domingo, 29 de enero de 2023

UN POCO DE SENTIDO COMÚN



Veo que a pesar del frío, normal en esta época, la gente sigue saliendo a la calle, pero sin sonrisa, sin rostro ...

Siempre que llegaba el invierno, y con él el frío, insistía a mis pacientes que para prevenir infecciones respiratorias (catarros, gripes …) evitaran entre otras cosas respirar por la boca.

El ser humano, tras al menos 2.000.000 de años de evolución, a pesar de su complejidad estructural y anatómica es muy frágil y carece de muchas defensas que sí tienen otros animales. Todo lo compensa por su inteligencia innata y su infinita capacidad de adaptación. Por eso llevamos al menos dos mil veces mil años pisando la biosfera y navegando por la hidrosfera de este planeta. Y recuerdo que hemos sobrevivido y convivido con numerosas y larguísimas glaciaciones.

Nuestro aparato respiratorio, desde que nuestros ancestros escaparon definitivamente de la vida en el mar, tiene su entrada en la nasofaringe, y eso hay mucha gente que parece olvidarlo.

El aire que respiramos antes de llegar a nuestra tráquea, bronquios, bronquiolos y alveolos, tiene o debería de PASAR antes por la nasofaringe. No deberíamos de respirar casi nunca por lo que llamamos cavidad oral. La lengua, los paladares (duro y blando), los dientes y la faringe están hechas para comer, y en nuestro caso particular también para ayudar al habla. Sólo en casos muy puntuales, como tener las fosas nasales taponadas por moco, deberíamos usar la boca para respirar.

La nasofaringe es un prodigio evolutivo. Dos fosas nasales separadas por un tabique, con sus humedecidos y alargados cornetes, su especial histología mucosa, incluso los antiestéticos pelos que asoman a veces por nuestros agujeros nasales … Todo está allí para calentar, filtrar y humedecer el aire que respiramos. Es la primera barrera de nuestro sistema inmune, junto por ejemplo la piel, que también nos defiende …

Obstaculizar la respiración natural con cualquier objeto, y más aún al aire libre, con el increíble objetivo de frenar a los patógenos es un inmenso error. Puede ayudar en momentos muy, muy puntuales, pero nunca jamás como norma.

Veo caminantes con unos bozales ajustados que los expanden y contraen con fuerza en sus rostros, indica que esos “caminantes” están respirando con la boca abierta, y es natural. El sentir que algo obstaculiza los orificios de la respiración, igual que cuando estamos acatarrados, hace que instintivamente abramos la boca. Si hace mucho frío en el exterior, esas inspiraciones y expiraciones no circulan por los conductos adecuados y el aire frío en la inspiración entra directamente a la orofaringe y laringe, sin estar caliente y húmedo, a pesar de que algunos piensan que la máscara calienta ese aire … Por eso aparecen los catarros.

Los cornetes, actúan como un radiador perfecto, alargando la trayectoria del aire y creando turbulencias que son aprovechadas además de para calentar dicho aire, para humedecerlo. Ese aire es el que debería de llegar siempre a nuestra laringe y tráquea, y consecuentemente a nuestros alveolos. Eso ha sido así durante al menos dos mil milenios …

Las personas que llevan casi dos años respirando por la boca, al sentir ese obstáculo “obligatorio”, a veces, muchas, sobreinfectado de bacterias y sucio, es complicado que cuando se lo retiran del rostro, vuelvan a respirar sólo por la nariz …

Se forma un círculo vicioso que es contraproducente y difícil de cortar.

Esto que he escrito es puro “sentido común” y no hay que ser ni siquiera médico para deducirlo, sólo conocer un poco nuestra anatomía.

Saquen consecuencias, aunque sea de manera “sigilosa” …

Rafael Gazo Lazoz
(https://t.me/rafaelgazomedico)

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