Evitando la tendencia a la necrológica que en su momento pareció asentarse en el blog original, no hice reseña alguna el pasado mes de la desaparición de ese extraordinario creador de universos sonoros que fue Vangelis Papathanassiou.
Hoy, primer día de mes, en el que sigo dando continuidad a la tradición nacida en la bitácora matriz de solo publicar entradas positivas, humorísticas o inspiradoras, me parece que no es mal momento para celebrar la vida y la obra de este mago de los teclados que compartió durante décadas el podio de la música instrumental contemporánea junto a esos otros dos gigantes que son Mike Oldfield y Jean Michel Jarre.
Músico autodidacta, desde niño demostró una cualidad para la improvisación poco común. Se fogueó en tempranas bandas para conocer el exilio parisino -y el éxito- con la formación Aphrodite´s Child, que integró junto a su primo, el luego célebre Demis Roussos, y el batería Lucas Sideras. El pop-rock psicodélico que facturaron juntos obtuvo el reconocimiento internacional gracias a singles como "Rain and tears", "It´s five o´clock" o «Spring, summer, winter and fall», pero pronto se quedó pequeño para un Vangelis cuya ambición musical empezó a despuntar en el doble "666", una obra titánica mal comprendida en su momento, lo que contribuyó a la disolución del trío.
Su inquietud le lleva a instalarse en Londres, donde consigue construir y dotar un estudio de grabación a su medida -los míticos Nemo Studios- y se abre la etapa más fecunda de su discografía, unos años setenta presididos por las bandas sonoras para cine y televisión y por cuidados álbumes que tienen en su "Heaven and Hell", de 1975, su primera obra maestra absoluta. Con solo dos sintetizadores, un piano, percusión, el English Chamber Choir y la presencia de la soprano Vana Veroutis como solista femenina y de Jon Anderson -vocalista de la banda progresiva Yes- como vocalista en la canción-interludio «So Long Ago, So Clear» crea una cantata digna de Carl Orff, audaz, deslumbrante y atemporal, a cuya difusión internacional contribuye que un fragmento particularmente lírico se convirtiera en la sintonía de apertura de la serie divulgativa "Cosmos".
La amistad trabada con el imaginativo Jon Anderson hace que el músico griego llegue a plantearse su integración en Yes, sustituyendo a Rick Wakeman, pero no será ese el camino elegido por el destino. Mas adelante ambos grabarán una exitosa serie de cuatro álbumes bajo la denominación "Jon & Vangelis".
La década prodigiosa de Vangelis será jalonada por la sucesiva aparición de una serie de discos que le llevan a ser etiquetado como pionero de la new age, y entre los que destacan el hipnótico "Albedo 039" (1976), "Spiral" (1977, uno de sus pocos álbumes puramente electrónico), "Ignacio" (también de 1977, aunque corresponde a una banda sonora dos años anterior) y luego, fichado por el sello Polydor, "China" y "Opera sauvage" (ambos en 1979). En todos ellos sus armonías sutiles y complejas bastan para desmentir la tópica acusación hecha a la música sintetizada de ser fría y carente de emoción. Al contrario, extrajo del hoy ya clásico sintetizador polifónico Yamaha CS80 secuencias, arpegios y líneas melódicas de una profundidad y riqueza orquestal absolutamente envolvente, y que le sitúan como uno de los pioneros de la luego llamada "música cósmica".
La exhuberante sonoridad y la tímbrica de "China", además del aval de su larga lista de "soundtracks" previos, convencen al productor David Puttnam de encargarle la banda sonora de un film de época ambientado en los Juegos Olímpicos de París (1924), "Chariots of fire" (1981). La decisión de recurrir a una música no orquestal, sino sintetizada, no es la menos audaz de las tomadas por Puttnam, quien confiará los papeles principales a actores entonces desconocidos, dejando a veteranos como John Gielgud o Ian Holm como secundarios "de prestigio", y confiará la dirección al documentalista y publicista Hugh Hudson. El resultado de todo ello es un éxito masivo que culmina la noche de los Oscar de 1982 con la concesión de cuatro estatuillas: mejor película, mejor guión original, mejor vestuario y mejor música, pese a competir con la creada por John Williams para "En busca del arca perdida". Vangelis no recogerá el premio, pues se halla entonces trabajando contra reloj para terminar otra de sus celebrados "scores", el del film de Ridley Scott "Blade Runner", film de culto convertido en clásico "cyber-punk" y en película que influirá a toda la ciencia-ficción posterior con su poderosa imaginería.
El éxito musical de "Chariots of fire" acabará por eclipsar el cinematográfico, convirtiendo el tema principal del film en banda sonora oficiosa de eventos deportivos por todo el mundo. Sin embargo Vangelis se resiste a ser encasillado como músico de películas, prohibiendo la edición comercial de algunas de las más inspiradas que ha creado (Desaparecido, Motín a bordo, Lunas de hiel, Francesco, La plaga, ...), empezando por la propia "Blade Runner", lo que lleva a Warner Music a reunir una orquesta "de emergencia" para reproducir una música para la que no se dispone ni siquiera de partituras -Vangelis ignora el solfeo, dada su formación nada convencional- y editar un álbum que desmiente la idea de que los sintetizadores se limitan a replicar las sonoridades orquestales. Lo que tenemos aquí es justamente a una orquesta sinfónica que busca reproducir música creada por sintetizadores.
Vangelis no autorizará la publicación de la música que grabó para "Blade Runner" hasta doce años después de lanzado el film, lo que causó entre medias el ser probablemente la música que más ediciones piratas ha conocido en la historia, dado que incluso el disco editado oficialmente como "soundtrack" es, de hecho, una edición pirata no autorizada por el compositor.
El alto grado de exigencia y perfeccionismo del "griego de oro" y su firme afán de no exponerse a la superficialidad y servidumbres de la fama le granjean cierta fama de huraño. También tiene que lidiar con una infundada acusación de plagio que, pese a resolverse a su favor -como, en justicia, no podía ser de otra manera- le sumen en una inmerecida amargura que le lleva a recluirse en su música, siempre en expansión hacia sonoridades inéditas, y que se plasma en bandas sonoras, música para teatro, ballet, "performances" y exposiciones, composiciones para desfiles de moda e incluso para vídeos divulgativos, piezas mayormente inéditas para desesperación de sus más acérrimos seguidores.
Su reconocimiento como compositor contemporáneo vendrá con la edición en el sello de música clásica Deutsche Grammophon de su indescifrable "Invisible Connections" (1985), un disco hermético y atonal publicado el mismo año que su mucho más accesible "Mask", que retorna a la sonoridad épica y majestuosa de "Heaven and Hell".
A finales de los ochenta Vangelis adopta el "Direct", una especie de controlador MIDI con un juego de pedales diseñado a su medida que el griego difunde con un album homónimo (1988), y que va a ser el eje de su sistema de trabajo en lo sucesivo, creando con él bandas sonoras tan impresionantes como la del film "Alexander", de Oliver Stone (2004).
Pese a los sinsabores y tensiones vividos con la música de "Blade Runner" un nada resentido Ridley Scott volvería a solicitar la colaboración de Vangelis en la banda sonora de "1492, the conquest of Paradise" (1992), en la que el músico da una vez más lo mejor de sí y realiza otra de sus más reconocidas y exitosas creaciones.
Como señala Wikipedia, "es interesante mencionar el método que utiliza el griego para musicalizar películas, ya que suele limitarse a improvisar en los teclados mientras visualiza los montajes provisionales que le facilitan los directores siguiendo una técnica de «creación directa». Varios cineastas han comentado su asombro ante su capacidad para crear piezas sobre la marcha que encajan perfectamente con sus escenas".
A partir de los años noventa la publicación de nuevos álbumes de estudio se va espaciando cada vez más, siendo los más exitosos "Voices" (1995), "Oceanic" (1996) y "El Greco" (1998), reedición ampliada de la música compuesta tres años antes para el Museo Nacional de Atenas y que da fe de la devoción de Vangelis por su compatriota pintor, para cuyo "biopic" cinematográfico dirigido por Yannis Smaragdis en 2007 también compuso una celebrada banda sonora. Cabe señalar que la pintura es otra de las aficiones de Vangelis, quien ha realizado contadas exposiciones públicas de su producción, siendo la inaugural la celebrada en la sala de l'Almodí de Valencia en 2003.
El nuevo siglo va a traerle encargos de la NASA -música para acompañar la misión no tripulada "Mars Odyssey" al planeta rojo, que ampliará hasta dar forma a su album coral "Mythodea"- y la EMA -ambientando la misión de la sonda espacial Rosetta- además de la edición de un álbum de música para piano y de su último disco publicado en vida, "Juno to Jupiter", inspirado obviamente en el planeta gigante. Su delicada salud, agravada por una notoria obesidad, y el dejarse pinchar con ya sabe el lector qué veneno patrocinado por la OMS provocarán su fallecimiento por Covid el pasado día 17 de mayo, privándonos de la calidez de su incomparable música.
Pese a lo extenso de esta reseña, aún quedaría mucho por decir de obras que ni siquiera he nombrado, como la sugerente "L'Apocalypse des animaux" (1973), que puede disputarle al "Music for airports" de Brian Eno el haber sido la obra con la que nace la música "ambient"; su inédito "L´arbre de vie" (1980), que reclama a gritos una edición discográfica decente, igual que ocurre con la delicada música de "Silent portraits" que acompañó en 1984 la exposición del fotógrafo Gian Paolo Barbieri sobre las islas Seychelles; sus incursiones en el jazz rock documentadas en los "bootlegs" por él execrados "The Dragon" e "Hypothesis"; las colaboraciones con Irene Papas, Claudio Baglioni, Suzanne Cianni ... o nuestros compatriotas Luz Casal y Neuronium; las versiones de sus temas realizadas por gente tan dispar como Donna Summer o el también recientemente desaparecido Klaus Schulze, ...
Una vez le preguntaron, ‘¿Hay territorios inexplorados a los que le gustaría acudir como compositor?’ Su respuesta fue ‘Una vida no es suficiente para componer. Hay tan poco que puedes hacer. Y la música es inmensa. Es enorme. Cada día es una experiencia nueva. Y no hay fin. Así que a pesar de que he estado componiendo desde que era un niño, no creo haber hecho mucho. Pienso que todavía estoy en el principio’.
El creador infatigable que dotó a los sintetizadores de una calidez y expresi- vidad insospechados, fotografiado a mediados de los 70 en los Estudios Nemo |
Gracias por tanto, maestro y feliz retorno a casa. Que la inteligencia divina que lo rige todo haga apacible tu último viaje.
(posesodegerasa)
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