Los tres protagonistas de una opereta sobreactuada. ¿Quién es el leal, quién el traidor y quién el oportunista? Tal vez sean papeles intercambiables |
La atención sobre lo ocurrido el 23 de Febrero de 1981 ha girado en torno a lo más espectacular, la ocupación armada del Congreso de los Diputados. Sin embargo, ese hecho es solo la punta de un iceberg que oculta una trama cuyo responsable último se ha ocultado cuidadosamente al conocimiento público detrás de una tramoya de propaganda machaconamente repetida. A la especulación o al silencio, no ha seguido un análisis de las causas que dieron al mismo, ni a indagar el objetivo que con el mismo se perseguía, ni a subrayar sus contradicciones internas y externas que el caso presenta. El caso sigue bajo secreto de sumario, sin que el público tenga acceso a sus detalles.
Armada, preceptor, confidente y amigo del rey, sirvió de chivo expiatorio en el juicio militar |
1.- Los generales Armada y Milans del Bosch, no solo eran monárquicos, sino fidelísimos del Rey, y muy queridos por éste.
2.- El Estado y, por tanto, la Monarquía y la Corona podían ser víctimas de la situación caótica de España, fruto de la ruptura (no de una reforma perfectiva) con el Régimen de Franco, que eso, en definitiva, supuso la Transición.
4.- Por ser solo un golpe de timón y no un golpe de Estado no se ocuparon ni el Palacio de la Zarzuela ni los Ministerios de Defensa e Interior
5.- Por ser tan solo un golpe de timón, el Capitán General de Valencia, cuando el Rey, llamándole cariñosamente Jaime, le ordena que retire los tanques y anule el estado de guerra, no sigue adelante, sino que le obedece de inmediato, como también lo hace el segundo Jefe del Estado Mayor, el general Armada . Así lo sintetizó él mismo: “El 23 F … informé, obedecí y resolví”.
Armada, el aprendiz de brujo que quiso doblegar al parlamen- to para elegirle presidente bajo coacción. |
De golpe de timón se hablaba antes de que se produjera. Basta para probarlo leer la prensa de aquel tiempo. Lo pidió Tarradellas, estando al frente de la Generalitat de Cataluña, y Ricardo de la Cierva ha escrito que: “Los jefes militares creyeron que la corona compartía su preocupación y en cierto modo los animaba a tomar medidas drásticas a través de un gobierno de gestión, presidido por un militar, aceptable por todos los demás partidos. “Ese general -Armada- acudió al Parlamento (ya lo indicó el capitán Muñecas Aguilar, aunque no dando su nombre) para conseguir ser elegido presidente del Gobierno. Lo hizo, es curioso, en el momento en que dimitió Adolfo Suárez, de forma voluntaria o presionado y en que se estaba votando para elegir al que debía sustituirle.
Conviene hacer constar que no es lo mismo elegir que nombrar. Alfonso XIII, monarca liberal, elegía y nombraba, después de las consultas que creía pertinentes, al jefe del Ejecutivo. Juan Carlos I, monarca parlamentario, no lo elige, porque la elección la hace el Parlamento. El Rey solo nombra al elegido. Es algo así como si el Congreso escribiera la carta y la Corona la franqueara. Por eso, y tratándose de un golpe de timón, dentro del Estado y de conformidad con la Constitución, Armada se dirige al Congreso, y no a la Zarzuela, para solicitar ser elegido por los diputados jefe del Gobierno que modificaría el rumbo de la nave del Estado.
Los disparos al techo del hemiciclo no fueron, ciertamente, de fogueo |
Hay una extraña ausencia de sintonía entre lo planificado y la ocupación armada del Congreso. Se trata de uno más de los enigmas que plantea el proceso iniciado para la Transición. Por eso, no se entiende que sin resistencia por parte de los policías que custodiaban el edificio y de los numerosos escoltas de los ministros, entrara en el Parlamento el teniente coronel Tejero con los guardias civiles y después, ante el alboroto y los disparos, permanecieran impasibles, sin enfrentarse a aquellos e intentar desarmarles.
Por otra parte, no concuerda la ocupación armada, que coincide con la votación de los diputados para elegir presidente del Gobierno con el propósito de Armada de conseguir ser elegido.
Conclusiones
1.- Hay dos hechos muy significativos que conviene destacar, a saber, la retirada de los tanques en Valencia y la negociación con Tejero.
Una imagen para la historia (y para el bochorno) |
La segunda, con la que tuvo como objetivo la retirada de los ocupantes del Congreso, que concluyó sin resultado positivo; y no lo tuvo porque Antonio Tejero no permitió al general Armada que entrase en el hemiciclo; y no se lo permitió porque entre los ministros futuribles de un proyectado gobierno de concentración nacional que debía salir de todo aquello figuraban socialistas y comunistas.
La negociación fue larga y la entrada y salida de personas, tanto del Congreso como del Hotel Palace, muy frecuente. A Antonio Tejero se le ofreció de todo, hasta un avión para trasladarse fuera de España. Él lo rechazó orgullosamente.
2.- Solo puedo pensar en un desvío de lo planificado por obra y gracia de alguien que, con otros fines, intervino en la planificación. Recordemos el alquiler de vehículos, prescindiendo de los de la Benemérita, para trasladar a los guardias civiles: la disminución de la pena impuesta al general Armada y su posterior indulto; la absolución de uno solo de los encausados; el incendio de un piso en Madrid en el que vivían los padres de éste, que murieron, quemándose la documentación que allí hubiera.
3.- Si Tejero hubiera conocido con anterioridad los nombres de los ministros futuribles, no hubiera ocupado el Congreso. Al general Armada le dijo que él no había puesto en juego su vida, su libertad y su carrera para dar paso a un Gobierno de ese tipo.
4.- Si la negociación hubiera tenido éxito y Armada hubiera podido hablar a los diputados, les habría dicho que la situación caótica de España y el vacío de poder había motivado la ocupación del Congreso, ocupación que había cesado, pidiendo a los diputados con plena libertad elegir al presidente de Gobierno, lo que era urgente. Si él – Armada – resultara elegido presidiría un Gobierno de concentración en el que estarían representados los partidos políticos pilares del Régimen. Daría a continuación los nombres, entre ellos, los de quienes ocupaban sus escaños en ese momento.
5.- La elección del general Armada como sucesor de Suárez en la presidencia del gobierno, en una maniobra de más que dudosa constitucionalidad, hubiera supuesto la culminación del "golpe de timón". Ahora bien, parece inverosímil que se den nombres de ministros futuribles sin que éstos lo supieran y sin que hubieran aceptado con anterioridad (Nota del "blogger": ¿Hasta donde "estaban en el ajo" prominentes miembros de los principales partidos parlamentarios? Contra la lógica y el afán de verdad, es algo que ni se ha investigado ni ha creado la menor molestia en forma de pregunta incómoda a los concernidos).
(Visto en http://katehon.com/)
Hasta aquí lo que se ha sabiendo con el tiempo, a lo que hay que sumar lo aportado por investigaciones periodísticas contra corriente -como las de Jesús Palacios, glosada aquí y aquí, o la de Pilar Urbano- y las escasas revelaciones de los implicados a raíz del juicio, que presentó como "golpe de Estado" un pronunciamiento tan exquisitamente respetuoso con el jefe del Estado como solo lo han sido autogolpes como el de Louis Napoleon en Francia (1851) o el de Fujimori en Perú (1992), lo que es todo un indicador de la naturaleza de lo ocurrido.
No dejar de ser una risible ironía que la Wikipedia, en su artículo titulado "Golpe de Estado en España de 1981", glose en un listado la actitud de cada uno de los mandos de las once regiones militares en que se dividía España, diferenciando entre los leales al rey y los sublevados, dado que las órdenes del jefe del Estado fueron acatadas por TODOS. ¿Dónde está la deslealtad?
El 23-F supuso la consolidación de un mito a mayor gloria de un monarca beneficiario de un traspaso de poder arrebatado a los ciudadanos mediante la violencia cuarenta años antes de su investidura y consolidado mediante el engaño y la propaganda.
¿Para qué sirve un mito?
Para justificar un estado de cosas como el único posible.
Y cumple su función mientras no se examina su mecanismo interno.
Compare el lector el cuento del rey inmaculado que salta como un resorte a defender la legalidad y la democracia, ajeno a todo lo que no sea el interés de la nación, con el del maquinador indeciso que solo reacciona cuando sabe que el plan que se ha urdido con su aquiescencia plena es inviable, y que puede salvar la cara recurriendo a la lealtad inquebrantable de militares de una pieza leales a su persona.
Juzgue cuál de las dos narrativas es más coherente con lo que hemos ido sabiendo de un Juan Carlos de Borbón intrigante, interesado, desagradecido y otras cualidades nada favorecedoras.
Y por qué no es hasta que Tejero se sale del guión que empieza la reacción en cadena para salvar los muebles, siempre con el Rey obteniendo de los militares una respuesta positiva a cada requerimiento que hace, como cuando en los estudios centrales de RTVE, tomados por los sublevados, no hay impedimento para emitir el comunicado que remite, y que hace desmoronarse toda la asonada.
Eso sí, después de que Armada informe de que Tejero ha sacado los pies del tiesto, lo que hace imposible seguir con el plan original.
O cuando el Rey notifica a Milans que hay que abortar todo el tinglado con la afirmación "Ahora no puedo echarme atrás".
Resulta curioso que los que, como niños ilusionados, aceptan la versión del caballero inmaculado que salva a la Patria no se pregunten por qué toda la documentación, registros y grabaciones de lo sucedido aquella madrugada siga clasificado como "secreto de Estado", impidiéndonos calibrar la magnanimidad, heroísmo y valentía de quien el cuento popular convierte en el bravo campeón de los españoles.
Y que bastó en su día con destapar un poquito la cortina que ocultaba la tramoya secreta para que aceptase a regañadientes una abdicación a la que se resistía con uñas y dientes.
Curiosísimo concepto de "salvapatrias" el que se proyecta en el Emérito.
Pero este país de serviles aduladores no parece dar para más.
Prefiere creer en los Reyes Magos que en la verdad que, de nuevo, nos ha sido escamoteada.
(posesodegerasa)