La propaganda covidiana no tuvo reparo en endilgarnos rebuscadas historias de las que no nos contaba el final: el anciano indígena fue "vacunado" ... y murió al poco tiempo |
Los griegos y los romanos sabían bien que cualquier campaña social solo se sostiene si tiene un relato mítico fundacional detrás. No hemos cambiado nada, somos los mismos humanos buscadores de historias emotivas.
En estos tiempos de cientifismo religioso, pocos se dan cuenta de que la importancia de crear una narrativa justificadora es descomunal.
La gente cree, se llega a inocular sustancias mortales, si detrás hay un relato sentimental bien escrito.
Son capaces de arruinar sus vidas, de volverse rumiantes, de vender sus coches, de mudarse, de auténticas barbaridades sin fundamento científico si todo ello va envuelto en una retórica que les toque el corazón.
Si estoy salvando al planeta, todo es poco. Soy buena persona, soy capaz de cambiar mi vida entera a peor porque me dieron una causa que parece justa. Pero esa causa es creada por un excelente guion que pocos se atreven a cuestionar.
Hoy más que nunca, la duda ofende. Solo preguntar, es ya delito de odio. O formas parte del pensamiento ovino o te conviertes en un marginado social. Esto es especialmente grave en los niños, adolescentes y subadultos, cuya máxima obsesión es encajar, ser popus, no destacar. Esa época biológica de inseguridad, importante para asentar creencias, está siendo alterada por un sistema opresor de falta de libertad de expresión.
Un adolescente, ya de por sí inundado de hormonas incómodas, debe ahora luchar, además, consigo mismo cuando le asalten preguntas propias de ser inteligente.
Será expulsado de clase, del grupo de WhatsApp, de cualquier sitio si se le ocurre cuestionar lo más mínimo el relato oficial woke.
Por eso, en estos tiempos que corren, los padres y abuelos son más importantes que nunca. No abandonen a sus parientes jóvenes en el ambiente woke, no los dejen solos.
Es más necesario que nunca ofrecerles el alivio de la duda razonada. Explicarles que las preguntas de su interior no son una afrenta. Convencerlos de que es sano pensar, de que es lógico investigar, de que no son raros ni frikis por buscar su propio camino y sentirse incómodos en los corsés ideológicos prefabricados.
No quedamos muchos profesores libres de wokismo, nos están expulsando del contacto con los alumnos, se pierde la cultura ancestral europea.
Acerque a sus hijos a los últimos maestros, es increíble la expresión de sus ojos cuando escuchan, por fin, lo que estaban pensando hace tiempo pero no se atrevían a decir. Se abren, sienten alivio ¡no soy un rarito! o mejor, lo soy, pero mola.
No los abandone en el colegio, el instituto, la universidad y las redes. Acérquelos a los últimos profesores.
Fernando López-Mirones
(https://t.me/elaullido/)
No es comportamiento ovejuno, es comportamiento humano. Ante un relato de lo percibido como de autoridad (evitar responsabilidad?), no solo claudicamos, colaboramos.
ResponderEliminarMilgram (no les gustaría kilo :)
Percibido, no hace falta que sea verdad. (No obligamos a nadie... recuerdan?)
Excelente
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