lunes, 24 de octubre de 2022
EL MONUMENTAL ENGAÑO AL QUE LA ÉLITE HA SOMETIDO AL MUNDO
El engaño al que hemos sido sujetos los humanos durante estos casi tres años ha sido monumental, sin precedentes. Claro que desde hace mucho más tiempo ha habido engaños, en los paradigmas médicos, en la prensa, en la historia misma (que, al final, es escrita siempre por los vencedores), y en muchas cosas más; pero me parece que nunca se había logrado engañar de esta forma a tanta gente y destruir familias, empresas, sociedades, economías de países, en tan poco tiempo. Calculo que bastaron un par de semanas de incansable retórica pro-miedo en las televisiones, radios, y otros medios para que el engaño pudiera echar raíces.
Cuando alguien tiene miedo, es muchísimo más fácil engañarlo, y el miedo sigue estando, lo siguen caldeando, por ejemplo, con noticias de nuevos virus quiméricos “mega mortales” creados por universidades (https://www.1news.co.nz/2022/10/18/scientists-make-new-covid-variant-with-80-kill-rate-in-mice/).
Más que generar indignación (que por supuesto la genera; el hecho de que algo pueda hacerse en la ciencia no significa que deba de hacerse, y hasta donde sé, los experimentos de ganancia de función están prohibidos en ese país, pero bueno), lo que genera en la mayoría es miedo. Miedo a que “esto” se inicie “de nuevo”, y los medios se encargan de hacer que eso parezca, con noticias sobre el incremento de casos (¿ola número 298?), o informando sobre la posibilidad de regresar a las mascarillas obligatorias en lugares donde ya no lo era (https://www.redaccionmedica.com/secciones/ministerio-sanidad/darias-desliza-sus-intenciones-sobre-el-uso-obligatorio-de-la-mascarilla-2448). En otras palabras, el coco sigue suelto. ¿Será que ya están temblando (otra vez)?
Por eso, quienes tienen conocimiento de Epidemiología, de Virología, de Inmunología (y no se mueren de miedo o no están comprados), han dicho desde el inicio de la ‘pandemia’ que esto no cuadra. Simplemente no cuadra. La letalidad de este virus, incluso con base en los datos del inicio de la pandemia, no eran sugerentes de un patógeno altamente virulento. El Epidemiólogo Profesor Johann Ioannidis, el más citado en su área a nivel mundial, y asesor durante décadas de la OMS, lo dijo desde el inicio: Esa letalidad estaba sobreestimada. ¿Por qué? Entre otras cosas, porque los signos y síntomas son muy inespecíficos y las pruebas de PCR, así como se realizan, tienen un muy bajo poder predictivo. La tasa de letalidad por caso en realidad era mucho más baja de lo que nos hacían ‘creer’ los medios, los políticos, los médicos alineados (con su cartera o con su carrera), los científicos que no se molestaron en leer fuera del recipiente,
En una reciente publicación, titulada “Tasa de fatalidad por infección de COVID-19 estratificada por edad en la población no adulta mayor, informada por estudios de seroprevalencia nacionales pre-vacunación”, que aún no ha pasado por el proceso de revisión por pares, Pezullo y colaboradores, científicos y médicos del equipo de Ioannidis explican que es aún más baja la tasa de letalidad por caso (esto se refiere a la proporción de casos que acaban en muertes, va de 0 a 1). Para su estudio, usaron de forma sistemática 31 estudios de prevalencia nacional durante la etapa previa al inicio de las inoculaciones, y encontraron que la tasa de fatalidad por caso era de 0.035% en personas de 0 a 59 años, y de 0.095% si se ampliaba el intervalo de edad de 0 a 69 años. De forma estratificada, la tasa de letalidad por caso para los de 0 a 19 años fue 0.0003%, 0.003% de 20 a 29 años, 0.011% de 30 a 39 años, 0.035% de 40 a 49 años, 0.129% de 50 a 59 años, y 0.501% de 60 a 69 años. Eso quiere decir que, para recién nacidos, niños, adolescentes y jóvenes, es de 3 muertes por cada 1,000,000 infectados, y que para personas de más de 60 años es de 5 en cada 1,000 (lo que es lo mismo 1 muerte de cada 200 infectados). Y eso fue en el peor momento (es decir, con las variantes ligeramente más virulentas y sin comprender demasiado sobre la patofisiología de la enfermedad). Tomando todos los países y todas las edades en conjunto, la tasa de letalidad por caso pre-inoculación más alta se calcula en 0.07%. En palabras de los autores “estos estimados de letalidad por caso en la población de menos de 69 años es más baja que los cálculos previos habían sugerido”.
En otras palabras, nos vieron la cara. Porque esos encierros, esos aislamientos, esos cierres de negocios, esas pruebas PCR obligatorias, esas inoculaciones autorizadas sin datos confiables sobre su seguridad, se hicieron basadas en la premisa de que se trataba de un tanato-virus, vaya, un destructor de la humanidad. Y, eso, simplemente, es una mentira.
Claro que murió gente, gente que salía positiva en una prueba no validada contra el estándar de oro, sino contra sí misma (el estándar para validación fue la prueba de PCR misma), y que en su gran mayoría tenían muchas comorbilidades. Fueron sujetas estas personas, consideradas “casos COVID”, a tratamientos que poco tienen que ver con la medicina basada en la evidencia, los casos moderados eran enviados a sus casas con un paracetamol e instrucciones de no ir al hospital hasta que no pudieran respirar, los casos graves fueron sujetos a tratamientos ineficientes y que no correspondían a la patofisiología de la enfermedad, y que incrementaron sus probabilidades de morir. Es un engaño monumental.
Cierro este texto con parte de un comic de Astérix y Obélix (soy fan) bastante ad hoc. Los romanos, siempre ridiculizados por una aldea de galos que tienen una poción mágica que les da fuerza sobrenatural, secuestran al druida y a Astérix, quienes preparan para ellos una poción, pero no es la que los romanos quieren, sino un engaño. Es tal la necesidad de creer que eso les hará fuertes, que acaban levantando un guijarro y creyéndose súper hombres. Igual que decir “si te aplicas la inoculación, estás protegido porque generaste anticuerpos” aunque eso no es ninguna proeza (si nos exponemos a una proteína foránea inmunogénica, generamos anticuerpos, pero esto no es sinónimo de ser inmunes). A diferencia de los romanos que sí se dieron cuenta del engaño, los humanos (no todos, pero muchos) del Siglo XXI siguen creyendo que levantar guijarros es una proeza. Ni qué decir.
Karina Azevedo
(Fuente: https://t.me/akashacomunidad/)
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