Las raíces psicológicas de la formación colectiva
Como se ha mencionado, la formación colectiva, o hipnosis colectiva, puede darse cuando ciertas condiciones psicológicas están presentes en una porción suficientemente grande de la sociedad. Las cuatro condiciones centrales que deben existir para que surja la formación colectiva son:
1.- Soledad generalizada y falta de vínculos sociales, que lleva a:
2.- Experimentar la vida como algo sin razón, sin propósito y sin sentido, o enfrentarse a circunstancias persistentes que no tienen sentido racional, lo que lleva a:
3.- Ansiedad y descontento generalizados que flotan libremente (ansiedad o descontento que no tiene una causa aparente o distinta), lo que lleva a:
4.- Frustración y agresión generalizadas que flotan libremente sin una causa discernible, lo que da lugar a una sensación de descontrol.
Cómo surge la formación colectiva en una sociedad
Una vez que una parte suficientemente grande de la sociedad se siente ansiosa y fuera de control, esa sociedad se vuelve muy vulnerable a la hipnosis colectiva. Desmet explica:
"El aislamiento social, la falta de sentido, la ansiedad que flota libremente, la frustración y la agresividad son altamente aversivas porque si la gente se siente ansiosa, sin saber por qué, suele sentirse fuera de control. Siente que no puede protegerse de su ansiedad.
Y, si en estas condiciones se distribuye una narrativa a través de los medios de comunicación, indicando un objeto de ansiedad, y al mismo tiempo, proporcionando una estrategia para hacerle frente, entonces toda esta ansiedad que flota libremente podría conectarse al objeto de la ansiedad.
Y podría haber una enorme disposición a participar en una estrategia para hacer frente al objeto de la ansiedad, sin importar lo absurda que sea la estrategia. Por lo tanto, aunque esté claro desde el principio -para todo el que quiera verlo- que la estrategia para tratar el objeto de la ansiedad podría cobrarse muchas más víctimas que el propio objeto ... incluso así, podría existir esta enorme disposición a participar en una estrategia para tratar el objeto de la ansiedad.
Ese es el primer paso de todo mecanismo importante de formación colectiva. Ya sea que se trate de las Cruzadas, de la caza de brujas, de la Revolución Francesa, del comienzo de la Unión Soviética o de la Alemania nazi, vemos el mismo mecanismo una y otra vez.
Hay mucha ansiedad que flota libremente. Alguien proporciona una narrativa que indica un objeto de ansiedad y una estrategia para enfrentarse a él. Y entonces toda la ansiedad se conecta con el objeto de ansiedad [propuesto].
La gente participa en una estrategia para afrontar el objeto de la ansiedad que produce una primera ventaja psicológica importante, y a partir de ahí la gente tiene la impresión de que puede controlar su ansiedad. Está conectada a un objeto y tienen una estrategia para enfrentarse a él".
La problemática vinculación social de la formación colectiva
Una vez que las personas que antes se sentían solas, ansiosas y fuera de control empiezan a participar en la estrategia que se les presenta como la solución a su ansiedad, surge un nuevo vínculo social. Esto refuerza la hipnosis colectiva, ya que ahora ya no se sienten aislados y solos.
Este refuerzo es una especie de intoxicación mental, y es la verdadera razón por la que la gente se traga el cuento, por absurdo que sea. "Seguirán creyendo en la narrativa, porque crea este nuevo vínculo social", dice Desmet.
Aunque el vínculo social es algo bueno, en este caso se convierte en algo extremadamente destructivo, porque la frustración y la agresión que flotan libremente siguen ahí y necesitan una salida. Estas emociones necesitan dirigirse a alguien. Y lo que es peor, bajo el hechizo de la formación colectiva, la gente pierde sus inhibiciones y su sentido de la proporción.
Así que, como hemos visto durante la pandemia de covid, la gente atacará y arremeterá de las formas más irracionales contra cualquiera que no se trague la narrativa. La agresión subyacente siempre se dirigirá a la parte de la población que no está hipnotizada.
Hablando en términos generales, normalmente, una vez que la formación colectiva tiene lugar, alrededor del 30% de la población estará hipnotizada-y esto incluye normalmente a los líderes que pronuncian la narrativa hipnotizante al público- , el 10% permanece sin hipnotizar y no compra la narrativa, y la mayoría, el 60%, siente que hay algo malo en la narrativa, pero sigue adelante con ella simplemente porque no quiere sobresalir o causar problemas.
Otro problema con el vínculo social que surge es que el vínculo no es entre individuos, sino un vínculo entre el individuo y el colectivo. Esto da lugar a un sentimiento de solidaridad fanática con el colectivo, pero no hay solidaridad hacia ningún individuo concreto. Así, los individuos son sacrificados sin piedad por el "bien mayor" del colectivo sin rostro.
"Esto explica, por ejemplo, por qué durante la crisis del corona, todo el mundo hablaba de solidaridad pero aceptaba que si alguien tenía un accidente en la calle no se podía ayudar a esa persona a menos que tuviera una mascarilla y guantes quirúrgicos a su disposición.
Eso también explica por qué, mientras todo el mundo hablaba de solidaridad, la gente aceptaba que si su padre o su madre se estaban muriendo, no se les permitía visitarlos".
Al final, acabas con un ambiente radical y paranoico en el que la gente ya no confía en los demás, y en el que la gente está dispuesta a denunciar a sus seres queridos al gobierno.
"Ese es el problema de la formación colectiva", dice Desmet. "Es la solidaridad del individuo con el colectivo, y nunca con otros individuos. Eso explica lo que ocurrió en Irán durante la revolución, por ejemplo. Hablé con una mujer que vivió en Irán durante la revolución, que en realidad fue el comienzo de un régimen totalitario en Irán.
Fue testigo, con sus propios ojos, de cómo una madre denunció a su hijo ante el gobierno, y de cómo se colgó la soga al cuello justo antes de que muriera, y de cómo se proclamó heroína por hacerlo. Esos son los efectos dramáticos de la formación colectiva".
Sin un enemigo externo, ¿qué ocurre?
Ahora nos enfrentamos a una situación más complicada que en cualquier otro momento anterior, porque el totalitarismo que está surgiendo ahora no tiene enemigos externos, con la excepción de los ciudadanos que no están hipnotizados y no compran las falsas narrativas. La Alemania nazi, por ejemplo, fue destruida por enemigos externos que se levantaron contra ella.
Por otro lado, esto tiene su ventaja, ya que los estados totalitarios siempre necesitan a un enemigo. Eso es algo que describió muy bien George Orwell en su libro 1984. Para que el proceso de formación colectiva siga existiendo debe haber un enemigo externo en el que el estado pueda centrar la agresión de las masas hipnotizadas.
Son cruciales la resistencia no violenta y la divulgación
Esto nos lleva a un punto clave, y es la necesidad de la resistencia no violenta y de hablar en contra de la narrativa. La resistencia violenta te convierte automáticamente en un objetivo de agresión, por lo que "la resistencia desde dentro de un sistema totalitario siempre tiene que atenerse a los principios de la resistencia no violenta", afirma Desmet. Pero también hay que seguir hablando de forma clara, racional y no abusiva. Desmet explica:
"El primer y fundamental principio al que tiene que ceñirse la resistencia durante un proceso de formación colectiva y de totalitarismo emergente, es que la gente que no va con las masas tiene que seguir hablando. Eso es lo más crucial.
Como el totalitarismo se basa en la formación colectiva, y la formación colectiva es una especie de hipnosis, la formación colectiva siempre es provocada por la voz del líder, que mantiene a la población en un proceso de hipnosis. Y cuando las voces disonantes siguen hablando no podrán despertar a las masas, sino que perturbarán constantemente el proceso de formación colectiva.
Interferirán constantemente en la hipnosis. Si hay gente que sigue hablando, la formación colectiva no suele ser tan profunda como para que haya una voluntad en la población de destruir a la gente que no va con las masas. Eso es crucial.
Históricamente hablando, si miras lo que pasó en la Unión Soviética y en la Alemania nazi, está claro que fue exactamente en el momento en que la oposición dejó de hablar en público cuando el sistema totalitario empezó a volverse cruel.
En 1930, en la Unión Soviética, la oposición dejó de expresarse, y, en un plazo de seis a ocho meses, Stalin comenzó sus grandes purgas, que se cobraron decenas de millones de víctimas. Y luego, en 1935, ocurrió exactamente lo mismo en la Alemania nazi.
La oposición fue silenciada, o dejó de hablar. Prefirieron irse a la clandestinidad. Pensaban que se enfrentaban a una dictadura clásica, pero no era así. Estaban tratando con algo completamente diferente. Se trataba de un estado totalitario.
Y, al decidir pasar a la clandestinidad, fue una decisión fatal para ellos mismos. Así que, también en la Alemania nazi, en el plazo de un año desde que la oposición dejó de hablar en público, comenzó la crueldad y el sistema empezó a destruir primero a sus oponentes. Siempre es igual.
En la primera etapa, los sistemas totalitarios o las masas comienzan a atacar a los que no están de acuerdo con ellos. Pero, después de un tiempo, empiezan a atacar y a destruir a todos, grupo tras grupo.
Y en la Unión Soviética, donde el proceso de formación colectiva llegó muy lejos, mucho más que en la Alemania nazi, Stalin empezó a eliminar a la aristocracia, a los pequeños agricultores, a los grandes agricultores, a los orfebres, a los judíos, a toda la gente que, según él, nunca se convertiría en buenos comunistas.
Pero después de un tiempo simplemente comenzó a eliminar grupo tras grupo sin ninguna lógica. Simplemente a todos. Por eso Hannah Arendt decía que un estado totalitario es siempre un monstruo que devora a sus propios hijos. Y ese proceso destructivo comienza cuando la gente deja de hablar.
Esa es probablemente la razón por la que, a principios del siglo XX, hubo varios países en los que hubo formación colectiva, pero en los que nunca hubo un estado totalitario en toda regla.
Probablemente, hubo suficientes personas que no se callaron, que siguieron hablando. Eso es algo que es crucial de entender. Cuando surge la formación colectiva la gente suele pensar que no tiene sentido hablar porque la gente no despierta. La gente no parece sensible a sus argumentos racionales en contra.
Pero nunca debemos olvidar que alzar la voz tiene un efecto inmediato. Tal vez no es que despierte a las masas, sino que perturba el proceso de formación colectiva y la hipnosis. Y, de esa manera, evita que las masas se vuelvan altamente destructivas hacia las personas que no les siguen la corriente.
También ocurre otra cosa. Las masas empiezan a agotarse a sí mismas. Empiezan a destruirse a sí mismas antes de empezar a destruir a las personas que no están de acuerdo con ellas. Así que esa es la estrategia que hay que utilizar para la resistencia interna contra los regímenes totalitarios".
Resístete frente al transhumanismo y la tecnocracia
Como se mencionó anteriormente, los líderes que declaran las narrativas también están siempre hipnotizados. Son fanáticos en ese sentido. Sin embargo, mientras que los líderes mundiales de hoy son fanáticos del transhumanismo y la tecnocracia, no necesariamente creen lo que están diciendo sobre la covid.
Muchos saben que están diciendo mentiras, pero justifican esas mentiras como necesarias para llevar a buen puerto las ideologías del transhumanismo y la tecnocracia. La ridícula agenda covid es un medio para un fin. Esta es otra razón por la que debemos seguir presionando y denunciando, porque una vez que desaparezcan los argumentos en contra estos líderes se volverán aún más fanáticos en su búsqueda ideológica.
"Al final, el reto definitivo no es tanto demostrar a la gente que el coronavirus no era tan peligroso como esperábamos, o que la narrativa de la covid es errónea, sino que esta ideología es problemática: esta ideología transhumanista y tecnocrática es un desastre para la humanidad; este pensamiento mecanicista, esta creencia de que el universo y el hombre son una especie de sistema material mecanicista que debe ser dirigido y manipulado de una manera mecanicista transhumanista.
Ese es el último reto: mostrar a la gente que, al final, una visión transhumanista del hombre y del mundo implicará una deshumanización radical de nuestra sociedad. Así que creo que ese es el verdadero reto al que nos enfrentamos. Mostrar a la gente: 'Mira, olvida por un momento la narrativa del corona.
A lo que nos dirigimos, si seguimos el mismo camino, es a una sociedad transhumanista radicalmente controlada por la tecnología, que no dejará espacio alguno para la vida de un ser humano'".
Al igual que yo, Desmet está convencido de que nos dirigimos rápidamente hacia el totalitarismo global y que las cosas empeorarán mucho antes de mejorar. ¿Por qué? Porque sólo estamos en las fases iniciales del proceso de totalitarismo. En el horizonte, la identidad digital todavía asoma, y con ella viene una red de control insondablemente poderosa capaz de doblegar a casi todo el mundo.
El rayo de esperanza es este: Todos los que han estudiado la formación colectiva y el totalitarismo han llegado a la conclusión de que ambos son intrínsecamente autodestructivos. No pueden sobrevivir. Y, cuantos más medios tenga a su disposición para controlar a la población, antes podrá destruirse a sí mismo, porque el totalitarismo destruye el núcleo del ser humano.
En última instancia, el "totalitarismo" se dirige a la ambición del sistema. Quiere eliminar la capacidad de elección individual, y al hacerlo destruye el núcleo de lo que es ser humano, "porque la energía psicológica en un ser humano surge en cada momento en que un ser humano puede hacer una elección que es realmente suya", dice Desmet. Cuanto más rápido destruya un sistema al individuo, antes se derrumbará el sistema.
Una vez más, la única arma contra la brutal destrucción de la humanidad es oponerse, hablar, resistir de forma no violenta. Puede que no detenga el totalitarismo en su trayectoria, pero puede mantener a raya las barbaridades más atroces. También proporcionará un pequeño espacio donde los resistentes puedan intentar sobrevivir juntos y prosperar en medio del paisaje totalitario.
"Entonces, si queremos tener éxito, tendremos que pensar en estructuras paralelas que nos permitan ser un poco autosuficientes. Podemos intentar que ya no necesitemos demasiado al sistema. Pero, incluso estas estructuras paralelas se destruirían en un momento si la gente no sigue hablando. Así que eso es lo crucial.
Intento llamar la atención de todos sobre esto. Podemos construir estructuras paralelas tanto como queramos, pero si el sistema se vuelve demasiado destructivo y decide utilizar todo su potencial agresivo, entonces las estructuras paralelas serán destruidas. Pero, el sistema nunca alcanzará este nivel de profundidad de la hipnosis si hay voces disonantes que siguen hablando. Así que yo mismo estoy muy dedicado a seguir hablando".
Aunque es imposible hacer predicciones exactas, el presentimiento de Desmet es que probablemente pasarán al menos siete u ocho años antes de que el sistema totalitario que está surgiendo se queme a sí mismo y se autodestruya. Podría ser más, podría ser menos. La sociedad es un sistema dinámico complejo, e incluso los sistemas dinámicos complejos simples no pueden predecirse ni siquiera con un segundo de antelación. Esto se conoce como la imprevisibilidad determinista de los ecosistemas dinámicos complejos.
Independientemente del tiempo que tarde, la clave será sobrevivir a todo ello y hacer lo que podamos para minimizar la carnicería. Un reto clave a nivel individual será mantener los principios elementales de humanidad. En la entrevista, Desmet habla del libro de Aleksandr Solzhenitsyn, Archipiélago Gulag, que destaca la importancia de aferrarse a tu humanidad en medio de una situación inhumana.
"Eso, tal vez, es lo único que puede garantizarnos un buen resultado de todo el proceso, que es un proceso necesario, creo. Esta crisis no carece de sentido. No es un sinsentido. Es un proceso en el que la sociedad puede dar a luz algo nuevo, algo mucho mejor de lo que existe hasta ahora".
Patrick Wood
(Fuente: https://www.technocracy.news/; visto en https://es.sott.net/)
Una vez que las personas que antes se sentían solas, ansiosas y fuera de control empiezan a participar en la estrategia que se les presenta como la solución a su ansiedad, surge un nuevo vínculo social. Esto refuerza la hipnosis colectiva, ya que ahora ya no se sienten aislados y solos.
Este refuerzo es una especie de intoxicación mental, y es la verdadera razón por la que la gente se traga el cuento, por absurdo que sea. "Seguirán creyendo en la narrativa, porque crea este nuevo vínculo social", dice Desmet.
Aunque el vínculo social es algo bueno, en este caso se convierte en algo extremadamente destructivo, porque la frustración y la agresión que flotan libremente siguen ahí y necesitan una salida. Estas emociones necesitan dirigirse a alguien. Y lo que es peor, bajo el hechizo de la formación colectiva, la gente pierde sus inhibiciones y su sentido de la proporción.
Así que, como hemos visto durante la pandemia de covid, la gente atacará y arremeterá de las formas más irracionales contra cualquiera que no se trague la narrativa. La agresión subyacente siempre se dirigirá a la parte de la población que no está hipnotizada.
Hablando en términos generales, normalmente, una vez que la formación colectiva tiene lugar, alrededor del 30% de la población estará hipnotizada-y esto incluye normalmente a los líderes que pronuncian la narrativa hipnotizante al público- , el 10% permanece sin hipnotizar y no compra la narrativa, y la mayoría, el 60%, siente que hay algo malo en la narrativa, pero sigue adelante con ella simplemente porque no quiere sobresalir o causar problemas.
Otro problema con el vínculo social que surge es que el vínculo no es entre individuos, sino un vínculo entre el individuo y el colectivo. Esto da lugar a un sentimiento de solidaridad fanática con el colectivo, pero no hay solidaridad hacia ningún individuo concreto. Así, los individuos son sacrificados sin piedad por el "bien mayor" del colectivo sin rostro.
"Esto explica, por ejemplo, por qué durante la crisis del corona, todo el mundo hablaba de solidaridad pero aceptaba que si alguien tenía un accidente en la calle no se podía ayudar a esa persona a menos que tuviera una mascarilla y guantes quirúrgicos a su disposición.
Eso también explica por qué, mientras todo el mundo hablaba de solidaridad, la gente aceptaba que si su padre o su madre se estaban muriendo, no se les permitía visitarlos".
Al final, acabas con un ambiente radical y paranoico en el que la gente ya no confía en los demás, y en el que la gente está dispuesta a denunciar a sus seres queridos al gobierno.
"Ese es el problema de la formación colectiva", dice Desmet. "Es la solidaridad del individuo con el colectivo, y nunca con otros individuos. Eso explica lo que ocurrió en Irán durante la revolución, por ejemplo. Hablé con una mujer que vivió en Irán durante la revolución, que en realidad fue el comienzo de un régimen totalitario en Irán.
Fue testigo, con sus propios ojos, de cómo una madre denunció a su hijo ante el gobierno, y de cómo se colgó la soga al cuello justo antes de que muriera, y de cómo se proclamó heroína por hacerlo. Esos son los efectos dramáticos de la formación colectiva".
Sin un enemigo externo, ¿qué ocurre?
Ahora nos enfrentamos a una situación más complicada que en cualquier otro momento anterior, porque el totalitarismo que está surgiendo ahora no tiene enemigos externos, con la excepción de los ciudadanos que no están hipnotizados y no compran las falsas narrativas. La Alemania nazi, por ejemplo, fue destruida por enemigos externos que se levantaron contra ella.
Por otro lado, esto tiene su ventaja, ya que los estados totalitarios siempre necesitan a un enemigo. Eso es algo que describió muy bien George Orwell en su libro 1984. Para que el proceso de formación colectiva siga existiendo debe haber un enemigo externo en el que el estado pueda centrar la agresión de las masas hipnotizadas.
Son cruciales la resistencia no violenta y la divulgación
Esto nos lleva a un punto clave, y es la necesidad de la resistencia no violenta y de hablar en contra de la narrativa. La resistencia violenta te convierte automáticamente en un objetivo de agresión, por lo que "la resistencia desde dentro de un sistema totalitario siempre tiene que atenerse a los principios de la resistencia no violenta", afirma Desmet. Pero también hay que seguir hablando de forma clara, racional y no abusiva. Desmet explica:
"El primer y fundamental principio al que tiene que ceñirse la resistencia durante un proceso de formación colectiva y de totalitarismo emergente, es que la gente que no va con las masas tiene que seguir hablando. Eso es lo más crucial.
Como el totalitarismo se basa en la formación colectiva, y la formación colectiva es una especie de hipnosis, la formación colectiva siempre es provocada por la voz del líder, que mantiene a la población en un proceso de hipnosis. Y cuando las voces disonantes siguen hablando no podrán despertar a las masas, sino que perturbarán constantemente el proceso de formación colectiva.
Interferirán constantemente en la hipnosis. Si hay gente que sigue hablando, la formación colectiva no suele ser tan profunda como para que haya una voluntad en la población de destruir a la gente que no va con las masas. Eso es crucial.
Históricamente hablando, si miras lo que pasó en la Unión Soviética y en la Alemania nazi, está claro que fue exactamente en el momento en que la oposición dejó de hablar en público cuando el sistema totalitario empezó a volverse cruel.
En 1930, en la Unión Soviética, la oposición dejó de expresarse, y, en un plazo de seis a ocho meses, Stalin comenzó sus grandes purgas, que se cobraron decenas de millones de víctimas. Y luego, en 1935, ocurrió exactamente lo mismo en la Alemania nazi.
La oposición fue silenciada, o dejó de hablar. Prefirieron irse a la clandestinidad. Pensaban que se enfrentaban a una dictadura clásica, pero no era así. Estaban tratando con algo completamente diferente. Se trataba de un estado totalitario.
Y, al decidir pasar a la clandestinidad, fue una decisión fatal para ellos mismos. Así que, también en la Alemania nazi, en el plazo de un año desde que la oposición dejó de hablar en público, comenzó la crueldad y el sistema empezó a destruir primero a sus oponentes. Siempre es igual.
En la primera etapa, los sistemas totalitarios o las masas comienzan a atacar a los que no están de acuerdo con ellos. Pero, después de un tiempo, empiezan a atacar y a destruir a todos, grupo tras grupo.
Y en la Unión Soviética, donde el proceso de formación colectiva llegó muy lejos, mucho más que en la Alemania nazi, Stalin empezó a eliminar a la aristocracia, a los pequeños agricultores, a los grandes agricultores, a los orfebres, a los judíos, a toda la gente que, según él, nunca se convertiría en buenos comunistas.
Pero después de un tiempo simplemente comenzó a eliminar grupo tras grupo sin ninguna lógica. Simplemente a todos. Por eso Hannah Arendt decía que un estado totalitario es siempre un monstruo que devora a sus propios hijos. Y ese proceso destructivo comienza cuando la gente deja de hablar.
Esa es probablemente la razón por la que, a principios del siglo XX, hubo varios países en los que hubo formación colectiva, pero en los que nunca hubo un estado totalitario en toda regla.
Probablemente, hubo suficientes personas que no se callaron, que siguieron hablando. Eso es algo que es crucial de entender. Cuando surge la formación colectiva la gente suele pensar que no tiene sentido hablar porque la gente no despierta. La gente no parece sensible a sus argumentos racionales en contra.
Pero nunca debemos olvidar que alzar la voz tiene un efecto inmediato. Tal vez no es que despierte a las masas, sino que perturba el proceso de formación colectiva y la hipnosis. Y, de esa manera, evita que las masas se vuelvan altamente destructivas hacia las personas que no les siguen la corriente.
También ocurre otra cosa. Las masas empiezan a agotarse a sí mismas. Empiezan a destruirse a sí mismas antes de empezar a destruir a las personas que no están de acuerdo con ellas. Así que esa es la estrategia que hay que utilizar para la resistencia interna contra los regímenes totalitarios".
Resístete frente al transhumanismo y la tecnocracia
Como se mencionó anteriormente, los líderes que declaran las narrativas también están siempre hipnotizados. Son fanáticos en ese sentido. Sin embargo, mientras que los líderes mundiales de hoy son fanáticos del transhumanismo y la tecnocracia, no necesariamente creen lo que están diciendo sobre la covid.
Muchos saben que están diciendo mentiras, pero justifican esas mentiras como necesarias para llevar a buen puerto las ideologías del transhumanismo y la tecnocracia. La ridícula agenda covid es un medio para un fin. Esta es otra razón por la que debemos seguir presionando y denunciando, porque una vez que desaparezcan los argumentos en contra estos líderes se volverán aún más fanáticos en su búsqueda ideológica.
"Al final, el reto definitivo no es tanto demostrar a la gente que el coronavirus no era tan peligroso como esperábamos, o que la narrativa de la covid es errónea, sino que esta ideología es problemática: esta ideología transhumanista y tecnocrática es un desastre para la humanidad; este pensamiento mecanicista, esta creencia de que el universo y el hombre son una especie de sistema material mecanicista que debe ser dirigido y manipulado de una manera mecanicista transhumanista.
Ese es el último reto: mostrar a la gente que, al final, una visión transhumanista del hombre y del mundo implicará una deshumanización radical de nuestra sociedad. Así que creo que ese es el verdadero reto al que nos enfrentamos. Mostrar a la gente: 'Mira, olvida por un momento la narrativa del corona.
A lo que nos dirigimos, si seguimos el mismo camino, es a una sociedad transhumanista radicalmente controlada por la tecnología, que no dejará espacio alguno para la vida de un ser humano'".
Al igual que yo, Desmet está convencido de que nos dirigimos rápidamente hacia el totalitarismo global y que las cosas empeorarán mucho antes de mejorar. ¿Por qué? Porque sólo estamos en las fases iniciales del proceso de totalitarismo. En el horizonte, la identidad digital todavía asoma, y con ella viene una red de control insondablemente poderosa capaz de doblegar a casi todo el mundo.
El rayo de esperanza es este: Todos los que han estudiado la formación colectiva y el totalitarismo han llegado a la conclusión de que ambos son intrínsecamente autodestructivos. No pueden sobrevivir. Y, cuantos más medios tenga a su disposición para controlar a la población, antes podrá destruirse a sí mismo, porque el totalitarismo destruye el núcleo del ser humano.
En última instancia, el "totalitarismo" se dirige a la ambición del sistema. Quiere eliminar la capacidad de elección individual, y al hacerlo destruye el núcleo de lo que es ser humano, "porque la energía psicológica en un ser humano surge en cada momento en que un ser humano puede hacer una elección que es realmente suya", dice Desmet. Cuanto más rápido destruya un sistema al individuo, antes se derrumbará el sistema.
Una vez más, la única arma contra la brutal destrucción de la humanidad es oponerse, hablar, resistir de forma no violenta. Puede que no detenga el totalitarismo en su trayectoria, pero puede mantener a raya las barbaridades más atroces. También proporcionará un pequeño espacio donde los resistentes puedan intentar sobrevivir juntos y prosperar en medio del paisaje totalitario.
"Entonces, si queremos tener éxito, tendremos que pensar en estructuras paralelas que nos permitan ser un poco autosuficientes. Podemos intentar que ya no necesitemos demasiado al sistema. Pero, incluso estas estructuras paralelas se destruirían en un momento si la gente no sigue hablando. Así que eso es lo crucial.
Intento llamar la atención de todos sobre esto. Podemos construir estructuras paralelas tanto como queramos, pero si el sistema se vuelve demasiado destructivo y decide utilizar todo su potencial agresivo, entonces las estructuras paralelas serán destruidas. Pero, el sistema nunca alcanzará este nivel de profundidad de la hipnosis si hay voces disonantes que siguen hablando. Así que yo mismo estoy muy dedicado a seguir hablando".
Aunque es imposible hacer predicciones exactas, el presentimiento de Desmet es que probablemente pasarán al menos siete u ocho años antes de que el sistema totalitario que está surgiendo se queme a sí mismo y se autodestruya. Podría ser más, podría ser menos. La sociedad es un sistema dinámico complejo, e incluso los sistemas dinámicos complejos simples no pueden predecirse ni siquiera con un segundo de antelación. Esto se conoce como la imprevisibilidad determinista de los ecosistemas dinámicos complejos.
Independientemente del tiempo que tarde, la clave será sobrevivir a todo ello y hacer lo que podamos para minimizar la carnicería. Un reto clave a nivel individual será mantener los principios elementales de humanidad. En la entrevista, Desmet habla del libro de Aleksandr Solzhenitsyn, Archipiélago Gulag, que destaca la importancia de aferrarse a tu humanidad en medio de una situación inhumana.
"Eso, tal vez, es lo único que puede garantizarnos un buen resultado de todo el proceso, que es un proceso necesario, creo. Esta crisis no carece de sentido. No es un sinsentido. Es un proceso en el que la sociedad puede dar a luz algo nuevo, algo mucho mejor de lo que existe hasta ahora".
Patrick Wood
(Fuente: https://www.technocracy.news/; visto en https://es.sott.net/)
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