Estamos asistiendo últimamente a una coacción sin precedentes, que raya el delito institucional, al proponer desde el poder político autonómico y nacional, nada menos que una medida de apartheid social, al exigir el llamado pasaporte covid, que ya se ha convertido en pasaporte de vacunas, y que los políticos no tienen el más mínimo recato en reconocer, incluso explícitamente, que simplemente es una medida de presión hacia los no inoculados con este fármaco génico al que hacen llamar vacuna covid.
Sin embargo, esta medida totalitaria no tiene ningún soporte científico ya que los vacunados pueden contagiar y contagiarse exactamente igual que los no vacunados, pero con la salvedad de que son, los vacunados, los que están dando positivo mayoritariamente a los test covid, están enfermando en mayor número y con mayor gravedad y falleciendo en todas las franjas de edad en un número muy superior a los no vacunados (ver datos brutos del Ministerio de Sanidad: Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias sanitarias. La última actualización es la nº 537 y en la pag 14 podemos comprobar que el nº de casos, hospitalizado, Ucis y fallecidos es superior entre los vacunados).
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Para intentar manipular esta realidad, nos encontramos a diario, en los medios generalistas informaciones confusas sobre tasas (también en el propio documento del Ministerio de Sanidad) alegando que como el nº de personas vacunadas es muy superior, la tasa de enfermedad es menor, sin embargo esto no se sostiene científicamente y además se aplica un rasero distinto a la información que se facilitó, especialmente en la “olas anteriores”, en las que respecto a la incidencia acumulada, se daban datos brutos de test realizados, no importando que una misma persona se hubiera realizado varios: contaban como test totales. Así se podía subir y bajar a voluntad el nº de “positivos” simplemente variando el nº de test realizados, cuando la realidad demostraba que siempre había un nº de positivos y por tanto casos covid, en torno a un 10% de los test realizados.
Pero volviendo al tema del pasaporte, lo que nos dice la ciencia es que solamente pueden contagiar las personas enfermas, lo cual ha sido confirmado mediante cultivo vírico en numerosos estudios y revisiones, y que son precisamente los vacunados, los que mantienen la epidemia, al aumentar la presión inmunológica sobre las mutaciones del virus y generar por ello nuevas variantes que actualmente tienen ya muy poco que ver con el famoso coronavirus de Wuhan. Además, como el nº de vacunados, especialmente en determinadas franjas de edad es muy alto, es en ellos donde se produce la replicación vírica incontrolada, como lo demuestra el hecho de que el número bruto de casos y enfermos covid sea mucho más alto en vacunados que en no vacunados.
Pero apoyemos estas afirmaciones con un poco de CIENCIA
Según el estudio publicado en la prestigiosa revista científica The Lancet el 20 de noviembre de 2021, estigmatizar a los no vacunados no está justificado, ya que cada vez hay más pruebas de que las personas vacunadas siguen teniendo un papel relevante en la transmisión, puesto que en estudios poblacionales han detectado que, tanto clínica como analíticamente, el número de enfermos y positivos es mayor en vacunados y la carga viral detectada mediante test PCR es igualmente alta en personas vacunadas. También es una evidencia que las variantes virales se han detectado mayoritariamente en los países con mayor tasa de vacunación, como lo demuestra el estudio publicado el 7 de diciembre de 2021 por la American Chemical Society, en que se explica que las altas tasas de vacunación favorecen el escape inmune a la vacuna y propician la dispersión de las variantes virales que no son neutralizadas por los anticuerpos que producen los vacunados.
Esta es también la explicación que da el virólogo experto en vacunas Geert Vanden Bossche, que trabajó precisamente para GAVI ( alianza global para vacunas) y que ha alertado en repetidas ocasiones del desastre epidemiológico que supone vacunar a toda la población, especialmente en un periodo epidémico, pues lo único que puede acabar definitivamente con una epidemia o pandemia es la inmunidad natural o innata, que es la que ha mantenido nuestra especie viva y saludable hasta los tiempos actuales. Según este experto, la vacunación podría tener sentido para los sectores especialmente vulnerables de la población, pero al vacunar a amplios sectores, especialmente a los jóvenes y sanos, estamos interfiriendo con su inmunidad innata y favoreciendo la perpetuación de la epidemia e incluso favoreciendo que aumente el nº de casos graves y muertes, lo cual es una evidencia contundente puesto que el nº de casos graves y muertes por covid ha sido superior en el año 2021 con vacuna que en el año 2020 sin vacuna.
Los vacunados no sólo generan y difunden las variantes sino que cuantas más dosis reciban más expuestos estarán a los graves efectos adversos que están produciendo estos fármacos génicos, mal llamados vacunas (de los que hablaremos en otra ocasión), sino que además, tendrán problemas en el control de otras enfermedades infecciosas puesto que también aumentará la presión de los anticuerpos producidos por la vacuna sobre sus anticuerpos naturales, síndrome que en inmunología recibe el nombre de “pecado original antigénico” y supone un desgaste de su inmunidad. Otro interesante estudio que demuestra el papel de los vacunados en la transmisión y difusión vírica, es el publicado en la revista científica The Journal of Immunology el 15 de noviembre de 2021, en el que se explica que los investigadores han encontrado y fotografiado exosomas con proteína de punta (espiga) del coronavirus en las personas vacunadas, dichos exosomas permanecen circulando por su sangre alrededor de cuatro meses y son eliminados por diversas vías pudiendo comportarse como vehículos de transmisión. Es la misma tesis que sostiene la investigadora senior del MIT Stephanie Seneff quien ha publicado un exhaustivo estudio sobre los problemas que dichos exosomas, o partículas semejantes a virus, pueden ocasionar tanto en el mantenimiento de la epidemia como en el daño a las propias personas vacunadas. Finalmente, creo que es muy importante destacar que la razón científica empieza a manifestarse a pesar de la presión y coacción ejercida por la propaganda política y los conflictos de interés científicos, como lo ha demostrado el reciente manifiesto de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria con frases tan contundentes como éstas: “vacunarse o no es una decisión individual y no debe presionarse a nadie para que se vacune” “Los certificados de vacunación para acceder a ciertos servicios, más allá de las dudas éticas sobre su implantación, carecen de evidencia científica sobre su utilidad en la disminución de contagios y casos graves”.
Mª José Martínez Albarracín
(Visto en https://elcorreodeespana.com/)
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