sábado, 11 de marzo de 2023
EL ESTADO Y EL 11-M
El asesinato de JFK fijó el modus operandi de todo complot encubierto: 1) Asesinar para lograr un objetivo político; 2) Manipular las pruebas para crear un chivo expiatorio y una verdad oficial; 3) Asesinar/suicidar al chivo.
Lo ocurrido el 11-M del 2004 encaja en ese molde como encaja un guante. El juicio de la Casa de Campo fue un teatro de conveniencia del cual no salió en claro ni quiénes fueron los autores intelectuales, ni qué explosivo fue el utilizado, ni muchos otros puntos oscuros que siguen sin aclararse. La obscena competición por presentar un relato que convenciera a la opinión pública, trufada de pruebas improvisadas y otras retiradas de escena, tuvo entonces un ganador y los dos principales partidos del sistema dieron los muertos por amortizados y volvieron a lo práctico. Solo quedamos los "outsiders" habituales, molestando con nuestro recordatorio constante de que, una vez más, la gente de a pie fue la moneda de cambio para que poderes ocultos cobrasen las treinta monedas de plata -o su equivalente ajustado a la inflación- en que se tasa desde antiguo la sangre de los inocentes.
No lo olvidemos, nadie en la historia ha provocado más muertes violentas que los aparatos estatales. Particularmente contra su propia población.
Digámoslo desde el principio: es mucho lo que desconocemos, pero lo único que fehacientemente sabemos que ocurrió en Madrid tal día como hoy de hace 19 años es que diversas ramificaciones del Estado desarrollaron un papel crucial en los terribles atentados del 11-M, que acabaron con la vida de 193 personas e hirieron a más de 1.500.
No fue una banda terrorista, sino funcionarios del Estado, la que ordenó desaparecer la inmensa mayoría de pruebas del delito: los trenes fueron achatarrados cuando no habían transcurrido ni 72 horas del atentado y la ropa y objetos personales de las víctimas nunca llegaron al sumario. De las muchas toneladas de muestras sobre las que deberían haber pivotado la instrucción y el juicio, apenas se conservó una bolsita de restos porque funcionarios del Estado nos hurtaron los escenarios del crimen.
No fue una banda terrorista, sino funcionarios del Estado, la que creó las pruebas falsas: la furgoneta Kangoo (vacía en Alcalá y repleta en la comisaría de Canillas), el Skoda Fabia (prueba descartada incluso por el propio tribunal ante las abrumadoras evidencias de que fue colocada), el episodio de Leganés (extraños terroristas que esperan a que se desaloje el inmueble para suicidarse, con lo que en el 11-M no hay ninguna inmolación en los 193 asesinatos y posteriormente hay inmolaciones sin intención de asesinar a nadie; además, no aparece un solo resto de sangre en el piso y se vulnera flagrantemente la ley al no realizar la autopsia a ninguno de esos supuestos suicidas) y la famosa mochila de Vallecas, la piedra angular de la versión oficial, la que nos lleva al locutorio de Lavapiés, a la Goma 2 ECO sin metenamina (el explosivo de la Kangoo sí contenía esta sustancia) y que apareció directamente en dependencias policiales 18 horas después de la masacre. Se trata de un simulacro de mochila bomba, con los cables sueltos, preparada para no estallar y cuya metralla no se encontró en ninguno de los 12 focos de explosión de los trenes ni en las autopsias que se realizaron a las víctimas.
No fue una banda terrorista, sino un tribunal formado por funcionarios del Estado, la que condenó injustamente a miles de años de cárcel como único autor material de los atentados a Jamal Zougam. La única prueba de cargo fue el testimonio contradictorio que ofrecieron meses después de los atentados unas testigos rumanas tras recibir la promesa, por parte de funcionarios del Estado, de obtener una indemnización y la nacionalidad española.
Y no fue, al cabo, una banda terrorista, sino la totalidad de la élite política, la que decidió dar carpetazo al 11-M. Ya se trate de naranjitos, rojitos, azulitos o mediopensionistas, el manto de silencio arrojado sobre el 11-M es estremecedoramente ensordecedor.
Así, podemos asegurar, sin temor a caer en irresponsable hipérbole ni en intolerable provocación, que el 11-M, como mínimo en lo que se refiere a la ocultación de la verdad y a la propagación de la mentira, fue el Estado. La lógica más siniestra de la bestia estatal se reveló con toda su crudeza aquellos tristes días de marzo de 2004. Y es que, no lo olvidemos, nadie en la historia ha provocado más muertes violentas que los aparatos estatales. Particularmente contra su propia población.
José García Palacios
(Visto en https://juandemariana.org/)
Post-data 20´30 p.m.: Conocedor, gracias a las indicaciones de un par de comentaristas a los que desde aquí expreso mi máximo agradecimiento, del directo de Aqui la voz de Europa "Toda la verdad 11-3-04" con Miguel Blasco, mi querido Luys Coleto, Michael Boor y Jaume Farrerons, procedo a enlazarlo para facilitar el acceso a su contenido hasta que YouTube lo retire, como me temo que acabará ocurriendo:
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