Las mamarrachadas que llega uno a leer en este final de los tiempos son, con perdón, "de mear y no echar gota". Si el Cardenal Cisneros supiera a qué idioteces iba a dar cabida la Universidad que fundó en 1499 creo que se hubiera decantado por un casino o un refugio para animales abandonados. Lo que nunca pensaría es que al final acabó poniendo los cimientos de un manicomio.
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