martes, 23 de noviembre de 2021

TAN SIMPLE COMO UN CUENTO … DE TERROR



Érase una vez un planeta muy parecido al nuestro. Estaba dividido en territorios no siempre claramente definidos, en frecuentes guerras entre sí. Las fronteras se desplazaban al compás de conflictos cuyas causas respondían a una variopinta panoplia, azuzados por odios ancestrales y por un irracional sentido de pertenencia. Los imperios se alzaban y caían, agotado su ciclo vital, para hacer sitio a nuevos poderes emergentes. Rara vez el planeta conocía periodos de paz prolongados, en los cuales la prosperidad generaba otros problemas, en particular, el miedo a que los recursos no bastasen para todos.

Una suspicaz minoría con pretensiones de erigirse en dueños del planeta calculó con horror -y datos más que discutibles- que solo quedaban 30 años para el colapso: en su catastrofista visión, los combustibles estaban abocados a agotarse, las deudas se tornarían impagables, la superpoblación arrasaría con todos los medios de subsistencia, ...

En vez de comunicar sus temores a la población e instarla a un gran esfuerzo para evitar la (supuesta) catástrofe en ciernes, decidieron que solo una reducción del numero de habitantes corregiría el desfase entre población y recursos.

Para llevar la despoblación a cabo, convencieron a la gente de que una plaga silenciosa se estaba extendiendo y los amenazaba, atribuyendo a los síntomas de las enfermedades de toda la vida el ser indicadores de esta nueva dolencia, y anunciaron a los cuatro vientos que disponían del mágico antídoto que libraría a quienes lo tomasen del mal en expansión.

Solo que el antídoto era en realidad un veneno mortal que en primer lugar volvería estériles a quienes lo recibieran, y después, muy lentamente, infiltraría los órganos internos del receptor hasta hacerlos colapsar. A veces ese desenlace parecía postergarse, pero bien sabían sus promotores que a la larga era inevitable.

Para que no fuera evidente el envenenamiento, convencieron a la gente de que el antídoto debia ser tomado cada pocos meses, con lo cual muchos recibían un preparado inocuo, y ya se les daría la ponzoña mas adelante.

Cuando los más reflexivos y prudentes hicieron constar sus sospechas de que el relato oficial contenía numerosas inconsistencias, fueron ellos los señalados como los causantes del mal, desacreditados y perseguidos, y la disimulada y lenta matanza prosiguió ante la ignorancia de la mayoría, a quienes se les repetía machaconamente que las mismas autoridades que se estaban envenenando en realidad eran sus salvadores. Ese tramposo canto de sirenas era, vía censura represión y engaño el único discurso que llegaba a las masas.

... ya digo que era un planeta muy parecido al nuestro.

(posesodegerasa)

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