viernes, 3 de junio de 2022

LOS PROGRAMAS MILITARES SECRETOS DESARROLLADOS EN UCRANIA, LA PIEZA DEL "PUZZLE" GEOESTRATÉGICO QUE SE NOS HA OCULTADO



En 2016 Estados Unidos se comprometió a poner en manos del gobierno ucraniano armamento suficiente como para librar y ganar una guerra contra Rusia. Con ese objetivo, el Departamento de Defensa de Estados Unidos organizó en Ucrania un programa de investigaciones biológicas con fines militares y además envió secretamente a Kiev cantidades enormes de material nuclear. Esos datos modifican radicalmente la lectura de esta guerra: no fue Moscú sino Washington quien quiso este conflicto y quien lo preparó concienzudamente.



El 4 de marzo de 2022 , durante un ataque de las fuerzas especiales ucranianas
contra la central ‎nuclear de Zaporijia –que ya estaba en manos de las fuerzas ar-
madas rusas– un proyectil ‎provocó un incendio en un laboratorio adyacente. La
opinión pública internacional creyó entonces que los ‎beligerantes se habían
vuelto locos y que habían estado a punto de provocar una catástrofe ‎nuclear.
Pero el objetivo real del ataque era otro.‎

Hace poco reapareció un video grabado durante la visita del senador estadounidense John McCain ‎a Ucrania, en 2016. En ese video se ve al hoy fallecido senador McCain en compañía de su ‎colega y amigo Lindsey Graham y del entonces presidente de Ucrania Petro Porochenko. Los dos ‎senadores estadounidenses visitaban Ucrania en el marco de una misión del Senado de ‎Estados Unidos. Pero McCain era además el presidente del International Republican Institute ‎‎(IRI), la rama republicana de la National Endowment for Democracy (NED). Hoy se sabe que el IRI ‎realizó un centenar de seminarios para los líderes de los partidos ucranianos de derecha, incluyendo a los banderistas, cuyos abuelos colaboraron con los nazis durante la ‎Segunda Guerra Mundial.

En el video mencionado, los senadores estadounidenses John McCain y Lindsay ‎Graham se dirigen a oficiales del entonces “Batallón Azov”, la principal formación paramilitar ‎banderista. Eso no debe sorprender a nadie. El senador John McCain siempre sostuvo que ‎Estados Unidos tiene que asociarse con los enemigos de sus enemigos, sin importar su ideología, ‎llegando incluso a defender sus contactos personales con los terroristas del Emirato Islámico (Daesh) contra Siria.



En este video, los senadores Lindsey Graham y John McCain garantizan a sus oyentes que ‎Estados Unidos aportará todo el armamento necesario para que puedan vencer a Rusia. ‎

Reitero que este video se grabó 6 años antes de la intervención rusa en Ucrania. El hecho es ‎que los dos senadores estadounidenses están asignando una misión a sus interlocutores. ‎No los consideran mercenarios que Estados Unidos va a remunerar sino intermediarios ‎que lucharán hasta la muerte por mantener el mundo unipolar.

Poco después, el entonces presidente ucraniano Petro Porochenko, quien había asistido –en ‎uniforme de combate– al encuentro de los dos senadores estadounidenses con los banderistas, ‎modificó el emblema de los servicios secretos de Ucrania (SBU). Ahora muestra una lechuza que ‎sostiene una espada sobre Rusia y la divisa «El sabio reinará sobre las estrellas». Es evidente ‎que el Estado ucraniano estaba preparándose para luchar contra Rusia por cuenta de ‎Estados Unidos. ‎


Tres años después, el 5 de septiembre de 2019, la RAND Corporation organizaba una reunión en la ‎Cámara de Representantes de Estados Unidos para explicar su plan, consistente en debilitar a ‎Rusia obligándola a desplegarse simultáneamente en Kazajastán, en Ucrania y finalmente en ‎Transnistria.

EL PROGRAMA BIOLÓGICO UCRANIANO

El Estado ucraniano inició varios programas militares secretos en 2014. El primero y más ‎conocido de todos es su colaboración con el Departamento de Defensa estadounidense en más de 30 biolaboratorios diferentes. ‎

Estados Unidos afirma que ese programa se montó para destruir las armas biológicas soviéticas ‎supuestamente fabricadas y almacenadas en Ucrania. Pero eso no es convincente porque ‎significaría que más de 30 años después de la independencia de Ucrania –y 8 años después del ‎inicio del programa estadounidense– todavía habría armas biológicas “soviéticas” en ese país. ‎

Según la parte rusa, lo que sucedió es que el Departamento de Defensa de Estados Unidos puso ‎en manos de Ucrania la tarea de realizar investigaciones prohibidas por la Convención sobre la ‎Prohibición de las Armas Biológicas, firmada en 1972. Basándose en los documentos hallados por ‎las tropas rusas en Ucrania, el ministerio de Defensa de la Federación Rusa denuncia la ‎realización de experimentos biológicos sobre enfermos mentales ucranianos en el hospital ‎psiquiátrico nº 1, situado en la localidad de Strelechye, en la región de Jarkov, y que se utilizó un ‎agente patógeno para diseminar la tuberculosis entre los pobladores del distrito de ‎Slavianoserbsk, en la autoproclamada República Popular de Lugansk.

Rusia denuncia también que los biolaboratorios montados en Ucrania por el Departamento ‎de Defensa de Estados Unidos realizaban «experimentos extremadamente peligrosos para ‎reforzar las propiedades patógenas de la peste, el ántrax, la tuleramia, el cólera y otras ‎enfermedades mortales recurriendo a la biología de síntesis». Otro proyecto desarrollado en los ‎biolaboratorios de Estados Unidos en Ucrania tenía que ver con el uso del murciélago con fines ‎militares como agente transmisor de enfermedades como la peste, la leptospirosis, la brucelosis y ‎la propagación de filovirus y de coronavirus.



Esas gravísimas acusaciones no están todavía claramente establecidas ni refutadas. La reunión ‎del Consejo de Seguridad de la ONU que Rusia convocó sobre ese tema, realizada el 11 de marzo ‎de 2022, no arrojó resultados concretos. Después de haber negado las acusaciones, la ‎subsecretaria de Estado Victoria Nuland –straussiana y esposa del ya mencionado Robert Kagan– ‎declaró ante el Senado de Estados Unidos, el 8 de marzo: ‎

«Ucrania tiene … instalaciones de investigación biológica. Tememos que las tropas rusas ‎traten de controlarlas. Así que tratamos, con los ucranianos, de garantizar que ese ‎material de investigación no caiga en manos de las fuerzas rusas.»‎

A pesar de esas incoherencias, las potencias occidentales cerraron filas detrás de Washington ‎acusando a Moscú de mentir. Los gobiernos occidentales parecen ver como algo normal que ‎ciertos Estados coleccionen agentes patógenos para “estudiarlos”… sin que eso signifique que ‎vayan a utilizarlos para fabricar armas biológicas. Ahora nos dicen que la Organización para la ‎Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) vigila los laboratorios ucranianos. Lo cierto es que ‎nada de lo que han dicho permite justificar las declaraciones de la señora Nuland ni permite ‎entender catástrofes como la epidemia de fiebre porcina que costó la vida a 20 soldados ‎ucranianos –en enero de 2016– mientras que otros 200 tuvieron ser hospitalizados. ‎

El embajador de Rusia ante el Consejo de Seguridad de la ONU, Vassily Nebenzia, denunció ‎también la realización de investigaciones sobre la transmisión de enfermedades peligrosas para la ‎vida humana a través de ectoparásitos como los piojos y las pulgas. El diplomático ruso recordó que ‎experimentos similares «fueron realizados en los años 1940 por la tristemente célebre Unidad 731 ‎del ejército japonés, cuyos miembros hallaron refugio en Estados Unidos para escapar a ‎la justicia». La Unidad 731 fue el equivalente japonés del servicio de investigación establecido en ‎Auschwitz por el doctor alemán, miembro de las SS, Josef Mengele.‎

El embajador ruso ante el Consejo de Seguridad de la ONU puso también sobre la mesa una grave ‎interrogante sobre las miles de muestras sanguíneas de pacientes de origen eslavo que Ucrania ‎envió al Instituto de Investigación Walter Reed del Ejército estadounidense. El embajador Nebenzia ‎recordó seguidamente el «Project Coast», un programa de investigaciones biológicas realizadas ‎en los años 1980 por el doctor Wouter Basson para el régimen sudafricano del apartheid y para ‎Israel sobre la posibilidad de desarrollar medios químicos o biológicos que afectaran ‎específicamente a ciertos grupos étnicos (en tiempos del doctor Wouter Basson se trataba ‎liquidar poblaciones negras y árabes). ‎

El sistema de la Organización de las Naciones Unidas esquivó el disparo asegurando que no sabía ‎absolutamente nada sobre ese programa e invocando las medidas de confianza inscritas en la ‎Carta de la ONU. La Organización Mundial de la Salud (OMS) dijo que conocía la existencia del programa pero que ignoraba los detalles. Incluso confirmó por escrito a la agencia Reuters que ‎había «recomendado fuertemente al ministerio ucraniano de la Salud y a los demás organismos ‎responsables destruir los agentes patógenos de alto riesgo para evitar toda filtración potencial».

Por su parte, la prensa china habla de experimentos tendientes a convertir insectos en ciborgs ‎para fecundar o esterilizar cultivos.


Independientemente de sus objetivos, esos experimentos con fines militares se realizaban ‎a pedido del National Medical Intelligence Center (Centro Nacional de Inteligencia Médica de ‎Estados Unidos) a través de la Defense Threat Reduction Agency (Agencia de la Defensa para la ‎Reducción de Amenazas o DTRA) y de la empresa estadounidense Rosemont Seneca Technology ‎Partners (RSTP), creada esta última por Hunter Biden, hijo del hoy presidente de Estados Unidos ‎Joe Biden, y por Christopher Heinz, hijo político del ex secretario de Estado John Kerry. ‎

Todos los resultados de esas investigaciones eran enviados a los biolaboratorios militares ‎estadounidenses de Fort Detrick, que siempre han tenido un papel protagónico en los programas ‎de armas biológicas de Estados Unidos.

Mientras las potencias occidentales optaban por acusar a Rusia de “desinformar” al Consejo ‎de Seguridad de la ONU, el embajador de China subrayó: ‎

«Toda información o pista sobre actividades biológicas militares debe suscitar la mayor ‎atención de parte de la comunidad internacional (…) Estados Unidos dice ser favorable a ‎la transparencia. Si estima que esta información es falsa sólo tiene que entregar los datos ‎pertinentes y aportar aclaraciones para que la comunidad internacional pueda ‎pronunciarse sobre este asunto.»‎

Según la ONU, Estados Unidos ha presentado regularmente informes sobre sus actividades ‎biológicas, conforme a lo que establece la Convención sobre la Prohibición de las Armas Biológicas, pero Ucrania ‎nunca lo ha hecho. ‎

En todo caso, Rusia aplicó rápidamente varias medidas. En primer lugar, destruyó los contenedores hallados en ‎‎26 de los biolaboratorios descubiertos en Ucrania –cuatro de esas instalaciones han escapado ‎al control de las fuerzas rusas– y posteriormente invitó a sus aliados de la Organización del ‎Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) a mantener bajo la más estrecha vigilancia los acuerdos ‎que pudieran haber concluido con Estados Unidos. Finalmente, todos los países miembros de la OTSC han prohibido que el personal ‎militar extranjero tenga acceso a sus laboratorios. ‎

El director del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), ‎Rafael Grossi, reveló en Davos que Ucrania dispone de enormes cantidades de plutonio y de ‎uranio enriquecido.

EL PROGRAMA NUCLEAR UCRANIANO CON FINES MILITARES

Entremos ahora en el tema más problemático de todo este asunto, ya que hay, en efecto, algo todavía peor que ‎lo que acabamos de explicar.‎

Al convertirse en Estados independientes, las repúblicas ex soviéticas de Bielorrusia, Kazajastán ‎y Ucrania heredaron parte del sistema de armas nucleares de la URSS. Estos tres nuevos Estados ‎firmaron, en 1994, el Memorándum de Budapest con Estados Unidos, Rusia y Reino Unido, ‎potencias que se comprometían a garantizar las fronteras de aquellas repúblicas ex soviéticas ‎si estas se comprometían a su vez a entregar todo el armamento nuclear a Rusia y a respetar ‎el Tratado de No Proliferación sobre las armas atómicas. ‎

Últimamente, el Memorándum de Budapest ha estado constantemente en boca de quienes afirman que ‎Rusia lo violó en Ucrania. Esa afirmación es falsa ya que el Memorándum de Budapest estipula que ‎cualquiera de las tres grandes potencias firmantes se vería exenta de su promesa de ‎no intervención en las tres repúblicas ex soviéticas en caso de tener que garantizar su «legítima ‎defensa o por alguna otra razón conforme a lo dispuesto en la Carta de las Naciones Unidas». Y sobre ese punto es necesario recordar que Rusia reconoció oficialmente las repúblicas populares del ‎Donbass sólo después de que el Estado ucraniano se negó –durante 8 años– a respetar ‎los acuerdos que había firmado en Minsk y después de 8 años de bombardeos ordenados ‎por Kiev contra las poblaciones del Donbass. ‎


Entre 2014 y 2022, Ucrania exigió en 4 ocasiones una renegociación del Memorándum de ‎Budapest. Y finalmente, el 19 de febrero de 2022, el presidente ucraniano Volodimir Zelenski ‎declaró ante los participantes en la Conferencia de Seguridad de Munich: ‎

«Yo, como presidente, lo haré por primera vez. Pero Ucrania y yo mismo lo hacemos por ‎última vez. Inicio consultas, en el marco del Memorándum de Budapest. El ministro de ‎Relaciones Exteriores está encargado de convocarlas. Si no tienen lugar nuevamente o si ‎sus resultados no garantizan la seguridad de nuestro país, Ucrania tendrá derecho a pensar ‎que el Memorándum de Budapest no funciona y que todas las decisiones globales de 1994 ‎están en tela de juicio».

Poner en tela de juicio «todas las decisiones globales de 1994», solo podía significar una cosa: ‎Ucrania se tomaría la libertad de buscar la manera de obtener armas nucleares. Era como si ‎el presidente Zelenski hubiese dicho: “Permítannos reprimir a los separatistas del Donbass o ‎emprenderemos un programa nuclear con fines militares.” Los principales dirigentes de los países ‎miembros de la OTAN estaban presentes o al menos representados en la sala, pero ‎nadie protestó a pesar de que el presidente ucraniano acaba de anunciar que estaba dispuesto a ‎violar el Tratado de No Proliferación de las armas nucleares. ‎

Al comentar ese discurso del presidente Zelenski, el presidente ruso Vladimir Putin subrayó: ‎

«Lo único que le falta [a Ucrania] es un sistema de enriquecimiento de uranio. Pero eso ‎es una cuestión técnica y para Ucrania no es un problema insoluble»‎.

Los servicios de inteligencia rusos ya sabían que Ucrania tenía un programa nuclear con fines ‎militares. Lo que todavía no sabemos es de cuánta información disponían sobre ese programa. ‎

El argentino Rafael Grossi, secretario general del Organismo Internacional de la Energía Atómica ‎‎(OIEA), declaró el 25 de mayo, en el Foro de Davos, que Ucrania había acumulado en la central ‎nuclear de Zaporijia 30 toneladas de plutonio y 40 toneladas de uranio enriquecido y que la OIEA ‎se pregunta qué pasó con todo ese material. ‎

La central de Zaporijia era precisamente uno de los objetivos de las fuerzas rusas, que la tomaron ‎el 26 de febrero, en el segundo día de su intervención. Luego, el 4 de marzo, se habló de un ‎incendio en un laboratorio adyacente, durante un enfrentamiento entre fuerzas rusas y ucranianas, ‎y se denunció la «irresponsabilidad» del ejército ruso. Pero es evidente que, como había ‎declarado Moscú, otra cosa estaba en juego. Rusia había iniciado el traslado del material nuclear ‎y las fuerzas especiales ucranianas trataron de impedir que completaran dicha operación. ‎

El plutonio se vende a un precio que fluctúa entre 5.000 y 11.000 dólares el gramo. La compra ‎de 30 toneladas de plutonio representa 150.000 millones de dólares. El precio del uranio depende de su grado enriquecimiento. El uranio enriquecido a menos del 5% sólo es útil para el uso civil y el uso ‎con fines militares exige uranio enriquecido al menos al 80%. Sin conocer el grado de ‎enriquecimiento es imposible evaluar el precio del uranio. Al apoderarse de todo ese material nuclear ‎no declarado, Rusia ha recuperado probablemente todo lo que había perdido a causa de todas ‎las sanciones. ‎

La información que tenemos ahora abre nuevas interrogantes:

– ¿Desde cuándo tenía Ucrania todo ese material nuclear? Hay que recordar que, al convertirse en ‎Estado independiente, Ucrania supuestamente había entregado a Rusia todo el material nuclear ‎destinado a fines militares.

– ¿De dónde venía el material nuclear que había en Zaporijia y quién lo pagó?‎

– ¿Qué grado de enriquecimiento tenía el uranio almacenado en Zaporijia?

– ¿Quién lo enriqueció?‎

A todas esas preguntas, la prensa rusa agrega otra interrogante de enorme importancia:‎

– ¿Cuán confiable es el Organismo Internacional de la Energía Atómica, que mantuvo en secreto ‎esta información hasta la semana pasada?‎

Todos esos elementos obligan a revisar la acusación que atribuye a Rusia la responsabilidad de ‎este conflicto. ‎

(Fuente: https://www.voltairenet.org/)

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