martes, 31 de mayo de 2022
EL CONSEJO DE ANCIANOS
La estructura social de la tribu humana ha sido seleccionada por la evolución para mezclar generaciones. Nuestra longevidad tiene un propósito, que no es otro que la transmisión de la cultura y la experiencia desde los más mayores a los menos.
Los abuelos no son mascotas a las que hay que mantener a gusto en espera de que se vayan, ni cuidadores de nietos cibernéticos; son, en cambio, los miembros más valiosos de nuestro clan, los consejeros, aquellos a los cuales hay que acudir para buscar sabiduría en los momentos más delicados. Los guerreros solo vencen tras pasar el filtro del consejo de ancianos.
Mucha gente más bien joven se está acostumbrando a que se mueran personas de 65-70 años sin caer en la cuenta de que les podrían quedar fácilmente decenios de vida por delante que les han sido arrebatados. Entre los 65 y los 85 hay veinte años, toda una vida de besos, abrazos, consejos y amor. De sobra para orientar a sus hijos y nietos siendo el faro de sus vidas.
A menudo hubieran vivido más que esos chicos que ya los ven como “viejos” y que tienen, precisamente, esos veinte años.
Flota en el ambiente una gerontofobia de la que hablo en mi libro ("Yo, negacionista", ediciones Arcopress, nota del "blogger") y que es el final de cualquier civilización, porque desde siempre los que lideraron las sociedades cultas fueron el consejo de ancianos, los sabios, los experimentados.
La naturaleza humana es sabia, compensa en los mejores individuos la pérdida de fuerza física con la prudencia y el conocimiento en ausencia de ambición y de ansias sexuales precisamente en los últimos años de nuestras vidas.
Es entonces cuando somos más valiosos para la sociedad; por eso el globalismo no quiere que los sabios gobiernen, quieren efebos ansiosos de ambición que obedezcan a cambio de futuro económico y social. No quieren Gandalfs, ni ancianas del árbol, ni Merlines, ni Quijotes, solo estúpidos y atolondrados hobbits y rijosos "gamers" regidos por su entrepierna.
Debemos recuperar el equilibrio en las sociedades empezando por ser conscientes de que cada anciano es una biblioteca viviente, ahora amordazada y poli-inoculada.
Sé que suena cruel, pero en la naturaleza un adulto experimentado vale mucho más que un cachorro, tiene mayor valor biológico para su manada. Los cachorros han requerido poca inversión del grupo, pueden fabricarse más, pero un artesano, guerrero, mujer medicina o cuidador de caballos vale mucho más que seis bebés.
Cada abuelo es un tesoro que nos está siendo arrebatado, precisamente, por abuelos malvados.
Verlos caminar penosamente con un filtro de café en la cara privándoles del poco oxígeno que ya queda en la ciudad es algo por lo cual se recordarán estos tiempos como los de los asfixiadores de sabios.
Fernando López-Mirones
(https://t.me/elaullido)
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