viernes, 8 de octubre de 2021
LA FARSA DEL COVID, AL DESCUBIERTO
Sergio J. Pérez Olivero, Doctor en Ciencias Químicas, ha elaborado el informe definitivo que pone al descubierto la farsa que envuelve, desde el principio, al Covid. Dicho informe, que ocupa 362 páginas, es exhaustivo hasta la saciedad; no deja asunto, científico o legal, por difícil y espinoso que pueda ser, sin analizar; su base es el estudio minucioso de todo lo conocido con seguridad, de todo lo probado o no probado, en relación con el Covid. Lo que sigue es un resumen de sus «conclusiones científicas», que espero sirva como invitación a descargar el texto completo y leerlo sin prejucios.
No existen pruebas claras de que el virus que supuestamente causa la enfermedad conocida como Covid-19 haya sido aislado; así lo confirman 110 instituciones en más de 20 países y los autores de las publicaciones que decían haberlo aislado al principio de la supuesta pandemia, ya que no aportan ninguna prueba clara de haberlo logrado. Es un virus Frankenstein que ha sido inventado y cosido usando secuencias de bases de datos genómicas. Nunca se ha aislado y purificado adecuadamente para que pueda secuenciarse de un extremo a otro una vez derivado de tejido vivo; en cambio, se ensambla digitalmente a partir de una base de datos informática.
Los métodos que se utilizan para diagnosticar el supuesto virus no son válidos para tal objetivo. Solo se detectan fragmentos del virus si la PCR da positivo a los 24 ciclos de amplificación, una PCR por encima de 35 ciclos no es fiable. Se sabe que todas las pruebas RT-PCR que se han hecho en España para SARS-CoV-2 se han realizado entre 40 y 45 ciclos de amplificación, lo cual, supone muchos claros falsos positivos y por tanto, los datos de contagios y fallecimientos están artificial -e interesadamente- inflados.
Es falso que los “asintomáticos” sean la principal forma de transmisión del virus. Aunque muy poco probable, si existiera, siempre sería en mucha menor proporción que las personas sintomáticas; la tasa de transmisión es hasta 20 veces menor.
La trasmisión por vía aérea (gotas y aerosoles) no está probada científicamente. La neumonía característica de la Covid-19 es bilateral, simétrica e intersticial, lo que prueba que la patogenia se produce a través de la sangre, ya que en el intersticio pulmonar se encuentran los capilares sanguíneos. Analizando lo dicho y aceptando que la Covid-19 está producida por el SARS-CoV-2 y que el receptor celular de dicho coronavirus es el ACE2; y sabiendo que este virus no puede ser cultivado en células pulmonares naturales y que el receptor ACE2 no se encuentra en tejido pulmonar, tenemos que concluir necesariamente que la Covid-19 no se trasmite por vía aérea y que las mascarillas son inútiles para frenar la trasmisión. Incluso a nivel casero, la transmisión del virus por cualquier vía es muy escasa, y la transmisión en superficies también cuenta con muy baja probabilidad de suceder.
Los encierros no solo no evitaron el contagio, sino que fueron contraproducentes, hasta tal punto que los niños nacidos durante los encierros muestran deterioro en sus funciones cerebrales y además, provocaron que en Inglaterra se suicidaran cinco veces más niños de los que murieron por Covid, o que a nivel mundial haya un aumento sin precedentes del suicidio infantil;
Lo que llamaron “distanciamiento social” no resulta efectivo, y el uso de mascarillas a modo de protección y para evitar la propagación no tiene ninguna base científica que lo justifique. No sólo no protege del contagio, sino que además es tremendamente peligrosa para el ser humano, pudiendo ocasionar graves problemas de salud, especialmente en niños. El uso de mascarillas, el distanciamiento social y los confinamientos han creado un entorno en el que se ha impedido que los seres humanos entren en contacto con las estrategias ambientales que apoyan y estimulan su sistema inmunológico reduciendo el riesgo de infectarse.
La proteína S no se debería usar de ninguna forma, por ser patógena. Las “vacunas” de ARNm pueden reprogramar el sistema inmunitario de forma que sea permisiva para el crecimiento del cáncer ya que la proteína puede estar uniéndose a genes supresores de tumores en el cuerpo e inactivándolos.
El Covid presenta una mortalidad bastante baja, de 0.047 a 0.23%, muy inferior a la de la gripe común y por debajo de la calculada por la OMS. Aunque algunos defensores del discurso oficial comparan la Covid con la gripe de 1918, los datos reales lo desmienten: la tasa de letalidad por infección (IFR) de la gripe de 1918 fue aproximadamente 6 veces mayor que la IFR de la Covid-19. La mortalidad más alta se da entre personas que padecían enfermedades previas, concretamente, el 99% de las muertes, lo cual nos dice que fortaleciendo nuestro sistema inmunológico y cuidando nuestra salud, muy probablemente, estamos protegidos contra la supuesta enfermedad.
La inmunidad natural puede llegar a ser hasta 20 veces superior a la inmunidad teóricamente inducida por la “vacunación” porque incluye las defensas inmunitarias innatas, así como la inmunidad específica que se dirige a múltiples partes del virus y no solo a la proteína de pico dirigida por la supuesta “inmunidad” inducida por la “vacuna”. La inmunidad natural es mucho más protectora que la “vacunación” ya que cursar la enfermedad Covid-19 producen niveles saludables de inmunidad natural.
Los sueros experimentales mal llamados “vacunas” no son seguros ni eficaces. No previenen la enfermedad, no reducen la gravedad, ni mucho menos van a controlar la enfermedad. No solo no protegen, sino que han empeorado la situación. Los datos epidemiológicos disponibles a nivel mundial son suficientes para demostrar que la “vacunación” no protege contra la contaminación y transmisión de SARS-CoV-2, lo cual, contradice las reiteradas declaraciones de representantes del poder ejecutivo y de muchos medios de “comunicación”.
Las personas más inteligentes, las de mayor nivel académico, las menos volubles de opinión y las mejor informadas científicamente están entre los “negacionistas».
Con el programa de vacunación masiva ahora en pleno apogeo, estamos escuchando más y más informes que sugieren que un derecho fundamental y requisito legal como es el consentimiento informado del paciente no se está respetando. La gran mayoría de las personas simplemente no tienen la oportunidad de ejercer este derecho que es un principio fundamental de la ética médica, central para el concepto de autonomía del paciente. Es probable que la mayoría de las personas ni siquiera sepan qué información deberían poder recibir antes de la “vacunación”.
La “vacunación” infantil contra el Covid ni es necesaria, ni es segura para los niños. No les aporta ningún beneficio a ellos, ni tampoco a los adultos. La enfermedad en los niños tiene una bajísima incidencia y además, no se ha demostrado que ellos transmitan la enfermedad. Los riesgos superan con creces a los beneficios.
Se está culpando a los no “vacunados” de los nuevos contagios y de la aparición de las nuevas supuestas olas causadas por supuestas nuevas variantes. Sencillamente, es falso. La tasa de individuos “vacunados” entre individuos con casos verificados de Covid es cercana e incluso idéntica a su proporción relativa en la población. La carga viral es como máximo similar entre “vacunados” y no “vacunados” (aunque suele ser inferior en los no “vacunados”, pudiendo llegar a ser a ser hasta 251 veces inferior); es decir, que tanto los “vacunados” como los no “vacunados” representan, como máximo, un riesgo similar de transmitir el virus a otros.
Desde su llegada, la Covid-19 ha protagonizado la mayoría de los temas de conversación, de preocupación e incluso de atención hospitalaria. El miedo al contagio y el supuesto colapso de los sistemas sanitarios han propiciado el deterioro de enfermedades oncológicas, cardiológicas, neurológicas y, respiratorias, entre otras. Consideradas como las principales causas de muerte en el mundo, estas patologías se han visto agravadas por la llegada del coronavirus.
En las “vacunas” hay “sustancias” que podemos definir como “inquietantes”, que pueden ser potencialmente peligrosas y que pueden ocasionar problemas de salud de diferente gravedad.
Las nuevas “vacunas” Covid, crean peligros potenciales que podrían ser peores que las propias infecciones por Covid-19. El plan para inmunizar rápidamente a la población mundial con “vacunas” Covid-19 que contienen o codifican la proteína Spike y que supuestamente confiere unos pocos meses de seguridad es extremadamente arriesgado.
(Fuente: https://www.xn--elespaoldigital-3qb.com/)
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