Una efeméride que recordar en este año que acaba: los 40 años que cumple un disco de una riqueza musical absolutamente deslumbrante. |
Proclamar tal o cuál album como el mejor disco de música rock puede ser un ejercicio de pretenciosidad, de frivolidad, o una mera exhibición caprichosa de un gusto particular. Si hay que justificar la elección, en cambio, toca desplegar argumentos de orden racional, estético y analítico, y arriesgarse a la crítica y a la contraargumentación. Al fin y al cabo, incluso si solo hablásemos de álbumes dobles, ahí siguen estando "Blonde on Blonde", "Physical Graffitti" o "The Wall". Tal vez solo los muy fans de los primeros Genesis que, como ellos saben, poco tiene que ver con el grupo superventas de los ochenta, le concedan atención a las líneas que siguen, pero la invitación está abierta a todo el que se asome a estas líneas (no solo de conspiranoia vive este blog).
El viaje tendrá algo de arqueología, pero, como todo viaje, puede deparar algunas sorpresas.
Empecemos por el principio ...
La síntesis, perfecta en su brevedad, la expresa una de aquéllas ingenuas e inspiradas letras que escribió Carolina Cortés para Barón Rojo: "Al principio fue solo bailar todos alrededor de un reloj, pero nadie pudo imaginar que sería el idioma mejor" ("Larga vida al rock´n´roll", exclamación tan contradictoria con su efímero objeto como la proclama "El rey ha muerto, viva el rey").
La llamada "música rock" fue la voz mestiza de una juventud que supo poner distancia con un mundo adulto que aborrecía ("prefiero morir antes que hacerme viejo" cantaban The Who) para construir sus propias señas de identidad a partir de otras voces hasta entonces despreciadas: el "blues" de los negros desarraigados; la música calificada peyorativamente de "ligera" -en particular el reiterativo "boogie boogie"-, frente a la seriedad de la "clásica"; los "sucios" y sexuales ritmos africanos; ...
Pero sí, antes que subversión, ese sonido fue, inicialmente, diversión.
Fue una generación posterior la que convertiría aquel ritmo simple y primitivo en el vehículo de mensajes rompedores, ya se tratase de poesía o de crítica, proceso en el que resulta crucial la incorporación del espíritu del folk y la canción protesta a los esquemas del rock realizada por ese genio controvertido que el mundo conoce con el apelativo de Bob Dylan, fenómeno que ha llevado a Gabriel Albiac a afirmar que el rock es la forma genuina de la poesía popular en la segunda mitad del siglo XX.
Y fueron clarividentes y astutos comerciantes los que intuyeron el enorme potencial del nuevo sonido, en la medida en que esa música marginal y directa se manifestó como una fértil máquina de producir mitos, fenómeno que alcanza su paroxismo en el hecho de que Elvis Presley sea el único músico que tiene una iglesia en su honor (que el rockero inglés Vince Taylor acabara por creerse Jesucristo también refuerza esta iconicidad delirante). El "coronel" Parker con el proteico Elvis o Brian Epstein con los Beatles fueron los "padrinos" (tómese la expresión en su sentido más mafioso) que convirtieron los talentos emergentes de unos jóvenes todavía desubicados en una máquina de producir dividendos.
La contradicción arte-negocio fue absolutamente explícita en el caso del rock´n´roll desde su mismo origen, algo común a todas las formas de la llamada "cultura pop". Pero si en algo la música rock se ha mostrado como la expresión de un momento determinado es en el modo en que ejemplifica la llamada "aceleración de la historia": su ciclo nacimiento-expansión-plenitud-decadencia fue vivido en apenas 20 años, los que van del "Rock around the clock" de Bill Halley & His Comets (1955) al abrupto cierre de la gira de presentación del disco objeto de esta entrada, ocurrido en agosto de 1975 en unas circunstancias sobre las que me detendré más adelante. El cine, el cómic o el jazz, por poner tres ejemplos de ese tipo de cultura, han disfrutado de muchas más décadas para desarrollar su ciclo vital. Pero, como se dice en "Blade Runner", "la luz que brilla con el doble de esplendor brilla la mitad de tiempo". Y el rock´n´roll lo fue todo hace cuarenta años, para haberse convertido en nada en la actualidad, un lenguaje que fue vehículo de comunicación y de comunión entre la juventud para ser hoy una lengua muerta, pasto de los estudiosos y los nostálgicos.
Toda la introducción precedente obedece a mostrar cómo ese disco y esa gira pueden perfectamente ser tomados como indicadores del apogeo de un movimiento musical que no ha vuelto a vivir la eclosión de creatividad, originalidad y sofisticación que conoció en unos primeros años 70 que suponen el cénit de una forma de crear música absolutamente irrepetible.
El pistoletazo de salida de esa mezcolanza literario-musical tan lograda lo puso, como no podía ser de otra manera, el cuarteto de Liverpool que en 1967 facturó el disco conceptual por antonomasia, "Sgt. Pepper´s Lonely Hearts Club Band". La senda abierta por aquella desbordante creación marcó el rumbo que luego seguirían títulos como "Ziggy Stardust", "Thick as a Brick" o "The Dark Side of the Moon", grabaciones que, como esos otros serios candidatos a "mejor disco del rock" que son "Made in Japan" o "Led Zeppelin IV" se editan en un periodo de poco más de dos años, en un momento en que unos primerizos Genesis buscan aún su reconocimiento. Tardarán todavía un tiempo en parir su obra maestra, el único disco doble en estudio de toda su trayectoria. Pero no adelantemos acontecimientos.
La banda había nacido el mismo año del Sgt. Pepper´s en la Charterhouse School de Surrey, una escuela de élite, británica hasta la médula (disciplina, formalidad, aburrimiento, ...) algunos de cuyos inquietos alumnos buscaban evadirse formando grupos de rock de efímera existencia. Cuatro de ellos, el cantante Peter Gabriel, el guitarrista Anthony Phillips, el teclista Tony Banks y el bajista Mike Rutherford (los dos últimos también tocaban la guitarra), secundados a la batería por Chris Stewart, otro interno, tuvieron la suerte de que un compañero, Anthony King, reconociese su talento y decidiera, con la osadía que da la inexperiencia, convertirse en su manager.
La absoluta seriedad de los muchachos les llevó a involucrarse en su proyecto a tumba abierta: tardes y tardes de ensayos, contactos y buena suerte les permitieron grabar su primer album en 1969 cuando aún ni siquiera tenían nombre como banda y los baterías entraban y salían de la formación a un rimo de uno cada seis meses. "From Genesis to Revelation", una dulzona colección de canciones influenciadas por los Bee Gees, de letras ingenuas y elaborados arreglos orquestales, solo aportaría a su posterior evolución el nombre que adoptaron.
La madurez del grupo se fraguó en el siguiente disco, "Trespass" (1970), un reposado muestrario de folk-rock evocador (salvo por su tema final, "The Knife", una violenta sátira a lo Orwell), y en la que se puede reconocer el germen del sonido que les llevaría a la fama: encadenamientos de arpegios de hipnótico efecto, polifonías "orquestales" apoyadas en los teclados de Banks, textos que parecían salidos de la pluma de un Lewis Carroll redivivo y la voz de un Gabriel cuyo registro parecía a veces no tener límite, permitiendole representar a personajes diversos durante una misma canción (el prodigioso tema "Get 'Em Out By Friday", del album "Foxtrot", tal vez sea el mejor ejemplo).
La formación "clásica" del grupo se completará ese mismo año tras producirse la inesperada salida de un Anthony Phillips cuya inseguridad enfermiza en sí mismo le lleva a rechazar las actuaciones en vivo y a aislarse para completar su formación como guitarrista, tras de la que empezará una carrera en solitario tan extraordinaria como minoritaria. Sendos anuncios en la publicación musical "Melody Maker" traerán al grupo a un versátil guitarrista, Steve Hackett, y al batería definitivo, el luego popularísimo Phil Collins, niño prodigio con experiencia como actor y cantante en teatro y cine.
De izquierda a derecha: Peter Gabriel, Phil Collins, Mike Rutherford, Steve Hackett y Tony Banks. Génesis en su momento de mayor creatividad. |
La secuencia de albumes - "Nursery chryme", "Foxtrot" y "Selling England by the Pound"- que el grupo edita en los tres siguientes años es la piedra angular de una forma de entender el rock progresivo -que en España se dió en llamar "sinfónico"- absolutamente magistral. La estructura de las canciones varía de una a otra, siguiendo más la secuencia de la "suite" clásica que la adocenada fórmula estrofa-estribillo-estrofa-estribillo-puente (o solo)-estribillo que agostaba el rock de las FM, las complejas melodías se encadenaban alternando momentos de sublime lirismo con arrebatos de furia sonora solo aparentemente incontrolada, y el grupo exhibe lo que solo puede definirse como un absoluto estado de gracia tanto compositivo como interpretativo. La prensa musical del momento descubre en ellos un modo de conducir su carrera absolutamente ajeno a las grandes bandas del rock progresivo (Yes, King Crimson, Jethro Tull, Emerson, Lake & Palmer, entre otras): jamás recurren a tomar "prestadas" melodías de compositores clásicos, no buscan el lucimiento personal con solos instrumentales en los conciertos, recurren a compases y formas musicales que la "música culta" había abandonado desde hacía siglos (que yo sepa, ningún otro grupo de rock ha tocado nunca en un compás de 9/8) o a técnicas novedosas, como el "tapping", que Steve Hackett incorpora -más o menos a la par que Jimmy Page- al rock, ...
Capítulo aparte son las actuaciones en vivo de la banda, donde el equilibrio democrático operativo entre bambalinas queda eclipsado por el despliegue escénico de un Peter Gabriel que acapara la atención del público con su encarnación de los delirantes personajes de sus canciones, los recitados y los disfraces que prodiga para entusiasmo de la audiencia. Diríase una mezcla de Mick Jagger y Frégoli. Solo las grabaciones en video -de mediocre calidad la mayoría- dan cuenta de esa teatralidad que pasa desapercibida oyendo "Genesis Live", su album en vivo de 1973.
En el año 1974 la banda se encuentra en la cúspide de su trayectoria, pero las primeras tensiones empiezan a aparecer. El cuarteto Hackett, Rutherford, Collins, Banks se siente ninguneado por la prensa musical, que los ve como el mero acompañamiento de un Gabriel de desbordante carisma. Éste, a su vez, empieza a adquirir responsabilidades adultas, y parece ir por libre. La separación parece inevitable cuando el director William Friedkin llama a Gabriel a Los Angeles para trabajar en un proyecto cinematográfico, cautivado por los textos del original "front man". Más adelante Friedkin confesará que de alguna manera prefirió abortar aquel proyecto antes que sentirse responsable de la ruptura de Génesis.
No era la primera vez que el cantante (y también multi-instrumentista: flauta, oboe, acordeón, percusión variada, ...) hace "rancho aparte": mientras sus compañeros aún no habían emprendido colaboraciones con músicos ajenos a la banda (algo que luego sería una constante en la trayectoria de Phil Collins: Eric Clapton, Mike Oldfield, el proyecto de jazz "Brand X", numerosos discos en solitario de sus ex-compañeros de Genesis, etc.): en fecha tan temprana como 1970 aparece acreditado como músico de sesión en el "Mona Bone Jakon" de Cat Stevens.
En cualquier caso, los intereses de Gabriel y los del resto de la banda empiezan a divergir. Cuando se plantea la grabación de un nuevo album nadie sabe si será el último. Tal vez por esa posibilidad de que sea el "canto del cisne", el disco será el proyecto más ambicioso que hayan acometido hasta ese momento. Se decide que será doble y que desarrollará una historia, entre fantástica y surrealista, nacida de la fértil imaginación de Gabriel: una especie de viaje al submundo de Rael, un adolescente puertorriqueño que Gabriel dice "canalizar" a través de su tercer ojo, operación para la que se rasura la parte superior de su frente luciendo un peinado absolutamente extravagante. Lo que hoy en dia sería considerado un preocupante síntoma de desequilibrio mental no lo fue en los 70. Músicos como David Bowie ideaban un "alter ego" tras otro (Ziggy Stardust, Aladdin "el cuerdo" o el "gran duque blanco") cuya encarnación proseguía fuera del escenario en un delirio esquizofrénico que hacía las delicias de los "fans". ¿Se le estaba "yendo la olla" a Gabriel o todo era un juego?
Tengamos presente que Genesis, por cuna y por carácter de sus miembros, no fueron nunca el prototípico ejemplo de banda de rock desmadrada. Ellos no destrozaban habitaciones de hotel en sus giras (como hacían Led Zeppelin o Jethro Tull), ni alardeaban de proezas sexuales, ni abusaban de su cuerpo y de su mente con el consumo de estupefacientes. En cierto sentido, su sello era la "normalidad". Al fin y al cabo hablamos de alumnos de un colegio de élite que han mantenido la lealtad entre ellos y que aún se reúnen periódicamente, y no solo por los intereses comerciales derivados de mantener el legado de la banda, sino, lisa y llanamente, por amistad. Sus disensiones internas eran llevadas con absoluta educación y nunca han trascendido enfrentamientos personales entre ellos. La equidad de estos "gentlemen" lleva a que un Collins que capitanearía el grupo de 1976 a 1991 no tenga empacho en reconocer que el mejor album que grabaron fue "The lamb ...", en el que, por cierto, no es voz solista en ningún tema, como sí lo había sido en "Nursery Chryme" o en el "Selling England by the Pound".
Gabriel, sencillamente, había llegado a un punto en que su visión era tan nítida y definida que ya no podía compartirla con el resto del grupo. Por ello asumió toda la parte literaria del "Lamb ..." dejando la musical a sus compañeros. Escribió en solitario todas las letras a las que el grupo pondría música, así como la alucinada narración-eje del disco que sería incluida en la carpeta del mismo, y grabaría las voces en los estudios Island de Londres mientras el resto del grupo trabajaba en el Gales rural. Lo extraordinario es que de un proceso tan aparentemente inconexo surgiera un album tan homogéneo, una obra maestra que deslumbraría a la crítica y a los seguidores del grupo.
La historia que el disco desarrolla viene a ser una especie de versión entre kafkiana y onírica de "El progreso del peregrino", una novela alegórica acerca de la salvación escrita a finales del siglo XVII por John Bunyan, pero teñida de influencias diversas que van desde "El Topo", el western lisérgico-místico dirigido por Alejandro Jodorowsky hasta el primer largometraje de Nicholas Roeg, "Performance": Rael, un pandillero desarraigado que vaga por Nueva York, es arrojado a un submundo de pesadilla en el que se suceden encuentros con seres diversos, criaturas monstruosas, lamias mitológicas y su hermano John, quien le ignora y al que, en un esfuerzo por salvarle de morir ahogado, ve transformarse en sí mismo.
Lo dicho: gente de lo más normal. |
Y la pared de muerte ha bajado en Times Square.
A nadie parece importarle,
Se mantienen ocupados como si nada hubiese allí.
El viento sopla más fuerte ahora,
arrojando polvo en mis ojos.
El polvo se adhiere a mi piel,
Formando una costra, inmovilizándome
Y yo estoy revoloteando como una mosca,
esperando el parabrisas en la autopista
("Fly on the Windshield")
Capítulo aparte constituye el método elegido por el grupo para registrar las maratonianas sesiones de composición en el disco: en vez de encerrarse en un estudio de grabación prefirieron confiar en la profesionalidad de la unidad móvil de los estudios Island, que se trasladó a la base de operaciones del grupo en Headley Grange, el mismo caserón húmedo y aislado de Hampshire donde Led Zeppelin había grabado la mayor parte de su mítico cuarto disco, y cuyo ambiente sórdido y misterioso casa muy bien con las tétricas vivencias de Rael. Justo es decir que el ingeniero de sonido, David Hutchins, realizó un trabajo excelente, consiguiendo para el álbum un sonido más nítido y "limpio" que el de ninguno de los precedentes.
Musicalmente, estamos muy lejos del equilibrio y la serenidad que rezumaba "Selling England by the Pound", su anterior trabajo. La delicadeza pastoril y la profusión de matices de aquella obra tan "británica" dan lugar a un rock crudo, obsesivo, de una sobriedad insólita, aunque no faltan las cortinas de arpegios ni las elaboradas armonías marca de la casa, cuyo mejor ejemplo es el tema "The carpet crawlers", probablemente el que mayor trascendencia ha obtenido del album. Se ha vuelto ya un tópico afirmar que Genesis anticipa temática y musicalmente la eclosión del punk, y algo de ello hay: más que cantar, Gabriel aúlla el tema "Back in N.Y.C." que abre la cara "B" del primer disco (estamos en la era del vinilo, no lo olvidemos), canción que tanto Tony Levin como el malogrado Jeff Buckley versionarán, y que da paso a la mejor secuencia de temas que el grupo ha facturado en toda su existencia hasta desembocar en "The chamber of 32 doors", lo más parecido a un himno "soul" que podemos encontrar en Genesis.
Imágenes de la contraportada del disco. |
Si hay algún "pero" que poner a "The lamb ..." sería lo que tiene la música de la cuarta cara de previsible: diríase que el desbordamiento de imaginación y talento que le ha precedido remite en los últimos temas. Ahora bien, lo que en un grupo del nivel de estos monstruos puede considerarse "rutinario" es a lo que muchos grupos -incluyendo bastantes que ya han hecho historia- quisieran haber podido llegar. El listón sigue estando altísimo, y ya quisieran los Genesis que en los ochenta vendían discos como rosquillas haber mantenido la calidad y la frescura de esa secuencia final.
La portada del album será también un claro indicador del giro que la banda ha experimentado. En vez de las estampas victorianas de sus carátulas previas, el diseño fue realizado por Hipgnosis, firma habitual detrás de las portadas de Pink Floyd, Led Zeppelin, E.L.O. o Alan Parsons Project entre otros, y presentaba diversos escenarios y situaciones de la historia que el disco desarrollaba en contrastadas fotografías en blanco y negro.
El disco, hoy un clásico indiscutido, tuvo una acogida inicial bastante tibia, llegando al nº 1 de ventas solo en Francia (en Inglaterra se quedó en el puesto 10º y en E.E.U.U. en el 41). Fue acompañado de una gira de presentación en la que el concepto de espectacularidad iba más lejos aún del sentido teatral que Gabriel había infundido a las actuaciones de la banda: el cantante, que aparecía en escena con vaqueros y chaqueta negra, reaparecía más adelante rodeado de lamias y convertido en un monstruo. Había diapositivas sincronizadas con la música, pirotecnia y efectos diversos muy anclados a las limitaciones tecnológicas de la época. El disco era interpretado en su integridad, reservándose para el final alguno de los temas de la primera época del grupo. En numerosas ciudades el álbum aún no había sido editado, lo que añadía perplejidad a un público que no conocía los temas con que el grupo, literalmente, les apabullaba. Por desgracia, ningún concierto de la gira se grabó en vídeo, por lo que hay que conformarse con la "reconstrucción" que circula por YouTube, o bien con la reedición del show por parte de la banda-tributo canadiense "The Musical Box".
Cinco músicos sobrados de talento (y, por desgracia, también de ego). |
La gira terminaría con la que iba a ser la penúltima actuación, en la ciudad francesa de St. Etienne (el siguiente concierto, Toulouse, sería suspendido). Tras cumplir con este último compromiso, y tal como los acontecimientos venían anunciando, Peter Gabriel dejó la banda para iniciar su luego exitosa carrera en solitario.
No sería el final de Genesis, pero sí el de su etapa más creativa.
(posesodegerasa)
https://nacionprogresiva.wordpress.com/2018/02/14/la-historia-detras-de-the-lamb-lies-down-on-broadway-de-genesis/?fbclid=IwAR2ePuJdNPvMChfQ-A9IM42OW68FT5X1LXmPPHeuDCtZNjlAcOq1hQuputs_aem_AdxoSJMF_pw8B6AYjUM6l2noJHXv_3JfhHNTKYncEIM9ff1NPxjkm6-Xo2mupRM3tWrAxCOLH0MeFppX18PZ0QTv
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