viernes, 11 de enero de 2013
EL EXPERIMENTO DE MILGRAM
En 1963 un profesor de psicología de la Universidad de Yale comenzó a desarrollar una serie de pruebas experimentales con el fin de determinar el nivel de obediencia en una persona cuando esta obediencia entra en directo conflicto con sus valores morales y humanos. Tras una larga serie de experimentos que dejaron atónitos a todos, ya que los resultados eran realmente inesperados, Milgram publicó en 1974 su obra "Obedience to Authority: An Experimental View" (Obediencia a la Autoridad: Una Visión Experimental) en la que exponía con todo lujo de detalles lo acontecido.
El primer experimento de la serie transcurrió en la Universidad de Yale. Con el fin de reclutar individuos para la prueba se realizó una convocatoria en un periódico local, solicitando personas de cualquier tipo y sin requerimiento previo alguno. Como recompensa se ofrecía una cierta cantidad de dinero. Al aviso acudieron personas de distintos niveles, desde cuasi analfabetos hasta doctorados. Una vez en el lugar donde transcurriría el estudio, las personas, que entraban individualmente y no en grupo, eran saludadas por el director del proyecto, quien les presentaba a otra persona -un actor cómplice del experimento- como si éste fuera un participante más con el que harían la prueba. Acto seguido les comunicaba que el experimento se basaría en estudiar el aprendizaje bajo castigo y presión indicándoles que uno tomaría el rol de “maestro” y el otro el de “alumno”. Por supuesto la prueba estaba amañada para que al actor siempre le tocara el puesto de “alumno” y al sujeto reclutado el de “maestro”. Por esta razón, este último creía que era en el “alumno” en el que se realizaba el experimento, e ignoraban que en realidad sería él el conejillo de indidas.
Luego de repartir los roles eran separados en dos habitaciones diferentes, donde podían oírse pero no verse. Tras esto, al “maestro” se le ponía al mando de un falso generador de 45-450 voltios, indicándoles que la primera sería la descarga de castigo más baja que el “alumno” recibiría, y que con cada respuesta errada el voltaje iría aumentando. Al iniciar el test las respuestas estaban estratégicamente ubicadas para que el "alumno" fuera incurriendo progresivamente en un número mayor de fallos, por lo que el voltaje, y por ende su -fingido- dolor, se incrementarían gradualmente. En la etapa final el alumno no sólo gemiría y golpearía las paredes del dolor, sino que además alegaría problemas cardíacos.
De los 14 especialistas a los que Milgram había pedido una previsión sobre qué esperar en las reacciones de los individuos, todos, unánimemente, establecieron que sólo un 1.2% de los estudiados presentaría una conducta lo suficientemente sádica como para llegar al final del test. Sin embargo, la realidad fue mucho más espeluznante: de las personas con las que se realizó el experimento un 60%, a pesar del llanto y los pedidos de clemencia de la víctima, llegaron a aplicar el shock final de 450 voltios. Curiosamente, la gran mayoría de los que llegaron al final lo hicieron bajo una inmensa presión y un gran dolor interno. Muchos presionaban el botón temblando y algunos otros incluso se anegaron en lágrimas mientras hacían las preguntas. Sin embargo, muy pocos se negaron a obedecer. El experimento fue variando y siendo repetido decenas de veces a lo largo de los años, como en el caso que vemos en el video bajo estas líneas. En todos los casos el resultado fue muy similar.
(Fuente: http://www.anfrix.com/)