lunes, 30 de septiembre de 2024

"MEGALÓPOLIS", LA IDA DE OLLA FINAL DE FRANCIS FORD COPPOLA




Salgo de ver el que se nos presenta como el proyecto que uno de los gigantes del séptimo arte ha acariciado durante cuatro décadas hasta verlo materializado, e, intentando poner en orden mis ideas respecto al aluvión de imágenes poderosas, surrealistas, dislocadas y excesivas al que he asistido, no dejo de pensar que estamos ante una obra que solo puede pensarse como el testamento fílmico de un autor que, por edad y por haber gastado una vez más su crédito -en sentido literal, la financiación de un film tan faraónico (120 millones de dólares) la ha asumido vendiendo sus viñedos y propiedades- es absolutamente consciente de que será difícil que vuelva a ponerse tras las cámaras (ésta es la primera vez que lo hace en los últimos 13 años). Y si bien, hiciera lo que hiciera, nadie va a discutir al director de "El Padrino", "Apocalypse Now" o "La ley de la calle" su lugar en el Parnaso fílmico, su carta de despedida resulta absolutamente desconcertante: una especie de revisión en clave de musical sin (apenas) canciones de aquel "El manantial" de King Vidor con el que muchos conocimos el pensamiento individualista y ultra-libertario de Ayn Rand, pasada por el filtro de una estética de video-clip que podrá fascinar a Baz Luhrman, Nicolas Winding Refn o Darren Lynn Bousman, pongo por caso, pero que al público palomitero que acude habitualmente al cine a ver ruidosos comics animados solo puede suponerle un "shock" inmediato. De hecho, fue curioso constatar que un cierto número de espectadores abandonaba la sala a mitad de la proyección.

El esqueleto argumental de este "Megalópolis" no puede ser más sencillo: en una Nueva Roma en decadencia, trasunto de una Nueva York cuyos símbolos nos son mostrados explícitamente, desde la estatua de la libertad hasta las caídas Torres Gemelas, y desde Times Square a un Central Park nevado, un genio visionario que apuesta por un material construtivo -y reconstructivo, lo que experimentará en propia carne- novedoso, el Megalón, diseña una ciudad ambiciosa y futurista que lucha por materializar frente a la reticencia conservadora de poderes políticos que encabeza su principal oponente, el alcalde de la ciudad.



Sobre esta trama básica el director acumula una cantidad de aditamentos que acaba por dinamitar lo que se espera de una narración convencional: la hija del alcalde se enamora del ensimismado arquitecto, éste no ha superado la muerte de su esposa y se entrega a todo tipo de sustancias para sobrellevar su desdicha, se suceden las fiestas, a medio camino entre el circo romano y la bacanal, los tumultos callejeros y las intrigas áulicas, hay momentos que incurren de lleno en el más aboluto ridículo mientras se recita a Shakespeare, Ralph Waldo Emerson o Rousseau, o aparecen imágenes descoyuntadas, como una estatua de la Justicia que se deja caer, aparentemente desmoralizada, o el satélite de la U.R.S.S. que se precipita sobre la ciudad creando un vistoso Apocalipsis que no tiene ningún peso posterior en la trama. Políticos en ascenso se comportan como estrellas del pop pasadas de vueltas. "Groupies" narcisistas dan rienda suelta a sus caprichos. El arquitecto resulta tener el don de parar el tiempo a voluntad. Todo parece un despropósito absoluto, pero que funciona visualmente a través de una puesta en escena fascinante, cuidada hasta el menor detalle y que nos golpea con un número inusitado de imágenes llamadas a permanecer en la memoria.

Mi impresión que todo este delirio visual, del que es difícil señalar algún precedente, obedece a la decisión más o menos consciente de su autor de despedirse con un film "maldito", un fracaso comercial que algún día podrá ser reivindicado desde una sensibilidad muy distinta a la actual ("Debemos hacer películas que puedan inspirar a nuestros nietos", declaraba el cineasta en una entrevista reciente). Coppola, sencillamente, ha hecho una película para el público del futuro, confiando en que será comprendida y admirada dentro de algunas décadas -tal vez muchas-, sumándola así a filmes de culto como "La parada de los monstruos", "El hombre de mimbre" o "Blade Runner", absolutamente incomprendidas en su momento y hoy consideradas clásicos. "Megalópolis" sería algo así como el equivalente fílmico el extravagante "Finnegan´s Wake" de James Joyce, un "ahí queda eso, que no váis a poder ignorar", y que es mucho más fácil admirar o execrar que entender.

La crítica, unánime en llevarse las manos a la cabeza
El marketing con el que se lanzó inicialmente este desacomplejado film abunda en esa idea: una sucesión de críticas negativas -apócrifas en su totalidad- de películas de Coppola que en su momento habrían sido rechazadas por los supuestos entendidos y que luego han sido puestas en un pedestal, empezando por su magistral "El Padrino" (1972) que suele encabezar los rankings de "mejor película de la historia", presentando así a su autor como un "genio adelantado a su tiempo", algo que no le caracteriza precisamente como modesto. Pero si en el cine de gansters nadie le hace sombra (si acaso Scorsese o Abel Ferrara pueden tutearle en dicha categoría), el hecho es que, con parecida ambición a la de esta "Megalópolis" y una base literaria infinitamente más sólida -adaptaba una celebrada novela de Don DeLillo- David Cronenberg plasmó en "Cosmópolis" (2012) una urbe futurista similar, en un relato que, en cuanto a retrato de un orden social en decadencia, le gana de calle al italoamericano.

Coppola parece manifestar una extraña inclinación al descalabro económico, algo patente cuando, tras hipotecar su mansión para poder acabar de rodar "Apocalypse Now" (1979, le salió bien), dobló la apuesta filmando una "Corazonada" ("One from the heart", 1981) de irrecuperable presupuesto (le salió mal porque aquello solo podía salir mal), un musical crepuscular que le llevó a la bancarrota. Lo que no obsta para que en los ochenta siguiera rodando obras maestras, desmintiendo aquello que escribió F. Scott Fitzgerald de que "no hay segundo acto en las vidas americanas". Como la práctica totalidad de sus compañeros de generación -Scorsese, Cimino, de Palma, Altman, ...- superó algún sonado fracaso y continuó en el negocio, así que, parafraseando a aquel humorista desubicado que salía en los papeles de Bárcenas, podemos decir -aunque no explicar con mucha lógica- que "cuanto peor mejor para todos y cuanto peor para todos mejor, mejor para mí el suyo beneficio cinematográfico".


Pisar -y pasar- por encima del tiempo, metáfora visual de una de las ob-
sesiones que plasma el delirio visual-conceptual pergeñado por un ci-
neasta que se ha ganado a pulso ser considerado un artista, aunque
también un derrochador, un egomaníaco y una bestia negra para los
críticos, a los que obliga a ganarse su sueldo de forma inmisericorde.
 
Volviendo al presente, resulta tentador comparar el riesgo asumido por Coppola al financiar de su bolsillo esta empresa con el análogo efectuado por Kevin Costner para poner en pie su mucho más convencional tetralogía sobre el lejano Oeste en "Horizonte", cuya primera parte merecía mejor recepción que la que ha tenido, poniendo en peligro su continuidad, puesto que las partes 3 y 4 aún no se han grabado y parece difícil que puedan rodarse algún día, dado el fiasco económico, que no artístico, que ha supuesto este ambicioso fresco histórico. La rentabilidad es una condición "sine qua non" para la industria del cine, y que un Hollywood que funciona como una máquina de producir dividendos se plantee lo que en Italia consensuaron el Estado y varias productoras, que apostaron por financiar los últimos filmes de Fellini en aras de posibilitar la plasmación de su genio en el celuloide, con la clara conciencia de que no darían beneficios, es algo impensable. Confiemos en que Costner sepa bailar con lobos de colmillo mucho más retorcido que el inocente "Calcetines" que hacía compañía al teniente Dunbar en su film más galardonado y no se cancele una obra prodigiosa llamada a ser considerada más pronto que tarde un clásico.


Para acabar de epatar al espectador, Coppola ha subtitulado su
película como "una fábula", supongo que porque "Batiburrillo
retrofuturista que oscila entre la utopía y la distopía, pero don-
de el bien triunfa, parece" sonaría a cachondeo, pese a lo per-
tinente de tal etiquetado en una película que, como Julio
Iglesias, es su propia parodia
Respecto a la excentricidad envuelta en papel celofán que nos ofrece Coppola, poco más hay que decir, dado que su visionado es una experiencia sensorial que desafía unas cuantas convenciones cinematográficas. Y que, si acaso, confirma que Adam Driver parece estarse convirtiendo en el protagonista ideal para esos proyectos largamente postergados de directores aparentemente provocadores, pero en realidad entregados al ensimismamiento (pienso en su papel protagónico en "El hombre que mató a Don Quijote" de Terry Gilliam), tal vez porque su expresión habitual de estar intentando recordar si apagó el gas al salir de casa al final resulta adecuada a muchas situaciones dispares. Jon Voigh logra dar cierto porte al personaje de un magnate al que le han tocado los momentos más bochornosos del guión, Lawrence Fishburne hace de Lawrence Fishburne, papel que, por razones obvias, borda, Shia laBeouf está tan histrión y asesinable como de costumbre, y son dos personajes femeninos, encarnados respectivamente por Nathalie Emmanuel y una hipnótica Aubrey Plaza, los que más dignidad aportan al capítulo interpretativo. El resto del reparto (Giancarlo Esposito, Talia Shire, Jason Schwartzman, Dustin Hoffman, ...) cumple con lo que se espera de su acreditada profesionalidad.

Y si el desafío que plantea esta obra desmesurada y caótica es exigente con el espectador, no envidio al crítico profesional su tarea de analizarla, una tarea imposible a partir de un único visionado, y una empresa ímproba por vérselas y habérselas con el regalo de una vaca sagrada -dicho sea esto sin sombra de gordofobia- a un utópico, abierto y desprejuiciado espectador del futuro. Los patinazos en que están incurriendo tantos que la evalúan sin haberla entendido mínimamente confirman la cínica sentencia según la cual un crítico es aquel que no se entera de nada ante el surgimiento de una obra de arte y que, pasado el tiempo, se dedica a explicarnos que aquello que ignoró en su momento fue algo importantísimo y trascendental. Y que, añado yo, hasta que le llega la epifanía se refugia en autojustificaciones tan bochornosas como la que exhibió con total impudor uno de los habituales contertulios del programa de la 2 "Qué grande es el cine", al calificar al 2001 de Kubrick de "obra incomprensible" y quedarse tan ancho. Dicho sea esto último también sin sombra de gordofobia.


Auguri, maestro. Si antes de esto ya no tenía nada que demostrar, el epílogo que 
está poniendo a su carrera le acredita como el genio cachondo que todo cinéfi-
lo querría tener como tío, pero sin ser tener que ser, por ello, Nicolas Cage



De entrada, la pereza mental que supone adscribir "Megalópolis" al género de la ciencia-ficción es de una simpleza sonrojante, pues como otras películas singulares e inclasificables -pienso en la infravalorada y maravillosa "La fuente de la vida", o en algunas marcianadas de Gilliam- no hay en ella anticipación científica alguna, sino exploración de una realidad alternativa en un libérrimo juego ucrónico -por Dios, que el satélite que cae ¡es de la U.R.S.S.!- que desafía toda clasificación.

Hay todavía una última excentricidad a la que prestar atención, y es el hecho de que Coppola pretendía, mediante el uso de un software desarrollado "ad hoc", que a mitad de película el público pudiera plantearle preguntas al personaje interpretado por Adam Driver y que éste las contestara en base a una serie de respuestas pregrabadas adecuadas a las cuestiones más previsibles que pudieran serle planteadas. La idea se puso en práctica durante la proyección de la cinta en Cannes sorprendiendo al público asistente, pero, como era de temer, no será llevada a las proyecciones regulares. Yo, al menos, no he podido preguntar a Kylo Ren si no le parece que planificar adrede un fracaso en taquilla no tiene algo de perverso.

(posesodegerasa)

domingo, 29 de septiembre de 2024

UNA CONFESIÓN PREOCUPANTE




Dra Casey Means en la Mesa redonda del senador Ron Johnson sobre “La salud y la nutrición en Estados Unidos: una segunda opinión”:

“En la Facultad de Medicina de Stanford no aprendí prácticamente nada sobre las decenas de miles de artículos científicos que explican las causas fundamentales del desplome de la salud estadounidense”.

“No aprendí que por cada porción adicional de alimentos ultraprocesados que comemos, la mortalidad temprana aumenta en un 18%.

Actualmente, esto representa el 67 % de los alimentos que comen nuestros niños. No tomé ningún curso de nutrición en la facultad de medicina.

No aprendí que el 82% de los estudios financiados independientemente muestran daños causados por los alimentos procesados, mientras que el 93% de los estudios patrocinados por la industria no reflejan ningún daño.

No aprendí que el 95% de las personas que crearon las recientes directrices alimentarias del USDA para Estados Unidos tenían importantes conflictos de intereses con la industria alimentaria.

“No me enteré de que cada año se rocían mil millones de libras de pesticidas sintéticos sobre nuestros alimentos. El 99% de las tierras agrícolas de los Estados Unidos se rocían con pesticidas sintéticos, muchos de ellos procedentes de China y Alemania, y estos productos químicos invisibles e insípidos están fuertemente vinculados con el autismo, el TDAH, la alteración de las hormonas sexuales, la enfermedad de la tiroides, la disfunción del esperma, el Alzheimer, la demencia, los defectos de nacimiento, el cáncer, la obesidad, la disfunción hepática, la infertilidad femenina y más.

No aprendí que los ocho mil millones de toneladas de plástico que se han producido solo en los últimos 100 años… se están descomponiendo en microplásticos que ahora llenan nuestros alimentos, nuestra agua, e incluso los estamos inhalando en nuestro aire, y que una investigación muy reciente … nos dice que ahora aproximadamente el 0,5% de nuestros cerebros en peso son plásticos.

No me enteré de que hay más de 80.000 toxinas que han entrado en nuestros alimentos, agua, aire y hogares a través de la industria, muchas de las cuales están prohibidas en Europa, y se sabe que alteran nuestra expresión genética, alteran la composición de nuestro microbioma y el revestimiento de nuestro intestino y alteran nuestras hormonas.

No aprendí que metales pesados como el aluminio y el plomo están presentes en nuestros alimentos, nuestras fórmulas para bebés, productos de cuidado personal, nuestro suelo y muchos de los medicamentos obligatorios como las vacunas, y que estos metales son neurotóxicos e inflamatorios.

No aprendí que el estadounidense promedio camina unos miserables 3.500 pasos por día, a pesar de que sabemos, con base en la ciencia y en las principales revistas, que simplemente caminar 7.000 pasos por día reduce entre un 40 y un 60% nuestro riesgo de padecer Alzheimer, demencia, diabetes tipo 2, cáncer y obesidad.

Ciertamente no aprendí que los errores médicos y los medicamentos son la tercera causa principal de muerte en los EE.UU.

No aprendí que cinco noches sin dormir pueden provocar prediabetes en toda regla. No aprendí nada sobre el sueño y, en promedio, dormimos un 20 % menos que hace 100 años.

No aprendí que los niños estadounidenses pasan ahora menos tiempo al aire libre que un prisionero de máxima seguridad y que, en promedio, los adultos pasan el 93% de su tiempo en espacios interiores, aunque sabemos por la ciencia que la separación de la luz solar destruye nuestra biología circadiana, y la biología circadiana dicta nuestra biología celular.

No me enteré de que las organizaciones profesionales de las que obtenemos pautas de práctica, como la Asociación Estadounidense de Diabetes y la Academia Estadounidense de Pediatría, han recibido decenas de millones de dólares de Coca-Cola, Cadbury, empresas de alimentos procesados y fabricantes de vacunas como Moderna.

No aprendí que si abordamos estas causas fundamentales que conducen a la disfunción metabólica y ayudamos a los pacientes a cambiar sus patrones de alimentación y estilo de vida … podríamos revertir la crisis de enfermedades crónicas en Estados Unidos, salvar millones de vidas y billones de dólares en costos de atención médica por año.

Esta es una crisis espiritual. Estamos eligiendo la muerte en lugar de la vida, estamos eligiendo la oscuridad en lugar de la luz.

Necesitamos volver a tener coraje, a recuperar el sentido común y la intuición, a sentir asombro ante el puro milagro de nuestras vidas.

Necesitamos que todos pongan manos a la obra”.

Esto no es tanto para usted, como para que se lo reenvíe a los médicos que conozca que todavía se niegan a escuchar A OTROS MÉDICOS como ellos; no a un señor con sombrero, ni a nadie “de las redes”, sino a colegas suyos con nombres y apellidos hablando en instituciones que PUEDEN COMPROBAR. Es vital que ustedes hagan esta labor.

No se queden en un improductivo “ya lo sabía”, insisto, les doy armas dialécticas para que las usen con terceros, no para que mueran en su móvil.

Fernando López-Mirones
(https://t.me/elaullido/)

sábado, 28 de septiembre de 2024

MIOCARDITIS, EL ESCÁNDALO CENSURADO DE LA VACUNACIÓN COVID



A medida que los investigadores informan que encontraron anomalías cardíacas meses después de la inyección, no está claro si se conoce el alcance total de los riesgos.

Al principio empezó lentamente: un goteo de informes preocupantes de que algo no estaba bien. En enero de 2021, pocas semanas después del lanzamiento de las vacunas COVID-19, comenzaron a surgir casos de miocarditis.

La miocarditis (inflamación del músculo cardíaco) nunca antes se había relacionado con las vacunas. Por eso, cuando ese mes se informaron 28 casos al sistema de notificación de eventos adversos de las vacunas (VAERS) de EE.UU., causó sorpresa.

En febrero, el goteo se había convertido en un torrente. VAERS recibió 64 informes más, incluidas dos muertes. Luego, en marzo, Israel y el ejército también empezaron a denunciar casos.

Algo extraño estaba pasando. Pero las autoridades hicieron caso omiso.

En marzo, la FDA autorizó la vacuna Johnson & Johnson sin ningún indicio de miocarditis. Los CDC pronto lo recomendaron para todos los adultos. Las universidades y las empresas comenzaron a exigir las vacunas. Iba a toda velocidad.

Sin embargo, a puerta cerrada, sonaron las alarmas. Los CDC se reunieron con militares para discutir los casos de miocarditis en tropas jóvenes. Israel estaba notificando decenas de casos, incluso en adolescentes. La FDA sabía por Pfizer que ya había casi 60 casos en su base de datos.

Pero en público solo encontrábamos negación y despido. La directora de los CDC afirmó que no tenía conocimiento de ningún caso militar. Pfizer ocultó los números de su base de datos. Y la autorización aprobada por la FDA de la vacuna Pfizer para adolescentes en mayo no hizo referencia alguna a la miocarditis.

A medida que cientos de informes de miocarditis llegaron al VAERS durante el verano, se siguió presionando a personas jóvenes y sanas para que se vacunaran. Los mandatos se implementaron en todo el país. Las autoridades dijeron al público que los beneficios superaban los riesgos.

Pero los pacientes comenzaron a compartir sus historias de haber sido hospitalizados con problemas cardíacos después de la vacunación. Los investigadores comenzaron a publicar informes de casos en revistas médicas. Y aún así, los CDC restaron importancia públicamente a las preocupaciones .

A puerta cerrada, los funcionarios idearon estrategias para monitorear los alarmantes informes. Ampliaron los criterios para identificar casos de miocarditis. Más hospitales confirmaron haber visto casos inusuales en jóvenes vacunados.

En junio, la FDA añadió discretamente advertencias sobre la miocarditis a las hojas informativas de las vacunas. Poco a poco se fue difundiendo la noticia de que los asesores de los CDC ahora reconocían una “probable asociación ”.

Pero el alcance total fue ocultado. Las autoridades se aferraron a la narrativa de que los beneficios superaban los riesgos. Utilizaron datos incompletos y suposiciones optimistas para afirmar que las vacunas todavía valían la pena para los jóvenes.

Millones de adolescentes siguieron siendo presionados para que se vacunaran durante el verano y el otoño. Quedó dolorosamente claro que la campaña para lograr una vacunación generalizada tenía prioridad sobre la transparencia y la precaución.

No fue hasta octubre de 2021 que las advertencias se tomaron más en serio. Los países nórdicos limitaron la vacuna Moderna debido a preocupaciones de miocarditis. La FDA y los CDC se vieron obligados a abordar los riesgos de manera más abierta.

Pero aun así, siguieron adelante con la ampliación de las vacunas a edades más jóvenes. Los niños de cinco años empezaron a vacunarse en noviembre a pesar de la total falta de datos de seguridad. Se promovieron dosis de refuerzo para los adolescentes en contra del consejo de sus homólogos europeos.

En 2022 siguió acumulándose evidencia de que las vacunas estaban inflamando los corazones. Los jóvenes, en su mayoría hombres, estaban sufriendo consecuencias graves. La FDA aprobó plenamente las vacunas Moderna y Pfizer sin apenas mencionar la miocarditis.

Los reguladores de todo el mundo redujeron las recomendaciones de dosis de refuerzo en los jóvenes a medida que surgieron más señales de seguridad. Pero Estados Unidos siguió adelante, permitiendo incluso una cuarta dosis antes de que estuvieran disponibles los datos del ensayo.

Tres años y más de 1.600 informes VAERS confirmados después, los CDC finalmente admitieron públicamente que las vacunas de ARNm causan miocarditis. Pero las autoridades siguen manteniendo la postura de que los beneficios superan los riesgos en todos los grupos.

Sin embargo, a medida que los investigadores informan que encontraron anomalías cardíacas meses después de la inyección, no está claro si se conoce el alcance total de los riesgos. Algunos expertos sostienen que la sociedad perdió de vista el “primero, no hacer daño” en la prisa por vacunar a toda la población contra el COVID-19.

Estudios del Reino Unido: Antes de que a las niñas se les ofreciera la vacuna Covid-19, las muertes entre ese grupo de edad estaban en línea con el promedio esperado de cinco años. Sin embargo, un análisis de los datos oficiales publicados por la Oficina de Estadísticas Nacionales muestra que las muertes entre las niñas aumentaron un 57% inmediatamente después de que se les ofreciera la vacuna Covid-19.

El riesgo de que los niños mueran debido a la supuesta enfermedad Covid-19 es tan extraordinariamente bajo que es insignificante, y es precisamente por eso que el Comité Conjunto de Vacunación e Inmunización se negó a recomendar que se ofreciera a los niños una inyección de Covid-19 en el Reino Unido citando que los beneficios no necesariamente superan los riesgos.

¿Por qué se ignoraron las primeras señales de alerta en EEUU? ¿Cuántos terminaron perjudicados por señales ignoradas u ocultas? ¿Y por qué el debate sobre la prudencia en materia de vacunas sigue siendo tabú a pesar de la creciente evidencia que condena las políticas de inmunización demasiado amplias?

Esta historia está lejos de terminar. A medida que más estudios investiguen los efectos a largo plazo y las muertes posiblemente causadas por la miocarditis inducida por la vacuna, las preguntas seguirán surgiendo.

Los reguladores de medicamentos son plenamente conscientes de que la miocarditis puede resultar de una reacción adversa a las inyecciones de Covid-19, especialmente a la inyección de ARNm de Pfizer. También son conscientes de que afecta desproporcionadamente a los adultos más jóvenes y a los adolescentes.

La miocarditis, causa inflamación del músculo cardíaco y reduce la capacidad del corazón para bombear sangre, y puede causar ritmos cardíacos rápidos o anormales.

Con el tiempo, la miocarditis debilita el corazón de modo que el resto del cuerpo no recibe suficiente sangre. Luego se pueden formar coágulos en el corazón, lo que provoca un derrame cerebral o un ataque cardíaco. Otras complicaciones de la afección incluyen muerte cardíaca súbita. No existe una versión leve de la miocarditis, es extremadamente grave debido a que el músculo cardíaco es incapaz de regenerarse. Por lo tanto, una vez hecho el daño no hay forma de retroceder el reloj.

Las familias que cambiaron para siempre quieren responsabilidad. Reconocimiento de que los programas de vacunación masiva no lograron respetar el consentimiento informado. Y garantías de que «seguir ciegamente la ciencia» no volverá a tener prioridad sobre la salud de las personas.

La miocarditis resultó ser la punta del iceberg cuando se trata de riesgos subestimados de las vacunas. Sólo el tiempo dirá la magnitud de las vidas trastocadas y perdidas como consecuencia de la carrera por vacunar al mundo.

(Fuente: https://www.infowars.com/; visto en https://ejercitoremanente.com/)

LA FUNCIÓN DEL ESTADO NO ES OTRA QUE LA DE MANTENER IDIOTIZADO AL "PUEBLO"



Hoy en día, el “populacho” constituye la masa de esclavos más estúpida, ignorante, cobarde y vergonzosa que haya existido jamás.

Desde el origen de los tiempos, las masas ignorantes han sido oprimidas, mancilladas, ultrajadas, explotadas, violadas y asesinadas por un puñado de “tíos listos” que se autoerigieron como gobierno. Pero lo verdaderamente triste, es que esos pocos reyezuelos, oligarcas o dictadores se han hecho con el control de miles de millones de personas porque esos miles de millones de personas no han hecho absolutamente nada para impedírselo. Todo atisbo de libertad fue abandonado voluntariamente en favor de un gobierno: un modelo amo-esclavo, basado en una sumisión total y obediencia a una autoridad falsa.

El poder siempre ha sido ejercido por una casta de linajes que viene de tiempos inmemoriales. Esos linajes son hoy en día comúnmente conocidos como la Élite, el Estado Profundo, el Gobierno en la Sombra, la Cábala, el 1%, la Nobleza Negra, etc. Ellos fueron los creadores, en 1524, del primer banco central del mundo, y han seguido aumentando su poder hasta llegar en la actualidad a controlar toda la banca mundial y, por ende, todos los recursos del planeta. Naturalmente, los reyes, primeros ministros y presidentes de gobierno del mundo actual no son más que meros títeres al servicio de esos linajes. Pero la masa ignorante ni sabe ni quiere saber de estas cosas. Está encantada “disfrutando” de su esclavitud consentida y dice que no tiene tiempo para “memeces”. Sí, a esto, es decir, a nuestra esclavitud, le llama “memeces”.

Es obvio que las conspiraciones reales llevadas a cabo por los gobiernos, el sistema financiero, las agencias de inteligencia y toda la camarilla judeo-masónica son ignoradas por las masas, a quien la información sólo le llega a través de la “educación” y los principales medios de comunicación, sobre todo de la televisión. Y claro está, con un adoctrinamiento de tal envergadura, gobernar a esa masa de estúpidos es relativamente sencillo. Y es sencillo, porque el “populacho, en general, es excesivamente crédulo. Por lo tanto, se necesita muy poco para engañar a una multitud de mente débil que ni piensa ni quiere pensar.

Acabamos de ser testigos de lo fácil que ha sido para el poder engañar y manipular a toda la humanidad. El propio FEM ha reconocido en su página web que para avanzar en el desarrollo de “ciudades inteligentes sostenibles” se debe restringir nuestra libertad, y ha admitido que la pandemia Covid-19 fue un ensayo de obediencia planetaria a la hora de aceptar su Nuevo Orden Mundial.

Concretamente ha dicho: “El Covid-19 fue una prueba de responsabilidad social: miles de millones de ciudadanos de todo el mundo adoptaron una enorme cantidad de restricciones inimaginables para la salud pública. Hubo numerosos ejemplos a nivel mundial de mantenimiento del distanciamiento social, uso de mascarillas, vacunación masiva y aceptación de aplicaciones de rastreo de contactos para la salud pública, que demostraron la esencia de la responsabilidad social (lavado de cerebro) individual”.

En definitiva, querían saber cuántas personas estarían dispuestas a aceptar un reordenamiento completo de sus vidas, basado en órdenes aleatorias, incongruentes y absurdas. Y, como pudimos comprobar, la inmensa mayoría lo aceptó.

Este experimento demostró que el adoctrinamiento y lavado de cerebro de las masas ha sido todo un éxito. Por consiguiente, pensar que algún día las masas despertarán de su letargo es cuanto menos una ingenuidad, por no decir directamente impensable. Así que, definitivamente, no se puede confiar en las masas para deshacerse del sistema.

Digo esto, porque las masas hablan constantemente de querer cambiar las cosas. Sin embargo, no sé cómo las van a cambiar si siguen haciendo lo mismo. Y es que, por desgracia, la mayoría seguirá votando por sus nuevos amos y obedeciendo los dictados de la clase dominante. Porque votar a unos tíos que no conocemos de nada para que nos representen (por cierto, ¿ante quién?) es un insulto a la inteligencia.

El 5 de noviembre de 2024 tendremos nuevamente la oportunidad de comprobar cómo en EEUU (supuestamente el país más avanzado del mundo) el “populacho” volverá voluntariamente a pasar por las urnas para elegir a su nuevo amo. Esto es: volver a hacer lo mismo y esperar un resultado diferente. Es patético.

Por supuesto, los más “listos de la clase” -que dicen estar desencantados de la política- se aferran a la estúpida idea de que hay que votar el menor de los males. Pero no existe tal cosa. El mal es el mal y punto, y cualquiera que elija votar por el mal menor es que ha perdido el juicio, si es que alguna vez lo tuvo. Esto es indicativo de la sociedad de tontos en la que vivimos (recuerda que los tontos no nacen, los tontos se hacen).

El Estado siempre ha sido nuestro enemigo y siempre lo será. Nunca lo derrotaremos, entre otras cosas, porque no luchamos contra él, luchamos contra un enemigo equivocado. Y es que nos han hecho creer que las personas que piensan diferente a como pensamos nosotros, las que viven de forma diferente a como vivimos nosotros o las que profesan una religión diferente a la nuestra son el enemigo. Y no es verdad.

Esas personas, a pasar de sus diferencias sociales, religiosos o culturales, quieren exactamente lo mismo que nosotros. Por lo tanto, nuestro vecino no es el enemigo. El no es el que nos empobrece, el que nos fríe a impuestos, el que restringe nuestras libertades y el que nos enfrenta unos contra otros, es el Estado. Por consiguiente, la única manera de ganar la libertad sería deshacerse del Estado y no volver a permitir jamás que nadie reclame el estúpido derecho a ejercer autoridad sobre nosotros.

Pero eso no va a ocurrir nunca, ya que la masa de imbéciles crece cada día de una manera exponencial y ni por asomo puede llegar a imaginar una sociedad sin Estado.

Esa masa de imbéciles se creyó la falsa pandemia. Se ha tragado la falacia de que el planeta se está calentado por las emisiones de C02. Va a aceptar sin rechistar, -incluso convencida de que es bueno para nosotros- la huella de carbono, el pasaporte de vacunas, la moneda digital de los bancos centrales (CBDC) y vivir en ciudades 15 minutos. En definitiva, esa masa de estúpidos ignorantes se ha sometido y se someterá voluntariamente a todo lo que quiera el poder, y ante eso no hay nada que hacer.


(Visto en https://pepeluengo.blogspot.com/)

viernes, 27 de septiembre de 2024

LOS "NEGGA"-TIVOS



¿Se dan cuenta de que casi todos los disidentes se pasan la vida anunciando lo que “van a hacer” los malos, lo que “proponen”, lo que “quieren”, y lo que “consiguen” … y casi nunca animan ni buscan buenas noticias que nos animen?

¿Se darán cuenta de que se han convertido en un instrumento de miedo o lo harán a propósito?

¿Lo hacen sin querer o es que preponderan publicar y publicar porque necesitan contenidos para mantenerse a sí mismos en lugar de mirar por la causa?

Recuerden, lo que se menciona, existe. La cancelación es no mencionar ciertas cosas, así se desactivan las campañas del NOM.

Tras más de cuatro años hay muchos negacionistas afectados en su carácter, en su humor y en su percepción, se han vuelto negativos, enfadados, indignados, eso los desactiva.

Existe incluso una cara especial del nega coñazo, con el ceño fruncido siempre, despotricando sin tener cuidado, olvidando que para convencer la mejor arma es la sonrisa y la serenidad.

Alguien que te grita no te alimenta.

Muchos de esos canales están siendo tóxicos para algunas personas que tienen razón, pero la pierden por las formas.

Por eso los algoritmos nos conducen a la endogamia ideológica, para que solo leamos a los que piensan igual, y cuanto más violentos, mejor. Así evitan la reflexión pausada, la introspección y que calemos en la gente.

Lo que les daña es la conexión transversal que conseguimos los dos primeros años.


Si se mira al espejo y se ve con una arruga en la frente entre los ojos, reflexione, se está convirtiendo en un nega coñazo.

Si lo pasamos muy mal, si teníamos razón y se está viendo, si somos diez veces más en el mundo, y si hemos avanzado considerablemente ¿por qué está enfadado?

Un cristiano gritando en el Coliseo ante los leones que lo van a devorar con su familia “¡putos romanos, me cago en el emperador!”, no invita tanto a la reflexión de los que están en las gradas como cuando morían rezando abrazados y perdonando con cierta compostura dentro de la tragedia. Escribieron testigos que así se convirtió a miles de romanos, no entendían esa actitud, les causaba admiración y les conducía a dudar, a pensar ¿y si es verdad que su Dios es amor?

Esto no ha cambiado, el NOM usa los sentimientos para convencer porque es lo que funciona. Nadie te hace caso si le caes mal de entrada, y a nadie le caes bien si le entras riñéndole y haciéndole sentir mal.

Quien tiene la fuerza de la verdad y la razón es una persona que debe irradiar LUZ, no sombras.

Nos pasa a todos, hay que repasarse de vez en cuando y corregir ¿estoy aportando esperanza o estoy siendo un altavoz más del mal?

No nos interesa todo el tiempo lo que ellos, los malos, pretenden, porque tenemos la seguridad de que depende de nosotros que lo consigan.

Pueden planear lo que quieran, pero sin nuestra ignorancia o nuestro miedo todo será estéril. Ya se ha visto varias veces.

Piensen en todo lo que hemos desactivado ya, en todos los planes que no han conseguido implementar. Cuando retiran algo no es porque sean buenos, es porque saben que estábamos a punto de la rebelión total. Eso no les interesa, prefieren retirarse fingiendo que es decisión suya y que lo han hecho porque sus propuestas absurdas funcionaron.


Si por ellos fuera ya sería obligatorio pincharse cinco veces al año, no podríamos viajar, no habría efectivo ni diésel, estaríamos en ciudades de 15 minutos ¡pero no es así!

Y no lo es porque SABEN que no lo íbamos a aceptar, no alcanzan el porcentaje de ganado lanar que necesitan, no llegan al mínimo necesario, entonces, se retiran para volverlo a intentar.

Al monito lo aplastamos en dos semanas.

A los bozales nos costó más, pero la última no les funcionó.


Las dosis ya no se las ponen ni a los niños, el escepticismo crece sin parar. Ellos lo saben perfectamente, pero muchos de nosotros no, porque pocos o casi ninguno damos las buenas noticias.

Así que, me voy a mirar al espejo a ver si se me está poniendo cara de nega-tivo, y de ser así, ensayaré lo que más les fastidia, que seamos inflexibles pero positivos.

Fernando López-Mirones
(https://t.me/elaullido/)

jueves, 26 de septiembre de 2024

COVID, 11-S Y LA GUERRA ETERNA (2ª PARTE)



LA GUERRA CONTRA EL COVID

La “pandemia” de Covid19 se presentó al público desde el primer momento como una guerra.

Ya en marzo de 2020, el Secretario General de las Naciones Unidas instaba a los países a “declarar la guerra al virus” y ya calificaba al Covid de “la mayor amenaza desde la Segunda Guerra Mundial”. Un sentimiento que los portavoces de la ONU han repetido. Mucho.

Los líderes nacionales también estaban ansiosos por considerar el Covid como una nueva gran causa, en línea con la lucha contra el fascismo.

El primer ministro de Italia se refirió a la “hora más oscura” del país. La primera ministra de Nueva Gales del Sur, Gladys Berejiklian, dijo a la prensa el mes pasado que “esto es literalmente una guerra”.

En el Reino Unido, el gobierno hizo numerosos intentos transparentes de inculcar una atmósfera de “espíritu de Blitz” al estilo Churchill. El descarado trabajo en paralelo con la Segunda Guerra Mundial se refleja en todos sus mensajes sobre el Covid, y el empalagoso discurso público de la Reina, que utilizó sin pudor la frase “Nos volveremos a encontrar.

En Estados Unidos, siempre centro de metáforas militares, Trump se autodenominó un “presidente en tiempos de guerra” que luchaba contra un “enemigo invisible”. El exgobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, se refirió a los profesionales de la salud como “soldados” en la batalla contra el Covid.

En todo el mundo, los expertos comparan con frecuencia el COVID-19 con la guerra contra el terrorismo, y el COVID-19 con los terroristas. La metáfora de la guerra ha sido omnipresente en discursos, titulares y anuncios televisivos.

El mensaje es claro y sencillo: el virus es nuestro enemigo. Estamos en guerra.

Y esta guerra realmente es perfecta.

Tiene todas las ventajas de una guerra real y ninguna de sus desventajas. Toda la maleabilidad efímera de la “guerra contra el terrorismo” y ninguna de sus complicaciones potenciales.

Piénsalo …

En nombre del Covid hemos visto aumentar los impuestos, la censura, la vigilancia, el gasto estatal en el sector privado y los poderes estatales. Todos ellos son los clichés de los “poderes de emergencia” que el Estado busca en tiempos de guerra.

Y lo han conseguido con un sencillo truco de tres etapas.

En primer lugar, se toma un virus, se le asigna un nombre y se le atribuyen exactamente los mismos síntomas que a cualquier otro virus de la gripe y el resfriado. Se acaba de crear una nueva enfermedad.

En segundo lugar, si se hace una prueba que pueda “encontrar cualquier cosa en cualquier persona”, se la aplicamos a todos los que ingresan en un hospital (especialmente a los enfermos terminales) y se cambia la definición legal de “causa de muerte”, se acaba de crear “muertes” a causa de la nueva enfermedad.

En tercer lugar, hay que empezar a realizar la misma prueba a todo el mundo, varias veces por semana. Acabas de crear millones y millones de "casos asintomáticos".

Combine estos tres y habrá creado una “pandemia”.

Crearon un enemigo de la nada, mediante una ola de propaganda y manipulación estadística. El “Covid” no es más que un filtro, una lente colocada ante el ojo público que distorsiona la realidad sin cambiar nada en absoluto.

Al igual que en la “guerra contra el terrorismo”, la amenaza real es casi totalmente imaginaria, pero esta vez la imagen es mucho mejor. En lugar de adorar a las tropas, ahora rendimos homenaje a los “héroes de la salud”, los “soldados en primera línea contra el virus” . Sin bombas, sin violencia, solo enfermeras bailando.

¿Y qué no puede pasar con el Covid? Sencillo, todo lo que no quieren que pase. Por la naturaleza misma de la pandemia fabricada, tienen control total de la narrativa.

Pueden controlar los “casos” a través de las pruebas. Pueden controlar las “muertes” a través de la definición de “causa de muerte”. Pueden simplemente ajustar el significado de una palabra aquí y allá, y comenzar y detener la “pandemia” a su antojo. Pueden ralentizar la “propagación” o acelerarla. Introducir una nueva prueba o tratamiento o “curarla”, y luego crear una nueva variante para que vuelva a aparecer.

Esta guerra ni siquiera existe realmente, por lo que nunca tiene por qué terminar y definitivamente no pueden perder.

Mientras tanto, cada nueva ley que se aprueba amplía el poder del Estado sobre los ciudadanos, y en cada paso del camino hay nuevos contratos inflados del sector privado en juego. Pruebas y rastreo y EPI. Vacunas y respiradores y hoteles para cuarentena. El dinero público fluye a manos privadas.

¿Y lo mejor? Todo esto se hace con el objetivo de “ayudar a la gente”.

Después del 11 de septiembre, la Ley Patriota autorizó la vigilancia masiva, la detención sin cargos y la enorme violación de los derechos civiles porque las personas podían ser terroristas.

Ahora, las supuestas “medidas de salud pública” anti-Covid están permitiendo exactamente las mismas cosas … porque la gente podría estar enferma.

El Estado se ha transformado. Lo que antes se consideraba paranoico y agresivo, ahora es simplemente benéfico y paternalista.

Ésa es la genialidad de la guerra contra el Covid.

LA VERDADERA GUERRA ETERNA

Entonces … ¿cómo se relacionan el Covid y el 11 de septiembre?

Una cosa fluye directamente hacia la otra y forman un continuo de narrativas de control diseñadas para asustar a la gente y hacer que acepte limitaciones draconianas a su libertad, al tiempo que justifican una mentalidad guerrera permanente en toda la sociedad.

“La guerra contra el terrorismo” y la “guerra contra el Covid” son operaciones psicológicas gemelas que muestran la transformación de la “guerra” desde una política exterior a una puramente interna.

Orwell lo describió perfectamente en 1984:

Como se verá, la guerra es ahora un asunto puramente interno. En el pasado, los grupos gobernantes de todos los países, aunque reconocieran su interés común y, por lo tanto, limitaran la destructividad de la guerra, luchaban entre sí, y el vencedor siempre saqueaba al vencido. En nuestros días, no luchan entre sí en absoluto. La guerra la libra cada grupo gobernante contra sus propios súbditos, y el objeto de la guerra no es conquistar territorios ni impedirlos, sino mantener intacta la estructura de la sociedad.

Contaminación, altas temperaturas ... no saben a qué causa
atribuir los efectos secundarios del pinchazo asesino


En los últimos dos años todos hemos visto la verdad de esto. El COVID nos ha mostrado que naciones supuestamente enemigas de repente llegan a un acuerdo y demuestran una unidad de propósito casi total para difundir una gran mentira.

La hegemonía capitalista global ya no necesita conquistar tierras ni robar recursos. Ya posee todo lo que vale la pena poseer, lo único que necesita ahora es controlar a sus trabajadores y preservar la desigualdad que ha creado.

Esa es la verdadera guerra que se libra aquí. No la ridícula guerra contra el terrorismo ni la ridícula guerra contra el COVID. No, la verdadera “guerra eterna” es lo que Niels Harrit llama la guerra vertical, librada por los de arriba contra todos los que están por debajo de ellos.

El covid es la expresión más reciente y más evidente de esto, pero desde hace años los medios corporativos son los portavoces del corazón autoritario del Estado.

Ya he escrito antes que estamos entrando en la era del estatismo “progresista” , en la que la tiranía se presenta como una lamentable inevitabilidad y nuestros líderes son retratados como una nueva generación de dictadores reacios , que esculpen paisajes políticos distópicos por necesidad y con las más puras intenciones.

Nos dicen que nuestros amos bondadosos no son controladores ni dictatoriales porque quieran, sino porque necesitan serlo, por nuestro bien.

El “gran reinicio” no es una “teoría de la conspiración” maligna, es solo la voluntad de nuestros bondadosos señores supremos de proteger el mundo de los niños para protegernos de nosotros mismos. Destruyen nuestra sociedad para poder reconstruirla mejor en una utopía neofeudal, donde nadie es dueño de nada y todos son felices y todos hacen lo que se les dice ... o de lo contrario ...

Esta “pandemia” es la punta de un abismo que se va ampliando rápidamente. Después vienen la gripe, la obesidad y el calentamiento global. No más carne. No más azúcar. No más vacaciones. Son malas para ti, malas para el planeta y malas para los osos polares.

Kit Knightly
(Fuente: https://off-guardian.org/; visto en http://www.verdadypaciencia.com/)

CLIMATO(NTÓ)LOGOS BUSCANDO LA CUADRATURA DEL CÍRCULO


... y abusando de la increíble credulidad -valga la paradoja- de los tragacionistas:

miércoles, 25 de septiembre de 2024

POR QUÉ APENAS SE HABLA YA DE UCRANIA



Como era previsible, el interés de los medios occidentales en la guerra de Ucrania ha ido decayendo con el tiempo, juez paciente, pero inexorable. Durante dos años no pararon de repetirnos que Ucrania estaba ganando. Este mensaje, encuadrado en una orquestada campaña de propaganda y muy alejado de la realidad, fue transmitido de forma acrítica por unos medios tan dóciles como corruptos, medios cuya reacción hoy no es entonar un honrado mea culpa, sino ocultar su impudicia tras un manto de indecoroso silencio.

En realidad, la ayuda de la OTAN nunca tuvo mayor alcance que posponer la inevitable derrota ucraniana a costa de su población, como adelanté recién comenzado el conflicto. En aras de los siempre cortoplacistas intereses geopolíticos de EEUU, defendidos por sus lacayos de la UE y, en especial, por el gobierno más extraordinariamente incompetente que haya tenido Alemania desde la II Guerra Mundial, el irreconocible Occidente de hoy, nihilista y evanescente como los Espectros del Anillo de Tolkien, decidió que bien valía sacrificar a la juventud ucraniana si con ello sangraba temporalmente la capacidad económica y militar de Rusia, y lo hizo mientras apelaba hipócritamente a unos supuestos valores occidentales. ¿Cuáles, exactamente? Dos años y medio después, el desastre ya no puede ocultarse: Ucrania ha pagado un enorme precio en balde, con centenares de miles de muertos y el país deshecho. Pero ¿quién ha pagado exactamente el precio?


Testimonio gráfico irrefutable: a partir de haber 
desangrado al suficiente número de víctimas,
los vampiros se vuelven inmunes a la luz del sol
En tiempos de paz los hijos entierran a los padres; en tiempos de guerra, son los padres los que entierran a los hijos. Sin embargo, no son los miembros de la corrupta clase política ucraniana los que están enterrando a sus hijos, ni tampoco los líderes occidentales, que empujan a otros a la muerte con grandilocuentes discursos pronunciados desde una distancia segura, sino el pobre pueblo de Ucrania, que pronto será olvidado.

Kursk: una ofensiva efímera y desesperada

Tras la suicida contraofensiva del año pasado, en la que el ejército ucraniano fue diezmado por la eficaz defensa estática rusa, este verano Ucrania decidió realizar una ofensiva sorpresa invadiendo territorio enemigo en la región de Kursk con sus unidades más veteranas. Aunque haber logrado el factor sorpresa resulta increíblemente meritorio, los motivos de esta acción nunca han estado claros. Según algunas fuentes, la intención podría haber sido aliviar la insostenible presión soportada por el ejército ucraniano en el largo frente, confiando en que Rusia desviaría unidades para defender su propio territorio. Sin embargo, de no engañar al enemigo la maniobra ucraniana debilitaba sus propias defensas en el Donbass, que es lo que ha ocurrido. Otros analistas especulan que la intención ucraniana era simplemente reavivar la moral de combate, galvanizar el decaído apoyo internacional y producir un shock que socavara la imagen de Putin en su propio país, objetivos quizá demasiado vagos como para compensar el riesgo.

Otras fuentes apuntan a que el objetivo era alcanzar la central nuclear rusa de Kursk, bombardearla o colocar explosivos en ella y utilizarla como elemento de chantaje o, en su defecto, como simple acto de venganza contando con que los medios occidentales culparían a los propios rusos de un desastre nuclear del mismo modo que les culparon risiblemente del sabotaje del Nord Stream. Aunque parezca atroz, esta explicación también resulta verosímil, dado lo específico del objetivo y los antecedentes de Kiev atacando la central nuclear de Zaporiyia, controlada por los rusos desde marzo de 2022 y hoy en parada fría.

Sean cuales fueran los objetivos de la operación, y dando por sentado que existía una estrategia racional y no una desesperada huida hacia adelante, su éxito dependía de que demasiadas cosas salieran bien, es decir, de una alineación de astros demasiado optimista que, como suele ocurrir, no se dio. Cuando audaces operaciones militares con escasa probabilidad de éxito acaban teniendo éxito, pasan a los libros de historia como obra de un genio, por lo que suponen una permanente tentación para dos tipos de personas: los que ansían la gloria y los que no tienen nada que perder. Sin embargo, se trata de un espejismo, pues en la inmensa mayoría de los casos, como es tautológico, es la probabilidad a priori la que decide el resultado.

Así, la efímera ofensiva ha constituido un nuevo y costoso fracaso (13.000 bajas hasta el momento), pues el ataque pronto perdió inercia y fue contenido por las reservas rusas sin debilitar el frente del Donbass, poniendo de manifiesto, una vez más, la capacidad de absorción del enorme y despoblado territorio ruso.


El posible colapso del frente ucraniano

En resumen, aunque la duración de los conflictos sea siempre más incierta que su resultado, la situación militar es enormemente frágil para Ucrania, lo que hace que su desesperación aumente por momentos. Con mucha mayor potencia de fuego, Rusia mantiene una presión incesante en distintos puntos del frente, ganando territorio a paso lento pero seguro y causando gran número de bajas (60.000 sólo en julio) al ejército ucraniano, formado cada vez más por reclutas desmotivados y sin entrenamiento que huyen en su bautismo de fuego o son presa fácil para las unidades más expertas del ejército ruso. Como dijo Confucio, «enviar a la guerra a alguien que no ha sido apropiadamente instruido es mandarlo a la tumba».

La merma de medios materiales y humanos se agudiza por la elocuente negativa de los millones de ucranianos refugiados en Europa a retornar a su país a luchar, lo que ha llevado a Polonia a proponer que la UE deniegue la percepción de fondos de la Seguridad Social a todos los refugiados ucranianos varones en edad militar para «incentivar» su marcha al frente. Finalmente, el lóbrego pronóstico militar de cara al invierno se oscurece aún más (literalmente) por el hecho de que Rusia haya sido capaz de inutilizar el 70% de la generación eléctrica ucraniana.

En esta tesitura, el colapso del frente del Donbass es una posibilidad real, pues la derrota militar, como la bancarrota, se produce primero a cámara lenta y, luego, de forma repentina. Dicho desmoronamiento abriría amplios espacios de movilidad a Rusia hasta el río Dniéper, pues, sin ejército que lo defienda, tomar territorio en la estepa es algo relativamente sencillo. Por ello, tras sus errores iniciales la estrategia rusa ha consistido en degradar sistemáticamente la capacidad de combate de Ucrania más que en empeñarse en una costosa conquista de territorio. ¿Para qué sufrir bajas conquistando algo que puede obtenerse en una negociación con un enemigo vencido?

A la fragilidad de la situación militar se une la impopularidad del propio Zelensky, aficionado a un poder semi dictatorial y deslegitimado tras no convocar elecciones antes de que venciera su mandato en mayo. Los bruscos ceses y dimisiones recientemente producidos en su gobierno pueden ser los últimos estertores de un títere bunkerizado que ha dejado de ser útil y que pronto dejará su puesto, sea pacíficamente (con un retiro dorado en EEUU) o tras un golpe de Estado. Como escribí en su día, no será Zelensky quien negocie el final de las hostilidades con Rusia.


Cráter causado por la explosión de un misil ucraniano
lanzado contra Przewodow, en el sudeste polaco, y del
que Zelensky quiso culpar a Rusia. Menos mal que el
pacto de mutua defensa de la OTAN no está resultan-
do muy esctricto, porque si hubiera que atacar al agre-
sor contra ese socio, o contra el Nord Stream, se le
acababa la tontería al actorzuelo en menos que se
persigna un cura loco.
El peligro de una Ucrania arrinconada


Si los acontecimientos siguieran su curso natural, estaríamos cerca del final de la guerra. Sin embargo, la gratuita y agresiva involucración de la OTAN (defendiendo a un país no miembro) puede convertir una derrota estrepitosa de Ucrania en una derrota estratégica de la organización, lastrada además por el descrédito ganado a pulso tras dos años creando falsas expectativas de victoria. Por eso, tanto en Occidente como en Ucrania la preocupación está paulatinamente dando paso al pánico, que nunca es buen consejero.

Ucrania tiene todos los incentivos para llevar a cabo una operación de falsa bandera que, debidamente publicitada, indigne a la opinión pública occidental y propicie que la OTAN cruce el Rubicón. No olviden que el fanático gobierno de Zelensky intentó arrastrarnos a una Tercera Guerra Mundial acusando falsamente a Rusia de disparar un misil que cayó en Polonia (territorio OTAN) causando dos muertos, cuando en realidad el misil había sido disparado por los propios ucranianos.

Kiev además es consciente de que EEUU y Reino Unido se han resignado a que las regiones anexionadas por Rusia jamás volverán a Ucrania, algo bastante obvio desde un principio. Esta admisión significa que, tras tres años de durísima guerra, Ucrania va a obtener un resultado mucho peor que el que habría logrado con el preacuerdo de paz alcanzado con Rusia en las negociaciones celebradas en Turquía en primavera del 2022. En aquel momento apenas había muertos, pero el acuerdo fue impedido por EEUU y el Reino Unido.

También en aquel entonces Rusia estaba más dispuesta a negociar. Hoy, tras haber pagado tan alto precio por la victoria, Rusia no permitirá que el conflicto se vuelva a cerrar en falso y no se detendrá hasta haber alcanzado todos sus objetivos estratégicos. Además, Occidente ha perdido su credibilidad tras romper todas sus promesas, por lo que Rusia no confiará en compromisos de futuro, sino en realidades del presente.

La amenaza de escalada por parte de Occidente

Como he defendido desde un principio y ya debería ser obvio, esta guerra nunca fue un conflicto entre Rusia y Ucrania, ni una lucha entre buenos y malos, ni David contra Goliat, ni una cruzada de la libertad contra la tiranía (¡qué fácil es engañar a la población biempensante!), sino un pulso de poder entre EEUU y Rusia provocado por EEUU y, más globalmente, un conflicto indirecto entre un Occidente decadente y un Oriente resentido con el orden internacional impuesto por la hegemonía norteamericana, que se resume así: «Las reglas son para ti, no para mí». Esta asimetría tiene los días contados, pero no sabemos si de aquí a su inevitable final lograremos evitar la trampa de Tucídides, es decir, la guerra abierta entre el poder hegemónico y el emergente.

En este sentido, la temeridad mostrada por la OTAN (¿una organización de defensa mutua entre sus miembros?) está resultando crecientemente peligrosa. En efecto, una y otra vez la organización ha ido cruzando líneas rojas al dotar a los ucranianos de armas ofensivas cada vez más mortíferas, como artillería, carros de combate, cazas, drones y misiles de corto alcance que ahora algunos pretenden transformar en misiles de medio alcance. Dichos misiles, que podrían internarse profundamente en suelo ruso, no podrían ser operados sin la participación directa de militares de la OTAN, por lo que Rusia ya ha advertido que lo consideraría un ataque directo de la OTAN a su territorio y que actuaría en consecuencia.

En la ruleta rusa, el hecho de que el percutor del revólver haya caído varias veces sobre una recámara vacía no garantiza que la siguiente vez no vaya a encontrar un cartucho. De idéntico modo, la cada vez más irresponsable pérdida de respeto a una potencia nuclear se basa en una falsa creencia: que Rusia no reaccionará a la provocación porque no lo ha hecho hasta el momento. Sin embargo, como en la ruleta rusa, antes o después dicha creencia se demostrará errónea, pero para entonces será demasiado tarde.

Ante la indolencia de la opinión pública occidental, aletargada por el hedonismo y engañada por la maniquea propaganda mediática, los yonquis de la guerra en Londres, Washington, Kiev y Varsovia parecen querer arrastrarnos a la hecatombe con su juego diabólico.


Fernando del Pino Calvo-Sotelo
(Visto en https://www.fpcs.es/)