lunes, 5 de octubre de 2020

LA FALSA BONDAD DE UN MALTRATADOR A SUELDO



Circula por las redes un escrito vomitivo de alguien que se dice “educador”, término que solo cuadra a su infame labor si se lo concedemos también a los Gheto-Polizei de los campos de extermino nazi, a los torturadores de Guantánamo y a los “milicos” de las dictaduras del Cono Sur americano, alguien tan feliz de poder someter a inocentes a un régimen represor e inhumano como el Gran Inquisidor de Dostoievsky, y que fantasea con que hace el bien a quienes priva de su desarrollo natural, espontaneidad y necesidades, un innoble sayón volcado en revestir de falsa ternura e hipócrita desvelo su función de satisfecho carcelero, rastrero con quienes le pagan y autoritario con los débiles que un sistema sin alma ha puesto bajo su inmerecida autoridad. Dice así:

Abrimos el portón antes de las 9 y ya están allí. Todos con carita de sueño, ilusión y con su mascarilla puesta. Cada vez las traen más chulas y así se lo celebramos. Se ponen en fila mientras les tomamos la temperatura, algunos se ponen bizcos mirando la pistola en su frente y nos sonreímos con ellos llenos de ternura; otros vienen desde la puerta sujetándose el flequillo para que sea posible la medición. Después pasan a otra fila donde guardan la distancia y les echamos gel hidroalcohólico. Ahí dan comienzo 5 horas de bozal ininterrumpidas...¡y no se quejan! No se las quitan jamás, algunos me vienen: Fernando, me duele en las orejas. Los miro y efectivamente las tienen aprisionadas y aplastadas, les enseño las mías, rojas y camino de ser de soplillo y nos reímos...y a otra cosa, mariposa. Algunos las llevan tan pequeñas que se les sale la nariz, sin mirarlos digo: "Tapa, tapa" y compruebo como el pequeño/a se da por aludido y se sube la mascarilla. Sólo se la quitan 10 minutos en toda la jornada para desayunar y recriminan a quien se les acerca en ese momento más de lo permitido. Inmediatamente, se la vuelven a colocar y van con ella al recreo. A pleno sol, cada uno en su corralito, con su maestro/a en igualdad de condiciones. Los ves correr, sudar, caer y levantarse y ninguno se quita la mascarilla. Están resfriados y siguen con ella a pesar de la congestión nasal. Se lavan y se desinfectan las manos innumerables veces. Por fin, a las dos, vuelven a la última fila donde reciben la última dosis de gel. Ni una queja, ni una transgresión de la norma. No son santos, no regalan nada, nuestro trabajo nos está costando. Pero están dando un ejemplo que al menos, por ellos y por sus abuelos, debería de servirte a ti, gilipuertas, para que te pusieras bien la mascarilla y no sosteniendo las paperas.

F.R.A.
Lora del Río, 24, Septiembre, 2020.

No especifica el autor de qué materia es profesor, ni si en los planes de estudio de la comunidad andaluza el sadomasoquismo es materia troncal o transversal, pero no otra cosa puede pensarse de quien “celebra” lo chulos que son instrumentos de tortura como una mascarilla que asfixia a los pequeños, esos que ni contagian ni son atacados por una enfermedad que no puede con su sistema inmunológico (la edad media de las víctimas mortales del Covid está por encima de la esperanza media de vida, muy alta en España) … en condiciones normales, que son las que se les han prohibido por decreto-ley en esta “nueva anormalidad” en que morir de hipercapnia puede ser el precio de no pasar lo que para ellos sería una gripe anecdótica, perdón, “asintomática” (y no, no es retórica, varios niños han muerto ya asfixiados por el uso del infame bozal que este verdugo vocacional impone y defiende).

Algunas de las expresiones del autor del panfleto indican claramente que disfruta con las sádicas medidas que otros buscarían aliviar: la pistola en la frente, cinco horas sufriendo el martirio de la hipoxia (¡y sin quejarse!), y sobre todo, el gozo supremo de todo torturador, que es el ver que sus víctimas han interiorizado tanto las humillaciones y privaciones que no hace falta que él las ejerza, porque ya se las imponen unos a otros. “Recriminan a quien se les acerca más de lo permitido”. Como si los niños ya no debieran mezclarse, jugar entre ellos, confiar, … Lograr que se miren unos a otros con miedo y desconfianza debe provocar en este SS-Hauptsturmerfuhrer un inenarrable subidón de orgullo, un orgasmo de corruptor de mentes plenamente realizado.

De su impostado "respeto" por los menores habla a las claras su modo de responder a las quejas -esas que “no se producen”, aunque el objeto de mi crítica no es su falta de lógica, sino de humanidad- de quien le expone: “Fernando, me duele en las orejas”. “Les enseño las mías, rojas y camino de ser de soplillo”. Fin del problema. Nada de aportar alguna solución a la incomodidad del pequeño, tan solo el muy hispánico “Si yo me fastidio tú te fastidias también” y el consuelo que para algunos aporta el mal de muchos … ésa es la consideración hacia el niño torturado. Repárese en la amarga certidumbre que establece el dicho popular y ya sabrá el lector lo que piensa este maltratador de unos alumnos a los que niega toda dignidad, humanidad e integridad.

Eso sí, que no falte el argumento supremo que proferir desde su fingida superioridad moral: el insulto. Sométete, tú que repudias un trapo infecto apto solo para enfermarte, con la resignación con que YO he doblegado toda resistencia en personitas a medio evolucionar, y cuyo proceso de autonomía moral he torcido con maquiavélico proceder y malsana alegría.

El que quiera reconocer algún mérito en este psicópata debería hacérselo mirar. Si es un ejemplo de algo es de cómo el mal gusta difrazarse de bien necesario, para excusa de los miserables y aceptación de los simples.

(Posesodegerasa)


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