viernes, 12 de diciembre de 2014

GENESIS: "THE LAMB LIES DOWN ON BROADWAY", ¿EL MEJOR DISCO DE ROCK DE LA HISTORIA?


Una efeméride que recordar en este año que acaba: los 40 años que cumple
un disco de una riqueza musical absolutamente deslumbrante.

Proclamar tal o cuál album como el mejor disco de música rock puede ser un ejercicio de pretenciosidad, de frivolidad, o una mera exhibición caprichosa de un gusto particular. Si hay que justificar la elección, en cambio, toca desplegar argumentos de orden racional, estético y analítico, y arriesgarse a la crítica y a la contraargumentación. Al fin y al cabo, incluso si solo hablásemos de álbumes dobles, ahí siguen estando "Blonde on Blonde", "Physical Graffitti" o "The Wall". Tal vez solo los muy fans de los primeros Genesis que, como ellos saben, poco tiene que ver con el grupo superventas de los ochenta, le concedan atención a las líneas que siguen, pero la invitación está abierta a todo el que se asome a estas líneas (no solo de conspiranoia vive este blog). 

El viaje tendrá algo de arqueología, pero, como todo viaje, puede deparar algunas sorpresas. 

Empecemos por el principio ...

La síntesis, perfecta en su brevedad, la expresa una de aquéllas ingenuas e inspiradas letras que escribió Carolina Cortés para Barón Rojo: "Al principio fue solo bailar todos alrededor de un reloj, pero nadie pudo imaginar que sería el idioma mejor" ("Larga vida al rock´n´roll", exclamación tan contradictoria con su efímero objeto como la proclama "El rey ha muerto, viva el rey").

La llamada "música rock" fue la voz mestiza de una juventud que supo poner distancia con un mundo adulto que aborrecía ("prefiero morir antes que hacerme viejo" cantaban The Who) para construir sus propias señas de identidad a partir de otras voces hasta entonces despreciadas: el "blues" de los negros desarraigados; la música calificada peyorativamente de "ligera" -en particular el reiterativo "boogie boogie"-, frente a la seriedad de la "clásica"; los "sucios" y sexuales ritmos africanos; ...

Pero sí, antes que subversión, ese sonido fue, inicialmente, diversión.

Fue una generación posterior la que convertiría aquel ritmo simple y primitivo en el vehículo de mensajes rompedores, ya se tratase de poesía o de crítica, proceso en el que resulta crucial la incorporación del espíritu del folk y la canción protesta a los esquemas del rock realizada por ese genio controvertido que el mundo conoce con el apelativo de Bob Dylan, fenómeno que ha llevado a Gabriel Albiac a afirmar que el rock es la forma genuina de la poesía popular en la segunda mitad del siglo XX.

Y fueron clarividentes y astutos comerciantes los que intuyeron el enorme potencial del nuevo sonido, en la medida en que esa música marginal y directa se manifestó como una fértil máquina de producir mitos, fenómeno que alcanza su paroxismo en el hecho de que Elvis Presley sea el único músico que tiene una iglesia en su honor (que el rockero inglés Vince Taylor acabara por creerse Jesucristo también refuerza esta iconicidad delirante). El "coronel" Parker con el proteico Elvis o Brian Epstein con los Beatles fueron los "padrinos" (tómese la expresión en su sentido más mafioso) que convirtieron los talentos emergentes de unos jóvenes todavía desubicados en una máquina de producir dividendos.

La contradicción arte-negocio fue absolutamente explícita en el caso del rock´n´roll desde su mismo origen, algo común a todas las formas de la llamada "cultura pop". Pero si en algo la música rock se ha mostrado como la expresión de un momento determinado es en el modo en que ejemplifica la llamada "aceleración de la historia": su ciclo nacimiento-expansión-plenitud-decadencia fue vivido en apenas 20 años, los que van del "Rock around the clock" de Bill Halley & His Comets (1955) al abrupto cierre de la gira de presentación del disco objeto de esta entrada, ocurrido en agosto de 1975 en unas circunstancias sobre las que me detendré más adelante. El cine, el cómic o el jazz, por poner tres ejemplos de ese tipo de cultura, han disfrutado de muchas más décadas para desarrollar su ciclo vital. Pero, como se dice en "Blade Runner", "la luz que brilla con el doble de esplendor brilla la mitad de tiempo". Y el rock´n´roll lo fue todo hace cuarenta años, para haberse convertido en nada en la actualidad, un lenguaje que fue vehículo de comunicación y de comunión entre la juventud para ser hoy una lengua muerta, pasto de los estudiosos y los nostálgicos.

Toda la introducción precedente obedece a mostrar cómo ese disco y esa gira pueden perfectamente ser tomados como indicadores del apogeo de un movimiento musical que no ha vuelto a vivir la eclosión de creatividad, originalidad y sofisticación que conoció en unos primeros años 70 que suponen el cénit de una forma de crear música absolutamente irrepetible.

El pistoletazo de salida de esa mezcolanza literario-musical tan lograda lo puso, como no podía ser de otra manera, el cuarteto de Liverpool que en 1967 facturó el disco conceptual por antonomasia, "Sgt. Pepper´s Lonely Hearts Club Band". La senda abierta por aquella desbordante creación marcó el rumbo que luego seguirían títulos como "Ziggy Stardust", "Thick as a Brick" o "The Dark Side of the Moon", grabaciones que, como esos otros serios candidatos a "mejor disco del rock" que son "Made in Japan" o "Led Zeppelin IV" se editan en un periodo de poco más de dos años, en un momento en que unos primerizos Genesis buscan aún su reconocimiento. Tardarán todavía un tiempo en parir su obra maestra, el único disco doble en estudio de toda su trayectoria. Pero no adelantemos acontecimientos.

La banda había nacido el mismo año del Sgt. Pepper´s en la Charterhouse School de Surrey, una escuela de élite, británica hasta la médula (disciplina, formalidad, aburrimiento, ...) algunos de cuyos inquietos alumnos buscaban evadirse formando grupos de rock de efímera existencia. Cuatro de ellos, el cantante Peter Gabriel, el guitarrista Anthony Phillips, el teclista Tony Banks y el bajista Mike Rutherford (los dos últimos también tocaban la guitarra), secundados a la batería por Chris Stewart, otro interno, tuvieron la suerte de que un compañero, Anthony King, reconociese su talento y decidiera, con la osadía que da la inexperiencia, convertirse en su manager.

La absoluta seriedad de los muchachos les llevó a involucrarse en su proyecto a tumba abierta: tardes y tardes de ensayos, contactos y buena suerte les permitieron grabar su primer album en 1969 cuando aún ni siquiera tenían nombre como banda y los baterías entraban y salían de la formación a un rimo de uno cada seis meses. "From Genesis to Revelation",  una dulzona colección de canciones influenciadas por los Bee Gees, de letras ingenuas y elaborados arreglos orquestales, solo aportaría a su posterior evolución el nombre que adoptaron.

La madurez del grupo se fraguó en el siguiente disco, "Trespass" (1970), un reposado muestrario de folk-rock evocador (salvo por su tema final, "The Knife", una violenta sátira a lo Orwell), y en la que se puede reconocer el germen del sonido que les llevaría a la fama: encadenamientos de arpegios de hipnótico efecto, polifonías "orquestales" apoyadas en los teclados de Banks, textos que parecían salidos de la pluma de un Lewis Carroll redivivo y la voz de un Gabriel cuyo registro parecía a veces no tener límite, permitiendole representar a personajes diversos durante una misma canción (el prodigioso tema "Get 'Em Out By Friday", del album "Foxtrot", tal vez sea el mejor ejemplo).

La formación "clásica" del grupo se completará ese mismo año tras producirse la inesperada salida de un Anthony Phillips cuya inseguridad enfermiza en sí mismo le lleva a rechazar las actuaciones en vivo y a aislarse para completar su formación como guitarrista, tras de la que empezará una carrera en solitario tan extraordinaria como minoritaria. Sendos anuncios en la publicación musical "Melody Maker" traerán al grupo a un versátil guitarrista, Steve Hackett, y al batería definitivo, el luego popularísimo Phil Collins, niño prodigio con experiencia como actor y cantante en teatro y cine.

De izquierda a derecha: Peter Gabriel, Phil Collins, Mike Rutherford,
Steve Hackett y Tony Banks. Génesis en su momento de mayor creatividad.

La secuencia de albumes - "Nursery chryme", "Foxtrot" y "Selling England by the Pound"- que el grupo edita en los tres siguientes años es la piedra angular de una forma de entender el rock progresivo -que en España se dió en llamar "sinfónico"- absolutamente magistral. La estructura de las canciones varía de una a otra, siguiendo más la secuencia de la "suite" clásica que la adocenada fórmula estrofa-estribillo-estrofa-estribillo-puente (o solo)-estribillo que agostaba el rock de las FM, las complejas melodías se encadenaban alternando momentos de sublime lirismo con arrebatos de furia sonora solo aparentemente incontrolada, y el grupo exhibe lo que solo puede definirse como un absoluto estado de gracia tanto compositivo como interpretativo. La prensa musical del momento descubre en ellos un modo de conducir su carrera absolutamente ajeno a las grandes bandas del rock progresivo (Yes, King Crimson, Jethro Tull, Emerson, Lake & Palmer, entre otras): jamás recurren a tomar "prestadas" melodías de compositores clásicos, no buscan el lucimiento personal con solos instrumentales en los conciertos, recurren a compases y formas musicales que la "música culta" había abandonado desde hacía siglos (que yo sepa, ningún otro grupo de rock ha tocado nunca en un compás de 9/8) o a técnicas novedosas, como el "tapping", que Steve Hackett incorpora -más o menos a la par que Jimmy Page- al rock, ...



Capítulo aparte son las actuaciones en vivo de la banda, donde el equilibrio democrático operativo entre bambalinas queda eclipsado por el despliegue escénico de un Peter Gabriel que acapara la atención del público con su encarnación de los delirantes personajes de sus canciones, los recitados y los disfraces que prodiga para entusiasmo de la audiencia. Diríase una mezcla de Mick Jagger y Frégoli. Solo las grabaciones en video -de mediocre calidad la mayoría- dan cuenta de esa teatralidad que pasa desapercibida oyendo "Genesis Live", su album en vivo de 1973.

En el año 1974 la banda se encuentra en la cúspide de su trayectoria, pero las primeras tensiones empiezan a aparecer. El cuarteto Hackett, Rutherford, Collins, Banks se siente ninguneado por la prensa musical, que los ve como el mero acompañamiento de un Gabriel de desbordante carisma. Éste, a su vez, empieza a adquirir responsabilidades adultas, y parece ir por libre. La separación parece inevitable cuando el director William Friedkin llama a Gabriel a Los Angeles para trabajar en un proyecto cinematográfico, cautivado por los textos del original "front man". Más adelante Friedkin confesará que de alguna manera prefirió abortar aquel proyecto antes que sentirse responsable de la ruptura de Génesis.

No era la primera vez que el cantante (y también multi-instrumentista: flauta, oboe, acordeón, percusión variada, ...) hace "rancho aparte": mientras sus compañeros aún no habían emprendido colaboraciones con músicos ajenos a la banda (algo que luego sería una constante en la trayectoria de Phil Collins: Eric Clapton, Mike Oldfield, el proyecto de jazz "Brand X", numerosos discos en solitario de sus ex-compañeros de Genesis, etc.): en fecha tan temprana como 1970 aparece acreditado como músico de sesión en el "Mona Bone Jakon" de Cat Stevens.

En cualquier caso, los intereses de Gabriel y los del resto de la banda empiezan a divergir. Cuando se plantea la grabación de un nuevo album nadie sabe si será el último. Tal vez por esa posibilidad de que sea el "canto del cisne", el disco será el proyecto más ambicioso que hayan acometido hasta ese momento. Se decide que será doble y que desarrollará una historia, entre fantástica y surrealista, nacida de la fértil imaginación de Gabriel: una especie de viaje al submundo de Rael, un adolescente puertorriqueño que Gabriel dice "canalizar" a través de su tercer ojo, operación para la que se rasura la parte superior de su frente luciendo un peinado absolutamente extravagante. Lo que hoy en dia sería considerado un preocupante síntoma de desequilibrio mental no lo fue en los 70. Músicos como David Bowie ideaban un "alter ego" tras otro (Ziggy Stardust, Aladdin "el cuerdo" o el "gran duque blanco") cuya encarnación proseguía fuera del escenario en un delirio esquizofrénico que hacía las delicias de los "fans". ¿Se le estaba "yendo la olla" a Gabriel o todo era un juego?


Tengamos presente que Genesis, por cuna y por carácter de sus miembros, no fueron nunca el prototípico ejemplo de banda de rock desmadrada. Ellos no destrozaban habitaciones de hotel en sus giras (como hacían Led Zeppelin o Jethro Tull), ni alardeaban de proezas sexuales, ni abusaban de su cuerpo y de su mente con el consumo de estupefacientes. En cierto sentido, su sello era la "normalidad". Al fin y al cabo hablamos de alumnos de un colegio de élite que han mantenido la lealtad entre ellos y que aún se reúnen periódicamente, y no solo por los intereses comerciales derivados de mantener el legado de la banda, sino, lisa y llanamente, por amistad. Sus disensiones internas eran llevadas con absoluta educación y nunca han trascendido enfrentamientos personales entre ellos. La equidad de estos "gentlemen" lleva a que un Collins que capitanearía el grupo de 1976 a 1991 no tenga empacho en reconocer que el mejor album que grabaron fue "The lamb ...", en el que, por cierto, no es voz solista en ningún tema, como sí lo había sido en "Nursery Chryme" o en el "Selling England by the Pound".


Gabriel, sencillamente, había llegado a un punto en que su visión era tan nítida y definida que ya no podía compartirla con el resto del grupo. Por ello asumió toda la parte literaria del "Lamb ..." dejando la musical a sus compañeros. Escribió en solitario todas las letras a las que el grupo pondría música, así como la alucinada narración-eje del disco que sería incluida en la carpeta del mismo, y grabaría las voces en los estudios Island de Londres mientras el resto del grupo trabajaba en el Gales rural. Lo extraordinario es que de un proceso tan aparentemente inconexo surgiera un album tan homogéneo, una obra maestra que deslumbraría a la crítica y a los seguidores del grupo.



La historia que el disco desarrolla viene a ser una especie de versión entre kafkiana y onírica de "El progreso del peregrino", una novela alegórica acerca de la salvación escrita a finales del siglo XVII por John Bunyan, pero teñida de influencias diversas que van desde "El Topo", el western lisérgico-místico dirigido por Alejandro Jodorowsky hasta el primer largometraje de Nicholas Roeg, "Performance": Rael, un pandillero desarraigado que vaga por Nueva York, es arrojado a un submundo de pesadilla en el que se suceden encuentros con seres diversos, criaturas monstruosas, lamias mitológicas y su hermano John, quien le ignora y al que, en un esfuerzo por salvarle de morir ahogado, ve transformarse en sí mismo.

Lo dicho: gente de lo más normal.
Hay algo solidificándose en el aire,
Y la pared de muerte ha bajado en Times Square.
A nadie parece importarle,
Se mantienen ocupados como si nada hubiese allí.
El viento sopla más fuerte ahora,
arrojando polvo en mis ojos.
El polvo se adhiere a mi piel,
Formando una costra, inmovilizándome
Y yo estoy revoloteando como una mosca,
esperando el parabrisas en la autopista

("Fly on the Windshield")

La profusión de textos y el trabajo paralelo de la banda y el cantante hizo que en el momento de juntar todo el trabajo aparecieran "huecos" que hubo que llenar creando material nuevo. Así, Gabriel compondría una canción saltarina y de ecos beatle-maníacos, "Counting out time", que sería lanzada como single, y Banks y Rutherford un tema-puente para la parte final, "The light dies down on Broadway". La grabación acabaría por hacerse en unas condiciones de premura que el grupo acusó, crispando aún más el sonido oscuro y afilado que el álbum contenía.



Capítulo aparte constituye el método elegido por el grupo para registrar las maratonianas sesiones de composición en el disco: en vez de encerrarse en un estudio de grabación prefirieron confiar en la profesionalidad de la unidad móvil de los estudios Island, que se trasladó a la base de operaciones del grupo en Headley Grange, el mismo caserón húmedo y aislado de Hampshire donde Led Zeppelin había grabado la mayor parte de su mítico cuarto disco, y cuyo ambiente sórdido y misterioso casa muy bien con las tétricas vivencias de Rael. Justo es decir que el ingeniero de sonido, David Hutchins, realizó un trabajo excelente, consiguiendo para el álbum un sonido más nítido y "limpio" que el de ninguno de los precedentes.

Musicalmente, estamos muy lejos del equilibrio y la serenidad que rezumaba "Selling England by the Pound", su anterior trabajo. La delicadeza pastoril y la profusión de matices de aquella obra tan "británica" dan lugar a un rock crudo, obsesivo, de una sobriedad insólita, aunque no faltan las cortinas de arpegios ni las elaboradas armonías marca de la casa, cuyo mejor ejemplo es el tema "The carpet crawlers", probablemente el que mayor trascendencia ha obtenido del album. Se ha vuelto ya un tópico afirmar que Genesis anticipa temática y musicalmente la eclosión del punk, y algo de ello hay: más que cantar, Gabriel aúlla el tema "Back in N.Y.C." que abre la cara "B" del primer disco (estamos en la era del vinilo, no lo olvidemos), canción que tanto Tony Levin como el malogrado Jeff Buckley versionarán, y que da paso a la mejor secuencia de temas que el grupo ha facturado en toda su existencia hasta desembocar en "The chamber of 32 doors", lo más parecido a un himno "soul" que podemos encontrar en Genesis.

Imágenes de la contraportada del disco.

Si hay algún "pero" que poner a "The lamb ..." sería lo que tiene la música de la cuarta cara de previsible: diríase que el desbordamiento de imaginación y talento que le ha precedido remite en los últimos temas. Ahora bien, lo que en un grupo del nivel de estos monstruos puede considerarse "rutinario" es a lo que muchos grupos -incluyendo bastantes que ya han hecho historia- quisieran haber podido llegar. El listón sigue estando altísimo, y ya quisieran los Genesis que en los ochenta vendían discos como rosquillas haber mantenido la calidad y la frescura de esa secuencia final.



La portada del album será también un claro indicador del giro que la banda ha experimentado. En vez de las estampas victorianas de sus carátulas previas, el diseño fue realizado por Hipgnosis, firma habitual detrás de las portadas de Pink Floyd, Led Zeppelin, E.L.O. o Alan Parsons Project entre otros, y presentaba diversos escenarios y situaciones de la historia que el disco desarrollaba en contrastadas fotografías en blanco y negro.

El disco, hoy un clásico indiscutido, tuvo una acogida inicial bastante tibia, llegando al nº 1 de ventas solo en Francia (en Inglaterra se quedó en el puesto 10º y en E.E.U.U. en el 41). Fue acompañado de una gira de presentación en la que el concepto de espectacularidad iba más lejos aún del sentido teatral que Gabriel había infundido a las actuaciones de la banda: el cantante, que aparecía en escena con vaqueros y chaqueta negra, reaparecía más adelante rodeado de lamias y convertido en un monstruo. Había diapositivas sincronizadas con la música, pirotecnia y efectos diversos muy anclados a las limitaciones tecnológicas de la época. El disco era interpretado en su integridad, reservándose para el final alguno de los temas de la primera época del grupo. En numerosas ciudades el álbum aún no había sido editado, lo que añadía perplejidad a un público que no conocía los temas con que el grupo, literalmente, les apabullaba. Por desgracia, ningún concierto de la gira se grabó en vídeo, por lo que hay que conformarse con la "reconstrucción" que circula por YouTube, o bien con la reedición del show por parte de la banda-tributo canadiense "The Musical Box".

Cinco músicos sobrados de talento (y, por desgracia, también de ego).

La gira terminaría con la que iba a ser la penúltima actuación, en la ciudad francesa de St. Etienne (el siguiente concierto, Toulouse, sería suspendido). Tras cumplir con este último compromiso, y tal como los acontecimientos venían anunciando, Peter Gabriel dejó la banda para iniciar su luego exitosa carrera en solitario.

No sería el final de Genesis, pero sí el de su etapa más creativa.

(posesodegerasa)

lunes, 24 de noviembre de 2014

PINK FLOYD: CUANDO LOS HÉROES REGRESAN PARA DECIR ADIÓS




Desde que se anunció la edición de "The Endless River", un album con material inédito de uno de los grupos fundamentales de la era rock, mi nivel de ansiedad -como el de muchos seguidores de la banda- se disparó a niveles pavlovianos. El pasado dia 10, al publicarse el disco, al fin pude medir mis deseos con la realidad. ¿Ha merecido la pena la espera? Después de dos semanas de atentas audiciones, contesto a ello, aunque no con brevedad.



Una espera, por cierto, bien larga, pues han transcurrido 20 años desde "The division bell", un album agridulce, tal vez sobreproducido, pero en el que todavía latía ese "algo" que hace que cada escucha de Pink Floyd constituya un viaje sonoro impredecible, siempre pleno de sensaciones. Según se iban difundiendo por la Red datos novedosos acerca de lo que se avecinaba, las expectativas iban atemperandose: se trataría de un disco instrumental, hecho de descartes de lo que se grabó en 1993-1994 durante las sesiones de su último album, y el protagonismo correría a cargo de los teclados del desaparecido Richard Wright, un músico discreto ensombrecido por el talento de un Roger Waters (bajista y letrista) con las ideas siempre en ebullición -y que durante su última etapa en el grupo consideró este un mero vehículo para su expresión personal-, y del guitarrista David Gilmour, sin duda el más reconocido instumentista del cuarteto (colaborador ocasional, como músico de sesión, de gente como Paul McCartney, Bob Dylan, Alan Parsons, Paul Young, The Orb. etc.)

Richard Wright (1943 - 2008), teclista de la banda Pink Floyd.

Hubo una etapa del grupo, la situada entre 1968 y 1979, en que los egos de Waters y Gilmour pudieron equilibrarse, con el resultado de que el grueso de la producción de Pink Floyd en aquellos años construyó la leyenda que hoy todos recordamos: la superación de la dolorosa marcha del líder inicial, un visonario Syd Barret al que el ácido malogró sumiéndole en una paranoia crónica, los lisérgicos e impredecibles experimentos sonoros que arrastraban al oyente a un espacio interior desestructurado de una dolorosa belleza, experimentos que incluyeron la grabación de un album con orquesta clásica en 1970 (el deslumbrante "Atom Heart Mother") o colaboraciones en ballets y bandas sonoras-, el increíble éxito de su "Dark side of the Moon" (1972) -que permaneció nada menos que 736 semanas en la lista Billboard de los más vendidos, siendo el segundo disco de mayores ventas de la historia-, que los catapultó a la condición de superbanda y a llenar estadios, y la progresiva sofisticación de su sonido, respecto al que siempre mantuvieron la más alta exigencia: huyeron siempre del "play back" que era casi norma en los 70, no perdiendo jamás un ápice de su autenticidad.

El grupo, ante la imagen de su album mas exitoso:
"The dark side of the moon"
Tras la apoteosis que supuso "The dark side of the moon" -una lúcida reflexión sobre la fina linea divisoria entre la "normalidad" y la locura- las grabaciones del grupo se espaciaron cada vez más, proceso durante el que editarían los otros tres albumes sobre los que los aficionados nunca dejarán de discutir cuál podría rivalizar con aquél como obra maestra del grupo: "Wish you were here" (1975), un amargo balance de las servidumbres a las que les obligaba su condición de superestrellas; "Animals" (1977), basado en la "Granja animal" de George Orwell y donde mostraban que podían ser más ácidos que ninguna banda del entonces pujante movimiento "punk", y el doble "The Wall", auténtico exorcismo musical de un cada vez más neurótico Waters, y donde la educación, la pareja, el belicismo, la sobremedicación, y muchas otras constantes sociales son puestas en solfa.

La irrepetible tetralogía que forman los cuatro albumes se enmarcaba, como puede deducirse, en lo que se dio en llamar "album conceptual", un experimento por el cual todas las canciones formaban una secuencia lineal en torno a una idea, o, como "The Wall", a una historia.

Tras "The Wall" el grupo como tal se rompe, constituyendo las tensiones entre Waters y el resto del grupo tema para otra entrada. Lo singular es que el disco como tal es un éxito rotundo, aunque no tanto la gira que lo presenta (y tras la que Waters llegó a expulsar a Rick Wright, erigiéndose en una especie de voluntad única de la banda). Para la mayoría del público el album quedará asociado no tanto a unos conciertos escasos en número, sino al sorprendente y casi experimental film de Alan Parker que, en 1982, pondrá en imágenes la torturada introspección realizada por el bajista.

David Gilmour (guitarra) y Nick Mason (batería) a dia de hoy
Tras un disco mal promocionado y peor recibido -"The final cut" (1983)-, y que era más un disco en solitario de Waters que una obra grupal, sobreviene el silencio. Los miembros del grupo se entregan a sus carreras en solitario hasta que Gilmour reúne a Wright y al batería Nick Mason y, ahora como trío, resucitan en 1987 la franquicia "Pink Floyd" con la oposición de un litigante Waters, y un disco -"A momentary lapse of reason"- y una gira apabullantes.

La tercera encarnación de Pink Floyd es la responsable tanto de "The division bell" (1994) como de este "Endless River" al que por fin llegamos. Un disco de sonido impecable, extraordinariamente limpio -producción del ex-Roxy Music Phil Manzanera- al que la crítica y los fans más exigentes no han dejado de poner innumerables "peros" decididamente matizables.

En primer lugar está el carácter de "puzzle" de la música. El productor hubo de enfrentarse a cintas y cintas que contenían 20 horas de registros que había que seleccionar, pulir, hilvanar y, oscasionalmente, regrabar. Justo es decir que su labor al respecto resulta sobresaliente. El resultado final es absolutamente inobjetable. Un dato que ayudará a entender esta unidad final es el hecho que ya durante la grabación de "The Divison bell" el grupo proyectó la edición de una larga pieza de música instrumental que se editaría bajo el título de "The big sliff". No es aventurado afirmar que, con dos décadas de retraso, "The endless river" es la materialización de ese proyecto.



Luego tenemos el aspecto musical, algo respecto a lo cual solo podíamos esperar excelsitud. ¿La hay en el disco? Hay que afirmar que por momentos sí, lo cual no es poco. Nos encontramos con un disco claramente "ambient", un acompañamiento sonoro a modo de los "soundscapes" facturados por Fripp y Eno en los ochenta y que, si escucháramos de música de fondo en cualquier entorno relajado, nos llevaría sin duda a aplicarnos a su atenta escucha, preguntando "¿qué es lo que está sonando?". Además, el album "The division bell", durante cuyas sesiones de grabación se registró este album, contenía un tema instrumental, "Marooned", que muchos consideramos que es justamente lo más brillante del disco (así lo reconoció el  único "Grammy" que ha obtenido el grupo, otorgado en 1995 en la categoría de "Mejor interpretación rock instrumental"), y que de alguna manera anticipa el sonido en el que nos sumerge "The endless river".

¿Hace honor este album "new age" a la trayectoria del grupo? Nuevamente, la respuesta no puede ser rotundamente afirmativa, sino que requiere matices. Hay momentos absolutamente "floydianos", como esa entrada de una guitarra cristalina en "What´s we do" que recuerda inequívocamente al "Shine on you crazy diamond" de "Wish you were here"; sonoridades de "The wall" en "Sum" y otras demostraciones de que "el que tuvo, retuvo", sin caer en la tentación de la autocita más que en el obsesivo ritmo de batería de "Skins", sospechosamente parecido al del intermedio de "A saucerful of secrets" (1968). Otros momentos del album se decantan por un elegante clasicismo, como en  el jazzistico "On noodle street", el solemne órgano eclesiástico de "Autumn 68" o el orquestal "Allons Y". Todo ello le hace parecer más un disco en solitario de Richard Wright que una obra mayor del grupo, aunque, claro, el nombre "Pink Floyd" garantiza unas ventas millonarias que ningún integrante ha igualado en solitario.



En definitiva, esto es lo que hay, y no es ninguna bagatela, sino un disco coherente, perfectamente disfrutable y que tal vez constituya lo último que podamos escuchar de unos gigantes cuyo tiempo pasó. En espera de que la discográfica EMI empiece a desempolvar sus archivos, sorprendiéndonos con alguna rareza inédita -en algún cajón debe estar la canción "Peace be with you" con la que en su momento Gilmour, Wright y Mason quisieron apaciguar al airado Waters- o con grabaciones de sus conciertos, el legado del grupo se cierra aquí. Todos hubiéramos querido un broche de oro aún más brillante, pero como ocurre con "El Padrino 3" de Coppola -mi favorita de la trilogía- competir contra precedentes que el consenso unánime ha proclamado como clásicos es tarea imposible.

Cierro esta reseña con el video del único tema cantado del album, una composición nueva titulada "Louder than words", y que, dada la inseguridad de Gilmour con los textos -que nos ha privado de más canciones en este disco- tiene letra de su mujer, Polly Samson.

(posesodegerasa)

jueves, 20 de noviembre de 2014

POR QUÉ DEBERÍAS ABANDONAR EL REBAÑO




Debes abandonar el rebaño.

Es urgente.

Y es lo mejor para todos.

No, no estamos hablando de echarte a la montaña y alejarte de la civilización ni de convertirte en un personaje inadaptado y antisocial incapaz de relacionarse con el resto de la sociedad.

Alejarte del rebaño es un arduo trabajo psicológico, que implica la recuperación del propio poder y criterio por encima de la opinión del resto del mundo.

Un acto de extrema responsabilidad y generosidad, rayando en el heroísmo, pues no te reportará beneficios sociales, reconocimiento, ni recompensas materiales.

No se trata pues de un acto de rebeldía adolescente, ni de una pataleta inconformista sin consecuencias.

Es mucho más profundo: se trata de dar un salto evolutivo como individuo que favorece el salto evolutivo de toda la especie humana.

Un ejercicio enriquecedor pero ingrato, muchas veces solitario y doloroso, pero que todos debemos emprender sin más dilación.

Y es que paradójicamente, abandonar el rebaño es la mejor manera de salvar al propio rebaño de sí mismo.

No te quepa ninguna duda de ello.

TENEMOS UN PROBLEMA Y NADIE QUIERE VERLO

La humanidad, como colectivo, tiene un problema que no quiere afrontar.

Ese problema se puede ver reflejado, no sólo en nuestro entorno diario, sino en diversos experimentos psicológicos altamente significativos. Hablamos de uno de estos experimentos en el artículo titulado: LA SUMISIÓN A LA MAYORÍA: EL EXPERIMENTO SOLOMON ASCH

En la década de 1950, el psicólogo polaco Solomon Asch, realizó un estudio sobre los individuos y la conformidad con las normas del grupo. Los participantes en el experimento se inscribieron para participar en un experimento de psicología en el que se les pedía que completaran un test de visión.

Pero básicamente, se trataba de un engaño.

Lo que Asch pretendía poner a prueba era hasta qué punto un individuo era capaz de resistir la presión de la mayoría para que aceptara como verdadero, algo que era obviamente falso.

En resumidas cuentas, el experimento consistía en una serie de pruebas visuales de fácil resolución, en las que se debía determinar la longitud de unos segmentos.

La solución a los problemas siempre era obvia y la posibilidad de error era prácticamente nula.

Sin embargo, las personas sometidas a este experimento estaban rodeadas por otras personas, que ellos creían que eran participantes en el experimento como ellos, pero que en realidad, actuaban compinchados a las órdenes del psicólogo, conformando un grupo que actuaba al unísono.

La función de las personas de este grupo era ofrecer respuestas equivocadas regularmente, para ver si el participante, al ser preguntado sobre la solución al problema, decidía concordar con la opinión mayoritaria a pesar de que ésta fuera obviamente errónea.

El resultado fue que, al menos una de cada 3 veces, los participantes concordaban con la opinión de la mayoría, aún sabiendo que daban una respuesta equivocada.

Esto puede parecer algo anecdótico e irrelevante, pero no lo es de ninguna manera.

Lo que refleja este experimento es que hay gran cantidad de individuos adultos capaces de aceptar algo obviamente erróneo, simplemente porque lo dice la mayoría, renunciando a su propia opinión sin tan solo haber recibido ningún tipo de presión ni coacción por parte del grupo.

Es decir, los humanos tendemos a supeditar nuestra capacidad personal de raciocinio, la más desarrollada de entre todas las especies animales sobre este planeta, a la opinión errónea de una mayoría, sin ninguna razón, ni beneficio aparente.

Entonces, ¿para qué necesitamos disponer de un cerebro tan grande, complejo y desarrollado si no lo vamos a utilizar adecuadamente a la hora de tomar decisiones?

¿Por qué razón la naturaleza ha empleado tanta energía a nivel evolutivo si a la hora de la verdad no vamos a hacer caso de los dictados de nuestros eficientes instrumentos biológicos?

Es un fenómeno que casi se podría calificar de anti-natural.

Un ejemplo extremadamente grave de lo que nos está sucediendo como especie.

Y si alguien cree que esta es una afirmación exagerada, hay otro experimento que lo corrobora y que aún resulta más inquietante que el de Asch.

Hablamos de él en el artículo titulado: UN INCREÍBLE ESTUDIO PSICOLÓGICO SOBRE SIMIOS Y HUMANOS QUE HABLA MUY MAL DE NUESTRA ESPECIE


En el estudio, los investigadores descubrieron que los niños de tan sólo 2 años de edad tendían a aceptar e imitar las decisiones de los compañeros que les rodeaban por encima de los propios juicios o el propio instinto, aún sabiendo que las decisiones de los demás eran erróneas. Algo parecido a lo expuesto en el experimento de Solomon Asch.

Lo sangrante de este estudio es que se realizaba una comparación entre la actitud de los seres humanos y la de un grupo de chimpancés y orangutanes.

Y el estudio demostró que, los chimpancés y orangutanes, cuando sabían que tomaban la decisión correcta y que el resto del grupo tomaba una decisión errónea, mantenían su propio criterio individual por encima de la decisión mayoritaria.

Y esto nos arroja de cabeza a hacernos una pregunta desgarradora: ¿Cómo puede ser que un chimpancé o un orangután, tenga más personalidad que un ser humano?

Los expertos y en concreto el director del experimento, Daniel Haun, concluyeron que: “La conformidad es una característica muy básica de la sociabilidad humana que se muestra desde edades muy tempranas”.

Algo que según el científico: “Sirve para conservar los grupos, ayuda a que los grupos se coordinen y estabiliza la diversidad cultural, una de las características distintivas de la especie humana”.

De acuerdo, quizás tenga razón y la conformidad con el grupo sea un instrumento social; pero sin embargo, los chimpancés o los orangutanes también son capaces de configurar grupos sociales estructurados, organizados y coordinados. Y como ellos, otros mamíferos y especies animales.

Mucha gente argumentará que los niveles de organización social de estos animales no es tan compleja o elaborada como la de los humanos; pero probablemente se deba a que su intelecto no se lo permite o a que sus circunstancias no lo exigen.

Por lo tanto, en lo referente a nuestra negación del criterio individual estamos ante un fenómeno, a nivel de especie, que se puede calificar de inquietante si nos comparamos con nuestros parientes más cercanos.

No deja de ser extraño que seres dotados de un intelecto superior tiendan a renunciar a su uso en favor de una mayoría, aun cuando ello contribuya a tomar decisiones erróneas que perjudican, tanto al individuo que renuncia al propio criterio correcto, como al grupo que sigue un criterio erróneo.

En estos casos, la conformidad solo conduce al error de toda la comunidad al completo, algo que, por más vueltas que le damos, no tiene ninguna lógica pues es un desperdicio de recursos intelectuales y un mecanismo ineficiente y anti evolutivo.

Y eso nos hace pensar que quizás es el reflejo de un problema y no de una característica como especie.

Como venimos denunciando en otros artículos, el Sistema, esa compleja estructura psíquica creada por nosotros mismos pero que nos está dominando a todos, tiende a uniformarnos y a eliminar toda representación de individualidad y personalidad propia diferenciada.

Y estos experimentos podrían ser un reflejo de ello; algo que nos indicaría que el nivel de afectación de este problema es mucho más grave de lo que mucha gente quiere creer, porque nos estaría afectando ya a nivel biológico y evolutivo.

De ser así, podríamos concluir que ese “ente” llamado Sistema nos impide ser lo que podríamos llegar a ser como seres humanos.

Un problema que requeriría de una solución inmediata.

UNA FUENTE CONSTANTE DE PROBLEMAS

Esta tendencia ciega a la conformidad con el grupo, actuando por encima de la propia capacidad de raciocinio individual, es la fuente principal de la que emanan las desgracias de la humanidad.

Mediante este mecanismo perverso se puede explicar el por qué de la pervivencia de todas esas creencias religiosas, supersticiones, mitos absurdos, fanatismos, tradiciones salvajes e ideologías sin sentido que tanto daño nos han hecho a lo largo de la historia.

Solo es necesario que en un punto del tiempo alguien plante la semilla de un mito, por disparatado que sea y si esa idea es capaz de arraigar en un número suficiente de personas, mediante las mecánicas de conformidad con el grupo, esa creencia será capaz de perdurar en la mente de los individuos durante siglos, transmitiéndose generación tras generación, como si fuera un ser con vida propia que trata de perpetuarse.

La mayoría de conceptos que configuran nuestro paquete de creencias está fundamentado en mentiras que han terminado por ser consideradas verdades intocables por simple presión grupal.

No es necesario especificar ejemplos concretos, porque estamos rodeados de ellos.

Todo el mundo es capaz de hallar por sí mismo un cúmulo de tonterías en las que creemos todos, simplemente porque la sociedad, el grupo, la mayoría, la masa, nos dice que debemos hacerlo, aunque nuestra propia razón nos dicte todo lo contrario.

Es algo que debería avergonzarnos como especie e incluso como seres vivos, porque no tiene ninguna base lógica y es incluso ridículo.

Y no, no tiene nada que ver con nuestra evolución cultural como especie, ni es el pilar fundamental en el que se sustenta la civilización humana.

Esto no tiene nada de natural.

Que los Rapanui, lo habitantes de la Isla de Pascua acabaran extinguiéndose por haber talado todos los árboles de la isla dominados por creencias absurdas no es un ejemplo de “evolución cultural”, es un ejemplo claro y diáfano de estupidez grupal, de esclavitud ciega a nuestras propias creaciones abstractas.

Es un caso de subyugación extrema al Sistema, que en ese caso concreto llevó a la destrucción de esa comunidad y del propio ecosistema de la isla.

El caso de la cultura Rapanui es el reflejo de un problema psíquico a nivel global y un ejemplo en pequeño de lo que puede sucedernos a todos en conjunto si no le ponemos solución urgentemente.

Si realmente queremos cambiar las cosas, como individuos debemos combatir esta tendencia a la conformidad grupal.

Es uno de los primeros pasos para terminar con el Sistema que nos esclaviza como especie y es algo que solo puede hacerse a nivel individual, sin crear doctrinas, creencias estructuradas, grupos o etiquetas que puedan conformar un nuevo cuerpo abstracto susceptible de convertirse en nueva corriente grupal o mayoritaria.

Entonces no estaríamos combatiendo al monstruo: solo cambiaríamos parte de su nomenclatura.

SALIR DEL REBAÑO

Y es que lo más paradójico del caso es que para salvar al rebaño de su caída al abismo, lo mejor que podemos hacer es salirnos del rebaño.

Pero ¿qué significa salirse del rebaño?

Como indicábamos al principio del artículo, salir del rebaño no significa abandonar el mundo y aislarse de la sociedad.

En realidad se trata de demostrar la propia independencia individual a los demás y exhibirla si es necesario.

Y no, no estamos hablando de llevar peinados raros o ropajes chillones, ni de salir a la calle a hacer excentricidades.

Básicamente consiste en empezar a ver la realidad tal y como es, despojándonos de esas ficciones abstractas que inundan nuestra mente y que distorsionan nuestra visión del mundo a través de una realidad “aumentada” que solo existe en nuestra psique.

Un largo y duro proceso que necesita de una serie de pasos:

· El primer paso, obviamente, es negarnos a obedecer nuestros impulsos de conformidad con el grupo.

En lugar de dejarnos arrastrar por la corriente mayoritaria y sus absurdas modas y creencias sin sentido, debemos darnos un tiempo para escuchar nuestra propia voz y pensar por nosotros mismos; algo que debemos hacer no solo a nivel racional, sino también a nivel intuitivo…un proceso largo y tortuoso que cada uno emprende como puede y que empieza a culminar cuando ya no nos vemos a nosotros mismos como miembros de un grupo, comunidad o corriente de pensamiento; cuando detestamos ser clasificados con un número o un código o cuando somos incapaces de aplicarnos a nosotros mismos una etiqueta que nos clasifique de tal o cual manera.

Cuando nos sintamos así, significará que hemos dado un paso importante.

Llegados a este punto, empezaremos a ser conscientes de nuestra individualidad y podremos empezar a enfrentarnos a uno de los pasos más difíciles: dejar de ver a “los miembros del rebaño” como a simples borregos.

· Ese es el segundo paso y es extremadamente difícil.

Consiste en dejar de ver a los demás como miembros de un grupo, una corriente, una comunidad o una raza. Dejar de aplicar sobre cada individuo una categoría o una etiqueta y empezar a considerarlo como una pieza única e irrepetible.

Y eso es algo complicado de conseguir, porque realmente hay muchas personas que no parecen individuos y que ni tan solo hacen el mínimo esfuerzo por considerarse a si mismos como tales. Son gente que, dominada por el Sistema, intentan disolverse a sí mismos en la masa informe y que son capaces de luchar a muerte contra cualquier individuo libre que les recuerde lo que son en realidad: piezas únicas.

Luchar contra la uniformidad que algunas personas tratan de alcanzar y contra la visión de esa uniformidad que nosotros mismos percibimos en ellos, representa una lucha titánica que requiere de los mejores sentimientos disponibles.

Algo muy fácil de decir y muy difícil de conseguir.

- El tercer paso, es quizás el más peligroso e ingrato.

Consiste en demostrarle al rebaño que somos independientes y enfrentarnos a las reacciones airadas del grupo con todas las consecuencias.

Llegados aquí, debemos saber que el Sistema nos atacará por tierra mar y aire.

Nos chillará a través de las bocas de nuestros amigos y parejas, nos castigará con miradas de desprecio a través de los ojos de las personas que nos rodean o tratará de derrumbar nuestra moral a través de sus risitas burlonas o de sus comentarios hirientes.

Ese mismo monstruo, instalado en millones de mentes, utilizará todos sus resortes mecánicos para atacarnos, sabedor del peligro que representamos para él, utilizando todos los ojos, lenguas y manos de los que dispone.

Veremos entonces como las personas se transforman en anticuerpos al servicio de este macroorganismo psíquico y nuestra “supervivencia” como individuos dependerá en gran medida de nuestra capacidad de ocultación y adaptación a las circunstancias.

Lo más difícil alcanzado este estado es no odiar ni despreciar a las personas que nos atacan y ser capaz de comprender que están siendo utilizados por el software instalado en sus mentes, de la misma manera que lo es cualquier soldado fanatizado que lucha a muerte por una ideología, una religión o una patria.

Pero que nadie se engañe: no odiar ni menospreciar a los que nos ataquen, no significa que al recibir un golpe debamos poner sumisamente la otra mejilla.

Todo lo contrario.

Y lo repetimos de nuevo: TODO LO CONTRARIO

NO SE OFRECERÁ RECOMPENSA

Y llegados aquí, si estamos dispuestos a realizar este esfuerzo de desprogramación personal y de lucha por ayudar a los demás a liberarse de sus cadenas mentales, debemos ser completamente sinceros con nosotros mismos y aceptar la cruda realidad, la dura situación a la que vamos a enfrentarnos.

Y es que nadie nos ha otorgado esta misión: somos nosotros mismos los que decidimos emprenderla con todas las consecuencias.

Eso significa que en esta lucha no formaremos parte de ninguna organización, de ninguna conspiración divina, ni seremos enviados de ningún Dios que nos proteja con su aliento celestial o con una cúpula invisible.

No se hará justicia por nuestros actos, ni por nuestro sacrificio.

No habrá medallas, honores, ni reconocimiento, ni palmaditas de aprobación en la espalda.

Ni tan solo una sonrisa cómplice o un atisbo de comprensión o solidaridad de los demás.

No bajarán ángeles tocando sus trompetas ni se levantarán escaleras de plata que nos conduzcan al paraíso al final de nuestros días.

No esperemos un juicio final donde se nos premie por nuestros esfuerzos.

Aquí no habrá mas juez supremo que nuestra propia conciencia, ni más premio que la satisfacción personal del sacrificio anónimo por el bien común. Demostraciones, todas ellas, del máximo poder que un individuo puede ejercer sobre sí mismo.

Tú decides si quieres hacerlo o no y tú estableces tu nivel de compromiso con tu causa.

Los más afortunados y capacitados sabrán cambiar las cosas formando parte del mundo y utilizando los resortes del propio Sistema en la medida de lo posible.

Otros quizás más atrevidos, no puedan, no sepan o no quieran emprender este duro camino sin recibir las embestidas más duras y acabar, en cierta medida, solos y aislados.

Quién sabe: puede que algunos incluso se sientan solos estando rodeados de multitud de sonrientes amigos y familiares que nada entienden, ni nada quieren comprender.

Y ahora que sabes que para salvar al rebaño deberás salir de él y abandonar su calidez …

Ahora que sabes que no recibirás recompensa ni te espera un paraíso por tu sacrificio …

¿Aún quieres emprender la lucha?

(Fuente: GAZZETTA DEL APOCALIPSIS)

miércoles, 19 de noviembre de 2014

LAS 15 PELÍCULAS QUE TODO CONSPIRANOICO DEBERÍA VER



El cine no solo ha servido para la difusión de la ideología dominante. Un puñado de películas, producidas dentro del sistema de estudios, ha ido más allá del mero entretenimiento apuntando a que la realidad que se nos presenta como única obedece en realidad al interesado diseño que beneficia a "alguien" o "algo" que se oculta detrás de las apariencias. Este es el listado de las más representativas de esta "filosofía de la sospecha", algunas de las cuales además pueden ser visionadas directamente en el blog. Y un aviso: no son películas para ver comiendo palomitas.


"Están vivos" (John Carpenter, 1988)

"Ellos viven, (y nosotros estamos dormidos)" sería la traducción más adecuada del título. ¿El argumento? John Nada, un trabajador en paro, encuentra por casualidad una caja repleta de gafas de sol que permiten ver la realidad tal cual es: mensajes subliminales llamando a la obediencia, a la resignación y al consumo, alienígenas reptiloides infiltrados en todas las esferas de poder y un lema oculto en los billetes: "Este es tu Dios". La película conspiranoica por antonomasia. Película posteada en el blog.

"La cortina de humo" (Barry Levinson. 1997)

La sobreinformación como modo de anular el sentido crítico de los ciudadanos, la fabricación de la actualidad mediática al ritmo de los intereses del Poder y la profecía de que un presidente de los E.E.U.U. camuflaría un escándalo sexual con una becaria creando de la nada un conflicto bélico. ¿Suena a algo conocido? Inequívocamente, la realidad imita a Hollywood. Película posteada y comentada en el blog.

"Matrix" (Larry y Andy Wachowsky, 1999)

Reformulación hiper-sofisticada del mito platónico de la caverna, con la humanidad esclavizada por las máquinas sobreviviendo en un entorno que no es sino una gigantesca simulación de realidad virtual y un posible Mesías cuya función al final es solo la de perpetuar el sistema, amenazado por un virus autoreplicante -el agente Smith- al que deberá derrotar. Un envoltorio excesivo y ruidoso, prolongado luego en dos secuelas progresivamente decepcionantes, para un mensaje de estéril resignación. Película analizada en el blog.

"Capricornio Uno" (Peter Hyams, 1978)

Ante la imposibilidad de materializar el primer aterrizaje humano en Marte, la NASA opta por simular el acontecimiento en un estudio de televisión. Los astronautas que integraban la misión cooperan hasta el momento en que, como parte del engaño, se hace creer al público que han muerto en un accidente durante el regreso. De pronto, que estén vivos se convierte en un obstáculo para la credibilidad de la historia oficial.

Brillante "thriller" de aroma añejo que funciona como comentario de uno de los temas recurrentes de la conspiranoia: la posibilidad de que el hombre nunca pisara la luna y el hecho fuera filmado y fotografiado en un plató cinematográfico.



"Dark City" (Alex Proyas, 1998)

Claro antecedente de "Matrix", presenta la aparente realidad como el juguete de los Ocultos, seres capaces de alterar no solo el presente, sino también los recuerdos de los habitantes de una ciudad de la que parece imposible salir, y en la que nadie, salvo el protagonista, acusado de unos crímenes que no recuerda, se da cuenta de la contínua deconstrucción-reconstrucción que ocurre mientras todo el mundo duerme. Una pequeña joya ignorada de la ciencia ficción más desasosegante.

"JFK" (Oliver Stone, 1991)

La expresión "teoría de la conspiración" nació para calificar a quienes señalaron en su momento los agujeros de la versión oficial sobre el magnicidio de Kennedy. Oliver Stone reconstruye con pulso y amenidad la investigación del fiscal Jim Garrison en un largometraje que pese a superar las tres horas de duración no llega a cansar en ningún momento. Un film sobresaliente y un poderoso alegato contra las cloacas del poder político.

"Pi" (Darren Aronofsky)

Única "opera prima" de esta lista, el film, de escaso presupuesto pero desbordante imaginación, juega con la idea de que hay conocimientos que no se dan a nivel humano, sazonando su tesis con guiños a la reconstrucción del Tercer Templo y con una trama entre cabalística y pitagórica que podría conducir a su protagonista, Max Klein, a encontrar el nombre secreto de Dios encriptado matemáticamente en una cifra que a su vez, permitiría predecir las fluctuaciones de la Bolsa. Película analizada en el blog.



"Network, un mundo implacable" (Sidney Lumet, 1976)

Otro film "profético", que en fecha tan temprana como mediados de los 70 supo predecir el arrollador poder de la televisión para manipular la realidad, denunciando la dictadura del "share" de audiencia y la búsqueda del éxito a costa de la verdad, la profesionalidad o la mera decencia. El progresivo desmoronamiento moral y deterioro mental de un veterano presentador es servido como espectáculo a un público ansioso de novedades.



"Los tres dias del cóndor" (Sidney Pollack, 1975)

Un analista de la CIA que trabaja buscando mensajes cifrados en novelas de reciente publicación encuentra que todos sus compañeros han sido súbitamente asesinados, y que, si no consigue averiguar la razón, él será el siguiente. No sabe de quién se puede fiar, ni si es su propio gobierno el que le persigue. Una pesadilla kafkiana y una desoladora reflexión acerca de quién nos gobierna realmente, que luego continuaron "El informe pelícano", "Enemigo público" y otras

"El mensajero del miedo" (John Frankenheimer, 1962)

Uno de los filmes más inquetantes respecto a la idea de que quienes detentan puestos del máximo poder pueden ser en realidad marionetas de intereses ocultos. En la película, el candidato a la presidencia de los E.E.U.U., un prestigioso héroe de guerra, ha sido, en realidad, programado por los comunistas por medio de un lavado de cerebro que, paradójicamente, funciona como la manipulación MK-Ultra de la CIA. El "remake" de 2004 no le llega a la suela de los zapatos al original.

"La conversación" (Francis Ford Coppola, 1972)

Una obra aparentemente menor en la abrumadoramente sobresaliente filmografía de Coppola, que justamente ese año rodaba su primer "Padrino", pero que presenta con sobriedad y contención la pérdida de intimidad y, en consecuencia, de humanidad, en que nos ha situado el espionaje generalizado a los ciudadanos. Antes de que Assange y Snowden lo confirmaran, este film ya planteó la terrible sospecha de que la privacidad es una reliquia del pasado.

"Eyes wide shut" (Stanley Kubrick, 1999)

Obra póstuma del director "conspiranoico" por excelencia, el film presenta a una pareja en crisis que se asoma a una realidad que les desborda: la de los rituales esotéricos de la Élite, una aparente mascarada que oculta algo más. Como dice un amigo (por cierto, Pollack, director de la comentada "Los tres días del Cóndor") al protagonista: "Si te dijera quiénes son esta gente, no dormirías". El análisis de todas las claves del film llenaría páginas y páginas (web).

"Ciudadano Bob Roberts" (Tim Robbins, 1992)

Originalísimo falso documental que recrea la campaña electoral al senado de un nuevo rico del sur, más fascista que republicano, populista cantante folk y peón de intereses económicos inconfesables que no duda en fingir ser víctima de un atentado para ganarse al electorado (¿les suena?). De la sátira de lo que tiene la política "made in USA" de gran espectáculo circense vamos pasando al desvelamiento de la falsedad de un sueño americano que se presenta como pura apariencia.

"Siete días de mayo" (John Frankenheimer, 1964)

Segundo largometraje de Frankenheimer en esta lista, presenta a un presidente de los EE.UU. al que su vocación de poner fin a la Guerra Fría enfrenta a una facción del ejército que no duda en planificar un golpe de estado. Pese a la ingenuidad de su desarrollo, articula la sospecha propia de la era post-Kennedy de que quien dirige los hilos de la política USA no es quien la ciudadanía elige, sino el lobby militarista.

Kafka, la verdad oculta (Steven Soderbergh, 1991)

Finalmente, una marcianada (en el mejor sentido) que convierte a Franz Kafka en protagonista de un juego metaliterario con elementos tomados tanto de "El castillo" como de "El proceso" y que desvela la naturaleza totalitaria e inhumana del Poder. Una imaginativa recreación del espíritu del escritor checo y una notabilísima interpretación del gran Jeremy Irons.



Y no, no me ha parecido digna de aparecer en la lista esa caricatura titulada "Conspiración", de Richard Donner. Quien la haya visto podrá deducir las razones de mi rechazo.

(posesodegerasa)

jueves, 13 de noviembre de 2014

VANGELIS PONE MÚSICA A LA MISIÓN ESPACIAL "ROSETTA"



Vangelis, el llamado "mago de los teclados", ha compuesto tres piezas musicales especialmente para la European Space Agency inspirados por la misión Rosetta, el primer aterrizaje de una sonda espacial sobre un cometa, misión culminada ayer con éxito.

La música de Vangelis suele estar vinculada a los temas de la ciencia, la historia y la exploración, y es mundialmente conocido por sus bandas sonoras para películas como "Carros de Fuego", "Antártida", "Blade Runner" o "1492: La Conquista del Paraíso", además de sus piezas incluidas en la serie documental "Cosmos", de Carl Sagan.


Vangelis, dijo: “La mitología, la ciencia y la exploración del espacio son temas que me han fascinado desde mi más tierna infancia y que siempre estaban conectados de alguna manera con la música que escribo.”.

Ya podemos disfrutar de los tres vídeos de la ESA con las nuevas composiciones del griego, “Arrival”, “Philae’s Journey” y “Rosetta’s Waltz”, que completa el viaje de la misión Rosetta.





miércoles, 12 de noviembre de 2014

EL EXPERIMENTO ZIMBARDO Y EL ABUSO DE PODER



En 1971, el psicólogo Philip Zimbardo y sus colegas se propusieron crear un experimento que analizara el impacto psicológico de convertirse en prisionero o en guardia de una prisión.

Zimbardo, estaba interesado en la expansión en las investigaciones de Stanley Milgram. Concretamente, pretendía investigar más a fondo el impacto de las variables situacionales en el comportamiento humano.

La pregunta que guió dicha investigación era: ¿Cómo reaccionarán los sujetos del experimento cuando se les coloque en un ambiente carcelario simulado?

Zimbardo había especulado anteriormente sobre el tema y pensaba lo siguiente:

“Supongamos que sólo tuviéramos niños saludables a nivel psicológico y físico que supieran que serán enviados a entorno carcelario y que algunos de sus derechos civiles seran sacrificados. ¿Esas personas inmersas en un mal entorno se comportarán mal o su bondad natural prevalecerá?”

Para dar respuesta a estas cuestiones, Zimbardo creó una prisión simulada en el sótano del edificio de psicología de la Universidad de Stanford, y luego seleccionó a 24 estudiantes de pregrado para que adoptaran el rol de prisioneros y guardias.

La asignación de los roles se hizo al azar.

Los participantes fueron debidamente seleccionados para que no tuvieran antecedentes criminales, carecieran de problemas psicológicos y no sufrieran ninguna enfermedad o condición médica adversa.

Por lo tanto, los participantes en este estudio estaban saludables a nivel psicológico y físico.

Los voluntarios aceptaron participar en el experimento por un período de entre una y dos semanas.

Los “prisioneros” debían permanecer en la prisión simulada las 24 horas del día mientras durara el estudio. Los “guardias”, por el contrario, trabajaban en equipos de tres hombres en turnos de ocho horas. Después de cada turno, a los guardias se les permitia regresar a sus hogares hasta la llegada de su siguiente turno.

Los investigadores observaron el comportamiento de los presos y de los guardias gracias a la utilización de cámaras ocultas.

El experimento fue originalmente programada para durar dos semanas, pero tuvo que ser detenido después de tan sólo seis días, debido a lo que sucedió entre los estudiantes participantes. La actitud de los guardias se convirtió en excepcionalmente abusiva y los prisioneros comenzaron a mostrar signos de estrés extremo, ansiedad y depresión nerviosa.

Debemos tener en cuenta que a los presos y a los guardias se les permitía comportarse de la forma que quisieran. Sin embargo, las interacciones entre ambos grupos fueron generalmente hostiles o incluso inhumanas.

Los guardias pronto empezaron a comportarse de forma agresiva y abusiva hacia los prisioneros simulados y a medida que avanzó el experimento, casi la totalidad de los prisioneros acabaron mostrando una actitud pasiva y deprimida. Cinco de los estudiantes que ejercían de presos comenzaron a experimentar una ansiedad tan severa y aguda, que tuvieron que ser liberados del estudio inicial.



Zimbardo escribió más tarde, en su libro titulado “El Efecto Lucifer” que:

“Sólo unas pocas personas fueron capaces de resistir la tentación de ceder ante el abuso de poder y de dominación, manteniendo una cierta apariencia de moralidad y buenas costumbres; Yo, obviamente, no me incluía entre esa clase tan noble”

Incluso Zimbardo perdió la objetividad y el experimento sólo se detuvo cuando la que era su novia por aquel entonces, Christina Maslach, una estudiante de psicologia, expresó objeciones y amenazó con romper su relación con Zimbardo si el experimento continuaba.

El experimento de la prisión de Stanford demuestra el poderoso papel que la situación puede jugar en el comportamiento humano.

Debido a que los guardias disponían de una posición de poder, comenzaron a comportarse de una manera que jamás habrían tenido en su vida cotidiana o en otras situaciones.

El simple hecho de vestir un uniforme de guardia de prisión, llevar unas gafas de sol y disponer de un bastón de mando hizo que los estudiantes que ejercían de guardias actuaran de acuerdo con el rol que ellos percibían que debían tener.

Este experimento demuestra los peligros que pueden llegar a representar las personas uniformadas con poder en situaciones extremas, como las que podrían derivarse si sus mandos les ordenaran reprimir a la población.

El simple hecho de tener poder y autoridad e ir uniformado, cambió la psicología de un grupo de estudiantes sanos.

Las conclusiones a las que el Estudio Zimbardo conduce, son realmente inquietantes …

(Fuente: http://www.thecommonsenseshow.com/; visto en http://elrobotpescador.com/)

El experimento de Stanford ha sido la base del libro "Black Box", de Mario Giordano, adaptado al cine en el año 2001 bajo la dirección de Oliver Hirschbiegel en un film que tuvo en 2010 su versión hollywoodiense bajo la dirección de Paul T. Scheuring, que aparecen enlazada bajo estas líneas.