atroces por parte de las fuerzas gubernamentales ucranianas. Las investigaciones de la ONU indican que entre 2018 y 2021 más del 80% de las víctimas civiles se registraron en el lado de Donbás. Los informes de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa muestran que el bombardeo de zonas civiles en las regiones escindidas se intensificó drásticamente en las semanas previas al 24 de febrero, lo que pudo ser el precursor de una ofensiva militar en toda regla.
Por tanto, el hecho de que la NED haya eliminado los registros que exponen su papel en el fomento y la precipitación del horror que se está produciendo en el sureste de Ucrania no sólo protege a los agentes de facto de la CIA sobre el terreno. También refuerza y legitima la narrativa fraudulenta de la administración Biden, reiterada sin cesar y sin crítica en los medios de comunicación occidentales, de que la invasión de Rusia fue totalmente injustificada.
Los ucranianos viven ahora con el nauseabundo legado de esa imprudente e inadmitida intromisión de la manera más brutal imaginable. Es posible que lo hagan durante muchos años. Mientras tanto, los hombres y mujeres que lo orquestaron descansan cómodamente en Washington DC, aislados de cualquier escrutinio o consecuencia, cada día cocinando nuevos planes para socavar y derrocar a los líderes extranjeros problemáticos, aclamados como campeones de la libertad por la prensa dominante.
(Fuente: https://kitklarenberg.substack.com/; visto en https://berlinconfidencial.com/)
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